El 8 de noviembre de 1929, un joven José Antonio Primo de Rivera rendía homenaje «a dos intelectuales henchidos de emoción humana, receptores y emisores de la gracia, la alegría y la tristeza populares». Los homenajeados, que luego se dejaron retratar con él y con su padre —nada menos que el entonces presidente y dictador Miguel Primo de Rivera—, eran Manuel Machado y su hermano Antonio, quien aparece sonriente en la imagen, con ocasión de las cien representaciones teatrales de La Lola se va a los puertos.
En efecto, el poeta republicano por excelencia, que en su conocida composición autobiográfica escribió no solo aquello de «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…», sino también, unas líneas más abajo, «Hay en mis venas gotas de sangre jacobina», mantuvo, aun así, buenas relaciones con los Primo de Rivera. Si