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Tierramalva
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Libro electrónico107 páginas1 hora

Tierramalva

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De aventuras y excursiones a lugares desconocidos, de eso trata este libro.


Un misterioso personaje nos relata la travesía que llevó a un par de gemelos y a su amiga Leysa a encontrar un mundo maravilloso al que tú también puedes llegar.

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento30 sept 2020
ISBN9781640866713
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    Tierramalva - Ileana Rodríguez

    SOLO PARA TÍ

    "Cultiva la semilla de un sueño y hazla crecer en tu interior. Si quieres que se haga realidad, has de rociarla cada día con esperanza, alegría y fe. Construye el puente que liberará tu anhelo y lucha con dedicación, pues muchos obstáculos encontrarás, en la más difícil de las conquistas:

    La de tu propio corazón".

    ORU

    1. UN GRAN CORAZÓN

    Una blanquísima luna llena alumbraba el lugar donde aterricé. Mi precario e improvisado medio de vuelo: una verde y deliciosa hoja de limonero, cayó al final de mi viaje sobre el suelo húmedo y duro del atribulado portal de un barrio habanero llamado La Rosa.

    Un montón de desconocidos, involuntariamente transportados por el viento en ramas, hojas secas, papeles viejos, etc., zozobraban muy cerca de mí y emitían lastimeros gritos de dolor y angustia. Exhausta, cerré los ojos sin la esperanza de ver el próximo amanecer.

    A la mañana siguiente, sin embargo, el sol acarició mis parpados y descubrí encantada que había sobrevivido mi primera tormenta. Ese día, sola y perdida, conocí a mis futuros y encantadores amigos gemelos: Nesty y Nelsy.

    Ambos hermanos realizaban la tarea que su madre les había asignado esa mañana de domingo: limpiar el portal de la casa ―¡y que quede como si no hubiera acabado de pasar un ciclón! ―había añadido la señora.

    Fue entonces cuando me encontraron, escondida bajo el minúsculo pétalo de una margarita que amablemente me había ofrecido refugio. Aún era yo una oruga muy joven, hablaba sólo en oruguín y era incapaz de comprender una palabra de lo que decían.

    Sin cortesía ni presentación, uno de los dos niños alzó mi cuerpo del suelo y me guardó en un bolsillo suave y azul. Desde el primer momento supe que los muchachos tenían un gran corazón; sus latidos, tan cerca de mis orejas, sonaban como cañonazos. Allí estuve acurrucada y muerta de miedo durante toda la ardua limpieza del frente de su morada.

    ¿Qué sería de mí?, pensaba con angustia. Había venido volando sobre aquella hoja, desde Oruguilopolis, la triste isla de las orugas desobedientes. La Asociación Mundial de Mariposas y Orugas me había castigado a permanecer allí, hasta mi último oruguisuspiro. ¿El motivo?: soñar con volar en una nave espacial en lugar de convertirme en mariposa.

    Mi anhelo era volar para visitar las islas-sueños, pero no con delicadas alas de insecto, el progreso, es el progreso, yo quería velocidad.

    Por si no lo saben, les cuento que las orugas soñamos con mucha fuerza y trabajamos con gran dedicación hasta convertirnos en mariposas, esto lo hacemos para para poder visitar unos misteriosos lugares que no aparecen en los mapas humanos. Se llaman Islas-sueños y es un secreto que sólo conocen las orugas, las mariposas corrientes y las gigantes, y bueno, también los caballitos alados del mar.

    En Oruguilopolis, isla muy solitaria en aquella época, yo seguía soñando, por la costumbre, y porque como dicen: soñar no cuesta nada. Una oruga que se respete, nunca se da por vencida.

    Mi verdadero sueño era inventar un submarino volador para volar sin ser mariposa y nadar sin ser un pez. Quería transportarme velozmente y visitar todas las islas – sueños del mundo. En eso andaba cuando un terrible ciclón destruyó la nave que con tanto amor había tejido, y el viento me llevó hasta el portal de la que más tarde sería también, mi casa grande.

    Muy triste estaba cuando los niños me sacaron del bolsillo y me encerraron en una pequeña caja de cartón donde casi me asfixio; y más triste después, ¡cuando supe que olvidaron donde me habían puesto!

