CUATROCIÉNEGAS LA CÁPSULA DEL TIEMPO
BAJO UN CIELO RASO COMPLETAMENTE AZUL, CON EL SOL RADIANTE DE MEDIODÍA Y EL AIRE ACONDICIONADO AL MÁXIMO, NOS DIRIGIMOS HACIA UNO DE LOS SIETE PUEBLOS MÁGICOS DE COAHUILA, AL NORESTE DE MÉXICO.
Poco más de tres horas en auto nos separan a Virgilio –fotógrafo oriundo del cercano municipio de Monclova– y a mí de nuestro destino: un edén desértico que exploraremos en los próximos días en busca de serenidad, aventura y bacterias primitivas.
Desde Torreón la carretera es tan recta que se pierde en el horizonte, en medio de nogales, campos de algodón, matorrales y plantas de producción de lácteos que, conforme avanzamos, se transforman en extensas y áridas llanuras interrumpidas de manera abrupta por la sierra, que parece interminable. Un paisaje ajeno al centro de México: agreste, silencioso, pero que inspira a descubrir qué se esconde tras estas montañas.
Kilómetros y kilómetros adelante, con más llanuras, más sierras y menos señales de vida, el letrero que anuncia a pie de carretera “Bienvenidos al Pueblo Mágico de Cuatro Ciénegas” (escrito en dos palabras) apenas se distingue, como un espejismo.
Fundado oficialmente el 24 de mayo de 1800, Cuatrociénegas de Carranza (escrito en una sola palabra según Virgilio, el gobierno municipal y que utilizaremos a lo largo de esta crónica para fines prácticos) debe su nombre a las ciénegas –humedales de agua no corriente– que formaron manantiales abundantes en cada uno de los puntos cardinales de la
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