Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Raymundo
Raymundo
Raymundo
Libro electrónico274 páginas3 horas

Raymundo

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un joven de raza afro-americana, indigente. Semi-dormia en la banca de un parque, fue testigo de una venta de droga y descubierto por los individuos. Luego de ser atrapado y golpeado. Se involucra en la mafia llegando a ser el papa de los papas y ser el hombre invisible y mas buscado del mundo.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento5 mar 2012
ISBN9781463320003
Raymundo
Autor

Esteban Jorge Sebastiani Pozú

Esteban Jorge Sebastiani Pozú Nace en el distrito de San Luis, Cañete, en el departamento de Lima - Peru. Inició sus estudios en el colegio de varones 20181, terminó la secundaria en el C.B. José Buenaventura Sepúlveda, hizo estudios, tiene experiencia en administracion, veterinaria, bachiller en micro empresarios, chef. En la adolescencia sentia cierta pasión por la escritura. En unos de sus viajes aventureros creea su primer libro "El Hoyo en que caí", luego "El Tren de los cuentos" y "RAYMUNDO"; una novela de ficción, con una mescla de suspenso, acción, drama y comicidad.

Relacionado con Raymundo

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Raymundo

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Raymundo - Esteban Jorge Sebastiani Pozú

    Índice

    Prologo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Prologo

    "Esta es una novela, en la que un joven pasó, por muchas vicisitudes y llega a tener una doble vida. Inminente comerciante, alegre mujeriego…etc.

    Por otro lado es un poderoso incognito narcotraficante.

    La policía, comisiona a una bella agente para la investigación del paradero y la captura del capo. Pero no contaron en que ambos se conocerían y sin saberlo… quién es quién, se enamoran.

    Los invito a que sigan leyendo, está llena de emociones, suspenso drama, romance y mucha diversión."

    Esteban Jorge Sebastiani Pozú

    Capítulo 1

    Raymundo

    La ciudad era pequeña, de nombre Santiago. Muy comercial y visitada por muchos extranjeros.

    Raymundo tenía un bar en el centro de la ciudad. Era pequeño, pero bien acondicionado. El ambiente acogedor y la clientela selecta.

    No todas las personas podían pagar, lo que en otro establecimiento se pagaría a un precio menor.

    La gente que visitaba este negocio eran empresarios, militares, empleados diplomáticos y empleados públicos con puestos altos.

    Allí, se vendía todo tipo de licor y comidas ligeras, siempre se escuchaba música de fondo, de casi todos los países del mundo.

    La mayoría de los clientes, disfrutaban, gozaban y bebían hasta quedar bien contentos, por los efectos del licor.

    Raymundo era un forastero. Hacía más de cinco años, había llegado a este pueblo. Luego de vivir tres meses, hacer amistad, visitar negocios y rincones de todos los lugares de la ciudad, inauguró su bar.

    Al principio era un bar, común y corriente. Conforme pasaba el tiempo, Raymundo invertía cada vez más dinero, en adornarlo.

    Ahora se veía refinado, mejor calidad y comodidad, excelente atención para que el cliente, se sienta a gusto.

    Es así, como fue adquiriendo fama y ser conocido por las altas esfera de la sociedad.

    Era un joven carismático, moreno, alto de ojos café claros, delgado y simpático. Tenía una sonrisa agradable y que mostraba su dentadura, una obra maestra, eran perfectas.

    Emprendedor, con sueños, estaba haciendo dinero rápidamente. Ahorraba todo lo que podía, tenía fama de ser tacaño y a la vez de ser muy humanitario. Ayudaba a la gente que verdaderamente necesitaba. ¡Un alma de Dios, por las buenas! Y el ¡diablo! Por las malas.

    Sus debilidades por las mujeres, mayores de veinticincos años; como mínimo. Sus gustos especialmente en las mujeres bonitas y de buen cuerpo. Mucho mejor si, se le agregaba inteligencia y astucia. Eran el tipo de mujeres que realmente le gustaban.

