De aprendiz a inversor
Hace poco más de 10 años, cuando Matías Nisenson estaba en los últimos años de la escuela secundaria, todas las tardes salía del colegio y no se iba con sus amigos a estudiar, ni a practicar algún deporte o a su casa. Se encaminaba hacia lo que era su empresa, un departamento prestado donde trabajaba con varios colaboradores. Había creado con su compañero de colegio y socio Luciano Bertenasco su primer emprendimiento de desarrollo de software. Apalancado en la transformación digital de varias compañías que mudaban sus negocios y presencia al mundo de las aplicaciones, los dos amigos iniciaban a las empresas en ese camino. En ese momento, mientras muchos de sus compañeros planeaban el viaje de egresados, él pagaba sueldos a empleados que casi lo triplicaban en edad.
El vínculo entre Luciano y Matías era de
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