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¿Secretos?: Stockholm Sleuth Series, #2
¿Secretos?: Stockholm Sleuth Series, #2
¿Secretos?: Stockholm Sleuth Series, #2
Libro electrónico136 páginas1 hora

¿Secretos?: Stockholm Sleuth Series, #2

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Información de este libro electrónico

En esta novela policial sueca, la novata investigadora privada Elin Bohlander se hace cargo de lo que a primera vista parece un trabajo sencillo: determinar si el novio de su clienta está teniendo un amorío con otra mujer. Elin lo sigue hasta una cabaña aislada ubicada en los bosques, donde ella pronto descubre que lo que está ocurriendo allí en realidad es más extraño de lo que cualquiera podría imaginar. Habiéndose aventurado hasta este punto, ella se da cuenta ahora de que ha tropezado con un nido de avispas y que su propia vida está en riesgo. Pero es demasiado tarde. ¿Podrá Elin ganar la desigual batalla contra una banda de brutales abusadores de niños?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 jul 2020
ISBN9781071555545
¿Secretos?: Stockholm Sleuth Series, #2

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    Vista previa del libro

    ¿Secretos? - Christer Tholin

    Copyright © 2020 Christer Tholin

    Stockholm, Sweden

    contact@christertholin.one

    www.christertholin.one

    Traducción al español de Rodolfo Antonelli

    Título de la edición original en alemán

    GEHEIMNISSE?

    Publicada en 2017

    Diseño de tapa por Rob Williams

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser fotocopiada, distribuida, transmitida ni reproducida ni divulgada bajo ninguna otra forma, sin el previo consentimiento escrito del autor.  Toda persona que ejecute cualquier acción no autorizada relacionada con la presente publicación puede ser objeto de cualquier procesamiento penal y reclamos civiles por daños y perjuicios.

    ––––––––

    ISBN (mobi): 978-91-985792-2-2

    ISBN (epub): 978-91-985792-3-9

    ISBN (pdf): 978-91-985792-4-6

    ISBN (pasta blanda): 978-91-985792-5-3

    Este libro es una obra de ficción. Cualesquiera nombres, personajes, lugares, e incidentes que aquí se mencionen son tan sólo producto de la imaginación del autor o son utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido con hechos reales, lugares, o personas reales, vivas o muertas, es mera coincidencia.

    A mi hija, Anabel

    Contenido

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    Mi Agradecimiento al lector

    Sobre el autor

    ¿HOMICIDIO?

    PRóLOGo

    Agosto 2016

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    Lea la precuela de la Stockholm Sleuth Series

    Un breve relato de homicidio sobre Lars, uno de los detectives privados de la serie. En esta historia, él todavía está trabajando como policía.

    Junto con su compañero Kalle, Lars es convocado a una casa donde los vecinos reportan una pelea.

    Este caso cambiará la carrera de Lars para siempre.

    ––––––––

    Novela corta exclusiva para los lectores de la serie– descargar aquí:

    www.christertholin.one/free

    1

    E

    L tren retumbó dentro de la estación del metro. Elin observó la plataforma, tratando de hallar un letrero con el nombre de la parada: Rådhuset. De modo que había llegado a Kungsholmen, una de las islas principales de Estocolmo y donde ella vivía. Tan sólo dos paradas más hasta su lugar de destino, y desde allí apenas diez minutos hasta su departamento. Otra jornada de trabajo había llegado a su fin, y tal como ocurría casi siempre, una jornada bastante aburrida. No tenía mucho que hacer. Tobías, su jefe, pasaba la mayor parte del tiempo fuera de la oficina, y ella se había limitado a sentarse ante su escritorio y atender el teléfono. Esto no se parecía en nada a lo que había soñado para sí.

    Hacía ya dos años que Elin trabajaba para una empresa conocida como Secure Assist. Solamente había aceptado ese trabajo porque, al principio, Tobías le había prometido que, poco a poco, él la capacitaría para comenzar a realizar trabajo de campo como investigadora privada. Lamentablemente, Tobías no sólo no la había consultado todavía sino que tampoco le había asignado ninguna tarea. Por fortuna, en el transcurso del último año, Lars, uno de los detectives privados, le había solicitado su colaboración en dos casos. Se había tratado de dos casos increíbles, los que le habían dado la oportunidad de demostrar su valía. Es más, ella sola había resuelto casi completamente el segundo caso. Si bien era cierto que, hasta cierto punto, había actuado casi sin autorización, ella sabía muy bien lo que habría ocurrido en el caso de que hubiera solicitado permiso para cada movimiento suyo. Alguien habría obtenido el trabajo, o le habrían dicho que era demasiado arriesgado. Aún ahora, su corazón apostaba todo a este trabajo: su gran sueño en la vida era ser una buena detective. Y su educación la capacitaba perfectamente para ello. Además de haberse graduado en informática, también se destacaba sobremanera en el combate cuerpo a cuerpo. A eso había que agregarle su intuición y su excepcional creatividad cuando de buscar información se trataba. Sin embargo, Tobías seguía prefiriendo a quienes se habían formado en carreras más convencionales; en otras palabras, personas que ya habían trabajado como guardaespaldas o como personal de seguridad—o mejor aún, en la oficina de aduanas o, al igual que Lars, en la policía. La contextura física de Elin también representaba un inconveniente: era pequeña y delgada, en tanto que Lars medía casi dos metros y tenía hombros anchos. Lamentablemente, no había nada que Elin pudiera hacer al respecto, de modo que se esforzó por aparentar mayor dureza física para disimular su escasa estatura. No obstante, ser pequeña a veces podía ser una ventaja—como cuando era necesario ocultarse.

