Relatos breves para mentes curiosas y un mundo en transición
Por Cayacu
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Si sirven para hacernos recordar algo sobre quiénes somos o hacia dónde vamos como Humanidad; entonces, estas letras ya se sentirán orgullosas y valiosas.
El paso del tiempo, nuestro camino personal y el que vivimos como Humanidad, hilvanan estos variopintos relatos, sólo aptos para mentes curiosas de este mundo en transición.
Estos relatos no terminan aquí, sino que sirven para inspirar los relatos propios de los los lectores cómplices. Relatos que aspiran a jugar con el tiempo, a desafiarlo, y a quedar en evidencia en el futuro.
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Relatos breves para mentes curiosas y un mundo en transición - Cayacu
Relatos Breves
Para Mentes Curiosas y un Mundo en Transición
Cayacu
© Cayacu
© Relatos Breves para Mentes Curiosas y un Mundo en Transición
ISBN epub: 978-84-685-3918-8
ISBN pdf: 978-84-685-3920-1
Impreso en España
Editado por Bubok Publishing S.L.
Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
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"A todos los niños
que se llenan de canas"
Índice
Larga Vida
El Portal
La Hora
Rincón de Cenizas
Epílogo
El Hombre y la Lluvia
Abuelo; ¿Qué ha sido lo más importante que has aprendido hasta ahora?
Criatura
Lo Nuevo
Keita
Más Original y Divertido, o el Planeta Ñ
Estirpe
En la Gran Ciudad
Identidad
La Cuestión Ontológica
Los Callosos y los Manolis
Es Gerundio
¿Y por qué no?
Estás Hech@ y Derech@
El Músico Ambulante
La Carta del Viejo
El Lado Oscuro
El Pozo
(What if...) Los Neutrinos y los Mundos Paralelos
El Colapso Digital
Pido Inmigrantes, Viajeros y Emigrantes
Te Ofrezco Cambiar la Historia
Se va
Hacer Nada
Mirada y Alarido
Tacaño, Plasta y Sacamuelas
Temes
Gracias
Larga Vida
Vivía refugiado en la montaña. Apenas se conocía dónde nacía, pero todo el mundo sabía dónde moría. Contemplaba el paso de las nubes y los giros del firmamento, y por las noches, la luz de la luna se reflejaba en su mirada.
Era de carácter muy discreto, por lo general calmado, y el rumor de su arrullo sólo se descubría casi a los pies de su orilla. Se envalentonaba algo en el deshielo de la primavera, pero cuando más se le escuchaba era en los días silenciosos del invierno. Desde el cielo se ocultaba muy tímido entre los follajes de robles, hayas y fresnos.
Nacía en las alturas de una forma minuciosa. Caía veloz con la pendiente, joven y atrevido, saltaba y expresaba recreándose en pequeños remolinos. En cada salto y torbellino de sus aguas tomaba bocanadas de aire, para que éstas aún fueran más claras y cristalinas. Se nutría de un manantial que aún le mantenía vivo tras semanas sin lluvia. Luego se engrosaba, serenaba y liberaba en el regazo del río.
Sabía que su tiempo era fugaz si se comparaba con la roca de sus cimientos, pero también era casi eterno si lo hacía con los animales que se acercaban hasta él.
Aceptaba con agrado cualquier cantidad de agua que las nubes pasajeras quisieran ofrecerle. El orgullo no tenía para él ningún sentido. Era pequeño, pero alimentaba a otros más grandes. Su obra era valiosa por pocos a los que diera de beber y limitadas fueran sus vidas. Esculpía la montaña en su lecho, y al mismo tiempo, los torrentes anuales y el tiempo metamorfoseaban sus formas.
Él era un universo para seres infinitesimales, un mundo necesario para otros seres de piel fina, y un destino oportuno para otras criaturas migrantes.
Vivía siendo consciente de que no era más que una simple forma, que canalizaría una materia y energía en su seno hasta desaparecer. Su ser dependía de otros, tanto como otros dependerían de él mientras viviese.
Como una pincelada sinuosa en el paisaje, apreciaba siempre con el mismo juicio cualquier cambio que mudase el entorno de su recorrido, pues dormía sabiendo que él era un eslabón más en la historia del lugar.
