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Obras reunidas III. Primeros escritos. Miscelánea. Iconografía. Epistolario
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Libro electrónico609 páginas5 horas

Obras reunidas III. Primeros escritos. Miscelánea. Iconografía. Epistolario

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Este tercer y último volumen de las Obras reunidas de Jorge Cuesta está conformado por los títulos: Primeros escritos; Miscelánea; Iconografía; Epistolario; Cronología; Hemerografía y Bibliografía de Jorge Cuesta. El tomo reúne una obra que permaneció dispersa durante varias décadas a pesar de la importancia y singularidad con que se inserta en la literatura hispanoamericana.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 sept 2014
ISBN9786071622679
Obras reunidas III. Primeros escritos. Miscelánea. Iconografía. Epistolario

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    Obras reunidas III. Primeros escritos. Miscelánea. Iconografía. Epistolario - Jorge Cuesta

    Explicación de la primera guarda

    ¡Poeta, suena tu campana

    tiemble a los aires su almo son!

    ¡Oiga en sus luces, la mañana

    cómo es que ríe tu campana

    como si fuera el corazón!

    Borrador de un poema de juventud,

    Poeta, funde tu campana, c. 1921.

    Explicación de la segunda guarda

    Señor, nuestro destino está escrito

    desde el principio. ¿Cómo hubiéramos

    podido negarnos a él? Sometidos

    a él estamos, y sin más abrigo

    que tu misericordia.

    Oh, Dios, nuestro señor, que quieras

    ampararnos con ella sin desamparar

    a ninguno de los que somos tus siervos.

    Oración escrita por Jorge Cuesta antes de ser internado

    por segunda vez (mayo de 1941).

    JESÚS R. MARTÍNEZ MALO. Psicoanalista, miembro de la école lacanienne de psychanalyse. Ha escrito y publicado diversos artículos sobre Jorge Cuesta. Ha dictado seminarios y conferencias sobre Cuesta en la ciudad de México, en Monterrey, N. L., así como en París y Pau, en Francia. Coeditor de Jorge Cuesta. Obras (Ediciones del Equilibrista, 1994). En 2003 organizó en la ciudad de México el coloquio Jorge Cuesta, la frágil ciencia del acto.

    VÍCTOR PELÁEZ CUESTA. Ha promovido desde hace tiempo el interés y el conocimiento de la obra de Cuesta; también ha proporcionado documentos inéditos, así como cartas de su archivo familiar que han posibilitado su publicación y un mayor conocimiento de la vida de quien fuera hermano de su madre: Natalia Cuesta Porte-Petit. En 1994 fue coeditor de Jorge Cuesta. Obras, en Ediciones del Equilibrista.

    FRANCISCO SEGOVIA. Escritor —poeta y ensayista—, así como lexicógrafo; profesor de literatura. Ha formado parte del consejo de redacción de algunas revistas literarias de México. Ha recibido diversas becas para escribir poesía y ensayo. Actualmente es investigador en El Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Creadores en la rama de literatura.

    Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit (21 de septiembre de 1903-13 de agosto de 1942) vivió en su natal Córdoba, Ver., hasta diciembre de 1921 y después en la capital del país, donde estudió la carrera de ciencias químicas en la Universidad Nacional de México. Terminó la carrera sin obtener nunca el título profesional. Sin embargo, esto no le impidió trabajar como químico durante varios años.

    En 1924 publicó su primer texto literario, el cuento La resurrección de don Francisco. Ese mismo año conoció a Gilberto Owen, quien lo presentaría con Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. Los cuatro, junto con José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo y Carlos Pellicer, formaron la banda de forajidos o el grupo sin grupo conocido como los Contemporáneos. Todos ellos, además de ser grandes amigos y compañeros de correrías literarias e intelectuales, fueron los principales animadores, innovadores y creadores que posibilitaron el enriquecimiento cultural en México en una época en la que mayoritariamente predominaban los discursos oficialistas que buscaban afianzar una cultura nacionalista y popular.

    En 1926 conoció a Guadalupe Marín, entonces esposa de Diego Rivera, con quien se casaría en 1929, para separarse tres años después. En junio de 1929 apareció en México la Antología de la poesía mexicana moderna, cuyo prólogo escribió, por lo que se convertiría en el blanco de las encarnizadas críticas que hicieron los enemigos literarios y políticos de los Contemporáneos.

