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El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 8
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 8
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 8
Libro electrónico97 páginas1 hora

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 8

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El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes Saavedra, octavo tomo. Este libro contiene los capítulos XXXVI al XLI de la primera parte y un prólogo de Pedro Henríquez Ureña.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 ene 2018
ISBN9786071652966
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 8
Autor

Miguel de Cervantes

Miguel de Cervantes (1547-1616) was a Spanish writer whose work included plays, poetry, short stories, and novels. Although much of the details of his life are a mystery, his experiences as both a soldier and as a slave in captivity are well documented; these events served as subject matter for his best-known work, Don Quixote (1605) as well as many of his short stories. Although Cervantes reached a degree of literary fame during his lifetime, he never became financially prosperous; yet his work is considered among the most influential in the development of world literature.

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    El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 8 - Miguel de Cervantes

    MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

    El ingenioso hidalgo

    Don Quijote de la Mancha

    8

    FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

    Primera edición FONDO 2000, 1999

    Primera edición electrónica, 2017

    Contiene los capítulos XXXVI al XLI de la primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Prólogo de Pedro Henríquez Ureña, Cervantes, tomado de Obra crítica, FCE, México, 1960, pp. 236-237.

    D. R. © 1999, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-5296-6 (ePub)

    ISBN 978-607-16-5288-1 (ePub, Obra completa)

    Hecho en México - Made in Mexico

    ¿Qué representa Don Quijote?Ante todo la fe, la fe en algo eterno, inmutable, en la verdad, en aquella verdad que reside fuera del yo, que no se entrega fácilmente, que quiere ser cortejada y que a ella nos sacrificamos, pero que acaba por rendirse a la constancia del servicio y a la energía del sacrificio.

    IVÁN TURGUÉNIEV

    ÍNDICE

    PRÓLOGO. Pedro Henríquez Ureña.

    CAP. XXXVI.—Que trata de otros raros sucesos que en la venta sucedieron.

    CAP. XXXVII.—Donde se prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras graciosas aventuras.

    CAP. XXXVIII.—Que trata del curioso discurso que hizo Don Quijote de las armas y las letras.

    CAP. XXXIX.—Donde el Cautivo cuenta su vida y sucesos.

    CAP. XL.—Donde se prosigue la historia del Cautivo.

    CAP. XLI.—Donde todavía prosigue el Cautivo su suceso.

    Plan de la obra.

    PRÓLOGO

    PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA

    La gran epopeya cómica, como puerta de trágica ironía, se cierra sobre las irreales andanzas de la Edad Media y las nunca satisfechas ambiciones del Renacimiento y se abre sobre las prosaicas perspectivas de la edad moderna. La risa de los superficiales, ayer y hoy, ¿no es el comentario con que espontáneamente se manifiesta el prosaísmo de los últimos tres siglos? La actitud de los que sienten con Don Quijote y contra quienes abusan o se mofan de él, ¿no es protesta?

    Para el siglo XVII, el Quijote fue sobre todo obra de divertimiento y solaz, la mejor de todas, a no dudarlo. Hubo, seguramente, quienes le adivinaran sentidos más hondos; absurdo sería negar de plano la penetración delicada a toda una época. Leyendo la crítica de la obra de Cervantes desde sus comienzos, se hallarán, de cuando en cuando, anticipaciones a nuestras ideas modernas. Pero su rareza será la prueba mejor del criterio entonces predominante: el criterio realista y mundano que personifican hombres como Bacon, y Gracián, y La Rochefoucauld.

    Aún más: durante mucho tiempo, se estimó mejor la Primera Parte del Quijote que la Segunda. Nunca segundas partes fueron buenas, se repetía. Ya se ve: la Primera Parte es la más regocijada y ruidosa; allí Cervantes, en ocasiones, parece desamorado y duro para con su héroe. Hoy, entre los mejores aficionados al Quijote, la Segunda Parte, llena de matices delicados, de sabiduría bondadosa, humana, es la que conquista todas las preferencias. Es la glorificación moral del Ingenioso Hidalgo. Y el preferirla no es sino resultado de la protesta surgida en espíritus rebeldes contra la opresión espiritual de la edad moderna.

