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De los triunfos morales al país ganador: Historia de la selección chilena de fútbol durante la dictadura (1973-1989)
De los triunfos morales al país ganador: Historia de la selección chilena de fútbol durante la dictadura (1973-1989)
De los triunfos morales al país ganador: Historia de la selección chilena de fútbol durante la dictadura (1973-1989)
Libro electrónico369 páginas3 horas

De los triunfos morales al país ganador: Historia de la selección chilena de fútbol durante la dictadura (1973-1989)

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No trata solamente de una selección de fútbol, de sus protagonistas y de los medios de prensa que la cubrieron, sino que es una historia que aspira al cruce de lo social, lo político, lo económico y también lo cultural. Se trata de un documentado e interesante relato que se nutre de pasiones y emociones, pero que además analiza, con gran lucidez, aquello que define al Chile que nació de la revolución capitalista de la década de los años 70 y 80: la aspiración de ganar, de sentirse triunfadores, de levantar una copa internacional aunque para ello se recurriera alguna vez a la trampa y al engaño
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2017
ISBN9789563571189
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    De los triunfos morales al país ganador - Diego Vilches Parra

    DE LOS TRIUNFOS MORALES AL PAÍS GANADOR

    Historia de la selección chilena de fútbol durante la dictadura militar (1973-1989)

    © Diego Vilches Parra

    Ediciones Universidad Alberto Hurtado

    Alameda 1869 - Santiago de Chile

    mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726

    www.uahurtado.cl

    Primera edición octubre de 2017

    Este texto fue sometido al sistema de referato ciego externo

    Registro de propiedad intelectual Nº 283.408

    ISBN Edición Impreso: 978-956-357-118-9

    ISBN Edición Digital: 978-956-357-119-6

    Director colección Historia

    Daniel Palma Alvarado

    Dirección editorial

    Alejandra Stevenson Valdés

    Editora ejecutiva

    Beatriz García-Huidobro

    Diseño de la colección y portada

    Francisca Toral

    Diagramación interior

    Gloria Barrios A.

    Imagen de portada: Fotografía de Anselmo Córdova

    Diagramación Digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

    A mi familia, mis más grandes maestros.

    A Johan Cruyff y a todos los que han hecho del fútbol

    una experiencia popular y comunitaria.

    Índice

    Agradecimientos

    Prólogo

    Introducción

    Pequeños pero honorables. Pasando por Moscú, Chile en Alemania 1974

    El fútbol en recesión. La selección y la identidad chilena en la Copa Mundial de España 1982

    Un triunfalismo explosivo. Desde el exitismo en la Copa América a la llama del Maracaná (1987-1989)

    Conclusiones: Chile visto através de su selección de fútbol

    Bibliografía

    Agradecimientos

    Durante la investigación y escritura de este libro han sido varias las personas e instituciones con las que he quedado en deuda. Por eso, a la hora de presentar los resultados de este trabajo, me parece justo y necesario reconocer a quienes me prestaron su ayuda. Originalmente este texto fue presentado como una tesis para optar al grado de magíster en Historia, investigación que fue financiada por Conicyt, a través de una beca de Magíster Nacional. Agradezco la colaboración y diligencia de los trabajadores de la Biblioteca Nacional, en especial a quienes se desempeñan en la sección de Prensa, Revistas y el Salón de Investigadores. También quiero agradecer al Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el cual me ha acogido, con su calidad académica y su formación integral, desde el año 2007. Sin lugar a dudas, este texto no se habría transformado en un libro sin la confianza de Ediciones Universidad Alberto Hurtado, en especial Manuel Gárate que fue el primero en invitarme a emprender este proyecto; a Daniel Palma por hacer las gestiones necesarias para que esto fuera posible; y también a Beatriz García-Huidobro y Alejandra Stevenson que con rigurosidad lo llevaron a una versión final.

