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¿Desaparecida?: Stockholm Sleuth Series, #1
¿Desaparecida?: Stockholm Sleuth Series, #1
¿Desaparecida?: Stockholm Sleuth Series, #1
Libro electrónico337 páginas4 horas

¿Desaparecida?: Stockholm Sleuth Series, #1

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Información de este libro electrónico

Ella: una mujer sueca muy atractiva, de aproximadamente 30 años. Él: oriundo de Berlín, de vacaciones en la Suecia rural, en busca de descanso para su corazón herido. Se conocen. Él la encuentra irresistible. Pero antes de que su relación empiece a germinar siquiera, ella desaparece misteriosamente, aparentemente secuestrada por alguien. Entonces Martin acomete la misión de rescatar a Liv de sus captores, con la ayuda de dos detectives suecos en una carrera contra el tiempo – y a través de Suecia. Al hacerlo, tanto Martin como sus intrépidos detectives ponen sus vidas en peligro.

¿DESAPARECIDA? Es el primer libro de la Stockholm Sleuth Series, donde tomamos contacto por primera vez con dos investigadores privados, Elin y Lars. Si usted disfruta de la acción vertiginosa y de los giros sorprendentes, entonces le encantarán las novelas policiales suecas de Christer Tholin.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 ene 2020
ISBN9781071520826
¿Desaparecida?: Stockholm Sleuth Series, #1

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    Vista previa del libro

    ¿Desaparecida? - Christer Tholin

    Copyright © 2019 Christer Tholin

    Stockholm, Sweden

    contact@christertholin.one

    www.christertholin.one

    ––––––––

    Traducción al español de Rodolfo Antonelli

    ––––––––

    Título de la versión original alemana:

    VERSCHWUNDEN?

    Publicada en 2016

    Diseño de Tapa por Anne Gebhardt

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida, ni transmitida bajo ninguna forma ni por ningún medio, incluyendo fotocopiado, grabación, ni mediante ningún otro método electrónico ni mecánico, sin el previo consentimiento escrito del editor, excepto en el caso de citas breves incluidas en críticas literarias y en determinados usos no comerciales autorizados por la ley de derecho de autor.  Toda persona que ejecute cualquier acción no autorizada relacionada con la presente publicación puede ser objeto de cualquier procesamiento penal y reclamos civiles por daños y perjuicios.

    ISBN (mobi): 978-91-985794-0-6

    ISBN (epub): 978-91-985794-1-3

    ISBN (pdf): 978-91-985794-2-0

    ISBN (pasta blanda): 978-91-985794-9-9

    Este libro es una obra de ficción. Cualesquiera nombres, personajes, lugares, e incidentes que aquí se mencionen son tan sólo producto de la imaginación del autor o son utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido con hechos reales, lugares, o personas reales,vivas o muertas, es mera coincidencia.

    A mi esposa

    Contenido

    Parte I

    Miércoles, 16 de septiembre

    Sábado, 19 de septiembre

    Domingo, 20 de septiembre

    Lunes, 21 de septiembre0

    Martes, 22 de septiembre

    Miércoles, 23 de septiembre3

    Jueves, 24 de septiembre5

    Viernes, 25 de septiembre 73

    Sábado, 26 de septiembre13

    Domingo, 27 de septiembre46

    Lunes, 28 de septiembre59

    Parte II65

    Lunes, 16 de noviembre65

    Martes, 17 de noviembre71

    Miércoles, 18 de noviembre29

    Jueves, 19 de noviembre58

    Sábado, 21 de noviembre3

    Domingo, 22 de noviembre84

    Lunes, 23 de noviembre7

    Sábado, 28 de noviembre97

    Martes, 1 de diciembre 305

    Miércoles, 2 de diciembre 308

    Viernes, 4 de diciembre 323

    Epílogo1

    Dos meses después1

    Su Libro Gratis7

    Mi agradecimiento al lector

    Sobre el Autor

    ¿SECRETOS?0

    ¿HOMICIDIO?1

    Su Libro Gratis

    Lea la precuela de la Stockholm Sleuth Series

    Un breve relato de homicidio sobre Lars, uno de los detectives privados de la serie. En esta historia, él todavía está trabajando como policía.

    Junto con su compañero Kalle, Lars es convocado a una casa donde los vecinos reportan una pelea.

    Este caso cambiará la carrera de Lars para siempre.