    Este caballero andante, con su amor al heroísmo de la Edad Media y su devoción a la cultura del Renacimiento, es víctima de la nueva sociedad, inesperadamente mezquina, donde hasta los duques tienen alma vulgar: ejemplo vivo de cómo las épocas cuyos ideales se simbolizan en la aventura, primero, y luego en las Utopías y Ciudades del Sol, vienen a desembocar en la era donde son realizaciones distintivas los códigos y la economía política. En vidas como la de Beethoven, como la de Shelley, hay asombrosos casos de choque quijotesco con el ambiente social.

    Heine —que comenzó quijotescamente su carrera, renunciando a enorme fortuna para ser poeta— es uno de los primeros en dar voz a esta nueva interpretación. Con él, y después de él, Don Quijote va a ser, no el tipo del idealista que no se adapta, sino el símbolo de toda protesta contra las mezquindades innecesarias de la vida social, en nombre de ideales superiores. Y este Don Quijote, maestro de energía y de independencia, seguido por Sancho, modelo ya de humildes entusiastas de lo que a medias comprenden pero adivinan magno; este espejo de caballeros, está sobre todo en la Segunda Parte de la novela, hondamente humana, crepuscular y majestuosa.

    CAPÍTULO XXXVI

    Que trata de otros raros sucesos que en la venta sucedieron

    Estando en esto, el Ventero, que estaba a la puerta de la venta, dijo:

    —Ésta que viene es una hermosa tropa de huéspedes; si ellos paran aquí, gaudeamus tenemos.

    —¿Qué gente es? —dijo Cardenio.

    —Cuatro hombres —respondió el Ventero— vienen a caballo, a la jineta, con lanzas y adargas, y todos con antifaces negros; y junto con ellos viene una mujer vestida de blanco, en un sillón, ansimesmo cubierto el rostro, y otros dos mozos de a pie.

    —¿Vienen muy cerca? —preguntó el Cura.

    —Tan cerca —respondió en Ventero—, que ya llegan.

    Oyendo esto, Dorotea se cubrió el rostro, y Cardenio se entró en el aposento de Don Quijote; y casi no habían tenido lugar para esto, cuando entraron en la venta todos los que el Ventero había dicho; y apeándose los cuatro de a caballo, que de muy gentil talle y disposición eran, fueron a apear a la mujer que en el sillón venía, y tomándola uno dellos en sus brazos, la sentó en una silla que estaba a la entrada del aposento donde Cardenio se había escondido. En todo este tiempo, ni ella ni ellos se habían quitado los antifaces ni hablado palabra alguna; sólo que, al sentarse la mujer en la silla, dio un profundo suspiro y, dejó caer los brazos, como persona enferma y desmayada. Los mozos de a pie llevaron los caballos a la caballeriza.

    Viendo esto el Cura, deseoso de saber qué gente era aquélla que con tal traje y tal silencio estaba, se fue donde estaban los mozos y a uno dellos le preguntó lo que ya deseaba, el cual le respondió:

    —Pardiez, señor, yo no sabré deciros qué gente sea ésta; sólo sé que muestra ser muy principal, especialmente aquel que llegó a tomar en sus brazos a aquella señora que habéis visto; y esto dígolo porque todos los demás le tienen respeto, y no se hace otra cosa más de la que él ordena y manda.

    —Y la señora, ¿quién es? —preguntó el Cura.

    —Tampoco sabré decir eso —respondió el mozo—, porque en todo el camino no la he visto el rostro; suspirar sí la he oído muchas veces, y dar unos gemidos, que parece que con cada uno dellos quiere dar el alma. Y no es de maravillar que no sepamos más de lo que habemos dicho, porque mi compañero y yo no ha más de dos días que los acompañamos; porque, habiéndolos encontrado en el camino, nos rogaron y persuadieron que viniésemos con ellos hasta el Andalucía, ofreciéndose a pagárnoslo muy bien.

    —¿Y habéis oído nombrar a alguno dellos? —preguntó el Cura.

    —No, por cierto —respondió el mozo—, porque todos caminan con tanto silencio, que es maravilla; porque no se oye entre ellos otra cosa que los suspiros y sollozos de la pobre señora, que nos mueven a lástima, y sin duda tenemos creído que ella va forzada donde quiera que va; y, según se puede colegir por su hábito, ella es monja, o va a serlo, que es lo más cierto, y quizá porque no le debe nacer de voluntad el monjío, va triste, como parece.

    —Todo podría ser —dijo el Cura.

    Y dejándolos se volvió a donde estaba

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