Emulando los enunciados disparatados de una época predispuesta a los trabalenguas, los monosílabos de los nombres de las películas de hoy –dictados por el mismo fenómeno de brevedad del mundo actual, incapaz de recordar un par de palabras juntas más allá de o bienaun así demasiado incomprensibles para una sociedad indispuesta con los idiomas–, recuerdo aquellos tiempos en que los títulos de las películas contenían auténticos relatos poéticos: o también o el Feel Free de ¡Qué derroche de palabras, o incluso Mucho mejor Y más todavía la herencia volátil del film de Ken Annakin, o su traducción mexicana o el de su secuela espiritual,
CÓMO TITULAR SIN DAR GOLPE Y NO MALGASTAR EL TIEMPO TRABAJANDO (Y SUS LOCOS SEGUIDORES)
Aug 25, 2023
3 minutos
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