    Deseo reconocer la disposición y simpatía que me entregaron Javiera Müller y Marisol Vidal. Mis compañeros Josefina, Felipe, José Miguel, José Manuel, Daniela, Magdalena, Yohad y Cecilia, aportaron frescura y valentía a esta investigación. Pablo Geraldo, quien leyó los primeros esbozos de esta investigación, me obligó a ser más riguroso. Cristine Molina editó y leyó este manuscrito, en su versión tesis, muchas veces. Los profesores Alfredo Riquelme y Nicolás Cruz, en diferentes espacios académicos, que no estaban vinculados a los estudios futbolísticos, me permitieron sembrar varias de las ideas que finalmente han florecido y madurado en esta investigación. Agradezco la colaboración de los profesores Claudio Rolle y Rafael Sagredo. Sus aportes a través de comentarios, críticas y bibliografía, le dieron una mayor profundidad histórica a mis interpretaciones.

    Las precisas observaciones de Fernando Purcell me empujaron a descubrir y construir una hipótesis que englobara los variopintos episodios que en esta historia se tratan. Alfonso Salgado y María Eugenia Parra leyeron el primer borrador completo, aportando importantes comentarios. También agradezco a Brenda Elsey, quien además de compartir bibliografía e insumos conmigo, discutió y leyó este trabajo. Sus comentarios, compromiso y conocimientos sobre el tema me dieron cimientos sólidos desde los cuales levantar mi propio relato historiográfico. Hans Ulrich Gumbrecht no solo me honró con su amistad e interés por esta investigación, sino que también, a pesar de sus muchas responsabilidades en Chile, me invitó discutir parte de esta tesis con él y sus alumnos del Stanford Program en Santiago, permitiéndome, frente a extranjeros, ensayar y fortalecer mis argumentos sobre la identidad y el fútbol chileno. Quiero agradecer especialmente a Pablo Whipple, quien tomó la responsabilidad de guiarme en esta investigación. Evitó, a través de sus meticulosas correcciones, que me perdiera en los intrincados laberintos de las fuentes futbolísticas. A estas alturas, no solo me une la gratitud por haberme formado como historiador, sino que un genuino lazo de amistad.

    No puedo terminar sin expresar mi gratitud a mi familia. Sin su infinita paciencia y apoyo difícilmente habría concluido esta investigación. A mis padres, Rogelio y María Cristina, con quienes compartí y debatí, una y otra vez, mis hipótesis. Las muchas discusiones que sostuvimos, así como sus críticas y consejos, le han dado identidad a esta historia. Ambos han sido mi más importante escuela. A mi hermana Colombina, quien leyó varios pasajes de mi trabajo, le agradezco por intentar cada día construir un Chile más justo y democrático. Su lucha me inspiró.

    Sin embargo, y aun reconociendo mi deuda para con ellos, es mi deber subrayar que todo error o exceso en mi argumentación es de mi exclusiva responsabilidad.

    Prólogo

    Bielsa y la mentalidad ganadora

    Este libro es una historia de la dictadura militar chilena, específicamente de cómo su proyecto de modernización neoliberal transformó decisivamente la identidad y la vida cotidiana de los chilenos. Para hacer este análisis, y también para contarlo, recurro a una historia de la selección chilena entre 1973 y 1989. Es que efectivamente el fútbol, en tanto fenómeno sociocultural, es un objeto de estudio privilegiado para emprender el análisis de las transformaciones identitarias que ha experimentado la sociedad chilena durante el siglo XX. Ha sido especialmente útil para entender las consecuencias y dimensiones culturales de coyunturas críticas de la historia política chilena, tales como la década de 1920 o, como en el caso que nos convoca, el periodo encabezado por la dictadura militar.

    Una parte central, constitutiva, de la historia que va desde el Chile de los triunfos morales al país ganador, es la del desarrollo, implantación y consolidación del discurso de la mentalidad ganadora en la sociedad chilena de fines del siglo XX. Este discurso sobrepasó el ámbito deportivo e invadió la vida cotidiana y pública de la sociedad chilena en su conjunto. O, más precisamente, se volvió un sentido común compartido en el ámbito deportivo justamente porque ya lo era en la esfera pública. El discurso de la mentalidad ganadora podía escucharse tanto en el terreno futbolístico como también asociado a los concursos de belleza y, obviamente, en el ámbito empresarial. En definitiva, la sociedad chilena comenzó a valorar el éxito y, naturalmente, se puede ser un ganador dentro y también fuera de la cancha. Un sujeto exitoso podía ser tanto un deportista como un empresario. De esta forma, y desde la década del ochenta, el discurso de la mentalidad ganadora se relaciona con una forma de afrontar la vida en que el desarrollo, el éxito y el acceso a la modernidad se basan en el individuo y el mercado y no, como ocurrió hasta 1973, en la presión colectiva, social y política sobre el Estado.

