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Benet. Jamm Session
Benet. Jamm Session
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Libro electrónico142 páginas2 horas

Benet. Jamm Session

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Información de este libro electrónico

Jamm Session es la primera entrega de las andanzas de Toni Benet, un detective a la antigua usanza que, junto a su amigo yonqui Pedro el Loco, investigará el caso de una mujer emparedada hace treinta años en el sótano de unos apartamentos. Atormentado por la enfermedad terminal de su mujer Antonia, la vida no sonríe a Toni Benet.
"La vida es un jodida Jamm Session" dice Pedro el Loco.

Joan Pont vive en la isla de Mallorca. Ex-guardaespaldas de autoridades militares y broker de bolsa, actualmente se dedica en exclusiva a la literatura. Es autor de las célebres sagas "El Quinto Origen", "La Venganza de la Tierra" y "El Diablo sobre la isla", además de la serie de autoayuda "Sí, quiero. Sí, puedo" y el libro de literatura infantil "Una mascota para Tom".

OTRAS OBRAS DE JOAN PONT
Serie El Diablo sobre la isla
1-El Diablo sobre la isla.
2-Venganza.
3- Perros de Guerra.

Benet.
1- Jamm Session. (La primera entrega del detective Toni Benet)
2- Puro Mediterráneo.

NO FICCIÓN
Serie "Sí quiero. Si puedo". (Traducida a múltiples idiomas)
1-Cómo escribir tu primer libro y publicarlo online.
2-Consejos imprescindibles para prosperar económicamente en la vida.
3-¡Socorro, mi hij@ quiere ser youtuber!
4-Los 12 mandamientos de la autopublicación independiente.

Serie juvenil
Una mascota para Tom (traducido a múltiples idiomas)

LIBROS DE J. P. JOHNSON.
Serie El Quinto Origen
1-Stonehenge
2-Nefer-nefer-nefer
3-Un Dios inexperto
4-El sueño de Ammut
5-Gea (I)
6-Gea (II)

Serie La Venganza de la Tierra
1-Mare Nostrum
2-Abisal
3-Phantom
4-Un mundo nuevo
5-Ultra Neox
6-Éxodo.

Glaciar.
La Chica de la Gran Dolina.

Encuentra a Joan Pont /J. P. Johnson en:
Email: pontailor2000@gmail.com
Website: pontailor2000.wixsite.com/jpjohnson
Twitter: @J_P_Johnson
Facebook: facebook.com/pontgalmes
Instagram: j.p.johnson1
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 may 2021
ISBN9791220803441

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    Benet. Jamm Session - JOAN PONT GALMÉS

    ADIÓS

    Para Cristian

    Jamm Session.

    © Joan Pont Galmés [2020)

    Todos los derechos reservados. 

    ––––––––

    PÁGINA DE JOAN PONT EN AMAZON

    WEB SITE DE JOAN PONT

    Esta obra está basada en un hecho real, el descubrimiento de unos restos descritos en la noticia del periódico El País el 28/01/2006, aunque todos los personajes son ficticios y cualquier parecido es fruto de la casualidad.

    Valga esta obra como homenaje a todas las personas desaparecidas que jamás serán encontradas.

    1- EL HALLAZGO

    La candente mañana de Agosto en que aparecieron unos restos en los apartamentos Flamboyant nos habían comunicado la enfermedad de Antonia, mi mujer, pero eso no rebajó un ápice la impresión que me produjo ver por primera vez un esqueleto humano. Que grande es el cráneo  pensé, y también las cuencas que, Dios Santo, parecían albergar un abismo en su interior. Hacía tres días que no paraba de llover en aquel verano inusual. De repente el cuartucho donde unos trabajadores habían encontrado un esqueleto detrás de una pared estaba demasiado lleno. Agentes con cámaras al cuello y pistolas al cinto se subían en los montones de tierra instalando focos sobre trípodes.

    -¡Estáis embarrando la escena! - grité - ¡Todos fuera! ¡Solo quiero a Adela y a Miguel aquí dentro!

    El esqueleto era, evidentemente, de una mujer,  porque algo tenían sus huesos de femenino, y también por el pelo, todavía con ese peinado cardado, aunque seco y aplastado por el paso del tiempo, que me recordó  al que llevaba en las fotos en sepia mi madre el día de mi primera comunión.

    Me asomé al portal y pregunté quién la había encontrado.

