Ciudades perdidas y encontradas
Pancho huaman inspeccionó la pared de concreto, echó la cabeza para atrás maravillado y sus dos manos se abrieron a lo largo del muro. “¡Un milagro! –exclamó–. Está hecho con un solo bloque de piedra”.
Estábamos en Cusco, Perú, el punto de partida para la mayoría de los viajeros que visitan Machu Picchu. Pancho nunca había estado en una ciudad. Desde que unos misioneros le describieron por primera vez cómo era la vida urbana cuando visitaron su remota aldea, en la selva peruana Madre de Dios, estaba desesperado por experimentar una ciudad por sí mismo.
Y así, en los días siguientes, vi a Pancho enfrentarse a cosas que damos por sentado: sirenas de las patrullas de policía, embotellamientos, enjambres de personas, semáforos, edificios de varios pisos y,
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