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La Gatita Que Quedó
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La Gatita Que Quedó
Libro electrónico154 páginas2 horas

La Gatita Que Quedó

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La Gatita que Qued...
Los propsitos temporales de la vida, cambian segn
el tiempo que se vive, aun cuando el destino final
es firme. Juvinna es una historia ficticia, y a la vez
real de alguien que ha vivido su entera vida, en un
contraste marcado de pruebas y aflicciones, algunas
no buscadas, otras con invitacin.

Cansada de correr, entre gemidos,
con sus manos removi un poco
sus lgrimas y se detuvo en la
puerta del cafetn para pensar y
tomar un poco de aire, estaba
exhausta y temblando por el fro que penetraba en
su cuerpo, aunque su alma tenia un invierno duradero.

En una noche lluviosa, mientras la gente de la ciudad dorma
en su mayora, se escucha el correr acelerado y agitado de
alguien que escapa de sus pensamientos, queriendo evadir
sus sentimientos, aunque ellos van adelante esperndola
hasta donde repose para tomar nuevas fuerzas en su
carrera sin fin.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento2 may 2013
ISBN9781463356248
La Gatita Que Quedó
Autor

Diego Marroquín

Nacido en la ciudad de Guatemala, el tercero de 5 hijos varones. Vivió y creció en una linda ciudad llamada Chiquimula, "La Cuna de La Cultura" Se graduó como maestro de educación primaria en un instituto para varones, INVO por sus siglas en 1982 y luego se trasladó a Estados Unidos en 1990 en donde su vida dio un giro de 180 grados. En ese país ha trabajado en diversas ocupaciones para sustentar a su familia que consta de su esposa y dos hijos. Aprendió música, y diseño gráfico y actualmente sirve como pastor en Iglesia Familia de Dios. En su tiempo como conductor de camión por el desierto ha sido inspirado a escribir y ahora lleva a cabo el más grande reto de su vida, transformarse en un escritor profesional. La Gatita que Quedó es su primer obra literaria con sentido de ficción con propósitos de motivación a la vida.

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    Vista previa del libro

    La Gatita Que Quedó - Diego Marroquín

    INDICE

    Prólogo

    Introducción

    Los Comienzos

    Abuela Juanita

    Un Milagro En Desarrollo

    Río Inesperado

    Día Nuevo

    Un Nuevo Comienzo

    Interna Restauración

    Enamorada

    Una Ala

    El Milagro De La Vida

    Una Buena Noticia

    Día Torcido

    La Traición

    El Cambiatto

    Zapatos De Fiesta

    Lente Quebrado

    Grito Ahogado

    Tocando Las Estrellas

    Pelo De Gato

    Viento Que Arrebata

    La Gatita Regresó

    Epílogo

    Dedicación

    Todo lo que pueda llegar a ser o hacer lo debo primeramente a mi Dios y Señor Jesús, quien por el mundo se dio para perdón de pecados, incluyendome a mi. A mis padres por haberme traido a la vida. A mis tíos y tías que me sostuvieron en mis días de mi niñez y juventud. A mi esposa Siria, compañera, amiga y amor de mi vida. A mis hijos Luis y Judith, fruto del amor.

    A mis hermanos, Carlos, Julio, Luis e Ivar. A la congregación Familia de Dios en la ciudad de Whittier, escuela y cuna de mi desarrollo espiritual. A todos mis amigos que aún en la distancia y sin saberlo muchos de ellos, están en mi memoria y mente. A ti lector que prestas un poco tu atención a un autor desconocido con algo que contar, y a todos aquellos que luchan en esta vida:

    Hasta encontrar descanso en el mejor lugar

    PRÓLOGO

    C ADA MOMENTO DE la vida deja memorias en nuestro corazón, algunas tristes otras alegres. No podemos, aunque intentamos muchas veces tener mas momentos de alegría que de llanto, el mantener la constancia en los eventos de nuestra existencia de acuerdo a lo que nosotros deseamos. Luchamos por obtener lo mejor pero nos encontramos con altibajos que nos hacen perder la esperanza mas de una vez.

    La Gatita que Quedó lleva entre sus páginas la historia ficticia de una joven que encontró en su vida muchas dificultades sin buscarlas y sin planear tuvo que encontrarse así misma luchando por lo que más deseaba, como la mayoría, ser feliz. Nunca pensé poder escribir un libro como éste, no fue planeado sino como un regalo de lo alto llegó a mi corazón, en lo cual encontré muchos retos y muchos eventos que conllevan lágrimas, risas y emociones indescriptibles. Cada capítulo expresa las emociones intensas de un alma en anhelos y deseos, que a la vez tienen retos exteriores, aunque en realidad los mas difíciles son los internos. Cada evento descrito tiene la intención de ayudar a todo aquel que disponga su corazón a leer esta obra, de ayudar en la mejor manera, sea esta aún mínima, de estimular la observación y el deseo de superar las adversidades en las que se encuentren cualquiera que éstas sean.