    Hoy en día, cuando sin lugar a dudas estamos frente a la época de mayor éxito futbolístico de una selección chilena (bicampeona de América, clasificada en cancha consecutivamente a dos mundiales y finalista de la Copa Confederaciones), es común afirmar que fue bajo la dirección de Marcelo Bielsa que se produjo este tan mentado cambio de mentalidad en el futbolista chileno. La mentalidad ganadora de los integrantes de la actual selección chilena se expresó nítidamente durante su participación en el Mundial de Brasil 2014. Arturo Vidal, consultado por el amistoso ante Alemania de marzo de ese año, declaró que el partido serviría para que España y Holanda nos teman. Meses antes, el capitán chileno Claudio Bravo, aseguró que no vamos al mundial solo a participar, sino pensando en que vamos hacer un mundial increíble. Por su parte, y antes del decisivo partido por octavos de final de dicho Mundial, Alexis Sánchez afirmó que si no estoy convencido de que ganaremos agarro mis maletas ahora mismo y me voy para Chile. Tenemos que tener respeto a Brasil que es el favorito, pero entrar con la mentalidad ganadora. Por ello es que, tras la eliminación ante Brasil –y al igual que luego de perder la final de la Copa Confederaciones ante Alemania–, el capitán chileno fue tajante: No hemos conseguido nada, fracasamos en este mundial. Le incomodaba que lo felicitaran porque entreno para ganar y no para venirme con las manos vacías. En ese contexto ganador, uno de los principales sponsors de la selección lanzó una campaña publicitaria cuyo mensaje era Chile mete miedo¹. Sin lugar a dudas era pretensioso alegar que nuestra selección, históricamente una fuerza irrelevante en el contexto futbolístico internacional, infundiera terror en sus rivales en la fase de grupo de la Copa del mundo, sobre todo si estos eran los vigentes campeones y subcampeones del mundo: España y Holanda.

    Aunque la actual selección se caracteriza por su mentalidad ganadora, lo cierto es que esta misma mentalidad puede rastrearse, al menos en el discurso futbolístico chileno, desde principios de los ochenta. Por ejemplo, en la previa del Mundial de 1982, los integrantes del equipo nacional anunciaban que en España la selección iba a ser una máquina. Para fines de la década este discurso también pudo ser escuchado en el mundo del espectáculo. La prensa chilena destacó justamente la mentalidad ganadora de Cecilia Bolocco, la Miss Universo chilena de 1987, quien afirmó que había ido al concurso para ganar. Como ella misma agregó, no se puede entrar pensando que no se va a triunfar. Esta hambre de gloria también era compartida por la selección chilena. En la semifinal de la Copa de América de ese mismo año, donde se enfrentó a Colombia, Fernando León Astengo fue enfático: La intención siempre que se participa en un campeonato es llegar a la final. En efecto, ese equipo, dirigido por Orlando Aravena, no solo no le tenía asco al juego fuerte, sino que también se caracterizó por su pachorra, personalidad y garra. Sin embargo, tras caer en la final de dicha copa ante Uruguay, y a pesar de que ese plantel desbordaba mentalidad ganadora, la crítica de Carlos Caszely al equipo fue que uno no se puede conformar con segundos lugares.

    No fue, entonces, con Marcelo Bielsa que ocurrió un cambio de mentalidad en el fútbol y la sociedad chilena. Esa transformación, como postula este libro, es anterior y se remonta al efecto cultural que tuvo la implantación de la cultura del libre mercado en la sociedad chilena durante la dictadura militar. Lo que cambia con Bielsa, más que la mentalidad, es la forma de jugar de las selecciones chilenas. Pues, aunque la sociedad comenzó desde fines del siglo XX, a ver el fútbol desde la matriz de la mentalidad ganadora, los representativos nacionales siguieron jugando de chico a grande hasta bien entrado el siglo XXI. Esa distancia entre los deseos de la hinchada, y el periodismo especializado, por un juego ofensivo y la realidad de un equipo que en la cancha se estructuraba defensivamente para no perder contra las potencias, se expresó cuando, irónicamente, la prensa habló de las derrotas estratégicas cosechadas por el seleccionado dirigido por Orlando Aravena en 1989. O, también, cuando miles de hinchas criticaban el estilo ratón del adiestrador Nelson Acosta durante los procesos clasificatorios con miras a Francia 98 y Corea-Japón 2002. En este sentido, la novedad que significó Bielsa fue la implementación de un fútbol ofensivo, vertical, que ocupaba las bandas. Ese estilo, el de un equipo que buscaba ser el protagonista en cualquier lugar del mundo, fue el que se acopló a la mentalidad ganadora que progresivamente ha ido adoptando la sociedad chilena desde la implantación dictatorial del modelo neoliberal.

