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Como raíz en la Piedra
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Libro electrónico88 páginas1 hora

Como raíz en la Piedra

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A treinta y dos años, Federico esta todavía en busca de un objetivo: de vacaciones en México por unos meses, en pausa sabática del trabajo y de la toma de decisiones importantes sobre el futuro, se dedica a hacer excursiones en la naturaleza y no sabe qué rumbo dar a su vida. Sin embargo, el encuentro que cambia su destino está a la vuelta de la esquina: se trata de un perro que yace abandonado, atado a un árbol, herido y desnutrido. Gracias a esa criatura, rebautizada Frida, Federico dará un nuevo significado a su estadía en Yucatán, descubriendo la importancia de ayudar a los más débiles.  
IdiomaEspañol
EditorialYoucanprint
Fecha de lanzamiento17 ago 2021
ISBN9791220351836
Como raíz en la Piedra

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    Como raíz en la Piedra - Federico Iannaccone

    Capítulo I

    Me sentía de verdad eufórico, hace una semana había llegado a Playa de Carmen. Mi plan era quedarme algunos meses, finalmente había logrado hacer una pausa de todo y de todos, haciendo realidad el sueño que había tenido desde que estaba en la preparatoria: un período sabático. Desafortunadamente, en esos años, no había tenido el valor para hacerlo. Había sido más fácil continuar con la vida que los demás esperaban de mí. A los treinta y dos años, finalmente, había decidido partir, yendo en contra de los que me decían que era algo estúpido, que estaba viejo, que dejaba una buena posición de trabajo. Pretextos, esos, que normalmente usamos para convencer, más que a los demás, a nosotros mismos, callando nuestro corazón y apartando nuestros sueños.

    Mi felicidad también se debía al hecho de pasar más tiempo con mi hermano Luca, con quien tengo una relación muy estrecha, y quien desde hace muchos años se había transferido a esta localidad marítima. Trabajaba como skipper de cruceros de vela en el Caribe. Siempre ha sido un espíritu libre.

    Con él compartía un gran amor por la naturaleza. Fue este amor el que me llevó a México, un país en donde conviven ecosistemas extraordinarios.

    Habíamos transcurrido los primeros días de mi estadía realizando inmersiones acuáticas, para visitar las zonas más bellas del arrecife. Siempre me ha apasionado sumergirme con los tanques en las profundidades del mar. Te catapultas en una realidad desconocida, en donde los peces ya no te consideran una amenaza como en la superficie, sino que te permiten compartir junto a ellos ese mundo de paz y silencio.

    Había programado muchas otras aventuras acuáticas, pero mi prioridad era visitar la selva y sus famosos cenotes. Estos últimos son piscinas naturales de agua dulce, unidas por una vasta red de cuevas subterráneas, que se extienden por toda la península de Yucatán.

    Me habían dicho que la mejor agencia para hacer este tipo de excursiones se llamaba Mexxtremo Adventures, de hecho, ellos no venden los clásicos tours turísticos para personas que van en busca de una buena foto para mostrarla a sus amigos cuando regresan de sus vacaciones. Por el contrario, organizan experiencias realmente extremas en contacto con la naturaleza.

    Después de reunirme con ellos, entendí de inmediato que era justo lo que buscaba. Entre las diversas opciones que me propusieron, elegí la aventura con las cuatrimotos, vehículos todoterreno de cuatro ruedas que me llevarían a las profundidades de la selva, en donde comenzaría una visita espeleológica en algunas grutas.

    La cita era para la mañana siguiente.

    Capítulo II

    Llegué a pie al punto de reunión acordado para iniciar la excursión, la oficina de Mexxtremo en Playa del Carmen, muy cerca de la avenida principal de la ciudad, La Quinta.

    Eran las 7:00 a.m. El cielo amenazaba con llover, lo cual era normal en ese período del año, era agosto, plena temporada de lluvias.

    Fui recibido por los dos propietarios de la agencia, José Juan, un mexicano de cuerpo atlético, amante de los deportes extremos, e Ivo, un chico italiano muy simpático, quien hace algunos años había logrado coronar su sueño, dejando atrás la poco colorida Milán para iniciar un negocio en el Caribe.

    Tuvimos una breve reunión demostrativa, después me dieron el equipo necesario y nos dirigimos a nuestros vehículos en donde ya me esperaban mis guías Paco y Raúl.

    Después de algunos consejos, me pidieron que subiera a la cuatri y los siguiera.

    En esa pequeña ciudad no había tráfico, así que en pocos minutos llegamos a la selva.

    Lo que amo de la península de Yucatán, es la posibilidad de pasar de un paisaje a otro en poco tiempo: mar, ciudad, selva, todo a pocos kilómetros de distancia.

    Llegué al camino de tierra, los guías se detuvieron, me hicieron la señal de apagar el motor, en ese momento Paco me dijo: —Recuerda que de ahora en adelante somos solo huéspedes de la naturaleza, ella es la patrona.

    Nos limitamos a disfrutar de esta respetándola. Cuando habremos terminado, saldremos sin dejar huella.»

    Paco, originario de Veracruz, era espeleólogo y experto de la cultura Maya, mientras que Raúl, argentino de la zona salvaje de La Pampa, era especializado en excursiones extremas con vehículos todo terreno. Parecía un tipo sociable y con una cierta dulzura en la mirada que contrastaba con su aspecto rudo.

    Partimos. En la primera excursión atravesamos kilómetros de selva, manejando desenfrenadamente en puntos en donde no se podría pensar que alguien pudiera pasar con tales motos.

    Nos deteníamos de tanto en tanto para hacer algunos tramos a pie y seguir a los animales que mis dos guías con gran desenvoltura habían visto a los lejos. Me mostraron agutíes, roedores bastante esquivos y grandes más o menos como los gatos; venados, parecidos a los ciervos; los monos araña y muchas otras especies representantes de la fauna local. Algunas horas después, llegamos a la entrada de un cenote sumergido en la vegetación, casi imposible de encontrar si no se conoce la ubicación exacta.

    Nos colocamos el equipo y después de una explicación de cómo afrontar con toda seguridad las grutas, me llevaron por aproximadamente dos horas al subsuelo, a través de canales, los cuales se hacían más estrechos al andar y en algunos momentos se llenaban de agua. Vimos formaciones rocosas increíbles que se iluminaban con nuestras linternas.

    Apagando la luz se podía experimentar aquella que llaman oscuridad total. De hecho, el sol, no pudiendo en ningún modo llegar a la profundidad, no deja partículas de luz. Este fenómeno da lugar a una oscuridad a la que el ojo humano no puede acostumbrarse como lo hace normalmente.

    Había estalagmitas y estalactitas de miles de años. Ausencia casi total de fauna, de no ser por la presencia de algunos peces gato, los cuales, siendo ciegos se adaptan a ese tipo de lugares inhóspitos.

    Las grutas estaban llenas de raíces de plantas, que, en la época de sequía, pueden llegar a atravesar decenas de metros de roca calcárea como si poseyeran un radar, aprovechando pacientemente

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