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Vaquero de Ciudad
Vaquero de Ciudad
Vaquero de Ciudad
Libro electrónico108 páginas1 hora

Vaquero de Ciudad

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Información de este libro electrónico

Betsy y Larry son una joven pareja que quieren tener hijos, pero el doctor en su consulta les deja claro que Betsy nunca podrá cumplir su sueño de ser madre.

Desolados viajan al rancho de su madre y dan las malas noticias a la madre de Betsy, Claudia. Ésta, con la calma que le caracteriza, les hace una propuesta a ambos. La idea no gusta a Larry desde el principio, pero para Betsy es un rayo de luz donde solo había tinieblas.

Ante sus dudas, Claudia les pide que no se precipiten, que lo dejen reposar una semana y le respondan el próximo fin de semana...

IdiomaEspañol
EditorialZorro Blanco
Fecha de lanzamiento13 may 2021
ISBN9781005721091
Vaquero de Ciudad
Autor

Zorro Blanco

Desde joven he escrito relatos eróticos. Recuerdo el primero, en ese cuento que escribí sobre un compañero de clase, una tímida y guapa chica que me atrapó. ¡Escribí este corto relato en un Spectrum 128Kb + 2A y lo guardé en una cinta de casete! Pero, lamentablemente lo perdí...Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Hoy escribo historias mucho más complejas, pero siempre recordaré este breve relato escrito en un calentón de la pubertad.Si no me conoces: ¡Deseo que disfrutes de mis historias y que estas te atrapen! Si ya me conoces: ¡Sabes cuánto disfrutas leyéndolas!Atentamente,Zorro Blanco.

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    Vaquero de Ciudad - Zorro Blanco

    Prefacio

    Querido lector o lectora, Vaquero de Ciudad es una novela corta, inspirada y rápidamente escrita, para plasmar así la frescura de la idea inicial, que se muestra sin excesivos artificios, con la naturalidad de lenguaje que me caracteriza.

    Como mis otras obras, tal vez no sea tan descriptiva como esos tochos de cuatrocientas páginas a los que nos acostumbran las editoriales hoy en día. Pues para mí no hay nada tan aburrido y que se aleje tanto de la libido como esas interminables retahílas de detalles tan banales como espurios.

    Donde sí me gusta pensar que me detengo es en los sentimientos, tan poderosos como sutiles a veces, aquellos que mueven los hilos de nuestras vidas, remueven nuestras conciencias a veces y parecen dirigir desde el subconsciente nuestras decisiones. Para bien o para mal.

    Así escribo y así ha salido Vaquero de Ciudad de mis dedos, aporreando el teclado, frenéticamente a veces en los días que he dedicado a su concepción y plasmación en eso que llaman la hoja en blanco, que ahora no es tal, sino más bien la fría pantalla digital del ordenador.

    Vaquero de Ciudad es como un folletín de los de antes, aquellos pequeños libritos amarillentos de letras menudas que contaban aventuras que nos podían hacer soñar, y en este caso además con el ingrediente añadido del sexo y el morbo que he podido transmitir a las situaciones descritas.

    No me recreo más en mi prosa y les dejo ya con mi historia, esperando que guste y que entretenga y sobre todo, que no aburra como esos ladrillos tan pesados que pretenden excitarnos a base de páginas y más páginas insustanciales.

    Zorro Blanco

    1

    Sus trompas estaban atrofiadas, dijo el doctor detrás de su mesa color caoba mientras cruzaba los dedos de sus manos y los apoyaba sobre ella, mirándolos alternativamente a uno y a otro.

    Ellos se miraron y ella derramó una sola lágrima y volvió a mirar al doctor.

    — Betsy, como digo tus trompas de Falopio están atrofiadas y tus óvulos no consiguen llegar al útero, por eso no te quedas embarazada —aclaró el buen doctor con su mirada de muchos años de dar malas noticias a mujeres como ella.

    — Pero, ¿se puede operar? —preguntó ella inocentemente, pensando en un rayo de esperanza que la pudiese salvar.

    — Me temo que no, no podemos hacer nada por ti. Pero si me lo permitís os puedo recomendar algunas casas de adopción de la ciudad —añadió el buen doctor tratando de arrojar alguna esperanza sobre la mesa.

    — Pero es que yo… —dijo Larry lamentándose—. Yo siempre quise que tener un hijo o una hija que fueran míos, sangre de mi sangre —sentenció.

    El doctor y su mujer lo miraron intentando comprender su situación.

    — Pero Larry, podemos adoptar un bebé y que éste siempre te llame papá, no tiene por qué saberlo y lo querremos como si fuese nuestro —dijo Betsy intentando convencerlo.

    — Es cierto Larry, lo querrás tanto como si fuese tu hijo o tu hija, es la salida más fácil en este momento para vosotros.

    Muy a regañadientes Larry tuvo que dar su brazo a torcer ante sus dos interlocutores, pero en el fondo de su alma seguía pensando en que quería un hijo que fuese suyo, pues temía que con el tiempo, ese sentimiento se tradujera en rechazo hacia la criatura que adoptasen y no quería perjudicar una vida por culpa de esto.

    Los trámites eran tediosos, tuvieron que someterse a entrevistas por separado y juntos y la organización investigó a ambos. Fue entonces cuando descubrieron el pasado de Larry.

    Betsy lo sabía, pues él se lo había contado, cuando era joven tuvo una discusión con otro hombre y se pelearon con el resultado de muerte para éste último. Un juez le condenó a cinco años por asesinato sin premeditación, pese a que no fue intencionado, pero en el fragor de la pelea, su contrincante cayó por unas escaleras y se desnucó.

    Esto cercenó de raíz sus aspiraciones de adopción, dados los antecedentes de Larry, lo que sumió a Betsy en una profunda depresión.

    No dormía bien, comía poco y bebía y fumaba mucho. Las discusiones arreciaron entre ambos miembros de la pareja y aunque Larry se había resignado a no ser padre, ella estaba dispuesta a ser madre por encima de todo.

    Esto no propiciaba el diálogo y ya no veían otra salida que el divorcio, pese a llevar únicamente casados un año.

    2

    Claudia era la madre de Betsy, vivía en un rancho aislado, con caballos y vacas. Ante todo era una mujer dura y pragmática, dos ingredientes necesarios para el duro estilo de vida que había elegido.

    Vestía siempre con tejanos, camisa de franela y sombrero. De no ser por su pelo largo y rubio, cualquiera podría confundirla con un hombre.

    Era tan terca como su hija aunque le caía bien Larry, pese a conocer también sus antecedentes, pues había podido ver en el fondo de su corazón la bondad de aquel hombre, en el que su hija había depositado su amor.

    — Pero, ¿no hay solución, no te pueden operar? —preguntó Claudia a su hija cuando esta le dijo que no podía tener hijos.

    — No, el doctor fue muy claro, la medicina no ha avanzado lo suficiente —añadió.

    — ¡Vaya, pues qué mala noticia hija! —se lamentó la madre.

    También estuvieron hablando de los problemas de adopción, dados el historial de Larry, para ese momento Betsy lloraba como una magdalena. Por lo que su madre intentó consolarla.

    La noche terminó con un sentimiento deprimente en los tres comensales, que decidieron irse a la cama en un vano intento de aplacar su amargura.

    Pero Larry no podía dormir, así que salió al porche de la casa y encendió un cigarrillo, mientras miraba las miles de estrellas que podían divisarse desde aquel rancho perdido en mitad de ninguna parte.

    — ¡No puedes dormir vaquero! —dijo una voz a su espalda.

    Claudia se

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