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Obras reunidas I. Poesía
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Libro electrónico156 páginas1 hora

Obras reunidas I. Poesía

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El primer tomo de las Obras reunidas de Jorge Cuesta incluye la totalidad de la producción poética del autor, 46 poemas que escribiera en vida, y las traducciones que emprendió de ciertos poemas de Paul Éluard, Stéphane Mallarmé, Stephen Spender y John Donne.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 sept 2014
ISBN9786071622655
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    Obras reunidas I. Poesía - Jorge Cuesta

    Mexico

    SOBRE ESTA EDICIÓN

    Desde sus primeras publicaciones¹ hasta su muerte, Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit (Córdoba, Veracruz, 21 de septiembre de 1903-México, D. F., 13 de agosto de 1942) nunca se preocupó por reunir su dispersa producción ni ordenar sus cuadernos ni manuscritos. En vida, publicó su escasa —aunque magnífica producción poética— y sus más abundantes textos en prosa en diferentes revistas literarias y culturales, así como en algunos periódicos y suplementos culturales. Sólo tenemos conocimiento de una malograda intención de reunir en un volumen algunos de sus sonetos. ¿Cuáles y cuántos? No lo sabemos. Sonetos morales habría de ser el título del que, en caso de haberse materializado, hubiera sido el único libro de su autoría publicado en vida, ya que aquel en el que aparece su nombre desde 1928, la Antología de la poesía mexicana moderna, es el resultado de una obra colectiva. Fuera de esto, Jorge Cuesta publicó dos ensayos en edición de autor (impresos en los talleres de Editorial Cvltvra); se trata de El plan contra Calles y Crítica de la reforma del Artículo Tercero, ambos en 1934.

    En efecto, por lo menos Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo y Jorge Cuesta participaron en la Antología. El cordobés, al escribir el prólogo, firmaba el libro, y con esta rúbrica hizo recaer en él, más que en ninguno de los otros miembros del grupo sin grupo, la avalancha de la crítica. La polémica desatada por las necesarias presencias y ausencias en la Antología (que, como cualquiera que se precie de serlo, habría de tener), sirvieron para descargar las pesadas baterías de insultos, chismes y burlas que apuntaban a aspectos muy específicos de la vida personal de los antologadores. Es de sobra conocido el feroz ataque al ejercicio de la sexualidad de algunos de ellos que, como bien dice Guillermo Sheridan en Los contemporáneos ayer (FCE, México, 1985), por una especie de efecto metonímico alcanzó a todos para llevarlos a ser, de una banda de forajidos a una falange hermafrodita y a notables ejemplares del cruzamiento sexual.

    El proyecto editorial de Cuesta, Ediciones de Examen, apareció anunciado en el número dos de la revista fundada y dirigida por él en su breve pero sustancial existencia. En efecto, Examen vio la luz en agosto de 1932 y dejó de existir con el número tres, correspondiente a noviembre de ese mismo año. En los dos últimos números aparecía el anuncio del proyecto editorial con los siguientes títulos: Edipo, de André Gide; Lota de loco, novela de Salvador Novo; Cariátide y Complot, novelas de Rubén Salazar Mallén; Tifón, de José Conrad [sic], y Sonetos morales, de Jorge Cuesta. No cabe duda que Cuesta, además de su brillante inteligencia, su lucidez y su impecable e implacable posición crítica, era obstinado, ya que desde la aparición del número uno de Examen la polémica se había desatado por la publicación de algunos fragmentos de Cariátide, que no habían gustado a la bienpensante derecha mexicana ni a la progresista izquierda. El uso de ciertas palabras consideradas altisonantes desató no sólo la crítica, sino la furia de los cancerberos de un dudoso orden moral, quienes llevaron las cosas hasta el terreno de lo jurídico para intentar consignar a tan maldiciente autor, a tan displicente director y a tan permisiva revista. La consignación desató una ola de defensas frente a la marejada de ataques por quienes, enarbolando como blasón el ultraje a las buenas costumbres, en realidad escondían sus ataques políticos a Narciso Bassols, en ese entonces secretario de Educación Pública, ministro que ayudó a la aparición de Examen y que, además, daba trabajo a Samuel Ramos, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer y al mismo Cuesta. Las opiniones, testimonios, artículos y cartas firmadas por escritores, artistas, magistrados, abogados e intelectuales que públicamente asumieron la defensa de Cuesta, así como la defensa que éste hizo de su amigo Salazar Mallén, de su revista, de sí mismo y, sobre todo, de la moral que siempre pregonó, evitaron la consignación penal, pero no la renuncia de él y sus amigos a sus puestos en la Secretaría ni, además, la desaparición de Examen, del proyecto editorial y, por lo tanto, de la aparición de Sonetos morales.