    En 1932 fundó y dirigió Examen, revista que tuvo una corta existencia de tan sólo tres números debido a la feroz campaña que desataron en su contra la bienpensante derecha y la progresista izquierda mexicanas, lo que provocó la consignación de la revista por supuestos ultrajes a la moral. Fue la primera vez en la historia de la literatura mexicana que una revista fue consignada penalmente.

    Cuesta nunca publicó en vida ningún libro de poesía ni de ensayos. Sus poemas y textos los publicaba en revistas literarias, periódicos y suplementos culturales de la época. Sólo después de su muerte se ha reunido y publicado su obra.

    Entre 1940 y 1942 estuvo internado en cinco ocasiones en instituciones asilares en la ciudad de México. En el transcurso de la última se quitó la vida.

    OBRAS REUNIDAS

    III

    JORGE CUESTA

    JORGE CUESTA

    OBRAS REUNIDAS

    III

    Primeros escritos / Miscelánea

    Iconografía / Epistolario

    EDICIÓN A CARGO DE

    JESÚS R. MARTÍNEZ MALO
    VÍCTOR PELÁEZ CUESTA

    CON LA COLABORACIÓN DE

    FRANCISCO SEGOVIA

    Primera edición, 2004

    Primera edición electrónica, 2014

    Fotografías: Manuel Álvarez Bravo y Archivo Jorge Cuesta

    Dibujo: Carlos Orozco Romero (1942)

    Diseño de portada e interiores: Pablo Rulfo

    Los créditos a los titulares de los derechos de las imágenes incluidas

    en la sección Iconografía vienen consignados en Créditos iconográficos.

    D. R. © 2007, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-2267-9 (ePub)

    ISBN 978-968-16-8002-2 (impreso)

    Hecho en México - Made in Mexico

    SUMARIO

    Nota editorial, por Jesús R. Martínez Malo
    Jorge Cuesta, el hombre, por Víctor Peláez Cuesta
    Prólogo: Jorge Cuesta: de la leyenda y el mito a algunos de los hechos, por Jesús R. Martínez Malo
    Primeros escritos
    Miscelánea
    Iconografía
    Epistolario
    Epílogo: Aristas de Jorge Cuesta, por Adolfo Castañón
    Cronología
    Bibliografía y hemerografía de Jorge Cuesta
    Bibliografía y hemerografía sobre Jorge Cuesta
    Créditos iconográficos
    Índice onomástico y de obras

    NOTA EDITORIAL

    ESTE TERCER TOMO de las Obras reunidas de Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit (1903-1942) contiene los siguientes apartados: Prólogo (de quien esto firma); Jorge Cuesta, el hombre (de Víctor Peláez Cuesta); Primeros escritos; Miscelánea; Iconografía; Epistolario; Epílogo (de Adolfo Castañón); Cronología; Hemerografía y bibliografía de Jorge Cuesta; Bibliografía y hemerografía sobre Jorge Cuesta e Índice onomástico y de obras.

    Los Primeros escritos están formados por un conjunto de quince textos escritos en el transcurso de su juventud. El último de ellos está fechado en noviembre de 1920, es decir, un año antes de que el joven Cuesta abandonara su natal Córdoba para ir a vivir a la capital del país y matricularse en la Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la aún no autónoma Universidad Nacional de México. Ocho de estos textos no habían sido recopilados antes. De éstos, siete los encontramos en un viejo y amarillento cuadernillo escolar que contenía, además de los textos en cuestión, algunos apuntes y cuadros sinópticos, ejercicios de caligrafía y de inglés. Optamos por hacer una transcripción absolutamente fiel de estos siete textos, incluidos errores y faltas de ortografía, así como de redacción, para mostrar al joven Cuesta escribiendo al dictado de su pensamiento (de la misma manera como fueron publicados en ediciones anteriores algunos de los demás textos que conforman estos Primeros escritos).

    La Miscelánea está compuesta por un cuento, una pantomima, una fábula, una nota y una plegaria. El cuento La resurrección de don Francisco (1924) fue el primer texto que publicó; La calle del amor así como La cigarra y la hormiga nunca fueron publicadas en vida del autor. Como dato interesante mencionamos que esta última fue escrita durante el transcurso del primer internamiento en un hospital psiquiátrico. Lo que hemos nombrado aquí como Nota (escrita, creemos, entre 1941 y 1942) es apenas un par de líneas en las que habla del suicidio. Esta Nota no había sido recopilada antes. Finalmente incluimos la Plegaria, que fue escrita después de haber pasado algún tiempo arrodillado, con los brazos en cruz, llorando, poco antes de que fuera conducido por segunda ocasión a una institución asilar (mayo de 1941).

