Rip van Winkle
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En uno de sus paseos por el bosque se encuentra con un extraño personaje que le pide ayuda para trasladar un barril hasta donde están sus compañeros, unos seres igualmente extraños que juegan a los bolos. Bebe del licor que le ofrecen hasta que se duerme y cuando despierta la sensación de irrealidad se apodera de él ya que todo ha cambiado de manera radical: su mosquete está enmohecido, su perro desaparecido, por la cañada por la que antes caminaba ahora corre un torrentoso río. Tras imprecar contra «¡ese maldito jarro!» con el que cayó dormido emprende el camino de regreso con una preocupación mayúscula: «¿Qué disculpas voy a dar a la señora Van Winkle?».
Sin embargo, para Rip van Winkle va a comenzar una aventura que ni imagina…
En Rip van Winkle Washington Irving recrea de manera morosa los paisajes que tanto lo marcaron en sus viajes de adolescencia a través del río Hudson y que añoró hasta el final de su vida: «De todos los paisajes del Hudson, las montañas de Catskill tuvieron el mayor efecto hechizador en mi imaginación juvenil», escribió. Esta edición se enriquece con las magistrales ilustraciones de Arthur Rackham que reinterpretó el relato de manera ardiente y mantuvo su coherencia.
Washington Irving
Washington Irving (1783-1859) was an American writer, historian and diplomat. Irving served as the American ambassador to Spain in 1840s, and was among the first American writers to earn acclaim in Europe. He argued that writing should be considered as a legitimate profession, and advocated for stronger laws to protect writers against copyright infringement. Irving’s love for adventure and drama influenced his work heavily. His most popular works, Rip Van Winkle and The Legend of Sleepy Hollow, were inspired by his visit to the Catskill mountains. Irving is credited to have perfected the short story form, and inspired generations of American writer.
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Rip van Winkle - Washington Irving
Rip van Winkle
© Washington Irving, 1819
© De las ilustraciones: Arthur Rachkam, 1905
© De la traducción: Óscar Luis Molina, 2021
© Tres Puntos Ediciones, 2021
(Escrituras Verticales SL)
Calle Felipe IV 3, 3ª izquierda. 28014 Madrid
Derechos exclusivos para todos los
territorios de lengua castellana
www.trespuntosediciones.es
hola@trespuntosediciones.es
ISBN E-pub: 978-84-17348-37-3
Diseño y maquetación: Pablo Barraza B.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
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El relato siguiente se encontró entre los papeles del difunto Diedrich Knickerbocker, un anciano caballero de Nueva York muy interesado en la historia neerlandesa de la provincia y en las costumbres de los descendientes de los primeros colonos. Sus investigaciones no se apoyaban tanto en los libros como en los hombres, porque, lamentablemente, en los primeros escaseaban las noticias sobre sus tópicos preferidos. Comprobó, en cambio, que los viejos habitantes y, más aún, sus mujeres, conservaban en la memoria una enorme riqueza de un material legendario, de valor incalculable para la verdadera historia. Por lo tanto, cada vez que daba con una auténtica familia neerlandesa encerrada confortablemente en su granja de techos bajos a la sombra de un sicomoro de ramaje extenso, contemplaba el conjunto como si fuera un pequeño volumen lleno de letras góticas y lo estudiaba con la acuciosidad de un ratón de biblioteca.
...los viejos habitantes y, más aún, sus mujeres, conservaban en la memoria una enorme riqueza de un material legendario…
El resultado de sus investigaciones fue una historia de la provincia durante el reino de los gobernadores neerlandeses, que publicó unos años después. Hubo diversas opiniones acerca del nivel literario de su obra. Siendo honesto, no creo que haya podido ser mejor de lo que es. Su mérito principal es la escrupulosa exactitud, la cual, si bien es cierto que en un comienzo fue un tanto discutida, finalmente se ha verificado por completo. A su obra se concede hoy indudable autoridad en todas las colecciones de historia.
El anciano caballero falleció poco después de la publicación de su obra y, ahora que ya ha muerto, decir que pudo haber empleado mejor su tiempo en labores de mayor importancia no puede dañar demasiado su memoria. Tuvo, sin embargo, la habilidad de manejar sus aficiones a su manera y, aunque de vez en cuando, según sus vecinos, levantó algo de polvareda y afligió el espíritu a algunos amigos por quienes sentía verdadera deferencia y afecto, sus errores y desvaríos se recuerdan con más pena que ira y se empieza a sospechar que nunca quiso ofender ni injuriar a nadie. Pero sea como sea el aprecio que por su memoria tengan los críticos, aún lo estima mucha gente sencilla cuya opinión es