El teniente coronel George Armstrong Custer contempló ante sí el mayor poblado indio jamás visto por un hombre blanco. El militar no se amilanó ante la escena. Quería sorprender a los siux y cheyenes; con una nueva victoria fomentaría su prestigio y catapultaría sus ambiciones políticas. Los hombres del Séptimo de Caballería estaban igual de ávidos que él por pasar a la acción, e incluso las monturas se habían contagiado del entusiasmo de las tropas. “Contened vuestros caballos, muchachos–afirmó el teniente coronel–, allí abajo hay suficientes para todos”.
La figura de Custer sigue despertando pasiones entre sus detractores y defensores por su papel en Little Bighorn, que se ha convertido en una de las batallas más analizadas de la historia estadounidense. ¿Realmente fue el único responsable de la masacre que sufrieron los hombres del Séptimo de Caballería? ¿Qué papel tuvieron los mandos subordinados? ¿Qué méritos tuvieron los siux?
Tambores de guerra
En 1876, Estados Unidos estaba librando la gran guerra siux (1876-1877) por el control de las Black Hills, entre los estados de Dakota del Sur y Minesota. Un conflicto surgido de las maquinaciones del presidente Ulysses S. Grant, el gran.