    Con esto no queremos desconocer el aporte de Marcelo Bielsa para el fútbol y la sociedad chilena, sino todo lo contario. Justamente para dar cuenta de su valor, de su real dimensión, es necesario desligar su figura de una perspectiva de ver el fútbol, la de la mentalidad ganadora, que es profundamente neoliberal. Una visión del fútbol, de la sociedad y, en definitiva, de la vida que es absolutamente contraria a los valores que por años ha defendido y representado el técnico rosarino. Incluso, recientemente, Arturo Vidal ha sido enfático al señalar que Bielsa no tuvo nada que ver. Eso es algo que alguien inventó, lo de que nos cambió. A mí nunca me cambió nada. Para mí no fue el cambio de Chile. Días después el incansable y exitoso volante chileno reafirmó sus dichos al agregar que con Bielsa no ganamos nada². Esta visión también existe en Argentina, donde no son pocos los periodistas que sostienen que Bielsa nunca ganó nada, nunca jugó en primera. Es un fracasado. Es que el propio rosarino reconoce que de ninguna manera creo que yo pueda revolucionar nada. Al menos no hay antecedentes en mi carrera en ese sentido³.

    En efecto, para Bielsa los medios de comunicación, que hoy en día influyen más que la familia y la escuela, se especializan en pervertir a los seres humanos según victoria o derrota. Por ello es que, tras caer sucesivamente en las finales de la Copa del Rey y la Copa UEFA el año 2012, les recriminó a sus jugadores del Athletic Club de Bilbao el haber decepcionado a un pueblo que no lo merecía. El problema no era haber perdido, ya que les recalcó que no era necesario salir campeón para no decepcionar. Ténganlo claro. Más que la victoria, lo importante habría sido perder el miedo a perder y jugar para ganar. En otras palabras, le molestaba la apatía demostrada por los jugadores vascos. El resultado natural de su juventud, de ser millonarios prematuros, sin problemas y, que, por eso mismo, no les importa mayormente lo que pueda pasar, porque tienen resuelto todo lo que va a pasar. Es que el técnico, para ser claros, no se marea con la victoria, ya que considera que ser el mejor te quita felicidad. Te quita horas con tu mujer, te quita horas con los amigos, te quita fiesta, te quita diversión. Por eso es que el gran problema de los futbolistas justamente es que tienen mucho dinero, pero no tienen tiempo para disfrutar el dinero que tienen y lo que el dinero da en términos de felicidad. En palabras del propio Bielsa, el éxito te quita la posibilidad de ser feliz. En suma, desconfía del éxito, ya que considera que el éxito y la felicidad no funcionan como sinónimos. Hay gente exitosa que no es feliz y gente feliz que no necesita el éxito para serlo⁴.

    Sin embargo, todo lo anterior no equivale a sostener que el rosarino carezca de espíritu competitivo y agonal, sino que todo lo contrario. De hecho, lo único que les exige a sus pupilos, y a sí mismo, es comprometerse a luchar dignamente por lo máximo que está en juego. Y ver si lo que hacemos conmueve, o no, al público⁵. Para él, más que ganar o perder, lo importante es jugar y entrenar bien, ya que de esa forma los resultados serán la consecuencia del trabajo realizado. Así, por ejemplo, y luego de perder dolorosa e injustamente ante el Paris Saint Germain, les dijo a sus pupilos del Olympique de Marsella que si bien es difícil aceptar las injusticias, si seguían jugando así como jugaron hoy, de aquí al final del campeonato van a tener el premio que merecen. Acepten la injusticia, traguen veneno, fortalézcanse, que todo se equilibra al final⁶.