    El escribirlo me ha llevado aproximadamente dos años desde su comienzo inicial que surgió como una pequeña historia. La introducción comenzó a ser escrita en inglés, siendo este mi segundo lenguaje y luego fue terminado en español. El nombre del personaje central, Juvinna, surge de la idea de la palabra júbilo, habiendo tomado las dos letras iniciales para componer este nombre, al cual se le añade Anna, que es catalán y es la forma mas acertada, ya que el nombre proviene del hebreo Hanna que deriva de Hanaya (Annanias) que significa Dios se ha compadecido.

    En la historia Juvinna conoce al amor de su vida con el nombre de Jan cuyo significado es, Dios es misericordioso. De este amor nació Jaan, el cual significa vida o gracia de Dios. Cada nombre tiene el propósito de exaltar atributos de Dios, aunque en algunas acciones, los personajes algunas veces muestren lo contrario a la divinidad. Es mi deseo que cada lector encuentre de alguna manera una parte de sí mismo al leer esta primera obra novelística con propósitos de beneficios espirituales y de superación personal.

    Pastor Diego Marroquín

    image1.jpg

    INTRODUCCIÓN

    E N UNA NOCHE lluviosa, mientras la gente de la ciudad dormía en su mayoría, se escucha el correr acelerado y agitado de alguien que escapa de sus pensamientos, queriendo evadir sus sentimientos, aunque ellos van adelante esperándola hasta donde repose para tomar nuevas fuerzas en su carrera sin fin. Aquella noche, para unos era de descanso, algunos lo consideraban de fiesta, otros de conversación, pero para Juvinna era la noche de su más sorprendente cambio.

    Eran las 11:44 de la noche, Juvinna corría y corría, intentando escapar, en gran ansiedad, por las húmedas calles de una ciudad embriagada de celebraciones en un día viernes por la noche. La lluvia caía como para ocasionar un desbordamiento, aunque para Juvinna, eso era lo que menos le preocupaba. Sus lágrimas corrían mezclándose con la lluvia y caían a tierra, sin causar ningún efecto en nadie mas que en su propia alma. Entre sollozos y suspiros, llegó hasta el famoso cafetín italiano, Cambiatto, un lugar donde el acordeón invitaba a un momento de calma y relajamiento, pero para Juvinna, era otro el momento.

    Cansada de correr, agitada y con gemidos. Con sus manos removió un poco sus lágrimas y se detuvo en la puerta del cafetín para pensar y tomar un poco de aire. Estaba exhausta y temblando por el frío que penetraba en su cuerpo, aunque en su alma había un invierno duradero. Ella observaba, con su ceño fruncido hacia afuera, en las calles, con furia, con el mismo coraje que la empujó a huir con lágrimas y con odio desbordante en la mirada. Mientras sus lágrimas brotaban dejando no sólo huella en sus mejillas, sino en su corazón, se acomodó para reposar sobre el marco de la puerta. Un hombre sentado en una mesa del cafetín, con sombrero de ala, su saco negro, el que acostumbraba, muy elegante en su postura, levantó un poco su rostro, sin poder verse con detalle la figura de su perfil, tan solo su mentón y el labio inferior, con voz suave y penetrante preguntó:

    —¿Puedo ayudarte?

    Aquel hombre disfrutaba de un café expreso, al cual siempre le añadía, tres gotas de leche pura y tres gotas de miel del panal. El aroma era algo casi adormecedor, y llenaba todo aquel lugar, pero para Juvinna no era algo digno de llamar su atención. Sobre la mesa estaba una vela, la llama, moviéndose al ritmo del viento que entraba por pausas como respetando el momento de aquel hombre, el cual infundía respeto y autoridad y su café expreso. Juvinna al escuchar la voz de aquel hombre, como por reflejo y por instinto evasivo, respondió:

    —No gracias.