    ––––––––

    Novela corta exclusiva para los lectores de la serie– descargar aquí:

    www.christertholin.one/free

    Parte I

    Miércoles, 16 de septiembre

    1

    Ya faltaba poco para llegar. Tal vez otra media hora. De alguna manera, el viaje se había prolongado más de lo previsto. Había salido de Berlín al atardecer y había abordado el ferry nocturno desde Rostock hasta Trelleborg. Su camarote económico había sido básico; la noche, corta. El ferry había llegado a Suecia exactamente a las seis de la mañana, pero la ruta de Trelleborg a la casa de vacaciones había sido un tanto complicada. En primer lugar, había que contabilizar el límite de velocidad de la autopista, que era de 110 kilómetros por hora. No todo era autopista, sin embargo, y él rara vez alcanzaba el límite de velocidad de 70 kilómetros por hora en las rutas del condado. De alguna manera, siempre se las ingeniaba para quedar detrás de una larga hilera de camiones. Como fuere, ya casi había llegado. Al menos, su Audi estaba empezando a ronronear—la ruta parecía venirle de perlas.­­

    Martin había colocado las instrucciones para el viaje, del propietario de la casa, en el asiento del acompañante, a su lado. Es sumamente fácil de hallar. Sólo siga las instrucciones cuidadosamente, y asegúrese de conducir muy lentamente hasta el final, de manera de no pasar por alto los desvíos, le había dicho el propietario a Martin cuando recogió las llaves en Berlín. Todo lo que cabía esperar ahora era que las instrucciones fueran correctas y así podría continuar sin dificultades una vez que abandonara la ruta principal. Al principio, su GPS no podía siquiera hallar la dirección.

    Por lo menos el paisaje era espléndido, con numerosos bosques, gran cantidad de prados verdes y exuberantes, y el ocasional lago. Casi no había poblados, y sólo se veían casas aisladas en medio de la naturaleza, generalmente pintadas con los típicos colores rojo óxido, como así también amarillas y celestes. Este era el primer viaje de Martin a Suecia, y sus primeras impresiones le confirmaron la imagen que él se había formado: una naturaleza prístina con mucha quietud. Eso era lo que él necesitaba—por encima de todas las cosas, pensar. Y eso implicaba saber con claridad cómo debía proceder a partir de aquí.

    Hacía ya casi más de un año que Martin se había separado de su esposa y de su pequeña hija Lara. Pero hacía apenas tres semanas que la audiencia de divorcio había tenido lugar, y dicha formalidad lo había afectado más de lo esperado. Ahora tan sólo restaba firmarlo y sellarlo, junto con el régimen de visitas. Y como corolario, su esposa, o mejor dicho, su ex-esposa—planeaba volver a casarse, lo que de hecho dificultaría aún más la relación con su hija.

    Luego de la audiencia con el juez, resultó completamente obvio para Martin que ya no podría continuar de esta manera. Necesitaba tomarse un respiro, reorientarse a sí mismo. Fue entonces cuando descubrió el siguiente aviso: Casa de vacaciones en el sur de Suecia: unas vacaciones en armonía con la naturaleza. Se tomó dos días más para pensarlo, y entonces se decidió y solicitó una reserva, lo que jamás implicaba ningún problema durante la temporada baja. Sí, y ahora ya casi estaba allí.

    Comience por dirigirse hacia Gulsten. Bien, eso fue lo que hizo. La ruta se estrechaba cada vez más a medida que se abría camino a través de los bosques. Luego el paisaje volvía a abrirse, y pudo divisar una pequeña aldea. Tenía que ser Tensta, el lugar de compras más cercano.

    Poco antes de ingresar al pueblo, Martin observó un letrero que decía Koloniområde Öst-Tensta. Dobló en dirección al camino que, a pesar de ser angosto, estaba asfaltado. Luego de algunos kilómetros, el paisaje cambió. Dejó de ser llano y gradualmente empezó a ir cuesta arriba. Una vez más, se internó en los bosques, tal y como el propietario se lo había indicado. En ese punto, se suponía que debía doblar hacia la izquierda en la tercera salida. ¿Pero qué significaba exactamente salida en este caso? Seguramente no este diminuto camino que apenas podía dar cabida a un auto ... ¿o era así? De acuerdo, él ya había pasado uno. Eso estaba claro. El segundo era discutible. De modo que continuó, lo que lamentablemente significó que no resultaba tan obvio en qué lugar debía doblar y mucho menos tan simple como el propietario había proclamado—y todo eso, a pesar de que Martin iba conduciendo muy lenta y cuidadosamente, verificando cada cruce.