    En otras palabras, Bielsa es profundamente crítico del mundo del fútbol que cada vez se parece menos al aficionado, y cada vez se parece más al empresario. Es decir, no ataco nunca, cien por ciento de efectividad, el otro equipo tuvo la pelota todo el partido, erró diez goles, ganó el más pragmático. Es crítico de esa lógica empresarial que si bien permite ganar algunos partidos, no puede ser una lógica aplicada permanentemente, ya que significaría aceptar como algo positivo, y deseable, que el rival tenga la pelota, te pateé veinte veces al arco. Por eso es que considera que no debe producirnos ansiedad que no se premie un proceso que obtuvo menos de lo que merecía. No debería ser objeto de preocupación, ya que la injusticia es muy común. El problema, por el contrario, es que se premie como bueno algo que no es bueno, que es casual, eso sí es dañino para todos. Porque enseña que un atajo te lleva al objetivo; y un atajo normalmente no te lleva al objetivo. Por esa razón argüía que hay que valorar lo merecido y hay que soslayar aquello que no se obtuvo merecidamente⁷.

    De esta forma, lo que valora Bielsa, más que los resultados inmediatos, son los procesos. En conceptos de este libro, y siguiendo a Eduardo Santa Cruz, pareciera que Bielsa ve el deporte desde una perspectiva desarrollista. Una forma que entiende que las derrotas son parte constitutiva del largo, y difícil, camino de formación. Proceso que si es llevado con tiempo, calma, esfuerzo, método, profesionalismo y trabajo debería arribar, tarde o temprano, a la meta. Que entiende que el presente exitoso de la selección es el resultado de profundas, dolorosas e históricas, derrotas futbolísticas. Es que, como subrayó Pedro Lemebel, si muchos chilenos se identifican con el actual plantel, es porque es una selección de cabros pobres de la Pincoya, Pudahuel y Barrancas, que están demostrando que con sacrificio, trabajo y dedicación se pueden lograr los objetivos y alcanzar la gloria⁸. En términos concretos, los dos campeonatos de América y el subcampeonato de la Copa de Confederaciones, son inimaginables sin el sacrificio que significó caer dramática y dolorosamente, por penales y ante Brasil, en octavos de final del Mundial del 2014.

    Aunque era la tercera vez consecutiva que Brasil nos eliminaba de un mundial en octavos de final, por la forma en que sucedió no fue posible calificar la eliminación lisa y llanamente como un fracaso. En efecto, se dejó todo en la cancha. Mientras Vidal jugó cuatro partidos mundialistas cojeando, ya que recién salía de una operación de meniscos, Gary Medel corrió y metió durante más de 90 minutos con un desgarro. El central terminaría reconociendo que nunca jugué con tanto dolor. De esa forma, la selección estuvo a punto de hacer historia, de eliminar a Brasil en su mundial. Jugando al ataque, y con los brasileños de rodillas esperando un milagro, los chilenos se fueron de la Copa del Mundo con la cabeza muy alta. Es que es cierto, se había perdido, pero, como reconoció con dignidad el volante Marcelo Díaz, perdimos en nuestra ley, perdimos porque el rival tuvo más suerte, perdimos sin nada que reprocharnos. La tristeza se mezcló con el orgullo, ya que cuando se pierde haciendo lo que se tenía que hacer, se puede perder mil veces, que no pasa nada. Por ello es que al finalizar el partido, las lágrimas de los brasileños contrastaron con la entereza de los rostros chilenos. Es que a fin de cuentas, a Brasil lo había salvado el palo y por eso no podían festejar. Esa derrota demostró que si bien todos queremos ganar, no da lo mismo cómo. Aunque se había perdido en el marcador, los chilenos habían vencido sicológicamente a Brasil. En definitiva, esta selección demostró que es incapaz de perder, incluso en la derrota⁹.

