El Rey ha Muerto
Por Cristina Origone
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¿Dónde puede terminar la inseguridad inherente a la existencia humana y el miedo al juicio de los demás? Giovanni tiene cincuenta y ocho años, es un hombre sencillo y vive en una pequeña ciudad en el interior de Liguria. Cuando una mañana se levanta de la cama y no encuentra a Alina, no se preocupa; No es la primera vez que, después de una discusión, se levanta temprano y va a la panadería de la ciudad para comprar pan y focaccia caliente para ser perdonada. Pero tan pronto como descubre que ha desaparecido con sus ahorros, se ve superado por un vértigo: Alina ha regresado a Rusia y lo ha abandonado. Al principio, apenas lo cree, pero cuando se da cuenta de la situación, se siente traicionado por el orgullo y trata de detenerlo mintiendo a todos. Pero la mentira lo arrastrará a un vórtice, donde las dudas comenzarán a atormentarlo: ¿qué le pasó a Alina? A partir de este momento su vida cambia, la paranoia de ser juzgado por sus compañeros del pueblo lo hará recelar de cualquiera, incluso de sus amigos más cercanos, y lo llevará a ver y escuchar cosas que no existen. Hasta que descubra la verdad. ¿Podrá Giovanni aceptarla? 'El rey ha muerto' es una historia dramática que narra la historia de un hombre que se siente dueño absoluto de su mujer y la desaparición de su pareja le revelará sus límites y la rigidez que siempre ha obstaculizado sus relaciones, obligándolo a hacer las cuentas consigo mismo.
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El Rey ha Muerto - Cristina Origone
El rey ha muerto
Cristina Origone
Cuando el jaque mate es inevitable,
El jugador derriba voluntariamente a su propio Rey.
Esta es una obra de fantasía Nombres y personajes, y hechos son fruto de la imaginación del autor y no deben considerarse reales. Cualquier semejanza es del todo casual.
Capítulo I
Se sentía exhausto, la migraña le pulsaba en las sienes y el sueño era un recuerdo lejano. El clavo comenzó a doblarse y Giovanni lo enderezó con el martillo, mientras que la puerta de la cantina se azotaba por enésima vez.
Se había despertado al alba y Alina no estaba en la cama. Fue a la cocina, pensando encontrarla tratando Había ido a la cocina, pensando en encontrarla preparando el desayuno, pero la cocina estaba vacía. Nada de café en el fuego, nada de bizcochos con mantequilla en la mesa y nada de sonrisa de Alina que le solía dar los buenos días. No había ni siquiera abierto las persianas; Giovanni se había quedado por unos segundos inmóvil en la estancia para escuchar el rumor de la lluvia que descendía ininterrumpidamente desde hacía unas horas. En el aire había un aroma de detergente con limón para platos mezclado con el perfume de vainilla que usaba Alina No era la primera vez que, la mañana siguiente a una pelea, ella se levantaba temprano e iba a la panadería del pueblo a comprar pan y focaccia caliente para que la perdonase.
Tomó algunos clavos de uno de los contenedores en desorden que había en la barra, luego tomó una barra de madera y clavó la puerta. Hacía meses que debía ajustar la cerradura y estaba cansado de escucharla azotarse.
El apartamento donde vivía Giovanni había sido tallado por un gran artesano de su padre, que como especialidad hacía carpintería; se encontraba en la primera planta y Giovanni nunca había dejado aquella casa aislada y un poco alejada de un pequeño poblado del interior de Liguria, a media hora del mar. Siempre había vivido con sus padres y se había ocupado de ellos hasta que le faltaron. Su padre había muerto de improviso hacía varios años, luego de un ataque cardíaco, mientras que la enfermedad de su madre había durado por mucho tiempo; por esto Giovanni había contratado a Alina, para que lo cuidase y se ocupase de las labores domésticas.
Tomó una fotografía y la