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Poesia completa - Jaime Torres Bodet
general
POEMAS JUVENILES
[1916-1917]
PRIMAVERA
Primavera. La savia palpita en el boscaje.
Hay candor de azucenas bajo el sol de la aurora.
Oculto por la sombra mística del frondaje,
riela el cristal sereno de la fuente que llora.
Un perfume de rosas difunde en el paisaje
olor de vida joven… El sol, ardiente, dora
la enramada del bosque primitivo y salvaje
donde el ruiseñor dice una canción sonora.
El cristal del arroyo, como una gasa leve,
acaricia la espalda, de castidad de nieve,
a vírgenes impúberes como sagradas ninfas,
y una risa argentina turba la paz de la hora,
como el rubor del fuego de una rápida aurora,
y se pierde en el claro sollozar de las linfas…
NOCHE DE LUNA
Pasa el ritmo indistinto de una canción sonora,
en el silencio místico de la noche de luna;
mientras la luz se borra, se pierde como en una
magia imprecisa y vaga de poniente o de aurora.
Llora el acento de una romántica sonata,
en la sombra intangible del jardín sin rumores,
y en un sutil letargo de cantos y flores,
deja caer la luna su claridad de plata.
En estas horas graves, que pasan como un lento
cortejo de vestales, profundamente siento
la misteriosa vida de cosas ignoradas
que apenas el espíritu en un sueño adivina
y en las que nunca hemos puesto nuestras miradas.
¡Oh la vida sin límites, llena de sol, divina!
ALMA, QUE EN EL SILENCIO…
Alma, que en el silencio de la vida
has pasado sin risas y sin llanto,
sin placer ni dolor, alma caída
de un más allá sin formas, como un canto
de ruiseñor nocturno, en la florida
imprecisión de líneas y el encanto
crepuscular del sol, alma perdida
por el camino lleno del espanto
de una noche sombría; alma sincera
que, como la hora del nacer del día,
eres llena de sol y primavera;
alma que fuiste sola por el mundo
y sola sabes del dolor profundo
de ser que oculta siempre la alegría.
II
Alma, escucha mi voz, alma que un día
de amor y juventud, fuiste audazmente
a conquistar la vida, alma que siente
toda oculta impresión, ánima mía,
acostumbrada a levantar la frente
a través de la sombra, fantasía
de un canto de altivez, que triunfalmente
pasaste bajo el sol de la Armonía;
soñaste con un mundo en que la vida
fuese imprecisa, informe, indefinida,
como la luz sin brillo del poniente;
y bajo el peso del dolor viviste
tu vida de forzado, siempre triste,
corazón muerto y labio sonriente.
III
Alma, escucha mi voz, vengo extenuado
del cansancio infinito del destino;
viador eterno, extraño peregrino
de cuerpo fuerte y corazón cansado,
fui por la vida llena del divino
misterio de la aurora; el esperado
ocaso de la fe me ha encontrado
descansando a la vera del camino;
siento que en estas horas milagrosas
penetra en el sol toda la calma
de paz crepuscular dentro del alma,
y escucho en el silencio del paisaje
un canto de ilusión, mientras las rosas
se deshojan de amor entre el boscaje.
A TRAVÉS DE LA HONDA…
A través de la honda inquietud de mi alma
que la aurora conturba, me exalta un gran deseo
del bienestar profundo de la inmovilidad;
un miedo
de todo movimiento;
una voluntad dulce de sentirme sereno,
de llenar mis miradas de crepúsculos
apenas presentidos, y confundir mi aliento
con la brisa romántica de las noches de luna…
La aurora me fatiga, y me siento extenuado
antes de haber vivido, con un temor eterno
de que la vida rompa la magia de mi fuerza,
de que la luz del sol borre en el cielo
la trémula caricia de plata del lucero,
con el temor continuo de tener que vivir
una vida en que muere todo ensueño…
Y me invade un profundo desaliento,
un asco para todo,
un deseo infinito de huir el movimiento
y de ir velando todos los cantos de la vida
con el divino canto del silencio.
