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Las escuelas normales y sus docentes: significados y prácticas educativas
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Las escuelas normales y sus docentes: significados y prácticas educativas
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Las escuelas normales y sus docentes: significados y prácticas educativas

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El viejo normalismo “fundacional” consideraba que la más legítima tarea que tenían que realizar los docentes de escuelas normales era la de “enseñar a enseñar”, es decir, lo que se sigue denominando “formar docentes”. Como si el aspirante a docente fuera una masa amorfa que estuviera esperando con total disposición a que le dieran la forma correcta
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786079894504
Las escuelas normales y sus docentes: significados y prácticas educativas
Autor

Inés Lozano Andrade

Inés Lozano Andrade Sociólogo y doctor en Pedagogía. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor con perfil Prodep. Docente de diversas instituciones de educación superior. Autor y coautor de libros, artículos y capítulos de libros. Ponente y conferencista en diversos eventos académicos nacionales e internacionales. Coordinador de un Cuerpo Académico Consolidado. Profesor-investigador de tiempo completo en la Escuela Normal Superior de México. Zoila Rafael Ballesteros Licenciada en Pedagogía por la Escuela Normal Superior de México, maestra y doctora en Educación. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Investigadores y es docente con perfil Prodep. Autora y coautora de libros, artículos y capítulos de libros sobre formación docente y escuela secundaria. Ponente en diferentes congresos nacionales e internacionales. Integrante del Cuerpo Académico Consolidado “Construcciones simbólicas y prácticas educativas en la formación de docentes para la escuela secundaria”. Profesora-investigadora de tiempo completo en la Escuela Normal Superior de México.

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    Las escuelas normales y sus docentes - Inés Lozano Andrade

    Crítica a la expresión

    formador de formadores

    Elí Orlando Lozano González

    Introducción

    La expresión formador de formadores refiere a las personas que se desempeñan como docentes en las escuelas normales, las cuales, a la vez, tienen como finalidad la preparación profesional de futuros docentes de educación básica. En este entendido, se podría decir que los docentes de las escuelas normales forman a los futuros docentes de educación básica; de ahí la expresión formador de formadores, es decir, docentes de futuros docentes.

    La frase se usa con frecuencia en el contexto de las escuelas normales (aunque también es frecuente en otros espacios), es parte del lenguaje cotidiano. Su uso implica equiparar el concepto de formación al de docencia, que remite al acto de enseñar. Formación como equivalente o sinónimo de enseñanza, este último concepto asociado, en este caso, a la educación escolar. La educación, por su parte, remite al proceso de enseñanza-aprendizaje como conjunto, la enseñanza es sólo parte del proceso (además, el concepto de educación es amplio en sí mismo; también puede hablarse de educación en entornos no escolares, no formales o informales, no únicamente en las escuelas). Es decir, la enseñanza es sólo una parte de la educación.

    La formación, por su parte, es un concepto aún más abarcador, refiere al proceso mediante el cual una persona se constituye a sí misma en el medio cultural donde se desarrolla, pero a la vez, esa persona constituye la misma cultura. Es decir, denominar como formador a un docente de una institución de educación escolarizada formal implica reducir el concepto de formación a un proceso mucho más simple: el de la enseñanza o educación escolar. Atendiendo a diversos autores de renombre que tratan el tema de la formación, nadie puede formar a nadie, sino que es uno mismo quien se forma en el contacto con otros. La expresión formador de formadores denota un uso de sentido común del concepto de formación.

    En este capítulo se analizan, desde un enfoque teórico, las implicaciones que tiene la expresión aludida para con ello distinguir el concepto de formación de otros similares, pero no iguales, como educación, enseñanza, instrucción. La intención es rescatar el sentido clásico del concepto formación como un acto libre y autodirigido realizado por cada individuo mediante procesos de reflexión.

    Por otra parte, hablar de formación como equivalente de educación o enseñanza también tiene implicaciones importantes relativas a la ciencia pedagógica. Por ejemplo, en el hecho de que existe una vasta producción de investigaciones referentes a la formación, y particularmente la formación docente, pero pareciera que el concepto ha ido perdiendo contenido y rigurosidad. Actualmente, a menudo se le utiliza sin mayor rigor conceptual, y se le equipara con otros procesos como escolarización, capacitación o entrenamiento, conceptos que remiten a aspectos mucho más simples y directos en comparación con la auténtica formación.

    Pienso que esta simplificación del concepto de formación atiende a la dinámica social, política, económica y cultural de la sociedad actual, una sociedad donde se demandan resultados inmediatos, eficacia, eficiencia y productividad en todos los sectores de la sociedad. En este contexto surgen discursos que le dan a la educación escolar un gran peso para lograr las metas de desarrollo mundial; así, surgen modelos educativos, como el modelo por competencias, que aterriza las demandas anteriores a través de la formación de sujetos cuyo destino es trabajar para lograr las grandes metas fijadas por los organismos internacionales, las empresas y los gobiernos, mas no por los mismos sujetos.