    Durante un largo trecho, el camino siguió internándose entre bosques, y continuaba ascendiendo suavemente. Finalmente, apareció otro cruce. Un giro a la derecha conduciría hacia Östergård, pero no había ningún letrero que indicara un giro a la izquierda, tan sólo media docena de buzones para la correspondencia. ¿Cuál fue su decisión? Dobló hacia la izquierda. Aproximadamente 100 metros más allá, el asfalto desapareció, si bien el camino de tierra era completamente transitable, y el terreno también estaba nivelado. De acuerdo con las instrucciones, se suponía que debía elegir la segunda opción a la derecha. Posiblemente, algo—lo que fuera—aparecería.

    Martin había conducido tal vez dos kilómetros cuando llegó a un claro en el camino. Aquí el camino se bifurcaba, donde el giro a la derecha conducía hacia un extremo del claro. Allí se erguía una casa amarilla. Condujo en esa dirección. En la entrada para autos había un Jeep, y sobre la valla del jardín, un gran letrero rezabaHjärtats plats. Martin detuvo el auto. ¿Debería tocar el timbre y preguntar?

    Al descender del auto, Martin se dio cuenta de que no era necesario hacer sonar la campanilla: a un costado de la casa, había una mujer trabajando en el jardín. Había levantado la vista y se apoyaba sobre su pala. Con respecto a su aspecto, usaba ropas de trabajo y su cabello rubio lucía una trenza.

    Disculpe, señora, ¿podría por favor ayudarme? Martin hizo la pregunta en inglés. La mujer se acercó a la valla y lo miró inquisitivamente. Tenía hermosos ojos azules, y su piel estaba cubierta de pecas. Pequeñas gotas de sudor cubrían su frente.

    Podemos hablar en alemán, si le parece, le respondió la señora en un fluido alemán.

    Oh, no me había dado cuenta de que tenía un acento tan pronunciado.

    No se trata de eso. Ocurre que pude ver la matrícula de su auto.

    Ah, bien. Lamento importunarla, pero creo que he equivocado el camino.

    ¿Hacia dónde se dirige?

    He alquilado una casa de vacaciones. Su nombre es, uh ... Le echó un vistazo al trozo de papel. ... ‘Solplats.’ ¿Queda por acá cerca?

    Solplats. Ella lo pronunció Soolpluts. Sí, no está muy lejos de aquí. Todo lo que debe hacer es volver un poco sobre sus pasos hasta el último cruce, tomar el otro camino, y luego virar a la derecha después de aproximadamente tres kilómetros. Es la tercera o cuarta casa sobre la derecha, si no me equivoco. No se puede perder. El nombre figura en grandes letras.

    ¡Genial! Me volvió el alma al cuerpo. No estaba seguro inclusive de si no me había dirigido hacia un callejón sin salida. Según este papel, es la cuarta casa. Pero muchas gracias por su ayuda—y en alemán también. ¿Dónde aprendió a hablarlo tan bien?

    Oh, gracias. Tengo buenas relaciones comerciales con Alemania.

    No, soy yo quien debe agradecerle. Si me vuelvo a equivocar de camino, tenga por seguro que volveré. ¡Adiós!

    Estoy segura de que lo encontrará. ¡Adiós! Ella tenía un hermoso acento sueco.

    Martin subió al auto y dio la vuelta. Se saludaron con la mano, y entonces regresó hacia el último cruce y tomó el otro camino de la bifurcación. Se encontró regresando en medio del bosque. A partir de allí, todo empezó a ir bien: primero, el camino hacia la derecha; luego las tres casas—la roja, la azul, y la roja; y finalmente, la cuarta casa, Solplats, también pintada de rojo. El nombre estaba escrito en grandes letras sobre un pequeño letrero que estaba colocado sobre un poste frente a la casa. El propietario le había explicado que el nombre significaba lugar del sol. Y tenía sentido: el camino se empinaba cuesta arriba, en dirección a la colina, y la casa estaba ubicada en un lugar bastante escarpado en un claro. Desde allí, se podía apreciar un hermoso panorama a través del prado que conducía a un pequeño lago.

    La casa en sí era pequeña, un solo piso con un techo casi negro y los marcos de las ventanas color blanco. El césped que cubría el jardín natural estaba crecido y aquí y allá se veían algunas piedras dispersas. No había ninguna valla, al menos no de este lado. Martin condujo hacia el pequeño espacio para estacionamiento ubicado al lado de la casa. Había llegado.