    La Iconografía está formada por sesenta y ocho fotografías, la mayoría de las cuales pertenecen al archivo familiar de Víctor Peláez Cuesta, en las que aparece Jorge Cuesta en diferentes momentos de su vida así como su familia y amigos, o reproducen manuscritos originales y/o de revistas en las que publicó.

    El Epistolario lo forma un conjunto de cincuenta y nueve cartas dirigidas, entre otros, a su padre, a su madre, a algunos de sus hermanos, a Guadalupe Marín, a diferentes amigos y compañeros de sus aventuras literarias e intelectuales, así como a algunos políticos del momento y a Gonzalo Rodríguez Lafora, quien fuera el primero de los psiquiatras con quien habría de consultar Cuesta. Dos de las cartas de las dirigidas a su padre se publican por vez primera (nuestro agradecimiento a Marduck Obrador Cuesta, nieto de don Néstor Cuesta e hijo de Isabel Cuesta Remes, quien nos las proporcionó). Trece del total de las que aquí se leerán, aunque publicadas anteriormente, nunca se habían recopilado antes.

    Hemos incluido una extensa Cronología, la cual, a falta de una casi imposible biografía de Cuesta, resulta de utilidad para poder situar muchos momentos importantes de su vida. Es mucho más lo que todavía se desconoce hoy en día que lo que se sabe con certeza sobre él. Esto, el desconocimiento de buena parte de su vida, ha dado lugar a la pesada leyenda negra con la que, desafortunadamente, ha sido investido el poeta y crítico cordobés.

    También hemos añadido a este tomo una Hemerografía y bibliografía de Jorge Cuesta que se presenta en orden cronológico de acuerdo con los apartados de los tres tomos de estas Obras reunidas; incluye la fecha de la primera publicación, la revista, periódico o libro en que fue dado a conocer y las variantes que existen en el caso de algunos poemas.

    Hemos incluido también una Bibliografía y hemerografía sobre Jorge Cuesta que abarca más de quinientas referencias que pudimos ubicar sobre él y que pueden ser de gran utilidad para el estudioso y el investigador. Termina este tercer volumen de las Obras reunidas con un Índice onomástico y de obras, que refiere nombres propios y títulos de obras (novelas, teatro, pinturas, publicaciones periódicas, artículos) que aparecen en los tres tomos de esta reunión.

    El mejor homenaje a Jorge Cuesta —al poeta, al crítico, al joven escritor en búsqueda de un estilo propio que aparece en este tomo, al ser humano que vivió, amó, sufrió y que en diferentes momentos de su vida vivió desgarrado por la experiencia de la locura— es la lectura de sus Obras reunidas, mismas que esta colección del Fondo de Cultura Económica ha publicado para conmemorar el primer centenario de su nacimiento.

    Agradecemos la colaboración de quienes con su ayuda también hicieron posible la edición de estas Obras reunidas. En primer lugar agradecemos a Lucio Antonio Cuesta Marín —hijo de Jorge Cuesta y Guadalupe Marín, quien desafortunadamente ya no pudo tener en sus manos este tercer tomo publicado—, sin cuya generosidad esta edición no hubiera sido posible; a Francisco Segovia, quien, además de prologar el primer tomo, leyó —con lupa en mano— manuscritos y pruebas, amén de habernos ayudado a resolver dudas y a establecer criterios editoriales; a Christopher Domínguez Michael, quien escribió el prólogo del tomo II; a Guillermo Sheridan, quien nos señaló algunos errores que habían aparecido en ediciones anteriores y sugirió correcciones; a Emilio Peláez Guerrero por el tiempo que desinteresadamente dedicó al trabajo con la iconografía; a la doctora Guadalupe Rivera Marín, quien revisó exhaustivamente sus archivos personales buscando material inédito de Cuesta, gracias a su generosidad publicamos aquí algunas de las fotografías que nos proporcionó; a Gerardo Maldonado, quien nos dio algunas referencias bibliohemerográficas sobre Jorge Cuesta; a Maribel Madero Kondrat, quien participó en la elaboración del Índice onomástico y de obras, y a Alejandra García Hernández, quien tuvo a su cargo el cuidado editorial de los tres tomos. Agradecemos también al personal de la Hemeroteca de El Universal, que nos proporcionó fotocopias de todos los textos que publicara Cuesta en dicho periódico. Mención especial merece Adolfo Castañón, quien, además de escribir el Epílogo con el que se cierra este tercer tomo, acogió y defendió con entusiasmo este proyecto en su inicio y posibilitó que se llevara a cabo.