Otro año más le veía respirar con los cambios de estación; rodando cantos, moldeando orillas, cuidando frezas, auxiliando la sed, exhalando frescor, siendo cosquilleado por zapateros, aliviando el ánimo del montañero, compartiendo agua, comunicando lugares y tejiendo la vida de su medio.
Larga vida a cada arroyo.
El Portal
- ¿De cuánto tiempo crees que disponemos?
-No lo sé. Debería estar abierto ahora. Puede que tengamos que volver a intentarlo dentro de tres días.
- ¡Entonces aún hay tiempo de ver la Villa! ¡Muéstramela antes de volver! Dadme ese privilegio.
-No estoy seguro, Sebastián. ¿Qué contarías al regreso? Eso lo podría cambiar todo, o más probablemente, te tomarían por loco. ¿Tienes claro que no deseas quedarte?
- ¡Pues claro! Los míos y todo lo que conozco está allí.
-Entonces, hazme una promesa. Te enseñaré lo que quieras de mi mundo si no cuentas nada a tu regreso, y si lo haces; deberá ser como una fábula. En cualquier caso, no dejar nada escrito. ¿Tengo tu palabra?
-La tienes.
-Muy bien. Entonces, así sea. Pero antes, me prometerás dar cumplimiento a unas reglas en el tiempo que estés aquí.
-De acuerdo, ¿cuáles son tales?
-En primer lugar, sea lo que sea lo que vean tus ojos, mantén la calma. Permanece en todo momento a mi lado, sin alejarte. Puedes hacer todas las preguntas que desees. Yo te responderé cuanto sepa y velaré por tu protección. En segundo lugar, obedece a todo aquello que te indique. No te dirijas a nadie. Procuraremos no llamar la atención durante los próximos tres días. Ahora, nos subiremos a mi coche. Ya te he hablado de esa máquina. En una hora llegaremos a la ciudad.
-No es posible tal cosa. ¿Acaso no distan unas 7 u 8 leguas y ya nos alcanza el ocaso?
-Ya verás. A partir de ahora muchas cosas te dejarán de parecer imposibles. Confía en mí como yo confiaré en ti. Tus ojos ya hablan por ti, Sebastián. Subamos al coche. Está en aquel recodo.
***
-Sebastián, ¡Sebastián!... ¡Dime algo! ¿Estás mareado? Aprietas muy fuerte las mancuernas. No has dicho nada desde que comenzamos a ver la ciudad. ¡Sebastián, háblame!
- ¿Cómo? ¿Cómo...? ¿Cómo podemos avanzar tan veloces? Los edificios, las alturas... ¿Qué son esos materiales? La luz, la luz, tantas luces... ¡sin llamas! Máquinas, muchas máquinas... ¿qué es eso? La gente... ¿cómo sale tanta gente en plena noche? Muchas mujeres solas... ¿Cómo hay tantos ancianos? ¿De dónde son esas gentes? ¿Todo esto son palacios o castillos? ¿Ya hemos pasado las huertas? No las he visto. No hay animales, ni hierba si quiera, ¿Qué es...? ¡Mira eso!
-Sebastián, ¡Sebastián! ¡Calma! No puedo mirar a todo lo que señalas. ¡Estoy conduciendo! Escucha, puede que me haya equivocado. Procura no decir una palabra hasta que lleguemos a casa. Una vez allí, podrás hablar y preguntar cuanto quieras. Relájate. Ya estamos llegando.
***
-Adelante. ¡Ésta es mi casa! Pasa. Ésta que ves aquí, será tu alcoba. Esto es la cocina, y ésta es la letrina. Aquí dormiré yo. Y esto es el salón, dónde hablaremos sobre todo lo que has visto hasta ahora.
***
- ¿Sebastián? ¿Aún sigues dando al interruptor? ¿Qué tal has pasado la noche? ¿Has dormido algo? Aún es temprano.
-Apenas he conciliado el sueño. Si no fuera por lo que trasnochamos anoche conversando, ahora llevaría dos horas en pie. ¿Desayunais algo? ¿Dónde se encuentra el pozo?
-Enseguida me ocupo del desayuno. No tenemos pozo, pero te mostraré algo. ¡Acompáñame! Bien. Agarra ese extremo metálico que ves. Ahora, elévalo con suavidad.
- ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Agua!, ¡Agua!
- ¡Exacto! Es una fuente. Puedes beber cuanto quieras con tranquilidad y lavarte con ella.
- ¡Sin duda