    -¡Yo, señor! -. Me contestó un chico de unos veinte años, de marcados pómulos andinos. La evidencia de que aquel cadáver llevaba allí más años de los que él tenía le mantenía en una inocente y voluntariosa expectación. -Nomás habíamos empezado a picar este muro, él y yo - me explicó, señalando a su compañero, que aplastaba un cigarrillo y me miraba desconfiado. - No por decisión propia, señor, sino porque nos lo mandó el patrón... - Mientras hablaba el chico no dejaba de mirar dentro del boquete, cubriéndose la boca y la nariz con la mano. - Me mareé, señor. Salió un aire muy malo de ahí. Ahora ya no huele tan mal.

    Me acerqué de nuevo al agujero de la pared y observé atentamente el esqueleto. La luz de los focos delataba una calavera mirando al frente. Le faltaba la mandíbula inferior que debía haberse desprendido con los años y seguramente estaría en el suelo. También le faltaba el brazo izquierdo y de su ropa solo quedaban jirones adheridos a las costillas. Esa mujer debía llevar como mínimo diez años ahí dentro.

    -¡Pasad todos!

    El recinto, de apenas veinte metros cuadrados, volvió a bullir.

    -¡Miquel, haz fotos de todo! ¡Aina, llama a los de la Científica para que tiren el resto de la pared, pero no quiero a  más de cinco personas aquí dentro! Bueno, da igual, no van a encontrar nada. Esto caducó hace siglos...

    Sí, al parecer se trataba de un crimen caducado, todo un alivio para el Departamento, en plena Operación Verano, con la Familia Real paseándose por Mallorca y cinco millones de turistas atrayendo a lo más refinado del crimen de medio mundo. Así que la Científica se ocuparía de todo y yo y mi equipo volveríamos a ocuparnos de lo nuestro.

    -¡Apartaos! -. Una agente de manos enguantadas había empezado a hacer palanca con una barra de hierro contra los ladrillos levantados ante el cuerpo. Un gran trozo de pared se derrumbó de repente provocando la huida in extremis de la jueza. Ya se veía la osamenta de cuerpo entero. Las rodillas, unidas hacía muchos años a los ladrillos de enfrente por los líquidos de la descomposición como una argamasa, se habían desprendido y arrastrado a los fémures que emergían, cómicos, desde el suelo, todavía temblando.

    -La metieron ahí de pié y después se fue cayendo hasta quedarse así, encorvada -, musitó Adela, para sus adentros, pero todos la oímos.

    Me acerqué con precaución. Habría pensado que se trataba de una niña si no fuera por el peinado. Sobre el parietal se observaba una incisión quebradiza  en la que se introducían los cabellos como gusanos negros. Adela me señalaba otra en el arranque del occipital con su bolígrafo.

    -Además hay costillas rotas - añadí. -¿Hay alguien en Palma de Identificación? ¿Se ha llamado a Criminalística de la Guardia Civil? -. Ya sonaban bip bips de teclas pulsadas y nimbadas conversaciones.

    -Sí, el procedimiento habitual... - me confirmó Aina, medio rostro en la penumbra.

    -Yo me encargo de la prensa, tú vete, si quieres - me dijo Miquel, con una mano en mi hombro. No sabía cómo, pero todo el mundo se había enterado ya de la enfermedad de Antonia.

    Yo soy Toni Benet, Comisario Principal del cuerpo de la Policía Nacional, aunque en aquel instante no era nada más que una pantomima.

    Mi mujer iba a morirse.

    ––––––––

    Después de aquello fui a almorzar con el Conseller de Interior y una nutrida representación de hoteleros de la Playa de Palma ante los que, afortunadamente, no tuve que intervenir. Apenas probé bocado. En las delicadas tonalidades del foie gras solo apreciaba huesos y cabellos, y el vino se me antojaba rancio y maloliente. Únicamente veía las cuencas de aquella calavera, infinitamente negras, la absurda mueca cómica de su mandíbula perpetuada en el infinito... y me sentía diferente, aquel día, entre flashes y micrófonos, y rehuí las conversaciones todo lo que pude.

    2- MI MUJER

    ¡Cómo había cambiado el aspecto de Antonia! Ella caminaba a mi izquierda, y yo la observaba, cada vez más consumida, luchando contra la maldita enfermedad. Habían pasado cuatro meses desde el descubrimiento de aquellos huesos en los apartamentos Flamboyant. La calle San Miguel estaba desierta, pero extrañamente acogedora. La fría noche acompañaba nuestros pasos sin ritmo. Al día siguiente sería Navidad.