FERVOR
[1918]
HACIA HORIZONTES NUEVOS
Hacia horizontes nuevos, caminante,
vieja ilusión te guía
sobre el impulso móvil del instante
y bajo frondas de melancolía…
Sobre el agua que bebes en el hueco
de la mano, te miente
la nostalgia espejismos, y da el eco
de tu canto el dolor de un alma ausente.
En el naufragio de la noche grave
tu corazón espera;
vibran las frondas y suspende un ave
a tu paso su afán de ala viajera.
Siempre en la soledad va tu camino
y te da cada instante
su luz más tenue y su mejor destino,
quieto refugio y manantial sedante.
Mas cuando llegue la hora del regreso,
al rehacer el viaje.
en vano buscará tu labio el beso
de una rosa olvidada en el ramaje.
Como troncos sin alma, desprendidos
por la injuria del viento,
verás las horas muertas y en sus nidos
reanimará una voz tu pensamiento.
Al umbral de la puerta abandonada,
sobre cada sendero,
hallará la inquietud de tu mirada
el cadáver de un mudo compañero.
Comprenderás entonces que no ha sido
cierta la soledad en que partiste,
y al tornar de un crepúsculo de olvido
vibrará en tu emoción un ala triste.
¡Si lo hubieras sabido! ¡Si no hubiera
fingido tu ideal ir siempre a solas!
¡Decir que era un amor de primavera
quien dirigió tu esquife, entre las olas!
Empañará tus ojos, como nunca,
llanto reminiscente,
y en el destierro de la senda trunca
te sentirás tú mismo como ausente…
LAS ALAS ABIERTAS
HAY UN DON QUE ENNOBLECE
Hay un don que ennoblece mi esperanza
y con dócil afán lleva mi mano
por el mármol del símbolo en que avanza
el cincel de un impulso cotidiano.
En la tarde que aviva el desaliento
y despoja las alas, se aproxima,
y adquiere un brillo claro y opulento
el oro dúctil y tenaz que lima.
En el mutismo de la noche inquieta
asombra mundos con centellas de oro
y su afán melancólico interpreta
la oculta voz y el lírico tesoro…
Por él me atrae el infinito ruego
de las divinas noches estelares
y el sol que clava su raíz de fuego
en el azul fecundo de los mares…
Lejos de mi dolor brilla su idea
como antorcha encendida, siempre en alto,
y me llena su voz de sobresalto
como crece el afán de la marea…
Los que regresan del festín risueño
con racimos de paz entre las manos
pueden pasar sin comprender mi sueño,
que yo tengo el amor de mis hermanos!
Como yo, inocularon en la vida
de la piedra sin alma sus congojas,
y el otoñal latido de las hojas
dejará su labor interrumpida.
Tristes si un viento de huracán destruye
la estatua infiel que prolongó su anhelo
y con la sangre de sus venas fluye
la sed de luz y la ambición de cielo,
pero felices si descubre un día
la futura avidez de la mirada
un abrazo de amor en la sombría
frialdad de la Venus mutilada.
ESTA TARDE NO HA SIDO…
Esta tarde no ha sido más que un beso en la sombra
y un amor de otros años que reanima el boscaje,
pero pasos divinos han tocado la alfombra
y una mano invisible me tendió su homenaje.
Esta noche no ha sido más que un himno de fiesta
—insinuante lascivia de timbales de oro—
pero un eco distante perfumó la floresta
y esparció en el tumulto su milagro sonoro.
Yo no sé de qué parte me llegó este divino
sortilegio, esta noble caridad, este grave
y seguro presagio de no errar el camino,
este timón de ensueños que ha de regir mi nave,
pero siento que hay algo, fugitivo y eterno,
el afán de una nota que sólo yo he sentido:
una voz en los labios que no mata el olvido
y una rosa en el alma, que no toca el invierno.
CUANDO HAY ALGUIEN…
Cuando hay alguien que implora de mi labio un consejo,
yo le ofrezco mi amor;
¿qué pudiera decirle, yo que vivo perplejo
y de mí propio, espectador?
Ha de llegar un día en que mi boca sea
venero de piedad,
exigid para entonces que yo os brinde mi idea:
¡Hoy tan sólo sé amar!