    Finalmente —en lo personal— quiero agradecer a María Paula y a Bernardo Alfonso por su cariño y el entusiasmo que me transmitieron, y, por supuesto, a Ana por su gran apoyo, solidaridad y paciencia. Por todo esto, el trabajo editorial de estas Obras reunidas está dedicado a ellos tres.

    JESÚS R. MARTÍNEZ MALO

    JORGE CUESTA, EL HOMBRE

    CUANDO André Gide murió, Sartre dijo: Acaba de morir y su vigilancia nos hace falta ya. En el caso de Jorge Cuesta, este enunciado es vigente a sesenta y dos años de su muerte. La edición que el Fondo de Cultura Económica ha dedicado a sus Obras reunidas nos da ocasión de constatar la actualidad de su pensamiento, el cual, al igual que el de Gide, nos sigue haciendo falta.

    La relación del hombre y su obra ha sido motivo, en ocasiones, de controversia. Para algunos, traspasar la frontera de la obra para entrar en la vida del autor constituye una falta de respeto; para otros, conocer la vida de un autor resulta necesario para comprender la obra. Este tercer tomo de las Obras reunidas de Jorge Cuesta está destinado a entregar al lector, entre otras cosas, algunos elementos de su vida.

    Cuesta no es un autor de fácil comprensión, la complejidad de su pensamiento exige del lector una formación sólida; esto es válido tanto para entender su obra como para explicar su vida, sin ello se crean mitos cándidamente inscritos en el marco poético que perfuma la vida del poeta maldito.

    Nada más inútil para entender a Cuesta, al hombre de rigor, que crear mitos que no reflejan sino la incapacidad de sus pretendidos exégetas para entender su intrincado pensamiento y su controvertido proceder. Sin embargo, le parfum est le parfum y ha resultado más fácil alimentar la ficción que Guadalupe Marín inventó en su novela La Única (1938) que reflexionar e investigar su paso por la vida.

    Jorge Cuesta vive y muere en la trinchera, defiende sus convicciones en todos los ámbitos de su vida; el haber experimentado en sí mismo algunos de los productos de sus investigaciones químicas, lejos de ser el gesto romántico que algunos quieren imprimirle, es una consecuencia natural de su posición política valiente. Jorge Cuesta, al morir, se vuelve el ex combatiente de una guerra que aún no termina.

    Cuesta fue un hombre elegante, aunque de orígenes modestos no obstante las apariencias. La situación económica de su familia pesó en su vida cotidiana, algunas cartas familiares muestran la gran preocupación con la que vivía en la ciudad de México.

    En 1928, cuando, en un intento de alejarlo de Guadalupe Marín, don Néstor —su padre— financia con grandes esfuerzos un forzado viaje a París, Jorge le escribe a su madre expresando su incomodidad en medio de los surrealistas (la cual hay que interpretar como una argucia del joven de veinticinco años para regresar a los brazos del amor prohibido); sin embargo, llama la atención su énfasis al mencionar lo inadecuado de su ropa para moverse cómodamente entre la sociedad francesa, situación que reflejaba las limitaciones económicas de la familia.

    Algunos años después de su regreso de París, Jorge resuelve su situación económica ejerciendo su profesión de ingeniero químico y, aunque nunca pudo resolver los problemas de su padre, estabilizó su situación personal. Desde 1936 hasta su muerte ocupó puestos que mejoraron su economía. Este fenómeno carecería de interés para el crítico literario si no estuviera cronológicamente correlacionado con la reorientación de la naturaleza de su actividad intelectual; sus intervenciones periodísticas adquirieron desde entonces una postura de combate político, que no compartió del todo con el resto del grupo de los Contemporáneos.

    Los testimonios de Luis Cardoza y Aragón y de Elías Nandino describen a un hombre introvertido y desligado de su cuerpo, un hombre rígido y frío, casi una imagen del monsieur Teste de Paul Valéry o de Valéry mismo, inscrito en su rigor al lenguaje. Sin embargo, al Jorge jovial, lleno de anécdotas y buen humor, sólo se lo ha mostrado en una ocasión en la entrevista que Elena Urrutia le hiciera a Natalia Cuesta hace algunos años. Como si el hombre público y el hombre privado estuviesen disociados.