    Este capítulo busca rescatar los sentidos del concepto formación para destacar sus distintos contenidos (aspectos por demás valiosos y necesarios en estos días, en nuestro contexto) que se han ido perdiendo con el paso del tiempo y la evolución de la sociedad. Entender la formación como un proceso de reflexión, de crítica, de transformación; como un trabajo que cada persona realiza sobre sí mismo, y no como algo que se nos impone desde fuera (y con ello se impone también una visión del mundo, de la realidad y del destino). La formación es, al contrario, la creación de un nuevo horizonte por parte del sujeto para sí mismo y para quienes lo rodean.

    El uso cotidiano del término formación

    La palabra formación es definida por el Diccionario de la Lengua Española como la acción y efecto de formar, tiene sus orígenes en el latín formare, que hace alusión a la palabra forma o, en otras palabras, la figura, la imagen o la apariencia de las cosas. Por su parte, el verbo formar refiere a la acción de dar forma, es decir, a modelar, configurar y definir algo. Se establece, así, un tridente de palabras relacionadas entre sí: forma, formar y formación.

    En este entendido, la expresión formador de formadores remite a una persona (un docente) que modela y forma a otra persona, que a su vez modelará y formará a otros más (estudiantes de escuelas de nivel básico). La noción de formación que impera en esta expresión cotidiana está vinculada, entonces, al acto de formar y a la palabra forma en el sentido explicado en el párrafo previo.

    La relación entre forma, formar y formación es explorada por Venegas (2008), quien menciona que la palabra forma refiere a la estructura o apariencia de las cosas, más allá de su materia. También dice que dicha materia contenida en la forma puede ser modificada por la acción y devenir en otras formas, esto es, la acción de formar. Así, se abre la posibilidad de introducir el concepto de formación en el ámbito pedagógico, vinculado a otras voces que hacen alusión a procesos similares, por ejemplo:

    …información, educar, perfeccionar, adiestrar, enseñar, doctrinar, instruir, dirigir, guiar, enderezar, encaminar y criar. Todos ellos, muestran un campo de significaciones pedagógicas que claramente pueden ser entendidas en la idea de que la formación es efecto de una acción sobre el sujeto y puede ser también la acción a la que se somete el sujeto. En una doble semántica, formación es causa y efecto de la acción por que el individuo es materia potencialmente susceptible de ser modificada. Esta desde luego alude a la condición de educabilidad que posee el ser humano y en esa vía, la formación es correlato de la educación (Venegas, 2008: 24).

    Llegamos entonces al concepto de educación, una palabra también de uso cotidiano en la sociedad moderna. La Real Academia Española (RAE) define la educación como: 1. La acción y efecto de educar; 2. La crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes, y 3. La instrucción por medio de la acción docente. Con esto se confirma la introducción al campo semántico de la formación de las palabras crianza, enseñanza, doctrina, instrucción y docencia.

    Desde el sentido común, que es el tipo de conocimiento propio de la vida cotidiana, todos los términos hasta ahora mencionados son semejantes entre sí, e incluso podrían catalogarse como sinónimos. Expresiones como formador de formadores, recibir una formación, dar una formación, persona en formación, espacios de formación o cualquier expresión común que incluya la palabra formación en un sentido pedagógico remite, desde el sentido común, igualmente a la educación, a la formación o a cualquier otro término de los mencionados con anterioridad: instrucción, enseñanza, doctrina, crianza, entre otros.

    Estrictamente hablando, las palabras mencionadas no son lo mismo, remiten a cosas distintas, parecidas, sí, y hasta interrelacionadas, pero diferentes a fin de cuentas. No son conceptos, sino palabras cotidianas cuyos significados se diluyen y cuyo uso remite a procesos muy similares. Es sentido común, conocimiento que surge desde y para la vida cotidiana y que permanece oculto para la mayoría de las personas, cuando echamos mano del sentido común, por lo regular, no nos percatamos de ello, muchas veces es imposible hacerlo (Soto, 2008: 64). Es decir, nos conducimos en la vida, actuamos y hablamos sin cuestionarnos por qué lo hacemos así, cuál es el origen de nuestras conductas o palabras, por qué las cosas son como son. Simplemente, se acepta que así suceden y así funcionan las cosas y actuamos en consecuencia.

    El sentido común permite a las personas comunicarse entre sí, entenderse, resolver las situaciones conocidas y desconocidas de la vida cotidiana. El conocimiento de sentido común tiene su origen en las interacciones sociales, es una dimensión cultural, pero carece de homogeneidad, precisión y rigurosidad, por ello se opone al conocimiento científico, que goza de mayor consenso.