    Durante toda una semana buscaron incansablemente, pero al no encontrarme, terminaron olvidándose de mí.

    A falta de hojas y con mucha hambre comencé a comer del cartón de la caja donde me encontraba. Como resultado de los mordiscos a los pocos días la caja tenía unos pequeños agujeros que me permitieron divisar, muy cerca de mí, una superficie lisa y transparente conocida como vaso que, gentilmente, me invitaba a saborear el cristalino y añorado líquido de su interior. Sedienta como estaba salí de mi escondite y me arrastré hasta allí lo más rápido que pude. Luego de ascender y descender tres veces y media por la resbaladiza y húmeda pared del recipiente, con muchísimo trabajo logré llegar victoriosa a su borde.

    Me disponía a ahogarme gustosa, cuando escuché el grito de un humano. La mamá de los gemelos, a mis ojos grande como una montaña, entró repentinamente en el de cuarto de los niños y se abalanzó sobre mí con unos dedos de uñas largas y rojas que, sin miramientos, me lanzaron por la ventana hacia el jardín.

    En lugar de caer en el lindo y recortado césped, caí en la huella fangosa dejada sin compasión por un reciente aguacero tropical.

    Mi bello, largo y verde cuerpo se adornó enseguida con unos brillantes chichones morados. Ya comenzaba a lamentarme cuando otros dedos, (los primeros que ya conocía), me levantaron nuevamente. Nunca olvidaré las palabras mágicas que, aunque no comprendí en ese momento, cambiaron mi vida para siempre:

    Mami, ¡cómo vas a botar a la oruga, si es lo que estábamos buscando para llevar a la clase de Biología!

    De tanto cartón que comí en esa época, crecí tanto, que llegué a ser la oruga más grande del mundo, ahora soy del tamaño de un pollito. Aprendí español y me hice amiga de los muchachos, de sus amigos y hasta de Pelusa, y los ayudé a criar a Pepino, el gatico húmedo y cariñoso que recogió Nelsy, otro enfangado día de lluvia.

    Pelusa, era una traviesa perrita que me lamía con más deseos de tragarme que de defenderme cuando la mamá de los gemelos me barría con la escoba. Según ella, yo era una babosa y no una oruga, por eso me pusieron Orubabosita, aunque al pasar el tiempo se me quedó en Oru que es más corto y me gusta más.

    2. EL PRIMER VIAJE

    Una vez al año, a tres lunas llenas y dos soles, de la emigración de las tortugas azules hacia el Polo Sur, extraños e inmensos nenúfares-islas florecen y flotan en el Mar Dirí durante todo el día del tercer sol. Las transparentes cúpulas redondas de sus increíbles cielos, se abren en dos mitades y exhiben los insólitos y extraordinarios mundos de las islas-sueños.

    Algunos pescadores, encandilados por la brillantez de sus transparencias, han afirmado haber visto naves espaciales flotando sobre el mar. También por este motivo, ante la incredulidad de amigos y coterráneos, más de uno ha sido encerrado en un manicomio por sus molestas insistencias sin pruebas.

    Allá, donde existen las mayores profundidades marinas del mundo, son las mariposas gigantes las guardianas voluntarias de esas bellísimas tierras que, en enormes crisálidas, se acurrucan bajo las minúsculas islas del Pacífico Sur, para premiar los sueños de las intrépidas orugas.

    Emergen en un amanecer buscando provisión anual de luz solar y oxígeno limpio, y es la única oportunidad para poder visitarlas. Al atardecer, inundadas de luz, se cierran. Si quedas atrapado, será hasta el año siguiente, porque se sumergen profundamente hasta confundirse entre algas y corales, camuflageadas en el fondo del mar. Es imposible entonces encontrar una entrada o una salida, porque los caballitos alados del mar las ocultan y defienden de los intrusos, hasta con sus propias vidas.

    A la hora de decidir cual isla-sueño visitar la precisión es muy importante, hay miles de ellas y muchos son los peligros que corres si no has aprobado los exámenes de orugeografía e historuga.

    Muchos

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