    Víctor Cuesta, su hermano más cercano y compañero de algunas correrías, nos narraba las sobremesas dominicales en la casa paterna, revelando a un hombre totalmente distinto: Eh, Jorge, ¿por qué traes el ala del sombrero para arriba? —lo increpaba—, ¿no te das cuenta que se te ve cara de pendejo?, y Jorge rápidamente le respondía: ¡Así le echan la culpa al sombrero!

    El carácter de poeta maldito ha querido hacer de nuestro personaje un ser siniestro de tan investido de rareza. Cuesta fue un ser humano que, parafraseando a Sartre, fue todo un hombre, hecho de todos los hombres y que los vale todos y que vale igual que cualquiera. Visto así, hay que formularse un cuestionamiento sobre la leyenda que ha querido hacer de él una suerte de Mr. Hyde.

    Cuando en 1940 acudió a una cita con el doctor Gonzalo Lafora y le expuso lo que él creía que le sucedía en su cuerpo, con argumentos que parecían haber sido tomados de La evolución de la sexualidad y los estados intersexuales, libro del español Gregorio Marañón —por referencia de su hermana Natalia, quien conservó durante muchos años un ejemplar de este libro que perteneció a su hermano, sabemos que Cuesta, trastornado, confundía unas hemorroides crónicas sangrantes con ¡una menstruación!—, Lafora calificó las opiniones y temores de Cuesta como la expresión de una homosexualidad reprimida. La respuesta de Cuesta fue la escritura de una carta,[1] la cual desconocemos si llegó a su destinatario. En ésta le manifestó su desconcierto frente al diagnóstico que antes había emitido el psiquiatra y le reclamó no haberle hecho el reconocimiento médico que él —Cuesta— le había solicitado. Todo parece indicar que Lafora era el psiquiatra de Guadalupe Marín y que ella había hablado con el médico antes de que Cuesta lo consultara.

    Esta confusión de Cuesta sobre el mal que lo aquejaba le ha servido a más de uno para hablar de homosexualidad. Es sabido que en el grupo de Contemporáneos la homosexualidad no era un tabú. Se conoce una carta que Jorge Cuesta le dirigió a Xavier Villaurrutia,[2] en la que le revela sentimientos amorosos. Aun cuando Jorge Cuesta haya experimentado esos sentimientos hacia Villaurrutia, no es ni reprochable ni es prueba alguna de homosexualidad.

    El mito del incesto, creado por Guadalupe Marín y difundido en su libro La Única, asedió a su hermana Natalia, mi madre, con quien conversé sobre ese tema; pero nadie se atrevió nunca, ni aun la misma Guadalupe Marín, a sostener esa infamia.

    ¿Pudo haber sido un suicida alguien que haya escrito una carta como la que Jorge le dirigió a su hermano Víctor instándolo a dejar de beber, ¡a no suicidarse!?, afirmando que Lo más abominable es el suicida, el avergonzado por la vida y el cínico.[3] Jorge Cuesta pudo haberse suicidado en estado de locura; sin embargo, hay razones para sospechar que su muerte no ocurrió así. Las hipótesis del suicidio son cuestionables a pesar de las notas periodísticas de aquel momento. Atinada o desatinadamente, esta hipótesis la sostuvo hasta su muerte Juan Cuesta, el más joven de sus hermanos, quien vivió con Natalia y Víctor la muerte de su hermano mayor. El suicidio hizo de la muerte de Jorge el centro de su vida, reforzando la imagen del poeta maldito; de allí el interés de cuestionar los acontecimientos que la rodearon.

    En una carta dirigida a su hermana Natalia hacia 1940, Jorge Cuesta le dice: [...] la locura me ha venido de que no sólo nadie me quiso prestar atención, sino de que casi todo el mundo sin tener conciencia de ello o teniéndola, me estuvo entregando a cada momento. Pero en fin de cuentas yo mismo era quien se entregaba.[4] A sesenta y dos años de su muerte es hora de prestarle la atención que no se le otorgó en vida; es el momento de que un biógrafo haga la investigación correspondiente. Muchos elementos deben ser tomados en cuenta, entre ellos el efecto que pudo haber causado en él la ergotina que ingería y la confusión que esto engendró entre los que lo rodeaban, quienes sólo podían pensar en la locura; o la muerte de Natalia Porte-Petit, su madre, una de las personas más importantes en su vida, la cual ocurrió en 1940; y también la golpiza que le mandó dar Vicente Lombardo Toledano el mismo año. Ambos acontecimientos coinciden con la disminución de su actividad creadora y la aparición de las disfunciones graves en su salud mental. Es impostergable la investigación biográfica que nuestro autor merece. Las letras mexicanas se lo deben a uno de los intelectuales más auténticos del siglo veinte.