MI ALEGRÍA ES LA NOBLE…
Mi alegría es la noble certidumbre
de que nadie ha sabido
como yo, recoger una cosecha
de amor y caridad en el olvido;
es la certeza de que nadie pudo
gozar de todo cuanto yo he gozado:
de la cándida flor de una esperanza
y de la rosa roja de un pecado;
es la certeza de que nadie nunca
sentirá como yo, de haber tenido
un jardín interior, un lago oculto
y un amor prohibido,
y es la seguridad de que yo he sido
único, impar, impenetrable y fuerte,
a pesar del ocaso de la vida,
de la noche futura y de la muerte.
DÍA A DÍA LA AURORA
Día a día la aurora
ilumina mi huerto de esperanza,
mientras el disco de la luz avanza
sobre el viejo cuadrante de la hora.
Un invisible rayo me despierta
para morir un poco en cada día
y rompe un ala de melancolía
la oscura paz de la mansión desierta.
Tejiendo con sus manos inconscientes
la red sutil de un milagroso encanto,
el antiguo ideal pone en mi canto
un murmullo de efímeros ponientes.
Pero a veces la voz de una lejana
felicidad me atrae… Y salgo… Y busco
en la pendiente del abismo brusco
las huellas de la alegre caravana.
Entre las risas de los peregrinos
de un rápido momento, me acompaña
la grave soledad de la montaña
y el otoñal consejo de los pinos…
Mas al llegar la sombra del ocaso
sobre la tierra solitaria y muda,
frente al árbol desierto de la duda
interrumpo la senda de mi paso.
Y los dejo partir por el sendero…
Buscarán vanamente
la aurora eterna y la durable fuente,
el ala inmóvil y el amor sincero…
Y percibo suspensa en el paisaje
—lago de plenilunio y de fragancia—
la leyenda pueril de la distancia
que fuera puerto de remoto viaje;
mientras inútilmente la mirada
torna al confín que idealizó el olvido
y brota el llanto del adiós sin ruido
en la vieja ilusión abandonada!
JUVENTUD, ESTA TARDE…
Juventud, esta tarde no seguiré tu paso
hacia la viña estéril que me negó su fruto;
mi corazón presiente un imposible ocaso
y por almas que viven me he cubierto de luto.
Sobre un hueco sepulcro se arrodilla mi pena
esperando el regreso del viajero lejano,
y la plata de un lirio se deshoja en mi mano
por el beso infecundo de la brisa serena.
Hoy espera mi campo la más nueva semilla;
adiós, himno sin eco que lamenta el reproche,
alas del sueño errante que aprisionó la arcilla
y pupilas abiertas para siempre en la noche!
Una luz de presagio me acompaña en la vía
y una voz de tristeza me saluda de lejos
bajo el lloro sin ruido de los sauces viejos
que protegen el paso de la Melancolía…
Risa que desgarraste la piedad de mis labios,
hora de indiferencia que escuchaste un gemido,
no lloro tu partida pues mi alma es el nido
de alas más impetuosas y murmullos más sabios.
FRENTE A LA CARIDAD…
Frente a la caridad de la mañana
desnudo mi emoción
de la queja pueril, la nota vana
y la frivolidad de la canción.
La mentira de ayer no da a mi boca
su bálsamo de hiel,
falso licor en que bebí esta loca
esperanza venal de un dios infiel.
La mirada desliza en la pendiente
que miente la amplitud
de la mañana tibia y sonriente
en un mágico vértigo de luz.
Una sagrada juventud se eleva
de mi cuerpo feliz…
(Un diáfano placer de sangre nueva
brota la oculta y maternal raíz.)
El viento matinal de la campiña
llena mi corazón
con un ingenuo balbucir de niña
que prefiere al sentido la canción…
El alma olvida… En el arroyo pasa
un rumor de inquietud…
Y el aire pone su temblor de gasa
sobre la fiebre de mi juventud.