    El no tenía que hacer muchos esfuerzos, para llevarse una mujer a su cama. Su carisma y facilidades de palabras, le ayudaba.

    Casi siempre amanecía con una diferente, que era la última conquista, del día y la que él, había elegido, esa noche.

    No tenía preferencia de raza, de religión ni de nación. Era como se dice: escobita nueva, barría con todas. Era un solterón empedernido.

    También, era un muchacho humilde. ¡Jamás! Hacía alarde de su fortuna. Trataba siempre de ser desapercibido, en ese aspecto.

    Capítulo 2

    Julieta

    En una noche. Raymundo ayudaba a sus meseros atendiendo las clientelas. En unas de las mesas, le tocó atender a un grupo de mujeres, que llegaron a beber y a celebrar, el cumpleaños de unas de ellas.

    El las atendía muy cortés. Notó que cada vez, que él, las atendían murmuraban entre ellas y les sonreían.

    En el grupo las mujeres tenían edades, entre veinticinco y cuarenta años. Una de ellas destacaba en el grupo y de la cual, él se interesó.

    Era bajita, bien proporcionada por donde se le mire y de facciones muy bonita. Era la que menos tomaba y la que, más lo miraba.

    Raymundo afinando su puntería, quería caerle, como un gato al ratón y la atendía con esmero y zalamería.

    A ciertas horas de la madrugada, el bar iba quedando solitario. Quedando de último, aquel grupo de mujeres, que ya estaban encendidas por los tragos que habían injerido. Muy contentas bailaban entre ellas y de vez en cuando soltaban algunos gritos de alegría.

    En una pausa, en que nadie bailaba. El grupo llamó a Raymundo, invitándolo a sentarse con ellas y que el aceptó encantado, siendo la chica de rostro bonito, la que más énfasis ponía, para que se sentara.

    La mayoría del grupo, eran familia; madre, tía, hermana, primas y amigas.

    Raymundo se acoplo al ambiente, bebía poco, bailaba y sintiéndose admirado por todas ellas. Se sentía, el único gallo en el gallinero, las alborotabas. Conversaba con el grupo animadamente. Cuando de pronto se levantó Julieta de su asiento; la pequeña y de lindo rostro, contoneándose al compas de la música, le pidió a Raymundo que bailara con ella.

    El no se hizo de rogar y la complace. No sólo una canción, dos, tres… y cada vez pegaditos.

    Raymundo le susurraba algo al oído, que ella escuchaba, con una sonrisa y algo ruborizada.

    Inclino su cabeza aceptando aquel beso ardiente, que Raymundo le daba. Sintiéndose desvanecer, se esforzaba por llevar el compas de la música, en aquellos fuertes brazos, que la sujetaban de la cintura, terminando las palmas de sus manos en aquellas voluminosas caderas. El parecía pulpo, disimuladamente metía mano, por donde quiera.

    Ella era incapaz de reprocharle tal descaro. Se sentía complacida con aquella muestra de atracción candente.

    Terminaron de bailar. Cada uno tomó asientos distintos, sin dirigirse una palabra. Pero sabían en sus miradas, que el desafío… recién daba comienzo. ¿Quién era el conquistador? Y ¿quién era el conquistado? Era un reto.

    Ella tenía mucho calor, estaba sedienta, bebía el vaso de cervezas apresuradamente. Estaba sonriente y se sentía triunfante. Segura de que estaba impresionado con sus encantos, que lo tenía atrapado, entre sus redes… Julieta volvía a sonreír.

    Raymundo la observaba de reojo, quería estar seguro, sabía que no se equivocaba, el también le gustaba. La tenía en la línea de tiros, allí es, donde él la quería tener. Se decía, me faltaba muy poco, para llevármela a mi nidito del amor.

    La madre de Julieta, se acerca a la barra, donde estaba Raymundo, que conversaba con su empleado.

    La señora estaba algo tomada. Arrastrando las palabras y con hipidos, le entabla una conversación.

    A principio era una investigación, que conversación. Ella le preguntaba ¿de dónde era?, ¿que si tenía familiares cerca?, etc. cosas frívolas.