    En un fútbol como el actual, donde solo sirve ganar, sin lugar a dudas se estaba transformando una derrota tan digna como dolorosa, en un enorme triunfo moral. Producto de que todavía son hegemónicos los valores del éxito, la competencia y el triunfo, esto no podía ser satisfactorio. Por eso es que Jorge Sampaoli, entrenador de esa selección, rápidamente salió a aclarar que si bien se encontraba orgulloso de su plantel, descartaba de plano que se hubiese conseguido un triunfo moral. De esta forma, la humillante derrota de Brasil ante Alemania, por 7-1, sirvió para restarle méritos a la participación chilena en el Mundial. Para Marco Antonio Figueroa era indesmentible que se había quedado eliminado con el peor Brasil de la historia. Las redes sociales se inundaron de críticas en contra de la patética facilidad con que los mediocres gustan de los triunfos morales. No podían creer que se tratara como héroes a jugadores que simplemente se esforzaron para salir de la mediocridad. Para un furioso lector, no había motivos para celebrar por ser eliminados en segunda ronda [...] cien años de triunfos morales, cortémosla de una vez por todas. Incluso, a Claudio Borghi le pareció perjudicial el homenaje que en La Moneda se le rindió al plantel, debido a que daba una sensación de conformismo¹⁰.

    Sin embargo, hoy en día es inimaginable el haber conseguido el bicampeonato de América sin el triunfo moral obtenido en octavos de final del Mundial de Brasil 2014. No solo porque se le ganaron las dos finales a Argentina a penales –también se venció por esa vía a Portugal en la semifinal de la Copa Confederaciones– sino que fundamentalmente porque fue en la derrota que los chilenos se dieron cuenta del potencial de su equipo. Pudieron ver en cancha cómo su juego intimidaba al Scratch, y a los miles de brasileños que repletaron el Mineirao de Belo Horizonte. Ese triunfo moral confirmó algo que sabían en su interior, y que venían practicando desde la época de Bielsa: que tenían un equipo poderoso, que eran fuertes y que eran capaces de ir a jugar a cualquier lugar del mundo, contra el más poderoso rival, de igual a igual con verdaderas opciones de triunfo. Aunque parezca paradójico, fue un triunfo moral el que nos acercó un paso más hacia el éxito futbolístico. Es cierto, como dice Arturo Vidal, un campeón sin lugar a dudas, que Marcelo Bielsa no cambió la mentalidad del futbolista chileno. Bielsa inició un proceso futbolístico cuando el fútbol chileno estaba inmerso en crisis dirigenciales y actos de indisciplina, que permitió que la selección no solo ganara respeto internacional, sino que dos copas América. Pero más importante que eso, es que llevó a cabo ese proceso representando principios fundamentales. Por sobre la victoria y el éxito, el Loco difundió los valores del respeto, el trabajo, el juego limpio, el mérito, el método y la honradez. Y eso, en un fútbol y un Chile neoliberal como el de hoy, es tan subversivo como invaluable.

    ¹ Diego Vilches, A diez centímetros de la gloria. Fútbol e identidad chilena en Brasil 2014, en Alex Ovalle Letelier y Jorge Vidal Bueno (eds.), Pelota de trapo. Fútbol y deporte en la historia popular, Santiago, Quimantú, 2014, 112-114.

    ² Arturo Vidal no se desmarca y reafirma sus dichos. Con Bielsa no ganamos nada, 2017. Disponible en http://www.24horas.cl/deportes/copa-confederaciones/arturo-vidal-no-se-desmarca-y-reafirma-sus-dichos-con-bielsa-no-ganamos-nada-2426219. [Fecha de consulta 25 de julio 2017]. Por qué Vidal reniega de Bielsa, 2017. Disponible en https://www.publimetro.cl/cl/copa-confederaciones/2017/06/23/por-que-vidal-reniega-bielsa.html [Fecha de consulta 25 de julio 2017].

    ³ Nissin Alvo, Marcelo Bielsa -El cambio de mentalidad. La vida de un obsesionado, 2017. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=C7c6rbBrjuo [Fecha de consulta 25 de julio 2017].

    ⁴ Octubre 1984, "Bielsa en el vestuario después de perder las 2 finales (audio), 2012. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=7ybUbzZePlk [Fecha de consulta 25 de julio 2017]. Alvo, op. cit.

    ⁵ Alvo, op. cit.

    ⁶ Viral MC, Arengas inolvidables que te erizaran la piel, 2017. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=HTSiLXi1NM8 [Fecha de consulta 25 de julio 2017].

    ⁷ Alvo, op. cit.

    ⁸ Vilches, op. cit., 114.

