LA MILLA VERDE
Tras despertarme en nuestra primera mañana en la Riviera Maya, con algo de jet lag, me estiré bajo las sábanas y escuché los tenues sonidos del resort de Chablé Maroma retornando a la vida. Graznidos y aleteos de un arrendajo de alas azules; el gentil tintineo de la porcelana cuando un camarero de pies silenciosos dejaba en la terraza nuestro tentempié matutino, compuesto por una cesta de bollería recién horneada y una jarra de fuerte café.
A medida que el aroma del desayuno flotaba hasta mi nariz empecé a plantearme la idea de ponerme en pie. Un repentino estruendo me levantó de la cama antes de lo que me esperaba. Corriendo hacia las puertas francesas me encontré frente a frente con un coatí, una especie de mapache mexicano del tamaño de un tejón, que estaba disfrutando de los contenidos
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