    Raymundo las contestaba con mucha cortesía, sus ansias.

    Ella, le daba a entender que era una madre trabajadora, había luchado duro en la vida, para apoyar a sus hijas. Era viuda y desde entonces había sido, padre y madre para sus cinco hijas…etc.

    Julieta a espaldas de la madre, desde su asiento, le hacía señas para bailar. Raymundo se disculpó con la madre y fue a bailar con ella. Al terminar ella lo besa excitadísima.

    Raymundo frenaba sus impulsos a tal invite, por la presencia de la madre. Prefirió dejar que las aguas se calmaran.

    Raymundo en unos minutos de descuido, sin que nadie lo notara, fue a la oficina del bar.

    Quería beber una gran jarra de cerveza; bien fría y así, apagar el fuego que lo estaba consumiendo.

    Sentado cómodamente con los pies puestos sobre su escritorio, terminando de tomar el poco de cerveza, que quedaba en la jarra.

    Cuando sigilosamente entró Julieta. Como una gata, en celos, queriendo ser poseída por su gato.

    Esta vez Raymundo no opuso resistencia, como un volcán en erupción, estalló.

    Se levantó de su asiento, la atrajo, la agarró por la cintura, la besó apasionadamente. Lentamente y con mucha habilidad, la despojó de su ropa; dejándola completamente desnuda.

    Ella exasperada, con intensa pasión lo desnudaba, besándolo por todas partes, hambrienta de amor y de sexo, se poseyeron hasta quedar completamente fatigados.

    Pasados los minutos, ella avergonzada y complacida, le agradecía y pedía disculpa por su comportamiento.

    Raymundo rechazaba, todo tipo de disculpas, añadiendo que eran cosas, que pasan en la vida y que estaba feliz de haberla conocido.

    Puestas sus ropas, sentados uno al lado del otro, se quedaron conversando. Cuando escucharon unos golpecitos en la puerta, abrió Raymundo.

    Era la madre de Julieta, estaba buscándola, porque el grupo se retiraba del bar.

    A él, no le quedó dudas, de que la madre se diera cuenta de lo que había pasado ahí, por la forma en que lo miró.

    Luego por las insinuaciones que hacía el resto del grupo. Las primas y amigas de Julieta, le preguntaban ¿qué tal gallo, era Raymundo?

    Ella con una sonrisa algo soñolienta le contestaba. jamás había visto el cielo, tan cerca y las estrellas tan brillosa como ésta noche.

    Se despidieron de Raymundo, las primas y amigas con unas sonrisas muy coquetas, que parecían claves Morse, enviándoles mensajes de que la próxima, serían sus turno.

    La madre de Julieta, tenía el rostro serio. Como que le habían ganado una partida de póker. Lo quedó mirando fijamente, para luego dar la vuelta y retirarse, sin decir una palabra.

    Muy feliz, sintiéndose tremendo gallo, se dirigió a su casa, que no estaba muy lejos, del bar.

    Al día siguiente, se levantó muy temprano. Se dio una zambullida en la piscina estuvo nadando de extremo a extremo durante buen rato, luego se metió en el jacuzzi dándose por unos minutos, un buen masaje.

    Después de tomar un aromático café; que le había llevado su vieja ama de llaves, Carmencita. Como él, cariñosamente la llamaba.

    Sentado en su biblioteca, se dispuso a revisar sus cuentas.

    En poco tiempo. Había incrementado sus negocios; prendió un cigarro. Sonría pensando en lo bien, que lo trataba la vida. No podía quejarse, era joven con dinero, soltero rodeado de gente que lo estimaba, querido por muchas mujeres, apreciaba su soltería, su libertad para todo, no tenía que rendirle cuentas a nadie. Y que había notado todo lo contrario en algunas amistades de su alrededor.

    Huía a los compromisos, solamente quería pasarla bien los ratos y las oportunidades. En su mente llevaba como consigna, Si ayer te vi, hoy no me acuerdo.

    En sus aventuras y conquistas amorosas, nunca llevó mujer alguna a su casa. Por el gran respeto que sentía hacia Carmencita.

