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La amada inmóvil
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Libro electrónico124 páginas48 minutos

La amada inmóvil

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Octavio Paz ha escrito que Nervo manipuló "con novedad y autenticidad el repertorio del modernismo" y Enrique Díez-Canedo habla de su "toque preciosista, vestidura de una delicadeza fundamental de su alma". Todo esto se confirma en "La amada inmóvil", libro que creó al tiempo que velaba los restos de Ana Cecilia Dailliez, su secreta compañera
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 ene 2018
ISBN9786071653277
Autor

Amado Nervo

Definido por Durán como poeta estoico y cristiano-teosófico, fue hijo de Amado Nervo Maldonado y de doña Juana Ordiz Núñez. La familia estaba compuesta por los seis hijos del matrimonio más dos hermanas adoptivas. Él mismo indica en una breve autobiografía escrita en España su fecha y lugar de nacimiento (27 de agosto de 1870), así como la suerte que le deparó su nombre y el acierto de su padre al contraer el apellido ancestral, Ruiz Nervo, en Nervo. «Esto que parecía seudónimo -así lo creyeron muchos en América-, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria» (Obras Completas, II, «Habla el poeta», p. 1065). Monsiváis en su excelente y concisa biografía de Nervo (Yo te bendigo vida. Amado Nervo. Crónica de vida y obra, 2002) apunta lo conservador de su educación primaria, recreada a través de textos del propio autor sobre su Tepic natal (Lourdes C. Pacheco, Tepic de Nervo, 2001).La muerte de su padre cuando contaba pocos años (1883) les sume en una crisis económica y la familia envía a Nervo al Colegio de San Luis Gonzaga de Jacona; más adelante todos ellos se trasladan a Zamora, aunque las circunstancias adversas les llevarán de regreso a Tepic. Sus estudios continúan en 1886 en el Seminario de Chacona (Michoacán), por haberse cerrado otros colegios. Tres años más tarde ingresa al Seminario para estudiar Derecho Natural, si bien la Escuela de Leyes se clausura al año siguiente. De este tiempo datan sus primeros escritos recogidos posteriormente en Mañana del poeta (1938), así como los poemas Ecos de un arpa publicados por Rafael Padilla Nervo en 2003. Méndez Plancarte, como indica Monsiváis, señala que su rechazo del mundo implicó arrancar páginas de tono amoroso y reemplazarlas por poemas religiosos.

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    La amada inmóvil - Amado Nervo

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    1

    I

    ¿LLORAR? ¿POR QUÉ?

    ESTE es el libro de mi dolor:

    lágrima a lágrima lo formé;

    una vez hecho, te juro, por

    Cristo, que nunca más lloraré.

    ¿Llorar? ¿Por qué?

    Serán mis rimas como el rielar

    de una luz íntima, que dejaré

    en cada verso; pero llorar,

    ¡eso ya nunca! ¿Por quién? ¿Por qué?

    Serán un plácido florilegio

    un haz de notas que regaré

    y habrá una risa por cada arpegio,

    ¿Pero una lágrima? ¡Qué sacrilegio!

    Eso ya nunca. ¿Por quién? ¿Por qué?

    II

    MÁS YO QUE YO MISMO

    ¡OH, VIDA mía, vida mía!,

    agonicé con tu agonía

    y con tu muerte me morí.

    ¡De tal manera te quería,

    que estar sin ti es estar sin mí!

    Faro de mi devoción,

    perenne cual mi aflicción

    es tu memoria bendita.

    ¡Dulce y santa lamparita

    dentro de mi corazón!

    Luz que alumbra mi pesar

    desde que tú te partiste

    y hasta el fin lo ha de alumbrar,

    que si me dejaste triste,

    triste me habrás de encontrar.

    Y al abatir mi cabeza,

    ya para siempre jamás,

    el mal que a minarme empieza,

    pienso que por mi tristeza

    tú me reconocerás.

    Merced al noble fulgor

    del recuerdo, mi dolor

    será espejo en que has de verte,

    y así vencerá a la muerte

    la claridad del amor.

    No habrá ni noche ni abismo

    que enflaquezca mi heroísmo

    de buscarte sin cesar.

    Si eras más que yo mismo,

    ¿cómo no te he de encontrar?

    ¡Oh, vida mía, vida mía,

    agonicé con tu agonía

    y con tu muerte me morí!

    De tal manera te quería,

    que estar sin ti es estar sin mí.

    Febrero de 1912

    III

    GRATIA PLENA

    TODO en ella encantaba, todo en ella atraía:

    su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar…

    El ingenio de Francia de su boca fluía.

    Era llena de gracia, como el Avemaría;

    ¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

    Ingenua como el agua, diáfana como el día,

    rubia y nevada como margarita sin par,

    al influjo de su alma celeste amanecía…

    Era llena de gracia, como el Avemaría;

    ¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

    Cierta dulce y amable dignidad la investía

    de no sé qué prestigio lejano y singular.

    Más que muchas princesas, princesa parecía:

    era llena de gracia, como el Avemaría;

    ¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

    Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía

    dolorosa; por ella tuvo fin mi

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