    Dos muchachos jóvenes la empujaron en ese momento, a fin de poder sentarse en los dos asientos libres junto a la ventanilla en el compartimento de Elin. De todas maneras, el tren estaba lleno. Y no era para menos—era la hora pico de una tarde de viernes. Elin los observó. Uno de ellos tenía audífonos, los cables metidos en el bolsillo de su chaqueta, mientras con los pies acompañaba la melodía que solamente él podía escuchar. El otro tenía un smartphone aplicado a su oído y hacía comentarios sobre algún programa novedoso que tenía que comprar indefectiblemente. Mientras el tren avanzaba a gran velocidad, Elin volvió a pensar en su problema. Estaba decidida a conseguir otro caso, preferentemente con Lars. Sin lugar a dudas, Lars se lo debía. Ella ya le había salvado el pellejo dos veces: la primera vez, mientras él yacía en el suelo, inconsciente, luego de una explosión y ella había halado de él para alejarlo de la zona del incendio; y la segunda vez, cuando dos secuestradores de niños lo amenazaban con un rifle. Ambos casos habían tenido lugar a fines del año anterior. Ahora ya era casi verano y, desde entonces, no había hecho otra cosa que permanecer sentada en la oficina donde, además del trabajo administrativo, de vez en cuando había procurado conseguir alguna que otra información, lo que no hizo más que hacerla sentir sumamente frustrada. De nada le habían servido las charlas con Tobías ni las súplicas a Lars. La respuesta era siempre la misma: no había casos adecuados. A decir verdad, la mayoría de los casos consistían en aburridas tareas de seguimiento o monótonas vigilancias, y aun así,  Elin los habría preferido a las rutinarias  tareas administrativas.

    Finalmente, Elin se fijó una fecha límite: si no experimentaba ningún cambio básico en su trabajo antes de fin de año, les comunicaría su decisión. Ya había comenzado a implementar un plan paralelo y había registrado su propia empresa. En Suecia se podía lograr fácilmente, y al cabo de una hora había completado todos los formularios en línea, los había firmado digitalmente y los había entregado. Apenas una semana más tarde, su empresa estaba oficializada. Había elegido la manera más simple de hacer negocios: todo estaba a su nombre y, aparte de un pequeño honorario de inscripción, no le había costado nada, dado que no era necesario contribuir con su propio capital. De modo que ya tenía su propia empresa, la cual abarcaba todas las funciones de un detective privado. Aun así, no sería sencillo administrar un negocio junto con su trabajo actual. Según su contrato, todo trabajo colateral estaba sujeto a aprobación. Elin podría hacer caso omiso de ello: seguramente nadie lo notaría y, de todas formas, lo que ella hiciera en su tiempo libre era de su exclusiva incumbencia. Lo que más la apesadumbraba era el hecho de que lo suyo implicaba competencia directa contra la empresa de Tobías y, en el caso de que ello saliera a la luz, habría motivos más que suficientes para que la despidieran sin previo aviso. Eso también le traía complicaciones a la hora de hacer publicidad: tenía que asegurarse de que nadie pudiera conectarla con los avisos publicitarios. Ya había enviado por correo electrónico algunos avisos, recurriendo a los medios más simples, principalmente varias plataformas en línea. Lo había hecho prescindiendo de usar su propio nombre o el de su empresa y, como domicilio de contacto, había utilizado un email que no guardaba ninguna relación con su nombre, ya que era una cuenta Gmail. Ya hacía dos semanas que los avisos habían estado circulando, y a pesar de haber controlado constantemente esa cuenta, hasta el momento nadie había requerido sus servicios. Era algo más que una prueba al azar, y en realidad desconocía si podría hacerse cargo de algún caso. A decir verdad, se trataba de un trabajo altamente competitivo, y dependía asimismo del tipo de trabajo. Después de todo, ella no podía desaparecer de la oficina así como así y dedicarse de lleno a ello. Siempre que pudiera administrar su negocio por las noches y durante los fines de semana, eso sería factible. ¿Pero para qué preocuparse si todavía no había recibido ni un solo requerimiento? ¿Qué le indicaba eso? Que no pensara en problemas que todavía no tenía.

    Elin volcó sus pensamientos hacia el fin de semana siguiente. Maja, su socia, estaba de viaje. Como instructora de judo y karate, le habían pedido que impartiera una clase de fin de semana en Copenhague, por lo que Elin se encontraba sola y sin ningún plan a la vista. A pesar de todo, había mantenido la secreta esperanza de poder recibir algún pedido de trabajo, pero hasta ese momento, nada. No importaba—ya se le ocurriría alguna otra idea.

    Al detenerse el tren en la estación Stadshagen, Elin aferró su bolso, se puso de pie, y se encaminó hacia la puerta.

    ––––––––

    2

    E

    lin despertó con dolor de cabeza. Demonios, la noche anterior había bebido demasiado. Logró sentarse no sin esfuerzo. Sentía la garganta reseca—¿por qué no dejó de beber luego del segundo trago? Necesitaba desesperadamente una aspirina.  Todavía un poco inestable, se

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