    A su muerte, Víctor Gregorio y Natalia Virginia Flora, los dos de los cinco hermanos que vivían en la capital del país, encontraron algunas cajas con documentos, cuadernos y textos (algunos manuscritos y otros mecanografiados), pero se consideraron poco capaces de ordenarlos. El mismo mes de su muerte apareció en Tierra Nueva una breve recopilación de poemas prologados por Alí Chumacero. Mientras tanto, esas cajas pasaron de mano en mano ante la dificultad o indiferencia por revisar sus contenidos. No fue sino hasta 1958 que sus amigos Elías Nandino y Rubén Salazar Mallén publicaron, en la Editorial Estaciones, una recopilación un poco mayor que la de Chumacero.

    Fue hasta 1964 que apareció la primera recopilación seria y abundante de Cuesta. Se trató de los cuatro tomos de Poemas y ensayos que Luis Mario Schneider y Miguel Capistrán publicaron en la colección Poemas y ensayos, dirigida entonces por Jaime García Terrés, de la Universidad Nacional Autónoma de México. El primer tomo reunía la poesía, cuatro textos agrupados como Varios y las cuatro traducciones de poemas que se creía hizo. Los restantes tomos reunieron lo que los editores llamaron Ensayos literarios y Ensayos políticos. En 1978, en la misma colección, dirigida en ese momento por Juan García Ponce, se reimprimieron exactamente los mismos textos.

    En 1981 apareció un quinto tomo, Poemas, ensayos y testimonios, de la misma editorial universitaria, en la que Schneider, esta vez él solo, publicó unos cuantos textos más, unos cuantos escritos de juventud y poco más de treinta cartas dirigidas a amigos, a personajes políticos y a algunos de sus familiares. Seguía una recopilación de textos que sobre Cuesta escribieran sus queridos amigos y compañeros de aventuras literarias e intelectuales, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Elías Nandino, Rubén Salazar Mallén y Luis Cardoza y Aragón, así como textos de otros escritores de generaciones posteriores. Para cerrar el tomo, se incluyeron dos entrevistas; la primera realizada por Elena Urrutia a la única hermana del poeta, Natalia, y la segunda por Roberto Páramo a quien había sido esposa de Cuesta y madre de Lucio Antonio Cuesta Marín, Guadalupe Marín Preciado.

    El Fondo de Cultura Económica publicó en 1983 Itinerario de una disidencia. Jorge Cuesta (1903-1942), traducido por Adolfo Castañón. Louis Panabière, el más mexicano de los franceses, llevó a cabo una biografía intelectual que habría de ser el primer estudio no sólo extenso, sino agudo y penetrante de la vida y de la obra de Cuesta. Si bien es cierto que ahora, veinte años después, sabemos más sobre la vida del cordobés, el libro de Panabière fue el precursor y, dígase lo que se diga, sigue siendo referencia obligada para todo aquel que quiera penetrar en un análisis profundo del pensamiento de Cuesta.

    La edición y su reimpresión pronto se agotaron hasta resultar imposible de encontrar y el potencial lector de Cuesta tenía que dejar de serlo mediante el recurso de las fotocopias o de la lectura de los libros en préstamo. En 1994 vio la luz una nueva edición bajo el sello de Ediciones del Equilibrista, en dos tomos. Se trataba de Jorge Cuesta. Obras. Con la ayuda de Miguel Capistrán y Luis Mario Schneider, esta nueva recopilación, realizada por Víctor Peláez Cuesta y por mí mismo, introdujo muchos cambios en relación con la de

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