CUANDO MARCHITE OCTUBRE…
Cuando marchite octubre la púrpura del bosque
simbólico en que vibra la esperanza de los que
como yo deshojaron su más puro laurel
sobre el mármol exangüe de una memoria infiel,
no seguiré la ruta que la Melancolía
me insinúa en la sombra. La cosecha tardía
no dejará en el hueco de mis manos ansiosas
la letárgica esencia que destilan las rosas
cogidas en el parque cuando sangra el poniente
y un efímero hechizo se deshoja en la fuente…
Solo, frente al abismo de la ternura fatua
no animaré la estéril desnudez de una estatua
para mi amor; ni triste de fatigar la Vida
bajo el látigo indócil de una verdad temida,
llegaré entre la noble gravedad del paisaje
a desatar las velas para un último viaje…
Oh ¡No! Puesto que un viento de ilusión ha logrado
acercarse a mi alma, y romper el pecado
que sellaba mi vida, fatídico y eterno,
ya que un canto de amores interrumpe el invierno
y cada hora alberga un latido interior,
quiero hacer de mi boca un venero de amor
para cantar la savia con que la Vida inunda
el fervor de la Tierra melódica y fecunda
en la hora en que al árbol pensativo y sonoro
las estrellas se enlazan como vínculos de oro!
IDILIO INCOMPLETO
LOS DOMINGOS DE AQUELLOS…
Los domingos de aquellos meses de vacaciones
pasados en la aldea monótona en que había
un invisible abrazo entre los corazones
que amaban el refugio de su melancolía…
Al recordar las tardes íntimas del colegio
glacial y solitario, cuando la lluvia fina
tendía en las vidrieras una leve cortina
sobre rostros inmóviles, como en un sortilegio,
en el fondo vacío de los marcos sin vida
que encerraron la imagen de algún ser que partió,
surgía la silueta de su sombra perdida
y turbaba el silencio la inquietud de su voz…
La noche, que llegaba, unía a nuestras manos
las manos de personas que no vimos jamás
y que envolvió el incienso de una hora de paz
en el vago crepúsculo de los sitios lejanos.
Con un ritmo apagado, por la calle sonora,
bajo el cielo impasible se aproximaba un paso
conocido y temblaba el alma de la hora
en el filo del péndulo que doraba el ocaso…
El otoño… La noche… Y apenas un momento
las frentes se inclinaban por la ventana, a ver
pasar una silueta que, en el atardecer,
confundía su sombra con nuestro pensamiento…
CUANDO ABRISTE LA PUERTA…
Cuando abriste la puerta, cayó sobre la alfombra,
en una franja roja la luz crepuscular
y se enlazó a la mía el alma de tu sombra
tendida oscuramente sobre la claridad.
¿Qué me dijiste entonces, al apoyar tu mano
en la mía? Una frase que hace tiempo murió
y que escuché en la tarde del otoño lejano
en que subió a tus labios un mágico perdón…
Háblame lentamente, como si destrenzaras
al hablar tus cabellos, más lentamente, mientras
en medio de la sombra callada en que te encuentras
las líneas de las cosas fingen rasgos de caras
llorosas, entrevistas en un grave minuto
detrás de las ventanas
en que cubre el invierno de las cabezas canas
la penumbra impalpable de una toca de luto.
Es el fin de un ocaso de indecisión… Te busco
a través de una sombra insegura, sin verte,
y apenas si el espejo que repite la muerte
del sol, me da tu imagen en un ademán brusco.
Oigo latir el alma del reloj, y te siento
en mí, como si oyera hablar tu pensamiento,
y cuando llega el claro de la luna, que imprime
a las cortinas tenues un temblor repentino,
mientras entre las hojas un viento helado gime,
en el silencio húmedo de la noche, adivino
tu silueta callada, esperando un destino…
EN LA VIEJA MANSIÓN…
En la vieja mansión abandonada
habitamos los dos,
lejos uno del otro, y sin embargo
tan cerca tu esperanza y mi dolor.
Nuestras ventanas miran diferentes
paisajes en un lánguido sopor,
y hay para tus pupilas una aurora
en el reflejo agónico del sol.
Oigo una voz lejana que me nombra
con el frágil acento de un adiós,
y mi ideal la finge entre las brumas
de una playa sin puerto de ilusión…
Y sueño abrir al sol velas sonoras
y llevar el timón
de mi esquife de amor entre las olas,
hacia un faro invisible de fervor;
y no sé que mi mano, al extenderse,
tocaría la tuya, y mi dolor
repite inútilmente tu llamado
y pone un eco triste entre mi voz.