    -¿Estás cansada? - últimamente le faltaba la respiración. Se había desvanecido ya dos veces en casa.

    -Un poco -respondió ella- ¡Mira, la iglesia de Sant Miquel! ¿Por qué no entramos?

    Me pareció muy bien. Me gustaba mucho la iglesia de Sant Miquel. Había mucho trajín ahí dentro.

    -Ah claro, es que la gente reserva los asientos para la misa del gallo - me susurró Antonia.

    -Sí, lástima que no podamos quedarnos - lamenté.

    -Celebran las matines, demasiado tarde. Nos espera todo el mundo en casa - dijo ella. Mientra tanto yo intentaba arreglarle el pelo con los dedos. Habíamos comprado una carísima peluca que disimulaba a la perfección la falta de cabellos, porque con la quimio la cabeza se le había quedado ya como una bola de billar.

    -No hagas eso, no pasa nada si se despeina, parece más real.

    No le gustaba nada que le arreglara la peluca, pero a mí se me encogía el estómago cuando veía algún mechón volando por cuenta propia de aquella forma tan antinatural.

    Nos sentamos en una de las filas traseras y estuvimos un tiempo mirando a la gente. Las personas iban y venían. Se sentaban, rezaban unos minutos, y luego se santiguaban y continuaban su camino.

    -Me gustaría ir a ver a la Virgen antes de irnos - me susurró Antonia de pronto.

    Subimos despacio por una tortuosa escalera al fondo de una capilla. Ella cerró los ojos y, con la mano en la desgastada base de mármol de la imagen de la Virgen María y el niño Jesús, movió los labios durante unos segundos. Yo intenté, también, invocar a algunos seres de allí arriba para que se curara Antonia, pero no recordaba ninguna oración. Al final dije: Haz que se ponga bien, joder. Si tienes algún tipo de poder, haz que se ponga bien, maldita sea...

    -¿Qué le pedías a la Virgen? - le pregunté luego, al salir.

    Se tomó un instante de reflexión y después contestó, cabizbaja:  -Que seáis muy felices sin mí...

    Fue escuchar sus palabras y al momento empezar a caerme las lágrimas.

    - ¡Pero tonto! - ella intentaba secarlas con sus dedos metidos en los guantes, pero seguían cayendo más y más.

    Pasaron varias semanas y llegó febrero, que aquel año fue más cálido de lo habitual. Un día de esos vino gente a casa, distintas parejas, nuestros amigos. Teníamos un jardín inmenso, con una gran piscina que brillaba bajo el sol. La barbacoa humeaba y yo llevaba un delantal serigrafiado con el escudo del Cuerpo, atizando el carbón con un fuelle. Allí estaban Pedro y María, Jaume y Mamen y Pep y Nelly. Todos aquellos eran elementos importantes en el presente de nuestra isla, gente encaminada a decidir el futuro de las clases más bajas. Teníamos sobre la verde cubierta de trébol holandés de nuestro jardín a la rectora de la Universitat de les Illes Balears, Mamen Company, con su esplendorosa melena negra y rizada hasta la cintura, voluptuosa y desafiante siempre; a un escritor de cierto éxito, Jaume Pons, al que yo odiaba por ser el único que veía a Mamen, de la que estaba enamorado desde hacía muchos años, desnuda cada noche; a un político, el Conseller de Interior Pep Binimelis, que me había nombrado  Comisario Principal, con su mujer Nelly Saavedra, directora nacional de un poderoso holding farmacéutico, Pfizer; dos empresarios hoteleros y la directora del aeropuerto, Antonia Barceló, mi compañera y esposa, de baja desde hacía seis meses a causa de un cáncer de mama con una metástasis devastadora en el pulmón izquierdo. De hecho, ellos serían los que marcarían las directrices de esta sociedad únicamente si la vida no decidía impedírselo, como estaba haciendo con la mujer a cuyo lado yo intentaba conciliar el sueño todas las noches.

    Ah, se me había olvidado enumerarme a mí mismo, un policía con un cargo que le venía demasiado grande y que últimamente bebía mucho, demasiado.

    Aquella noche, después de que se hubieran ido todos, Antonia y yo hablamos durante mucho tiempo, tumbados sobre la cama, mirando las ondas que los focos de la piscina provocaban en la pared de enfrente.

    -¿En qué piensas? - me preguntó ella. Me lo preguntaba un montón últimamente y siempre le contestaba lo mismo.

    -No sé, en nada.

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