Dulce calor: Vampira, #1
Por Jan Springer
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De un matrimonio arreglado, Juliette Dárques se esconde dentro de Vampira, una camarilla secreta de vampiras que viven entre humanos y han jurado tener relaciones sexuales con hombres.
Calor Dulce (# 1vampira)
De un matrimonio arreglado, Juliette Dárques se esconde dentro de Vampira, una camarilla secreta de vampiras que viven entre humanos y han jurado tener relaciones sexuales con hombres.
Julie pensó que estaba segura hasta que los ardientes sueños la dejaron deseando cada centímetro caliente y palpitante de los dos vampiros recién contratados en la fábrica que ella posee. Cada noche, le prenden fuego a sus colmillos, mientras la atrapan entre sus cuerpos fuertes y desnudos, convirtiéndola en un mundo de éxtasis prohibido.
Caleb y Zander siempre han compartido un vínculo único, que incluye la necesidad de compartir sus hembras. Últimamente, han estado hambrientos de Julie ... y planean seducirla para que salga de sus sueños y se la entregue a sus brazos.
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Dulce calor - Jan Springer
Capítulo Uno
1910 Los Alpes franceses
— ¡Harás lo que tu padre te ordena y te presentarás a tu boda! — Krystal Darques reaccionó con tal vehemencia que Juliette no pudo hacer otra cosa sino encogerse de miedo. El color ámbar brillante en los ojos de su madre indicaba que su paciencia había llegado al límite con la menor de sus hijas. La querida madre no era la única enfadada, Juliette también hervía por dentro. Durante el siglo pasado, habían tenido esta discusión demasiadas veces.
Esta noche, sin embargo, las cosas eran diferentes. La desesperación de Juliette había arreciado porque era literalmente la víspera de su matrimonio arreglado con dos vampiros que nunca había conocido. Que no deseara seguir adelante con esta unión sabiendo que eso impediría que su padre pudiera formar uno de los clanes más poderosos de Francia no representaba ningún inconveniente para sus padres. Sin embargo, era un gran problema para ella.
Sus hermanas mayores, benditas sean, obedecieron al pie de la letra las instrucciones de su padre y parecían felices con los compañeros seleccionados para ellas. Pero Julliete no quería felicidad. Ella quería aventurarse y liberarse de las cárceles de la vida tradicionalista. A pesar de pertenecer a los tradicionalistas, que prohibía a las mujeres solteras merodear solas fuera de sus casas, Juliette se había escapado en incontables ocasiones para explorar la belleza de la noche y encontrarse con otras amigas vampiras que también desafiaban a sus padres.
Ahí es donde había aprendido que existía todo un mundo con muchas mujeres humanas que comenzaban a liberarse de sus opresiones. También es donde aprendió sobre Vampira, una comunidad de poderosas vampiras que vivían secretamente entre los humanos y aceptaban a otras que estaban escapando de regímenes opresivos como el de los tradicionalistas.
La tensión de la habitación se podía cortar con un cuchillo cuando sus padres la miraron con una decepción y con tal furia que no quería hacer nada sino salir corriendo y esconderse de ellos para siempre. ¡Por todos los vampiros! ¡Haría eso precisamente sino acababan con esta pesadilla! Y se juró a sí misma que se uniría a Vampira. — ¡Te atreves a humillarme, mujer! —, Gritó su padre. El conde Dárques quien era un tradicionalista empedernido tomaba los matrimonios arreglados con la misma seriedad que su derecho a tener varias esposas y mantener a tantos esclavos de sangre como quisiera. Durante la discusión con su madre, se había mantenido en silencio mientras se dedicaba a contar en la mesa grande de roble la enorme cantidad de monedas de oro que había recibido horas antes esa misma tarde de los padres de sus futuros esposos.
El pago por ella.
¡Desgraciado! No sería vendida como una miserable esclava de sangre a vampiros que no amaba, y que ni siquiera había visto.
La rabia que sentía en contra de sus padres por insistir en que se casara hizo que mostrara sus colmillos, se encogió de hombros desafiante y exclamó:
— He tomado mi decisión. No me casaré. —
La exclamación de sorpresa de su madre ante la firme desobediencia de Juliette se mezcló con el estrépito de la silla de su padre cuando esta golpeó el suelo de mármol al tiempo que él se desmaterializaba. Antes de que tuviera la oportunidad de escapar de su ira, reapareció ante ella, sujetándola por su pelo negro largo y lacio que llegaba hasta su cintura. El dolor le recorrió el cuero cabelludo mientras él anudaba su mano y la acercaba hacia él tirando de su pelo. Los amenazantes siete pies de altura comparados con sus cinco pies con seis lo hacían sin duda una figura intimidante. Sus colmillos se mostraron, reluciendo blancos y amenazantemente filosos.
Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar cuando había sido testigo de las veces que su padre en su ira había matado con esos mismos colmillos a sirvientes o esclavos de sangre, desgarrándole su garganta con furia. Durante unos segundos, temió que hiciera lo mismo con ella, pero luego recordó que era demasiado valiosa y no pensaba que la lastimaría. Mucho.
Sus ojos marrones brillaban con un rojo ardiente. Juliette trató de mantenerse firme cuando la voz de su padre, fría y calculadora, se derritió sobre ella como un cubo de hielo. — Planeé este matrimonio desde el día en que te concebimos. Ya recibí los admonitorios de compromiso según la tradición. No se hablará más del tema. — Sus ojos se agudizaron amenazantes y su voz se hizo más fuerte. — Tú eres una mujer. Yo soy tu dueño. Harás lo que te digo. Te casarás con ellos en exactamente veinticuatro horas. Ahora ve a tu habitación. Aliméntate con los esclavos de sangre y alístate para tus prometidos. Arregla tu cabello y haz miradas coquetas a tus prometidos. Pretende que te gustan. Eso lo hará más fácil. No quiero volver a escuchar tus caprichos ni verte hasta la hora que deba entregarte a tus futuros esposos. —
Liberó la mano que la sujetaba y la dejó ir. La ansiedad envolvió a Juliette como si fuese una frazada asfixiante. ¡No podía seguir con esto! ¡No lo haría! Su chispa vital moriría si permanecía atada a esos vampiros . Ella necesitaba ser libre, deseaba explorar el mundo que la rodeaba. El que no se le hubiera permitido aventurarse más allá de este valle escondido la irritaba de sobremanera. Sin embargo, su padre continuaba prohibiéndole sus deseos. La irá se incrementaba de nuevo. — ¡No lo haré! — Escupió, ya no importándole si la mataba. Prefería la muerte que ceder a esta unión. — ¡Suficiente!— Rugió su padre.
El dolor le cortó la mejilla izquierda y chispas de color plateado explotaron detrás de sus ojos cuando la palma de su mano se encontró con su rostro. El golpe la hizo tambalearse contra la pared más cercana quitándole el aliento. Luchó por permanecer de pie mientras las emociones crudas explotaban en su cuerpo. Detestaba recibir golpes, pero estaba consciente que era algo común en los clanes tradicionalistas.
Cuando las estrellas que le nublaban la vista se disiparon y recuperó la visión, Juliette notó que su padre ya había retomado su posición sentado en la mesa. Su rostro adquirió un aire de superioridad y continuó contando sus monedas de oro.
No veía a su madre por ningún lado, lo que no era inusual cuando su padre se enojaba. Ella al igual que la mayoría de los vampiros había sido bendecida con el don único de desaparecer y reaparecer en otro lugar. Desafortunadamente, sin importar cuánto lo intentara Juliette, nunca había sido capaz de dominar ese arte.
La brutal traición la azotó ante el abandono de su madre y no pudo evitar que sus ojos se le llenaran de lágrimas.
Apretó los puños con ira y sus dientes rechinaron. ¿Cómo podían hacerle esto? ¿Cómo podían obligarla a casarse con desconocidos? ¡Ni siquiera sabía los nombres de sus futuros esposos!
Así era como funcionaba el clan. Sabía que su padre y sus esposas habían sido presentados en el mismo día en que se celebraron sus matrimonios ya convenidos. Al igual que los padres y madres de ellos. Al igual que sus hermanas antes que ella. Una tradición de matrimonios arreglados no se rompería solo porque ella no quería convertirse en la esposa de dos completos extraños.
Pero no era solo eso. Había algo dentro que la tenía intranquila. Un impulso de ser independiente. Un ansia por liberarse de las cadenas en que vivía. Ciertamente no deseaba ser esclava de un hombre como lo era su madre de su padre. Además, era común que los hombres tuviesen varias esposas. No lograba concebir la idea de compartir a sus esposos con otras mujeres. No podía entender cómo sus futuros esposos podrían compartirla entre ellos. Tal vez ella era una raza diferente de vampiro ¿O tal vez era del tipo celoso? No solo eso, detestaba alimentarse con los esclavos de sangre que su padre ponía a su disposición. Odiaba la mirada deprimente y desafiante en sus ojos justo antes de abrirles una vena