Si el viajero que pasa, solitario,
junto a nuestra mansión,
y detiene su marcha, en un minuto
de secreto rencor,
pudiera comprender esa distancia
que separa tu fe de mi dolor,
y ese inútil lamento que él confunde
con un beso de eterna floración!…
Mas seguirá su ruta, siempre a solas,
evocando, en nostálgico rumor,
el júbilo indefenso de los nidos
que en nuestro parque efímero escuchó;
y en la vieja mansión abandonada
seguiremos los dos,
lejos uno del otro, y sin embargo
tan cerca tu esperanza y mi dolor…
LLEGAS CON EL CREPÚSCULO…
Llegas con el crepúsculo a la fuente
pasajera en un frívolo rumor,
y sin posar tu labio en la corriente,
te alejas con el sol.
Nunca he visto tus ojos. Es que miras
lo que no vi jamás,
y es tu voz el silencio de las liras
y tus manos son ánforas de paz.
Yo no sé por qué vienes, ni siquiera
en la fuente de un íntimo raudal
has hundido la urna, prisionera
de una frágil arcilla de ideal;
otras han de beber en áurea copa
el licor de mi vid…
¡Rosas que no pisó lírica tropa
de anhelos torpes en afán febril!
Otras tal vez, con mano irreverente
apagarán el fuego del altar
que a la Deidad benéfica y clemente
erigiera el amor de la vestal;
pero tú, que has llegado muda y triste
para luego partir,
más que todas, acaso, me exigiste
y el más íntegro don fue para ti…
HOY LLEGARÉ A LA PLAYA…
Hoy llegaré a la playa que ha fingido mi sueño.
A lo lejos, el sol
va dorando los mástiles del esquife risueño
que, más raudo que el mío, finalmente arribó.
Pero ¿qué afán es éste, de proseguir el viaje
y de nuevo partir,
cuando el viento que gime, desgarrando el cordaje,
me conduce al escollo del más trágico fin?
¿Puede entonces el alma, desoyendo el presagio
olvidar el camino que ordenaba el timón,
o tal vez la esperanza de un futuro naufragio
fue el impulso más noble de esta barca de amor?…
TODOS, CON EL CREPÚSCULO…
Todos, con el crepúsculo cercano
piden fuego a mi lámpara y se van,
y el viento de la puerta que entreabren
esparce las cenizas del hogar;
tú, que nada pediste y que no veo,
y que nunca te vas,
algo esperas de mí, tal vez la dicha
de sentirme llorar!
ASÍ PUES, HOY TE ALEJAS…
Así pues, hoy te alejas para un nuevo destino,
sin libar, al partir,
en la copa profunda la miel áurea del vino
que prodiga tu vid.
Esta tarde, he llamado vanamente a tu puerta…
Sólo el atardecer
deslizaba mi sombra por la mansión desierta
de un póstumo desdén.
¿No te he ofrecido acaso la más dócil caricia
que tu fiebre soñó,
yo, que supe insinuarte la palabra propicia
para un canto mejor?
Cuando el beso más dulce florecía en mi boca
tú implorabas quizá
otra voz más ardiente, y otra fiebre más loca
y otro amor ideal!…
Que otros sigan el paso de versátil fortuna,
sin volverse a mirar,
como valle durmiendo bajo frondas de luna,
el poblado natal,
pero tú, que sabías cómo sólo la queja
puede hallar eco fiel,
y que el arroyo miente al perfil que hoy refleja
la figura de ayer;
vuelve al parque fecundo de la peña de antaño,
que es inútil partir
cuando todas las rutas llevan al desengaño
de vivir y morir!
EL HILO DE ARIADNA
HE DE CANTARTE, OH SOL…
L’Aube exaltée ainsi qu’un peuple des colombes
RIMBAUD
He de cantarte ¡oh Sol! Desde la cumbre
que eleva sobre el mar
la sed de la más alta mansedumbre
y el más firme ideal.
Todo lo miraré, desde la altura,
perdido en la quietud
de la noche recóndita y oscura
que no rasgas aún.
El antiguo fervor y el canto mudo
llegarán hasta mí
a renovar el ímpetu que pudo
tantas veces morir.
Sentiré cómo suben, en la noche,
las rutas que pisé
para llegar a ti, que eres derroche
de una divina fe.