    El presente volumen reúne, entre otras cosas, aspectos que tocan su vida, reflejados en el Epistolario y la Iconografía. Tras su muerte, sus papeles y libros se desperdigaron hasta el punto de ser irrecuperables muchos de ellos. Por esta y muchas otras razones, Lucio Antonio Cuesta Marín, mi primo y legítimo heredero de Jorge Cuesta, decidió que fuera el Fondo de Cultura Económica quien hiciera esta edición de las obras de su padre, eligiendo así a la más segura y prestigiosa casa editorial del país. Creemos que las adiciones, el reordenamiento, las correcciones y los nuevos apartados le podrán otorgar al lector una visión diferente y refrescante sobre su vida.

    Al aportar algunos elementos de Jorge Cuesta, el hombre, este volumen le rinde homenaje a su vida. Asimismo se lo rinde a Natalia, a Víctor y a Juan Cuesta Porte-Petit, quienes cargaron durante muchos años con el peso de la leyenda.

    Ya terminada esta breve nota, y antes de cerrar la edición, nos sorprendió la muerte de Lucio Antonio Cuesta Marín, hijo de Jorge Cuesta y de Guadalupe Marín, a los 75 años de edad. Poeta, novelista, agrónomo, hombre de izquierda y sin duda el ser humano más afectado por la controvertida muerte de su padre. Sirva esta nota como un mínimo homenaje a quien hizo posible esta edición.

    VÍCTOR PELÁEZ CUESTA

    2004

    [1] Véase en este mismo tomo, pp. 190 y ss.

    [2] Véase en este mismo tomo, pp. 187-188.

    [3] Véase en este mismo tomo, p. 219.

    [4] Véase en este mismo tomo, p. 221.

    PRÓLOGO

    JORGE CUESTA: DE LA LEYENDA Y EL

    MITO A ALGUNOS DE LOS HECHOS

    por JESÚS R. MARTÍNEZ MALO

    Para Ana, Pau y Ber

    [...] un poco más lejos [del grupo de los Contemporáneos], con su obra dispersa, de más difícil acceso, brillaba con el resplandor negro de su leyenda Jorge Cuesta [...] era quizás el único escritor mexicano con leyenda. Las circunstancias de su muerte, la oscuridad de su vida, su pasión y su locura, aumentada y probablemente deformada, pero también mantenida viva a través del raro atractivo que siempre tiene la destrucción voluntaria de una inteligencia, hicieron de su figura la imagen de un destino radical. Sin embargo, la leyenda del hombre no deja ver al escritor.

    JUAN GARCÍA PONCE[1]

    I

    La primera vez que escuché el nombre de Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit fue hace más de treinta y cinco años en boca de Inés Arredondo, quien desde entonces estaba interesada en el poeta cordobés. Ese interés la llevaría, años después, a escribir sobre él su tesis en letras españolas (Acercamiento al pensamiento artístico de Jorge Cuesta), que sería publicada en 1982 con el título de Acercamiento a Jorge Cuesta (SEP-Diana, 1982).

    El paso de los años y la infiel memoria me impiden recordar con precisión lo que en aquel momento me dijo. Sólo recuerdo, o quiero recordarlo así, que algo me impresionó de tal manera que me marcó de forma indeleble. Traicionaría la memoria que guardo, y el homenaje que aquí rindo a Inés, si pretendiera reproducir literalmente sus palabras. Solamente diré que de aquella plática me surgió una pregunta que aún hoy no logro responder totalmente.

    ¿Cómo es posible que alguien tan inteligente como dicen que era Jorge Cuesta se hubiera vuelto loco y que, además, hubiera hecho algo tan terrible como lo que dicen que se hizo a sí mismo?, me preguntaba en aquel entonces en forma un tanto naïf. Con el tiempo pude darme cuenta de que la inteligencia (whatever that means) no está peleada con la locura, que la inteligencia no salva, no es ninguna garantía ni sirve de vacuna a nadie contra la locura. No es loco quien quiere, habría de leer en Jacques Lacan años después. Efectivamente, nadie se vuelve loco por así quererlo, pero lo que también es cierto es que nadie se vuelve loco de la nada.