    Estas diferencias entre sentido común y conocimiento científico se pueden notar claramente en el lenguaje. En el habla cotidiana o coloquial prevalece el sentido común, aquí se usan palabras y su significado preciso pasa a segundo plano, mientras permita el entendimiento entre las personas. En el lenguaje científico o especializado se usan conceptos y éstos tienen un mayor nivel de precisión y rigurosidad.

    En la expresión cotidiana formador de formadores, e incluso en el uso más generalizado de la palabra formación (o sus semejantes, formar o forma), prevalece el sentido común. Dice Venegas (2008: 14): cuando una palabra emerge, tiende a incorporarse, cubriendo otros vocablos de los que no puede separarse o diferenciarse. Así, en sus usos cotidianos, tenemos que palabras como formación, educación, instrucción, crianza, adoctrinamiento, enseñanza, entre muchas otras, significan más o menos lo mismo.

    Pero en un sentido científico, especializado, ninguno de esos vocablos es lo mismo; podrán tener semejanzas y cruces, pero como conceptos, se distinguen entre sí, pues remiten a procesos distintos. De acuerdo con Fullat (1996: 15): los conceptos se definen, son rigurosos. No puede confundirse el concepto de triángulo con el de círculo. El concepto tiene límites, fronteras, precisión, oposición. A diferencia de lo que sucede en las ciencias exactas, en las humanidades y las ciencias sociales es difícil establecer los límites precisos de un concepto con otro, pues no son universales y exactos, pero es exigible a quien se conduce en dichos campos que al menos trabaje rigurosamente sus conceptos, que intente diferenciarlos de otros, que asuma una postura crítica ante ellos, y por supuesto, que los comprenda en profundidad (Bourdieu, 2008). Así, al menos logra trascender el sentido común, o en términos bourdianos, rompe con las prenociones propias de la sociología espontánea.

    En el siguiente apartado se presenta un acercamiento conceptual a los términos de educación y formación para con ello mostrar que, más allá de sus usos cotidianos, no se trata de lo mismo.

    Educación y formación

    Educación

    Intentar definir de manera definitiva y precisa qué es la educación es una tarea imposible. La educación es un fenómeno social que adquiere rasgos dependiendo del contexto histórico donde está sucediendo, se condiciona por los intereses de las clases dominantes y las características de las sociedades (Ponce, 1988). En estos párrafos únicamente se intentará dar un breve panorama al respecto con el único fin de argumentar que se trata de un concepto distinto al de formación. Para ello resulta de mucha utilidad la definición realizada por Dicker (2016), quien le atribuye al concepto de educación tres acepciones:

    Transmitir, distribuir un fondo cultural común de conocimientos, saberes, valores, reglas, por ejemplo (Antelo, 2005). Según ha señalado Puiggrós (2001), esta acción está relacionada con "la raíz edo- (en griego, ‘alimentarse’; edoceo, en latín, ‘instruir a fondo’, ‘enseñar puntualmente’, ‘enseñar algo acerca de algo o alguien’). Se trata de la acción que remite de manera más directa a la enseñanza y presupone que alguien está antes, que dispone de ese fondo cultural y que lleva adelante la tarea de pasarlo a los que llegan después".

    Orientar o ayudar a sacar algo que alguien ya tiene. Esta acepción combina dos sentidos que provienen del latín: educere (hacer salir, extraer, dar a luz) y educare (conducir, guiar, orientar). En la pedagogía moderna encuentra su principal punto de anclaje en la categoría naturaleza infantil, cuyo desarrollo debe ser orientado y no interferido por la acción educativa. Ya se ha aclarado suficientemente que el desarrollo no interferido de la naturaleza del niño no significa ninguna clase de abstencionismo pedagógico; por lo contrario, requiere el despliegue de un conjunto de operaciones muy precisas a las que llamamos, a partir de Rousseau, acciones educativas.

    Hacer algo con alguien, de alguien o, en términos de Antelo (2005), intervenir, meterse con el otro. Meirieu (2001) ha explorado largamente la desmesura de las metáforas que se asocian con esta acción: la fabricación, el modelado, la creación, la producción y el gobierno de individuos y de poblaciones […] Más allá de los enfoques, modelos, instituciones o momentos históricos, la acción de educar contiene siempre cierta fantasía demiúrgica; el educador moderno, dice Meirieu, quiere hacer del hombre una obra, su obra. El punto es que la acción educativa entendida como una operación sobre el otro es, por definición, fallida. […] se trata de una intervención que está siempre en falta con el resultado […], que precisa omitir en algún punto la determinación plena del resultado" (Antelo, 2005, p. 174) (cfr. Diker, 2016: s. p.).