Y lleno del orgullo que la Vida
me ha sabido ordenar,
arrojaré la voz del alma herida
al corazón magnífico del mar.
ES ASÍ COMO EL ALMA TE SOÑÓ…
Es así como el alma te soñó, en la ternura
de un rapto de ímpetu feliz,
como el árbol más noble y la savia más pura
que enriqueciera mi jardín.
A través de esta franca claridad matutina
mi corazón te hubo de hallar
caminando en la ruta que tu afán ilumina,
frente a la ronca inmensidad.
Sobre el fondo de un cielo como el de esta alborada,
en mis delirios, esbocé
la línea de tus amplias caderas, modelada
por una súbita avidez,
y de tu pecho núbil la comba presentida
espera en un íntimo afán
el sublime contacto que derrama en la vida
una armoniosa majestad!…
SI TOCASTE A MI HUERTO…
Si tocaste a mi huerto, fue con mano
de intimidad discreta y condolida,
sin el éxtasis vano,
sin la queja mentida…
Sobre el umbral, bajo la fronda triste
del haya que creció junto a la senda,
en silencio, pusiste
el vaso de tu ofrenda:
ánfora de ilusión que contenía
íntegro aroma de cosecha ansiada,
y sangre de alegría
y canción de alborada!
Tu voz fraterna descansó mi oído
de la frivolidad de la corriente
que pasa en un ruido
de amor indiferente;
y la rosa más alta, el mejor fruto
perfumaron mi amor cuando el paisaje
fue presagiando el luto
de tu próximo viaje.
Pueden todos pasar, porque desdeño
la ofrenda de sus manos, y no alcanza
a distraer mi sueño
la voz de su esperanza.
Mientras tu amor proteja mi sonrisa,
y mi lira sea el eco de tu voz,
y en la ruta que pisa
mi sandalia, haya sol
¿qué me importa la brisa que pudiera
esparcir el mar
el vuelo de esta frágil primavera
y el bajel que principia a naufragar?
Y TE SENTÍ LLEGAR…
Y te sentí llegar… Una remota
perspectiva de playas en quietud
bajo el cielo de un blanco de gaviota,
agrandaba mi pena… Entre la luz
el contorno irreal de tu silueta
era un mágico centro de fervor,
con los brazos erguidos, en inquieta
actitud de llamado… Tenue sol
dibujaba la línea de la costa,
y subiste de pronto a mi bajel
mientras la luz, como vereda angosta
iba muriendo en el atardecer!
BAJO EL CIELO FELIZ…
Bajo el cielo feliz, cerré los ojos;
la tarde en el vergel,
clareaba en las frondas frutos rojos
y húmedos de miel.
Una voz, en el ímpetu de un ala,
conturbó la quietud
de mi lago de amor en que resbala
el vuelo de la luz.
A través del silencio, el paso mudo
detuve, y aspiré
brote de savia mi dolor desnudo:
renovación de fe.
Como una clarinada intempestiva
incendió mi cantar
la actitud de la sombra pensativa
que agrandaba el pinar,
y en la paciencia inmóvil del minuto,
finalmente sentí
la madurez recóndita del fruto,
adueñarse de mí.
PUESTO QUE LA CARICIA…
—Le Ciel est mort.— Vers toi, j’accours! donne, ô matière,
l’oubli de l’Idéal cruel et du Péché
a ce martyr qui vient partager la litière
où le bétail heureux des hommes est couché.
MALLARMÉ
Puesto que la caricia de la mañana toca
la avidez de mis labios y reaviva en mi boca
una vieja canción,
y el corazón se entrega al soplo que respira
y ha pasado la hora que colgara en la lira
un fúnebre crespón,
quiero hacer que mi sangre divinamente vibre
al ritmo de las olas sobre la playa libre.
y salte en el fugaz
ímpetu de la fuente, y suba en el fecundo
movimiento que rige los destinos del mundo,
hacia el Sol Inmortal.
No eres tú, la hora vana de tormentos herida
que envenenas la fuente de piedad de la vida,
ni tampoco eres tú,
hora del plenilunio juvenil, que en discreta
melodía acompañas la canción del poeta
con un ala de luz.