    Ya formulada de otra manera y, muchos años más tarde, apareció la que sin duda es la pregunta que ha ocupado buena parte de mi interés desde hace mucho tiempo: ¿por qué Jorge Cuesta se volvió loco?

    Así pues, me di a la tarea de saber quién era Jorge Cuesta, y encontré lo poco que se conocía de su vida: en primer lugar lo que alguien sabía y decía y, en segundo, las muy breves referencias que aparecieron en el prólogo de Luis Mario Schneider en el primer tomo de Poemas y ensayos (UNAM, México, 1964); el capítulo biográfico de la que es, aunque incompleta, la magnífica tesis del malogrado —por su prematura muerte— Louis Panabière, el más mexicano de los franceses, a quien también aquí rindo homenaje por su amistad: Itinerario de una disidencia: Jorge Cuesta (1903-1942) (Fondo de Cutura Económica, México, 1983), y, finalmente, Vida y obra de Jorge Cuesta (Premiá Editora, México, 1984), de Nigel Grant Sylvester.

    Si bien ninguno de los textos se pretende una biografía —aunque en el título del tercero aparece la palabra vida—, los elementos que en ellos se proporcionan (y sin poner en la balanza el valor de los análisis que de su obra hicieran Arredondo, Panabière y Grant Sylvester), además de ser escasos, son, en buena medida, poco precisos, cuando no —lo descubrí con el tiempo— abiertamente inexactos.

    El desconocimiento deja huecos que se tienden a llenar con referencias de oídas, provenientes de terceros; referencias indirectas que se transmiten de boca en boca, que conforme pasan se deforman y, al mismo tiempo, moldean, van dando forma a personajes cada vez más legendarios, así como a la creación de mitos.

    Si a esto agregamos una especie de doble pudor al hablar de la presencia de la locura en la vida de Cuesta, como si hablar de la locura demeritara su obra y estigmatizara su vida, por un lado, y, por el otro, mencionarla apenas (¡como si no ocupara un lugar central en su vida!), o hacerlo muy tangencialmente utilizando bellas metáforas poéticas, la cosa se complica, porque el hecho de no hablar de ella abiertamente y sí en cambio pretender negarla —aunque sea a medias— da lugar a nuevos rumores, a nuevos se dice... que no hacen otra cosa más que fortalecer la leyenda, así como enaltecer y elevar al personaje a la categoría de blasón. Éste ha sido el caso de Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit.

    II

    El público no nos recuerda sino por nuestra última obra —se lamentaba Wilde—. Ahora sólo recordarán en mí al presidiario. Esta cita la transcribió el otro de los dos jóvenes extraordinariamente delgados e inteligentes descubiertos por Xavier Villaurrutia en 1924, jóvenes que habían visto asociados sus nombres por vez primera a raíz de una expulsión, de un rechazo, y que, a pesar de sus respectivas timideces provincianas, unieron sus soledades para formar, en palabras de uno, una agrupación de expulsados, y en las del otro, una agrupación de forajidos".

    Gilberto Owen recordaba así al amigo muerto, al entrañable amigo de su juventud, a Jorge Cuesta, con quien esperaba encontrarse en la otra vida para que le explicara su enigmática Crítica del reino de los cielos mientras que —obligado por las grandes zancadas que daba Cuesta— se dirigían a otro Café América diferente de aquel en el que años atrás, en la ciudad de México, pasaban largas horas, retrasando sus relojes, para prolongar las charlas. Otro Café América que Gilberto Owen esperaba que existiera en la otra vida para sentarse a hablar largamente con su gran amigo.

    Al citar el lamento de Wilde, Owen escribía el suyo propio por el grave riesgo de que con su querido Cuesta se cumpliera el designio wildeano. A continuación, Owen escribió su temor: existe el peligro inmerecido de que sólo se recuerde, de Cuesta, el último acto de su vida [...] De su muerte supe por recortes de periódicos que me llenaron de asco y de vergüenza por la prensa de mi país. El espíritu más naturalmente distinguido de mi generación en las notas de la policía.[2]

    Efectivamente, en las páginas policiacas de algunos periódicos capitalinos del jueves 13, viernes 14 y hasta del sábado 15 de agosto de 1942 aparecieron notas al respecto con los siguientes titulares: Sepelio del Ingeniero Jorge Cuesta; El escritor Jorge Cuesta se estranguló con camisa de fuerza; Un conocido escritor murió trágicamente. Se colgó de una reja D. Jorge Cuesta. Pudo ser descolgado aún con vida pero falleció algunas horas después. Estaba en un sanatorio por encontrarse perturbado de sus facultades; Investigaciones en derredor de la muerte de Jorge Cuesta; Se mató el escritor Jorge Cuesta en un sanatorio donde estaba recluido.

