El 19 de mayo de 1939, pocos minutos después de la nueve de la mañana, el general Gómez Jordana, vicepresidente del Gobierno, además de ministro de Asuntos Exteriores, leyó el decreto en el que se glosaban los merecimientos logrados por el invicto caudillo para que se le impusiera la Gran Cruz Laureada de San Fernando. Franco, vestido con el uniforme del Ejército, camisa azul de Falange y boina roja de requeté, ante centenares de miles de enfervorizados partidarios, recibió de manos del bilaureado general Varela la insignia que tanto ansiaba.
INFANTE POR DESCARTE
Aunque a él le hubiera gustado seguir la tradición marinera de su familia, el niño Francisco Franco Baamonde (sin hache, hasta la Jefatura de Estado) entró en la Academia de Infantería de Toledo unos pocos meses ante de cumplir los quince años.
Así, en el ardiente agosto toledano de 1907, forma por primera vez en el patio de Carlos V como miembro de la decimocuarta promoción de aspirantes al grado de oficial de la Academia de Infantería. En el impresionante alcázar se formaban más de novecientos cadetes que concurrían en los tres años de estancia. Franco, de estatura no tan escasa para un mocito