    Por su parte, Ander-Egg (1999) destaca también el carácter polisémico del concepto de educación, pero menciona que el término se usa habitualmente para aludir al conjunto de actividades y procedimientos que, de manera intencional, sistemática y metódica, el educador realiza sobre los educandos para favorecer el desarrollo de las cualidades morales, intelectuales o físicas que toda persona posee en estado potencial (p. 103), aunque actualmente esa concepción se está reemplazando por una idea de la educación como acción recíproca y que trasciende los límites de las escuelas como el espacio educativo por excelencia.

    En un sentido clásico y tradicional, la educación podría esquematizarse como la influencia de un sujeto sobre otro con determinados fines. En la figura 1 se muestra, de manera en extremo simplificada, esta relación. Se observa la relación entre dos individuos, donde el individuo A influye de manera intencionada y planificada en el individuo B.

    Figura 1. Educación

    Fuente: elaboración propia.

    Formación

    El concepto de formación, como ya se planteó, también es polisémico, no existe una definición única y universal. Su uso y significado se adapta y moldea al contexto en donde es utilizado; está cargado de las ideologías y paradigmas de una sociedad en cierto tiempo y espacio (Ducoing, 2005; Lozano, 2017), es vehículo de distintas finalidades, intereses, concepciones y proyectos.

    Así, existen diversas nociones y perspectivas teóricas y filosóficas para entender y definir la formación, pero en la construcción realizada en este trabajo se entiende que la formación refiere al proceso mediante el cual las personas se apropian y construyen cierta cultura (Gadamer, 2012; Hegel, 1984; Honoré, 1980; Yurén, 1999; Ducoing, 2005, 2013).

    Hegel (1984) menciona que el ser humano no es por naturaleza lo que debe ser, sino que en su devenir, va siendo. Menciona que el animal no necesita de formación, ya que por naturaleza es lo que debe ser. Es un ser natural solamente (p. 63). Pero el ser humano, inserto en la cultura y la sociedad, requiere formarse. La superación de la naturaleza es la formación, pero no consiste en no tener impulsos, no se trata de despojarse de la naturaleza animal, sino de controlarla mediante el uso de la razón. Se habla así de formación cultural, se trata del acceso a la cultura. La formación es, en primer lugar, la adquisición de cierta cultura para dominar la propia naturaleza.

    Pero además, tanto Gadamer (2012) como Hegel (1984) dicen que la formación consiste en ascender de la particularidad a la universalidad o generalidad mediante la predominancia de la razón, implica conocer otros puntos de vista y aceptarlos como válidos, actuar con mesura, con prudencia y tacto. Dice Hegel (1984: 64): ir más allá de lo que se sabe y vive de su ambiente inmediato, aprender que hay otros y mejores modos de comportarse y de actuar, y que los suyos no son los únicos .

    En adición, Gadamer (2012) apunta que la formación va más allá de las conductas, habilidades y destrezas, y por tanto, del desarrollo de capacidades o talentos. Considera que en la formación uno se apropia por entero de aquello en lo cual y a través de lo cual uno se forma, de manera tal que en la formación alcanzada nada desaparece, sino que todo se agranda (p. 40). De esta manera, la formación implica un proceso acumulativo que permite ver las cosas de otra manera, cada vez más abarcante. Esto es, en otras palabras, la apropiación, y al mismo tiempo, la construcción de la cultura.

    Entonces, la formación no consiste únicamente en la adquisición o apropiación de una cultura, sino que también implica la transformación de ésta a través del ascenso a la generalidad, que se podría entender como la apertura del individuo a nuevas posibilidades desconocidas para él de acuerdo con la cultura que posee. Esto lleva a la transformación misma del mundo social.

    La formación es transformación del individuo y de la cultura; es salir de sí mismo y acceder a algo más. De acuerdo con Honoré (1980), la formación implica salirse del espacio de confort, enfrentarse a otros escenarios y sujetos que confrontan nuestras prácticas. Es interprofesional e interpersonal, se da en grupo, en la colectividad; la formación sucede a través de la interexperiencia, lo que implica el contacto con otros. Es una actividad compleja, requiere un conocimiento progresivo de la realidad que se da en la relación con los otros y con los objetos, en la interacción con la realidad.

    Honoré considera que la formación sucede únicamente mediante una actividad reflexiva, que distingue de la actividad reflectante, la cual sirve para reproducir lo existente, en todo caso, para discriminar y aplicar; remite a los procesos de transmisión de información, capacitación, adiestramiento o entrenamiento; también se asemeja a los procesos de socialización, que implican integrarse a la sociedad hecha previamente.

    Pero la formación es una actividad que requiere la reflexión, que lleva a la transformación de lo existente, la innovación, la creación, la crítica y la re-significación. Bajo

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