    En sólo una de estas cinco notas aparecieron unos cuantos renglones que, plagados de equívocos, pretendieron decir quién fue Jorge Cuesta. Sólo eso, nada más.

    Jorge Cuesta ha tenido el fatídico honor —si es que honor es, y no condena— de haber sido elevado a la categoría de ser el único poeta maldito de la literatura mexicana. ¡Qué gran honor y qué gran gloria! Poeta, pero no cualquiera: maldito, maldito hasta los tuétanos. Maldito en vida, maldito a la hora de su muerte y maldito después de ella. Maldito por la vida que llevó, por la locura que lo desgarró y por las condiciones de su elegida muerte. ¡Qué gran gloria ser un poeta de esta estirpe! De los Nerval y los Artaud, sentado entre ellos en el Reino de los Cielos, seguramente mirará condescendiente a quienes han hecho de él y de su vida una leyenda, un mito, un emblema, el blasón del trágico destino del creador atormentado.

    Si de su vida se conociera y de su obra se hablara y escribiera —por haberla leído— tanto como se ha hecho de lo que llamo el gran edificio del mito cuestiano, Jorge Cuesta dejaría de estar situado en el lugar que ha tenido en las notas rojas (o amarillistas, si se prefiere) y ocuparía el lugar que le corresponde, no sólo en la literatura mexicana del siglo XX, sino que, además, tendría el papel que como precursor del intelectual moderno le corresponde en la historia del desarrollo de la cultura en México (seguramente el mismo Cuesta aprobaría mi uso del en y no del de, pues para él la cultura trascendía cualquier frontera geográfica. Para Cuesta el único compromiso y la única moral que debía tener un creador era para consigo mismo en el mismo acto creativo, libre éste de cualquier demarcación y atadura ideológica, de cualquier filiación y consigna política, de cualquier precepto y prejuicio religioso y hasta de cualquier costumbre y norma social).

    Es cierto, por un lado, que el desconocimiento de su vida ha sido grande y ha ayudado, si no es que provocado, la fantasmagoría, el rumor, el se dice, que han construido, preservado y engrandecido el mito y la leyenda. Por el otro lado, el destino de su obra no ha sido el mejor.

    Cuesta nunca vio reunida en un libro su producción poética ni la escrita en prosa. Desde la primera publicación de un texto en prosa (el cuento La resurrección de don Francisco, en el número 1, de julio de 1924, en Antena, la revista de Francisco Monterde), de su primer texto crítico ("La Santa Juana de Shaw", en la revista La Antorcha, en agosto de 1925) y de su primer poema publicado (Dibujo, en el número 3 de Ulises, en 1927), toda su producción, en vida, se mantuvo dispersa, publicada en periódicos, suplementos culturales, revistas, así como guardada en sus cajones y archivos. Aparte de esto, sólo publicó, en ediciones de autor, El plan contra Calles y Crítica de la reforma del artículo tercero, ambos en 1934.

    No obstante, sabemos que Cuesta tuvo la intención de publicar un volumen de poesía. En los números 2 y 3 de Examen (números correspondientes a septiembre y noviembre de 1932), la revista que creó y dirigió durante su corta existencia, apareció publicado el aviso de un proyecto editorial que nunca se llevó a cabo por la prematura y forzada desaparición de la revista. Se anunciaba, bajo el sello de Ediciones de Examen, la aparición de una serie de títulos, entre los que se encontraba Sonetos Morales de Jorge Cuesta. El resto de los títulos y autores anunciados eran: Cariátide[3] y Complot, de Rubén Salazar Mallén; Edipo, de André Gide; Lota de loco, novela de Salvador Novo, y Tifón, de José Conrad [sic].

    Después de su muerte, sus familiares encontraron en cajas de cartón manuscritos y otras versiones de poemas ya publicados. En septiembre de 1942 (el mes siguiente a su muerte), Octavio Barreda, editor de Letras

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