    Moviendo un poco su rostro, hacia el lado derecho, viendo hacia el suelo, hacia la mesa donde estaba aquel hombre misterioso. El hombre movió un poco su café y después de un casi ritual sorbido, bajó su cabeza, mientras Juvinna temblaba, empezando a frotar sus manos por el frío de la noche. De pronto ella se percató que la hora era pasada ya medianoche e introdujo sus manos en su pantalón de mezclilla, desgastado, de acuerdo a la moda y al estilo de su propia vida, tratando de encontrar algo de dinero para un taxi, pero escasamente obtuvo dos monedas de veinticinco centavos, y gruñó con desesperación ante la imposibilidad de conseguir lo que deseaba y poder descargar su ira que le acompañaba, con una carga que obliga y destruye las fuerzas del que la posee.

    El hombre levantó una vez mas su rostro ahora dejando ver hasta su nariz, y la vela seguía consumiéndose, así como parecía consumirse Juvinna en su enojo y aflicción, y preguntó una vez mas a Juvinna:

    —¿Necesitas ayuda?

    Juvinna, se empeñó en su posición:

    —¡No!

    Ahora viendo más hacia arriba, logró ver hasta los hombros de aquel hombre, el cual inclinó su rostro como evadiendo el enfrentamiento de miradas al comprender que Juvinna estaba en un estado de enojo y de frustración.

    Era una noche fría, sí, pero para aquel hombre que parecía poseer un calor natural, una noche de calma, caso contrario para Juvinna, la cual empezó a gemir, y con lágrimas, tomando su rostro con sus manos y contrayéndose contra la pared, parecía derrumbarse como cuando cae un árbol a tierra después que le han golpeado constantemente con un hacha, el cual por fin cede ante la incapacidad de sostenerse más. Juvinna cayó sentada y lloró con desconsuelo.

    El hombre insistió en su intento por ayudarla y dijo:

    —¿Puedo ayudarte?

    Ella ahora desde el suelo levantó su mirada y vio hacia el rostro del hombre, al cual no podía verle debido a la humedad de sus ojos y la escasa luz que proporcionaba la vela, y respondió con tono mas fuerte:

    —¡No, ya dije que no!

    El hombre sonrió, y ella un con tono y expresión de contienda, entre enojo burlesco e intrigada preguntó:

    —¿Por que sonríes?

    —Me recuerdas a una gatita que perdí. El hombre respondió, con el mismo tono suave aunque con un aire de autoridad:

    —¿Que tiene que ver eso conmigo? —dijo ella.

    —La perdí en una noche lluviosa —y sonriendo añadió —se llamaba Pupila.

    —No me interesa su historia —Juvinna replicó con aire de desprecio.

    —Lo sé —dijo él, con ojos de tristeza.

    El hombre inclinó su rostro una vez más y guardó silencio, mientras ella pretendía ignorar su propia curiosidad, pero por fin cedió.

    —¿Cómo la perdiste?

    —Una noche como esta, de mucha lluvia, mientras preparaba mi cena, abrí la ventana de la cocina, y ella salió corriendo en busca de su propio deseo, un ratón; en contra de su naturaleza salió debajo de la lluvia, y cuando me preparaba para descansar escuché su gemir, fuera de casa, en la puerta, yo abrí la puerta y allí estaba ella, mojada, triste y abandonada, quise abrazarla y retrocedió, entonces le llamé varias veces, pero no entró, y aun cuando le abrí la puerta ampliamente y le llamé con dulce voz, la gatita no se quedó.

    —Entiendo, ¿Pero no comprendo que relación existe entre su gata y conmigo? —dijo Juvinna.

    —Así te veo, mojada, triste y abandonada, con mucha necesidad de ayuda pero la rechazas.

    —Bah! eso —dijo ella con desprecio.

    El hombre insistió en su deseo de ayudarla en su necesidad y soledad y le dirigió una vez mas la invitación:

    —¿Te preguntaré una vez más, necesitas ayuda?

    —Tal vez. —con rostro de aceptación dijo ella.

    —¿Qué quieres que haga por ti?

    —Todo lo que deseo es poder llegar a casa, en paz, pero no tengo lo que necesito. —dijo ella con un anhelo vehemente en sus palabras.

    Comenzando a gemir nuevamente, como si la soledad la abrazara con fuerza como para nunca abandonarla. El hombre del misterio salió a la puerta, y con su brazo extendido llamó al vehículo que pasaba por el cafetín italiano, luego tomó la mano de Juvinna y le dijo:

    —Ve a casa en paz.

    Ella se levantó y caminó hacia el taxi debajo de la lluvia, él abrió la puerta y pagó por ella el precio, ella entró al taxi y al escuchar cerrar la puerta, inclinó su rostro para secar sus mejillas del agua, y al levantar su rostro para agradecer, aquel hombre no estaba más. Levantó su cuerpo para ver por el vidrio trasero, pero no le

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