21 AVENTURAS VIAJES ICÓNICOS PARA TODO EL AÑO
JAPÓN
1 RECORRE EL KUMANO KODO
Sigue la antigua ruta de peregrinaje que atraviesa los silenciosos y musgosos montes Kii, en el sur de Kioto, para descubrir altares shinto, aguas termales y cascadas sagradas, un paisaje en el que la naturaleza, el cuerpo y el espíritu comulgan en armonía.
Un monje que practica el shugendō está de pie en la cima de la última montaña de la cadena del Kumano Kodo; sopla su caracola al contemplar la naturaleza. Lleva puesta su impecable túnica suzukaki, sandalias de paja y un sombrero de ciprés tejido Minachi-gasa. El sonido es terroso, como el llamado de un animal, y hueco, como cuando el viento recorre el bosque. Es un yamabushi, hombre sagrado de las montañas. El sonido solo dura un instante, pero lo recordaré toda mi vida.
Vine a recorrer el Kumano Kodo, una ruta de 90 kilómetros que atraviesa los montes Kii de Japón, al sur de Kioto. Emperadores y campesinos han pasado por la red de caminos de peregrinaje para rendir tributo a los tres Grandes Santuarios de Hongu, Hatayama y Nachi.
Pero no es una caminata promedio. Es la tierra de shugendō, una variante antigua del budismo según la cual la iluminación se encuentra en el esfuerzo físico dentro del mundo natural.
“Entrenas hasta que se fusionen la naturaleza, tu cuerpo y tu corazón en uno mismo”, me explica Ryoei Takagi, maestro de shugendō. Y, cuando esto sucede, los practicantes creen que adquieren poderes mágicos.
Y podría funcionar: existen grabaciones de yamabushis experimentados como Ryoei que meditan en las aguas gélidas de Nachi Otaki, la cascada más grande y sagrada de Japón, hasta 45 minutos ininterrumpidos. La mayoría no duraríamos ni un minuto. Si existe el nirvana del senderismo, es aquí en el Kumano Kodo.
Comienzo en Takijiri-oji, el santuario de entrada a las tierras de Kumano, y camino tres extenuantes días para llegar al primer Gran Santuario, Hongu Taisha. Es como entrar en un museo vivo: monolitos grabados con mantras, estatuas de dragones cubiertas de musgo y pequeños santuarios de madera bajo los cuales yacen sutras (escrituras sagradas) que escribieron emperadores.
El camino es difícil y escarpado, con senderos empedrados y serpenteantes que atraviesan los bosques de bambú, pero también sereno. La región es célebre por sus aguas termales, y todas las noches, después de caminar, llego a una de las muchas pequeñas casas de huéspedes o ryokans que se encuentran en las aldeas que atraviesan el sendero. Me sumerjo en una de ellas con las piernas cansadas y me dispongo a respirar vapor.
El Gran Santuario de Hongu es un complejo en la montaña con templos color rojo vivo, techos de corteza de ciprés, farolas doradas, banderas de plegarias y monjes devotos. A partir de este punto son dos
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