Durante décadas estuvieron unidos a David Huerta por las letras y por la amistad. Los escritores Christopher Domínguez Michael, nacido en 1962, y Fernando Fernández, en 1964, evocan en estas páginas al “ciudadano ejemplar”, al “hermano insustituible” y amigo de corazón generoso, quien era 13 y 15 años mayor que ellos, respectivamente.
Sereno, con prosa improvisada a la par que diáfana, Christopher Domínguez Michael acepta hablar vía telefónica “diez, quince minutos” de David Huerta, fallecído el lunes por insuficiencia renal a los 74 años. De pronto, revela al reportero, quien es tomado por sorpresa:
“Los recuerdos más emotivos que tengo de David Huerta son los de la batalla contra el demonio del alcohol. Todo lo que vivimos juntos, los éxitos, los fracasos, es esa hermandad que se crea cuando un grupo de personas se une para repudiar una adicción, ¿no? Más que la poesía, la literatura o la política es la amistad llana y pura, teníamos ese nexo muy profundo; porque ayer en el velorio, cuando llegaron los amigos del mundo de los exbebedores, pues sentí particular emoción, y en eso David siempre era impecable, dispuesto a explicar, a insistir, a no bajar la guardia. Fue una gran comunión en un aspecto privado de la vida que para mí será imborrable.”