    Sábado, 19 de septiembre

    2

    Martin se calentaba sus manos en la jarra de café. Las mañanas en la terraza eran frescas, pero el panorama lo dejaba a uno sin aliento. El lago yacía, calmo y quieto, entre las verdes copas de los árboles. Muy cerca de allí se extendía un largo tramo de pradera que albergaba a una manada de ciervos. Todas las mañanas, Martin los observaba, y un día, hasta pudo ver a varios ciervos macho. Se congratuló de haber llevado sus prismáticos.

    El mobiliario de la casa brindaba confort y comodidad, y por el momento, Martin se sentía como en su casa. Había pasado los dos primeros días instalándose y observando los alrededores, y ahora podía dedicarse totalmente a relajarse y a dar paseos. Ya había caminado más que suficiente, aunque apenas había señales de tránsito, de modo que debía tomar muchas precauciones para no perderse. El clima también se había mostrado un tanto esquivo, pero igualmente se sentía a gusto. Esta zona era como un baldío, sin un alma a la vista. Incluso las casas vecinas parecían estar vacías. Pero eso le agradaba—le daría mucho tiempo para pensar.

    Para Martin, una cosa ya estaba clara: estaría en contacto con su hija y aprovecharía al máximo los regímenes de visita. De regreso en su hogar, había considerado romper todo contacto para brindarle una oportunidad a la nueva familia de su esposa. Pero esa había sido una reacción instintiva, y bien sabía ahora que esa oportunidad habría significado para él un gran tormento. Además, no creía que su hija habría estado de acuerdo. Si bien es cierto que su hija estaba más apegada a su madre, su padre también significaba mucho para ella.

    Martin no tenía ninguna intención de entrometerse en la nueva relación de su ex-esposa. Ya lo había hecho con la educación de su hija—tanto él como su ex-esposa habían discutido mucho al respecto. La imagen que de los hombres ya le había transmitido su esposa—no, su ex-esposa— a la niña de cuatro años había sido harto negativa. Después de todo, no todos los hombres eran chauvinistas. Pero Martin había descartado no discutir más sobre ese tema. En los momentos que compartiera con su hija, trataría de brindarle una imagen realista de sí mismo, y esa imagen al menos sería diferente de la que le había pintado su ex-esposa. Aun así, no dejaría de ser una tarea difícil.

    ––––––––

    El día de hoy, el objetivo de Martin sería salir de compras. Las provisiones que había comprado en un pequeño centro comercial en Tensta, en su primer día en ese lugar, ya estaban escaseando. Lo que hacía especial a este supermercado era que estaba abierto todos los días, lo que le permitía no tener que preocuparse por pensar qué día de la semana era. Al mismo tiempo, se había acostumbrado al camino que atravesaba el bosque y descendía por la montaña, sin mencionar el hecho de que rara vez se encontraba con otro auto.

    Una vez en Tensta, Martin condujo directamente hacia el centro comercial, que estaba ubicado en la calle principal. Había una gran playa de estacionamiento que brindaba acceso directo a las tiendas, que se alineaban en forma de L. El supermercado estaba en el extremo más próximo.

    Martin tomó un carrito para las compras e inició su recorrido. Tuvo la impresión de que la selección de productos no era muy variada, aparte del confuso despliegue de productos lácteos. En su primera visita allí, había comprado leche marca Filmjölk atraído por el dibujo de la enorme vaca del envase. Había resultado ser suero de la leche, a la que no era muy afecto y que no era para nada adecuada para tomar con café. Esta vez, compró Mellanmjölk, aun cuando no había ninguna vaca en el envase. La tienda también tenía un gran surtido de pescado, de modo que Martin cogió varios frascos de arenque aderezados con diferentes salsas y los colocó en su carrito.

    Al llegar a la caja, la única mujer que lo precedía estaba envuelta en una discusión con la cajera. Martin la reconoció de inmediato. Era la agradable señora que le había indicado cómo llegar a la casa. Al parecer, tenía algún tipo de problema con su tarjeta de crédito. Dado que ella no lo había visto todavía, él se dirigió a ella.

    Disculpe, ¿puedo ayudarle en algo?

    La mujer se dio vuelta y lo miró. Tenía una seria expresión en su rostro, pero las arrugas en su frente rápidamente se convirtieron en una sonrisa de reconocimiento.

    ¡Oh, es usted! ¡Hola! Sí, la lectora de tarjetas no reconoce la mía, y no traje suficiente dinero en efectivo.

