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Antai, príncipe de los licanantai
Antai, príncipe de los licanantai
Antai, príncipe de los licanantai
Libro electrónico95 páginas1 hora

Antai, príncipe de los licanantai

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Información de este libro electrónico

Antai es un niño atacameño que cuida los rebaños de llamas de su padre, el jefe del pukara de Quitor. Gracias a las leyendas que escucha en sus juegos, aprende a conocer su tierra y sus costumbres. De adulto inicia una expedición al Norte la que descubrirá las raíces e importancia de su estirpe.
IdiomaEspañol
EditorialZig-Zag
Fecha de lanzamiento30 ago 2016
ISBN9789561229426
Antai, príncipe de los licanantai

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    buenas tardes me complace mucho en comentarles y en escribirles las mas hermosas y elegantes pagina de las mas hermosas vidas y muchas gracias y mas lindas y mas bellas felicidades chao

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Antai, príncipe de los licanantai - Saúl Schkolnik

Viento Joven

ISBN Edición Impresa: 978-956-12-2598-5.

2ª edición: agosto de 2014.

Obras Escogidas

ISBN Edición Impresa: 978-956-12-2599-2.

3ª edición: agosto de 2014.

ISBN Edición Digital: 978-956-12-2942-6.

Gerente editorial: José Manuel Zañartu Bezanilla.

Editora: Alejandra Schmidt Urzúa.

Asistente editorial: Camila Domínguez Ureta.

Director de arte: Juan Manuel Neira.

Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

info@ebookspatagonia.com

©1986 por Saúl Schkolnik Bendersky.

Inscripción Nº 63.544. Santiago de Chile.

© 2014 de la presente edición por Empresa

Editora Zig-Zag, S.A.

Inscripción Nº 239.766. Santiago de Chile.

Derechos exclusivos de edición reservados por

Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.

Teléfono 562-228107400. Fax 562-228107455.

E-mail: zigzag@zigzag.cl / www.zigzag.cl

Santiago de Chile.

El presente libro no puede ser reproducido ni en todo

ni en parte, ni archivado ni transmitido por ningún medio

mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-Rom, fotocopia,

microfilmación u otra forma de reproducción,

sin la autorización de su editor.

Índice

La tierra y los licanantai

Primera Parte · La infancia de Antai

Quitor

Historia de los simapauna cotchaya koiba (Los hombrecitos de las cuevas)

Leyenda del sol y de la lluvia grande

La limpia de acequias

La invitación

Una aventura en el Quimal

La historia del rey Antinao

Leyenda de la ciudad perdida del Quimal

El viaje

Segunda Parte · Las tierras de los Licanantai

La caravana

Historia de los amantes de Chiu Chiu

Leyenda de la laguna de Chiu Chiu

El techamiento

La velada

Leyenda del Alicanto

Historia de una mina

Cuento de la niña con la estrella de oro

Leyenda del Clarunco

Uno de los derechos fundamentales de cada niño es

conocer las raíces de su propia nacionalidad. Solo así

podrá llegar a identificarse con ella.

…y el hombre hizo crecer sus raíces

sobre la cordillera andina…

Domingo Gómez Parra

La leyenda es la narración irreal, pero

con huellas de la verdad…

Paulo de Carvalho-Neto

Estos cuentos no pretenden ser un estudio de la etnia atacameña.

Son apenas una mirada –a vuelo de pájaro– de una de las culturas más importantes forjadas en nuestra tierra. Porque ese pueblo es parte de nosotros, esa tierra licanantai con la que al parecer se identificaban, es nuestra propia tierra.

Hoy nosotros habitamos los pequeños poblados en que ellos vivieron.

Recorremos los lugares que ellos recorrieron.

Contemplamos los paisajes que ellos contemplaron.

Soñamos y amamos… así como ellos soñaron y amaron.

La tierra y los licanantai

Allí, en cualquier meseta podemos encontrar sorpresivas quebradas hundidas por la erosión, en cuyas profundidades corren las suaves aguas de escasos riachuelos y desde donde emergen el aroma y el frescor de la lampaya, la chacoma o de las chilcas.

Riachuelos que combaten el hambre de pueblos y caseríos milenarios, donde la Paatcha –la venerada tierra– es la fuente y el origen de la vida y de la muerte, de la tradición y del progreso.

El paisaje seco, pedregoso y árido, casi metálico en su ocre y violáceo colorido, cobija en sus entrañas ocultas riquezas que esperan. Tierra donde todo insta al esfuerzo y al trabajo.

Pueblos con casas de piedras levantadas en estériles suelos, cerca de los andenes que se descuelgan a las quebradas en medio de la vasta planicie bañada por el sol*.

Durante 11.000 años una sucesión de pueblos cazadores, recolectores, pastores y campesinos conformaron complejas sociedades.

Por fin se asentaron en pequeñas aldeas, donde consolidaron insospechados avances culturales.

Surgió una etnia, un pueblo propiamente atacameño, con sus propios valores religiosos, culturales, políticos y lingüísticos, que vivió en un clima de paz y armonía*.

En cunza, su propia lengua, se llamaron a sí mismos licanantai.

*Basado en Cultura y educación atacameña, de Domingo Gómez Parra.

Primera Parte

La infancia de Antai

Quitor

No hace más de quinientos años, en el pukara de Quitor nació Antai, hijo mayor de Hlacsa, señor de los licanantai.

A los pies del Licancabur, en un océano árido de arena, donde las distancias recorridas solo por un viento callado se dilatan interminables, pequeños oasis verdes manchan las quebradas que se deslizan por el salar.

Allí, en la que baja desde el norte, en medio del silencio, está el pukara de Quitor, recostado sobre la falda de un monte.

Desde su cima pueden dominarse las tierras de cultivo, el río que corre para morir en la arena salada, el infinito desierto y el pukara mismo.

Sus casas de piedra roja y junquillo están construidas sobre terrazas, a las cuales se llega por estrechas callejuelas y empinadas escaleras, que trepan serpenteando desde el pie de la colina hasta la Gran Casa de Hlacsa, allá en la cumbre.

El pukara es una fortaleza infranqueable, cuya única entrada está defendida por una alta y gruesa muralla con troneras. Los otros lados del monte están cortados abruptamente.

Y como un imponente telón de fondo, el volcán Licancabur, solitario como un dios, vela por su pueblo.

Historia de los simapauna cotchaya koiba

Los hombrecitos de las cuevas

Hacía ya varias primaveras que su padre le había dicho:

–Antai, ya puedes cuidarte solo, saldrás con tus amigos a pastorear nuestro rebaño.

Y Antai había partido hacia los altos pastizales, que hasta entonces solo había visto desde el techo de su casa, la Gran Casa en la cumbre del pukara de Quitor.

Porque allí se trepaba el pequeño Antai a

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