Celebración del origen
Por Miguel Espejo
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Budas de Bamiyán (fragmento)
Puedo dar testimonio fidedigno
de ese instante de mi infancia donde la congoja me tomó por entero
al escuchar a un chico de mi edad clamando por los golpes
que recibía su madre
a la que vi poco después de esos gritos desesperados llevando a la
comisaría a punta de cuchillo a sus presuntos victimarios.
Supe entonces sobre la tensión entre hambre y saciedad
la diferencia entre el hilo que se hunde en la piel de seda
y la soga del ahorcado.
¿Realismo mágico o social, estética de la muerte o sabor del bajo fondo?
¿Pero acaso importa lo que en realidad sentimos
cuando todo se hunde en el fragor del ruido y de la imagen?
Por eso no deja de sorprenderme el pánico que se apoderó de mí al ver
explotar en la montaña a los budas de Bamiyán,
como si yo hubiera sido un disciplinado creyente de las bondades de Sidartha
y no un observador despiadado que sólo sintió curiosidad ante la carrera
de los peatones en Manhattan, mientras trataban de escapar de la
cercana muerte con la ferocidad de algunos sobrevivientes.
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Celebración del origen - Miguel Espejo
Miguel Espejo
Celebración del origen
Colección El Aura
dirigida por Eduardo Álvarez Tuñón
y Mario Sampaolesi
Imagen de tapa: Inkarri, acrílico sobre tela, 2011 (detalle), Juan Carlos Entrocassi
© 2021. Libros del Zorzal
Buenos Aires, Argentina
Comentarios y sugerencias: info@delzorzal.com.ar
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.
Impreso en Argentina / Printed in Argentina
Hecho el depósito que marca la ley 11723
A Caroline, semper et ubique fidelis
Índice
i Entre las ruinas de los dioses | 7
Budas de Bamiyán | 8
Ofrenda | 11
La rosa del desierto | 13
Imaginario festín | 15
El dios cojo | 17
El jardín de los cerezos | 19
Anna Ajmátova | 21
Vita Antica | 24
La ciudad de los sueños | 26
Romance del violador | 28
Imágenes de Lisboa | 32
Partida de ajedrez | 35
Entre las ruinas de los dioses | 38
ii Transmutaciones | 41
Abel y Caín | 42
Plegaria del desierto | 45
Transmutaciones de la tierra natal | 48
El círculo de fuego | 50
Nadie es profeta en su tierra | 53
Antiguas lejanías | 55
Tropelías | 58
Lilith en Sumer | 60
Sueños de viejo | 62
Festival de lo efimero | 66
El toro de Wall Street | 68
Ersatz | 70
Setenta veces siete | 72
iii Visiones de la catástrofe | 77
Rumbo a los agujeros negros | 78
Sarasvati | 83
El odio por la música | 86
El palacio de los objetos perdidos | 89
Monumenta o el sentido del arte | 92
Epopeya de la inacción | 94
Retorno de Cambridge | 99
A pie de página | 101
La nube de Magallanes | 104
La Nakba del Golem | 106
Memento mori | 110
Cada paso que doy | 112
i
Entre las ruinas de los dioses
Abyssus abyssum invocat.
Salmo de David - Vulgata
Quand on sait où l’on va, on va rarement très loin.1
René Thom
Budas de Bamiyán
si por alguno de mis contradictorios sentimientos
no logro, en piel y huesos, de cúbito dorsal o erguido acezante
no logro entenderme a mí mismo
seguro que está en un elemental orden de las cosas
y hasta casi podría decir
si la expresión no fuera tan ridícula
simple débil huella de atisbos
milenarios titilantes
en lo que aún queda de mi pobre corazón
Puedo dar testimonio fidedigno
de ese instante de mi infancia donde la congoja me tomó por entero
al escuchar a un chico de mi edad clamando por los golpes
que recibía su madre
a la que vi poco después de esos gritos desesperados llevando a la
comisaría a punta de cuchillo a sus presuntos victimarios.
Supe entonces sobre la tensión entre hambre y saciedad
la diferencia entre el hilo que se hunde en la piel de seda
y la soga del ahorcado.
¿Realismo mágico o social, estética de la muerte o sabor del bajo fondo?
¿Pero acaso importa lo que en realidad sentimos
cuando todo se hunde en el fragor del ruido y de la imagen?
Por eso no deja de sorprenderme el pánico que se apoderó de mí
al ver explotar en la montaña a los budas de Bamiyán,
como si yo hubiera sido un disciplinado creyente de las bondades
/de Sidartha
y no un observador despiadado que sólo sintió curiosidad ante la carrera
de los peatones en Manhattan, mientras trataban de escapar de la
cercana muerte con la ferocidad de algunos sobrevivientes.
Las ruinas de Palmira me produjeron más desazón que los pobres
jóvenes muertos a doscientos metros de mi domicilio en París
como si yo hubiera sido hermano del arqueólogo que sus asesinos
colgaron en el Templo de Baalshamin
y no un simple espectador de este nuevo derrumbe del mundo.
Me veo a veces tan imprevisible y carente de sensibilidad
como lo comprobé hace años con la voladura de la mutual judía
a la que escuché desde mi departamento en Buenos Aires
y me afectó menos que las magníficas puertas destruidas de una
mezquita de Tombuctú.
¿Pero quién soy yo para juzgar lo que sentí en otra edad de mi vida
bajo otro espíritu de la época
para cuestionar mein Zeitgeist?
No alcanzo a comprender la pérdida del sentido de la veneración.
Una mariposa o una orquídea que desaparecen en una selva invisible
me causan más estragos que hombres atravesando mares
para depositar a sus hijos muertos en Lampedusa o playas
/desconocidas.
Quizás sea la disipación de lo sagrado huyendo de nuestras manos
como naves espaciales lo que ha hundido un hacha en mi
cráneo y en mi entendimiento.
Quizás sea simplemente que soporto mejor el exterminio humano
que la muerte de un pájaro que es aniquilado por divertimento.