    Me agradaría poder ayudarle. ¿Cuánto dinero necesita?

    Oh, es usted muy amable, y pierda cuidado, que se lo devolveré de inmediato. No es mucho—sólo 260 coronas.

    Ah, no hay problema. Tengo bastante. Afortunadamente, había retirado suficiente dinero en efectivo, dado que había previsto que no podría pagar con su tarjeta de crédito en todos los lugares a donde fuera.

    La rubia vecina de Martin le explicó la situación a la cajera, y ambas mujeres se miraron aliviadas. Mientras Martin le entregaba el dinero a su atractiva vecina, sus dedos se rozaron. Ese breve contacto le produjo un escalofrío. Se quedó petrificado, incapaz de cualquier otra cosa que no fuera mirar fijo. Luego de varios segundos que parecieron minutos, salió de su estado de letargo y pagó por su compra. ¿Habría notado la señora su reacción?

    Una vez colocados sus artículos en bolsas de plástico, Martin y su vecina se encaminaron juntos hacia la salida.

    Le agradezco tanto el que me haya ayudado, dijo ella, y casi sin siquiera conocerme.

    No hay problema. Como mínimo, me dio la oportunidad de devolverle el favor que me hizo usted anteriormente.

    Es usted muy amable. Sus ojos azules le brillaban. ¡Ya sé lo que haré! Usaré una tarjeta diferente para conseguir algo de efectivo, y así podré invitarle a tomar café mañana. ¿Está bien? Entonces podré devolverle el dinero. ¿Qué le parece?

    Me encantaría. ¿A qué hora debo estar allí?

    Alrededor de las tres. ¿Sabe cómo llegar a mi casa?

    Oh sí, se lo aseguro. Ya he pasado por allí varias veces.

    De acuerdo, entonces, hasta mañana. ¡Esperaré ansiosa ese momento!

    Yo también.

    A propósito, mi nombre es Liv.

    Martin.

    "Perfecto. En Suecia, hejdå significa adiós".

    Heydoh. Martin intentó repetirlo.

    No está mal para una primera vez. ¡Hejdå!

    Se marcharon en direcciones diferentes, de regreso a sus respectivos autos. Martin se volvió para mirar a Liv. También era una atractiva mujer vista desde atrás.

    Mientras regresaba a su casa, Martin recordaba su encuentro fortuito. Esperaba ansioso reunirse y pasar el tiempo con otra persona. Se sentía un poco solitario, después de todo, viviendo solo en su cabaña. Además, le pareció una mujer interesante. Se preguntaba si viviría sola.

    ––––––––

    El día transcurrió rápidamente. Martin había pasado la tarde en los bosques, más tiempo del previsto tras intentar hallar un nuevo sendero y haberse perdido. Luego, para empeorar las cosas, comenzó a lloviznar, de modo que regresó a su casa empapado y exhausto. Pero después de una ducha caliente, se sintió mucho mejor.

    Para cenar, preparó pescado y se gratificó con una botella de vino. Sus pensamientos se centraron una vez más en su hija. La extrañaba, y en ese momento, realmente lamentaba que todo hubiera terminado así. Tal vez él mismo lo había simplificado todo para su propio beneficio. ¿No hubo nada más que pudiera haber hecho para salvar su matrimonio?

    En algún punto, Martin finalmente optó por no tener más compromisos, y decidió ignorar las quejas permanentes de su esposa hasta donde pudo. Sí, de acuerdo, si él fuera honesto consigo mismo, se lo podría considerar como chauvinismo. Durante el poco tiempo que pasaba en su casa, se había dedicado exclusivamente a su hija o, de lo contrario, se había concentrado en su trabajo. Con un colega suyo, habían comenzado a realizar una práctica legal en sociedad, y ello le insumía mucho tiempo de trabajo, especialmente durante el primer año. Su indiferencia había enfurecido a su esposa, y había muchas discusiones, aun sobre cuestiones triviales. Y así, de ese modo, Martin se sumergió todavía más en su trabajo.

    A continuación su esposa conoció a Gerhard, y así Martin ya no pudo evitar cómo sería el final. Tampoco lo intentó verdaderamente. De alguna manera, no se preocupó demasiado porque no creía que su esposa jamás llevaría las cosas hasta el límite del divorcio. Pero lo hizo—sin pérdida de tiempo.

    De modo que así estaban las cosas. Otro sorbo de vino, y ya estaría listo para irse a dormir.

