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La noche cerca
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Libro electrónico62 páginas21 minutos

La noche cerca

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Seis años después de la elegía dedicada a las víctimas del terrorismo con el poemario Los desiertos verdes, publicado por Renacimiento en esta misma colección, Juan Gil Bengoa vuelve a hablarnos sobre el miedo, no sólo a la inquisitoria angustia de sentirse desplazado en la misma tierra de origen, sino también del miedo a los sucesos imprevistos y cotidianos que rodean la existencia: el paso del tiempo, las crisis sentimentales, los abandonos y sus desolaciones, las enfermedades incurables; todos los pasos que, ineludiblemente, nos van acercando a la noche.
IdiomaEspañol
EditorialRenacimiento
Fecha de lanzamiento31 mar 2014
ISBN9788484727323
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    La noche cerca - Juan Gil Bengoa

    Juan Gil Bengoa

    LA NOCHE CERCA

    Calle del Aire · Renacimiento

    © Juan Gil Bengoa

    © 2012. Editorial Renacimiento

    Diseño de cubierta: Equipo Renacimiento

    ISBN: 978-84-8472-732-3

    A mis padres

    La ausencia es una casa

    con radiadores helados.

    Joan Margarit

    LA NOCHE CERCA

    La tarde que murió mi hermana

    reinaba una penumbra discreta acompañando el sofoco

    de su último

    agónico verano.

    Con pesaroso sigilo, él entró portando

    una bandeja de pastas

    en cuyo centro un donuts brillaba de húmedo azúcar glass.

    ¿Lo quieres, cariño?, porque si no me lo voy a comer yo.

    Anulada la prudencia, el mullido dulce amortiguó

    los bocados tiernos y mi hermana se mordió los labios

    de silencio en punto al infinito.

    FINGIDORES

    La cosa prometía: noche en Carcassone, densos

    perfumes de Grasse, paseo por San Remo y tres

    días de gloria en Positano.

    Pero

    había que deshacerse de Piti y Andi. Los peces de los niños.

    La noticia la dimos la víspera. Primero fue una buena

    llorera. Una morrocotuda llorera. Los jodidos peces me

    habían costado más de una carrera nocturna al video-club

    de la esquina a por la dichosa agua mineral. Con tanto cloro

    en el grifo ni de coña hubiesen sobrevivido. Los he visto

    varias veces boquear en la superficie anunciando su asfixia.

    Y siempre salvados in extremis. Pero ahora había que

    deshacerse de Piti y Andi. En el estanque de la Misericordia

    iban a estar de maravilla. Mi mujer dijo de llevarlos

    a la tienda donde los habíamos comprado hacía cuatro

    meses. Pero quedaba más lejos. Y yo solté un discurso

    estúpido sobre la libertad que pareció menguar

    las lágrimas de los niños. Así que los sacamos

    de la pecera y los metimos en una bolsa con agua. Mineral.

    A

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