Recientes estudios revelan que los prejuicios de género están presentes en el sistema educativo y que ello contribuye a la percepción errónea que los alumnos tienen de sí mismos, e incluso, influyen en su futuro académico. Además, los estereotipos generacionales se mantienen con fuerza en nuestra sociedad, insertos en el mercado laboral, y contribuyen a su vez a estigmatizar a diversos grupos en base a falsos clichés e informaciones no contrastadas. A pesar de las políticas de igualdad y la globalización, dichas tendencias mantienen su vigencia en la actualidad.
«LOS NIÑOS SON MEJORES EN MATEMÁTICAS», «las mujeres no saben conducir», «los chicos cocinan fatal»… toda una serie de prejuicios generacionales que se han ido transmitiendo hasta el día de hoy, a pesar de las políticas de igualdad, la evidente evolución de la sociedad —al menos en los países más desarrollados— y el ocaso de los valores patriarcales.
En muchas sociedades, la creencia sobre la capacidad intelectual diferenciada por género persiste de generación en generación. Dichas creencias sociales pueden contribuir a la formación de otras individuales, y dicho vínculo puede ser dañino si afecta, a su vez, a las creencias de los niños sobre sí mismos o a su esfuerzo en la escuela. Es lo que arroja una investigación publicada recientemente en la prestigiosa revista científica Nature y realizada a cuatro manos por dos científicos, Alex Eble, de la Universidad de Columbia en Nueva York, y Feng Hu, de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pekín. De la misma se desprende que los estereotipos se transmiten de padres a hijos y de estos a otros niños, contribuyendo a perpetuarlos en la sociedad.
Los investigadores citados analizaron los datos de más de 8000 niños chinos en edad escolar y sus progenitores. Calcularon un factor para cada escolar que reflejaba cuántos padres por aula suponían que los niños varones eran naturalmente mejores en matemáticas que las niñas. El resultado fue el siguiente: cuanto mayor era el factor, más probable era que un niño