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Policarpo y el camino del diablo
Policarpo y el camino del diablo
Policarpo y el camino del diablo
Libro electrónico67 páginas44 minutos

Policarpo y el camino del diablo

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Policarpo, el mismo protagonista de Policarpo en Manhattan y Policarpo y el tío Pablo, vuelve esta vez con una gran historia. Su padre le propone pasar junto a la familia los feriados de Semana Santa en Peñaflor. Policarpo está muy entusiasmado, incluso sin saber las sorpresas inimaginables que vivirá junto a sus amigos. Un mapa en una botella los guiará al Camino del Diablo, recorrido que los llevará a descubrir un gran tesoro, algunos curiosos secretos y a vivir muchas aventuras
IdiomaEspañol
EditorialZig-Zag
Fecha de lanzamiento12 dic 2015
ISBN9789561228542
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    Policarpo y el camino del diablo - Poli Délano

    e-I.S.B.N.: 978-956-12-2854-2.

    1ª edición: diciembre de 2015.

    Gerente editorial: Alejandra Schmidt Urzúa.

    Editora: Camila Domínguez Ureta.

    Director de arte: Juan Manuel Neira.

    Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.

    © 2011 por Poli Délano.

    Inscripción Nº 204.199. Santiago de Chile.

    © 2015 de la presente edición por

    Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

    Inscripción Nº 253.007. Santiago de Chile.

    Derechos exclusivos de edición reservados por

    Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

    Editado por Empresa Editora Zig–Zag, S.A.

    Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.

    Teléfono 56 2 28107400. Fax 56 2 28107455.

    www.zigzag.cl | E-mail: zigzag@zigzag.cl

    Santiago de Chile.

    El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni

    en parte, ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico,

    ni electrónico, de grabación, CD–Rom, fotocopia,

    microfilmación u otra forma de reproducción,

    sin la autorización escrita de su editor.

    Índice de contenido

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    A los niños

    Óscar Tavolari Gálvez

    y Sofía Salas Gálvez

    Capítulo 1

    Llegaron los feriados de Semana Santa y por suerte mi papá, que había sacado ánimo no sé de dónde, se mostró decidido a que fuéramos a pasar cuatro días a la parcela de Peñaflor. Para mí eso representaba el colmo de la felicidad no solo por la libertad de correr, saltar, trepar árboles, subir montes, mojarme los pies en el arrollo del Trapiche, tirar el anzuelo a ver si picaba algún pececito, respirar a todo pulmón, sintiendo la pureza del aire y los diferentes aromas de la naturaleza, sino también porque con mi prima Vero –a la que le diremos Sirenita– y con el Floridor, que vivía por ahí, muy cerca de la parcela, estábamos siempre dispuestos a lanzarnos por los caminos de la aventura. El Floridor Catrilaf era como dos años mayor que mi prima y yo. Su piel blanca y su cabellera casi crespa no hacían juego con su apellido mapuche. Y siempre nos llamó la atención una mancha rojiza que asomaba por su cuello y le llegaba casi hasta la oreja.

    Floridor conocía todos los caminos y senderos. Sabía el nombre de cualquier animal que nos saliera al paso y de los hierbajos y arbustos de la zona; pero lo más importante es que también sabía dónde estaban los nidos de los pájaros, dónde había moras y frutos silvestres. A la señora que hacía las humitas le oí decir que sus papás lo adoptaron cuando era chiquito, pero yo no estaba muy seguro de eso.

    Si dije que mi papá sacó ánimo no sé de dónde es porque su trabajo de profesor parece que lo cansa mucho, y entonces cuando se presentaban ocasiones como esta –la de varios días libres– optaba por encerrarse en su dormitorio y recuperar el sueño que cada noche le quitaban las pruebas que tenía que corregir y las materias que necesitaba preparar para sus clases. Pero cuando íbamos a la casa de Peñaflor, reía, jugaba ajedrez con el tío Gonzalo, cantaba tangos y boleros, mientras mi mamá y la tía Matilde se ocupaban de cocinar para que durante esos días felices tuviéramos siempre cosas ricas de comer, cazuela a veces; otras, pastel de choclo, humitas o pollo a las brasas.

    En las tardes, Sirenita y yo jugábamos al dilema y a las damas chinas. La llamábamos Sirenita, porque una mañana de domingo que fuimos a bañarnos al Trapiche, mi prima se lanzó un piquero perfecto y nadó con mucho estilo por debajo de esa agua transparente. El tío Gonzalo, que es su papá y es poeta, dijo que nadaba como una sirena y que, además, su

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