    Domingo, 20 de septiembre

    3

    El motor tardó en calentarse en el corto trecho que lo separaba de la casa de su vecina Liv, pero Martin no deseaba caminar. Todavía seguía lloviendo, y el camino estaba lodoso.

    Martin deseaba ver a Liv nuevamente. Ella era una mujer interesante y atractiva. Recordó su respuesta del día anterior en el supermercado, y se preguntaba si hoy experimentaría una sensación similar—al estrecharse las manos, por ejemplo.

    Aparcó el auto a un costado del camino, en el mismo sitio donde lo había hecho la vez anterior. Al bajar del auto, tomó el paquete de galletitas que había colocado sobre el asiento del acompañante. No era el regalo más original, pero no deseaba hacer un viaje extra al centro para comprar flores. A continuación trepó los tres escalones que daban a la puerta principal. No había timbre en la puerta, tan sólo un gran anillo que funcionaba como un llamador, de modo que lo utilizó. No hubo respuesta alguna. Luego de esperar un poco, intentó nuevamente, esta vez un poco más fuerte. Nada. Hizo tres nuevos intentos, con bastante fuerza. Esta última vez había golpeado lo suficientemente fuerte. Aun así, no había ningún indicio de que hubiera alguien en la casa. Martin miró en derredor. El Jeep seguía estacionado en la entrada, y no se veía ninguna casa por los alrededores que hiciera suponer que pudiera estar con alguien de la vecindad. ¿Se estaría duchando? Intentó nuevamente y gritó ¡Hola! Nada.

    Martin se encaminó hacia el Jeep. Cerrado con llave. El capó estaba frío. Caminó alrededor de la casa. En la parte posterior había una terraza semi-cubierta, con una mesa y algunas sillas de jardín. Todo estaba desierto. Caminó rumbo a la puerta de la terraza y espió a través del vidrio. Dentro pudo ver una pequeña mesa de comedor, y a su lado se veía una silla volcada. Algo parecía no estar bien allí. Golpeó sobre el vidrio y volvió a gritar. La puerta se abrió ligeramente: estaba sin llave. Martin la empujó un poco más e ingresó vacilante en la casa. Gritó una vez más, aunque para entonces ya no esperaba ninguna respuesta.

    Aparte de la silla volcada, todo parecía estar normal—un salón comedor y una sala de estar confortablemente amueblados. Se adentró un poco más en la casa. La puerta siguiente daba a la cocina, donde todo lucía inmaculadamente limpio. No había nada que indicara preparativos para hacer café, y la cafetera estaba limpia. ¿Liv se habría olvidado de su cita? ¿O él había malinterpretado todo?

    Martin se sentía incómodo caminando alrededor de la casa sin haber sido invitado, y mientras dudaba entre salir o quedarse, tomó la decisión de mirar en la parte superior del guardarropa que estaba en el pasillo. Allí estaban las llaves de su auto y su celular encendido. Sin estos elementos, era poco probable que se ausentara por mucho tiempo.

    La llave de la puerta había sido colocada en la cerradura desde el lado de adentro. Martin intentó con el picaporte y comprobó que la puerta también había sido cerrada por dentro. Eso significaba que Liv había salido de la casa a través de la terraza. ¿Habría ido a la casa de algún vecino que vivía más lejos? Virtualmente no quedaba ninguna otra opción. O tal vez algo le había ocurrido a ella—quizás se habría caído de una escalera o algo similar.

    Martin decidió investigar. Miró dentro del pequeño baño para huéspedes y a continuación subió los estrechos escalones que conducían arriba, donde había un baño más grande y dos pequeños dormitorios. Pero Liv no aparecía por ninguna parte. Martin bajó por las escaleras.

    ¿Qué debería hacer? ¿Tan sólo regresar e intentarlo nuevamente al día siguiente? ¿O debería esperar, a pesar de todo? ¿Aquí en el salón comedor? Podía imaginarse a sí mismo sentado a la mesa en el momento en que Liv abría la puerta de la terraza. Entonces él le diría, con una tímida mirada: Hola, decidí entrar por mi cuenta.

    No, no le apetecía hacer eso. Martin salió de la casa y subió a su auto, llevándose las galletitas consigo. Contrariado, las vovió a colocar sobre el asiento del acompañante. Entonces decidió conducir su auto hasta las casas del vecindario y preguntar allí. Puso el auto en marcha y condujo a lo largo del camino. Dos kilómetros más tarde, todavía sin ninguna casa a la vista, emprendió el regreso. En el cruce ubicado detrás de la casa de Liv, no se veía más que bosques a

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