    ⁹ Vilches, op. cit., 115-116.

    ¹⁰ Vilches, op. cit., 116-118.

    Introducción

    En la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1972, el presidente Salvador Allende señaló: Vengo de Chile, un país pequeño, pero en donde cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera¹. Diez años antes, el lema del Mundial del 62 (atribuido a Carlos Dittborn) era porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo². Como se desprende de ambas sentencias, a inicios de la década del setenta, aunque se aceptaba que el país era pobre y subdesarrollado, se consideraba que su fragilidad económica era compensada por medio de la exaltación de una excepcional trayectoria institucional, democrática y pluralista. En ese contexto el desarrollo nacional se insertaba dentro de un esfuerzo colectivo y latinoamericano. Sin embargo, para el plebiscito de 1988, la franja televisiva del destacó que Chile era un país ganador, de campeones, que había dejado atrás al resto de América Latina. ¿Qué ocurrió entre 1972 y 1988 para que la representación del país cambiara tan radicalmente? En el lapso de dieciséis años se produjo una violenta revolución capitalista, un acelerado proceso de modernización de mercado que no tenía precedentes en la historia nacional. Según Joaquín Lavín, la metáfora del campesino que pasó luego a obrero industrial y después a oficinista de cuello y corbata, resume también la evolución reciente de la economía chilena³. En otras palabras, la instauración y consolidación del proyecto refundacional autoritario afectó decisivamente la forma en que los chilenos se pensaban a sí mismos y a su nación.

    En concreto, entre 1973 y 1989 se produjeron importantes metamorfosis en los discursos sobre la identidad chilena que pueden ser percibidas, en la forma de un correlato, en los cambios ocurridos al mismo tiempo dentro de la identidad futbolística de los chilenos. En efecto, hasta 1974 predominó en el país lo que Jorge Iturriaga denomina la ideología del fair play, ejemplificada en las palabras de consuelo que Julio Martínez expresó tras la derrota sufrida por Colo-Colo en la final de la Copa Libertadores en 1973: Si para ser campeón de América hay que recurrir a todo lo que recurrió Independiente, yo prefiero que la Copa siga en Avellaneda, y nosotros celebremos este vicecampeonato⁴. En aquella época, los triunfos morales formaban parte de la concepción del éxito deportivo, ya que se consideraba que ser un buen deportista equivalía a ser un buen esposo, padre, trabajador y ciudadano⁵. Por el contrario, hacia finales de la década de 1980, lo fundamental serán los triunfos reales; en este período nos encontramos frente a un Chile que se concibe como un país ganador, y es de esa forma que se le da un significado social a los resultados futbolísticos. En 1987, Jaime Vera, jugador de la selección chilena, expresó: […] desearía que tan solo una vez dejáramos los chilenos de ser tan honrados y tuviéramos un poco de maldad…⁶. En la visión de Vera, que no era una interpretación aislada, los imperativos éticos y morales eran considerados como obstáculos para conseguir la victoria. De esa manera, lo que había cambiado durante la dictadura militar en la sociedad chilena fue, en pocas palabras, el significado del éxito.

    Durante el Chile desarrollista, es decir, desde la década de 1930 hasta la primera mitad de la década del setenta, la prensa inculcaba una concepción del deporte en la que lo importante no era solo ganar, sino participar; en donde lo esencial de la vida no es sobresalir, sino pelear bien⁷. Esta concepción valórica es lo que progresivamente irá desapareciendo a medida que se consolide el discurso triunfalista de la dictadura, cuando la victoria se convierta en el único parámetro para medir el éxito. No es casual, por ejemplo, que la revista deportiva de La Nación, único periódico completamente manejado por el régimen militar, tuviese como nombre Triunfo, mientras que el paradigma de la prensa deportiva chilena bajo el Estado de Compromiso haya sido Estadio⁸. Por lo tanto, es posible detectar una correlación entre la forma en que la prensa construye la representación sociocultural del fútbol chileno y el discurso hegemónico de la identidad nacional en un momento histórico determinado. Mientras los chilenos se consideren parte de un país pequeño, pobre y aislado, aceptarán que la participación de su seleccionado de fútbol en el concierto internacional, sea de segundo o tercer orden y que juegue de chico a grande. Por el contrario, cuando consideren que

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