Otro impulso más noble turba mi pensamiento
cuando escucho en tus cantos el silbido del viento
perfumado de miel,
y persigo tus pasos a través de una alfombra
de luminoso césped y tapices de sombra
bajo el mudo vergel.
Hora de los crepúsculos, que abres la perspectiva
de los nuevos paisajes hacia la fugitiva
majestad del confín,
abrázate a mi cuerpo y desgarra mi boca
con el beso lascivo que tu esperanza loca
aprendió en el festín.
Hacia el huerto fecundo de la carne dormida
tenderé en el silencio la oración de mi vida,
sin por esto olvidar
del crepúsculo próximo la jornada de angustia,
y de los senos fláccidos y de la boca mustia
el consejo mortal.
Solo, en la encrucijada de la Vida Futura,
miro cómo se alejan el instante de holgura
y la ingenua canción,
porque un verso más dúctil y un más íntegro anhelo
acercan la impetuosa libertad de su vuelo
hasta mi corazón!…
POR EL BESO EN DELIRIO…
Por el beso en delirio que ha deseado mi boca,
por la nueva inquietud
que enardece el cansancio de mis pies y que toca
las cuerdas del laúd;
por el ímpetu nuevo que a la fuerza del ala
une su aspiración,
y por el ansia nunca satisfecha que exhala
esta sed de emoción,
¡Oh Vida! He de entregarte la voz de mi alegría,
soplo fecundo y noble fe,
que morirá tan sólo cuando decline el día
en que apagues mis ímpetus y corones mi sien!
LA VOZ SECRETA
¿QUIÉN ERES TÚ, QUE LLAMAS?
—¿Quién eres tú, que llamas a mi puerta?
—El más íntimo amor.
—No te he visto jamás. Un amor único
y no el tuyo, fatiga mi ilusión.
—¿Quién te envía a mi lado, Mensajero?
—Tu más hondo ideal.
—¡Oh no mientas!… ¿No ves que sólo es mío
lo que nunca vendrá?
A TRAVÉS DE LA NOCHE…
A través de la noche, en un extraño
viaje sin horizontes, bajo el peso
de un dolor inmortal, sigo la senda
que tapiza el silencio.
Mi dolor es mi bien. Es el tesoro
que mis manos acrecen en secreto
con el rubí de un ansia de lujuria
y la perla de un lírico embeleso.
Mi dolor es mi bien. No lo he entregado
al fugitivo amor de los viajeros,
y lo oculto en el fondo de mi vida
en las horas de un lúgubre misterio.
Mas cuando llegue el día de una grave
y última confesión, he de ponerlo
como un sello fatal sobre tu vida
corazón enigmático y fraterno!
Y en las noches sin luz, cuando interrumpa
esta sed de sufrir el sortilegio
de la quietud que ahonda tus pupilas,
resbalará mi llanto entre tus dedos.
No sabrás qué dolor une tu vida
al dolor de mi muerte, qué consejo
de un instinto augural llora en tu sangre
y envenena tu amor con mi recuerdo.
A mi pasión eternamente unido,
entre mis manos tus impulsos presos,
seguirás como yo, sin un reproche,
el inútil destino del sendero.
Como tú sufrirás, yo habré sufrido
al sentir la quejumbre de un espectro
en la fatiga enferma de mi carne
y en la antorcha feliz que apaga el viento.
Es inútil llorar. Yo sé que nada
nos podrá desunir, que es vano el ruego,
y que, a pesar de todo, esta tristeza
que yo oculta guardé, te la reservo.
Y me alejo más triste a cada instante
al sentir más cercano ese momento
de un fatídico don inexorable…
¡Alma divina! ¡Corazón fraterno!
OH, VEN, HACE YA TIEMPO…
¡Oh! Ven; hace ya tiempo que mis ojos
ambicionan la paz
y el secreto interior, sin tintes rojos,
de este ocaso de un gris inmaterial,
hora de melancólica fragancia
y tímido rumor
de frondas de ideal en la distancia
y de fuentes en íntimo fervor!
Una mano falaz rompió las urnas
que guardaban la miel
aromada de rosas taciturnas
y del gajo glorioso del laurel,
y desató del tronco al que se unía
el abrazo lascivo de la vid,
por regar el licor de su alegría
en los vasos sonoros del festín.
Nada de lo