    Capítulo 3

    Lluvia

    Un día, como cualquier otro.

    Raymundo personalmente hacía las compras, para abastecer su bar.

    En el almacén, donde hacía sus pedido. Se le acerca una chica muy simpática, a ofrecerle su producto. Trabajaba como impulsadora de vinos, de una marca nueva, que se estaba lanzando al mercado.

    Esta chica semanalmente lo veía llegar, pero nunca se le acercaba a ofrecerle sus productos. Casi a todos los clientes que llegaban, ella prácticamente corría a ofrecerles. Raymundo se extrañaba y preguntaba ¿Por qué nunca me ofrecía nada?

    Pero ese día, se le acercó a ofrecerle su producto…

    El la escuchaba, aparentemente. (Estaba concentrado en observar su belleza) y de vez en cuando le sonreía. Hasta que ella se da cuenta que no le prestaba atención. Un poco molesta le dice:

    - Oiga, ¿me está escuchando, lo que le estoy ofreciendo?

    - ¡Ah, ah! Discúlpeme, me había entretenido viéndote como una flor, tan linda y hermosa, que no escuche nada de lo que me estaba diciendo.

    - Ya veo, gracias por el cumplido pero yo sólo quería vender mi producto y de eso vivo - Le contestó enojada.

    - Ja, ja, ja…pero no te enojes, solamente quise ser zalamero contigo. ¿cómo te llamas?

    - ¡Eso a Ud.! no le interesa.

    La chica, dio la media vuelta y se fue, donde estaban las otras impulsadoras. Desde ahí, lo miraba con ojos de quererlo enterrar vivo.

    Raymundo se quedó perturbado. De cuando, en cuando, la observaba de reojo, siempre con una sonrisa. Sorprendido por la reacción de aquella chica.

    Las semanas iban pasando.

    Cada vez que él, llegaba al almacén, ella trataba de esquivarlo. Él la ignoraba totalmente, saludaba a todas las personas que trabajaban allí y a ella, como que no existía. Inusual desinterés de Raymundo.

    Al principio para ella, como que ni falta me hace.

    Conforme pasaba el tiempo. Cada vez que Raymundo llegaba, sus compañeras, corrían a saludarlo muy cariñosamente, con abrazos y besitos en la mejía, todas ellas querían tener el privilegio a ser cortejadas. Eso a Lluvia, le molestaba.

    Sabiéndose observado por ella y gozando de tan gratos momentos. Enfatizaba los saludos.

    En unos de esos días de la semana.

    Llegó muy temprano al almacén y ya estaba Lluvia ahí. Todavía no habían llegado, las otras impulsadoras.

    Subida en una pequeña escalera, trataba de alcanzar una caja. Y al verlo entrar, se le cae la caja.

    El se apresura ayudarla, recoge la caja y se la entrega.

    - Pensé que te caía mal.- le dice ella.

    - Fíjate que no, al contrario. Después de aquel día, siento que me gustas, más. No podía dejar, de ser cortes.

    - Pues entonces ¿porque todos estos días me has ignorado?

    - Jamás te ignore, siempre he estado pendiente de tí. Las cosas que ahora vengo a comprar, no tienen importancia para mi negocio. Y como sé que te gusto es por eso que vengo.

    - ¡Negrito creído! Piensas qué yo, pueda estar interesada ¿en tí?

    - No lo pienso, estoy seguro.

    - Ha, ja, ja… ¿Sabes? pecas de vanidoso

    - No es que peque, ¡soy vanidoso! ja, ja, ja… ¿Cómo te llamas cariño?

    - Me llamo Lluvia…, Lluvia Gonzales.

    El con una sonrisa agradable, tararea una canción conocida.

    Gotas de lluvia…es el roció.

    - ¿Has escuchado esa canción?

    - No, no creo.

    - Es una salsa, que está de moda.

    - Yo casi no escucho salsa. Me gusta la música romántica, como las de Roberto Carlos.

    - Oh, qué bien. Pues yo soy salsero. Y en la salsa, también tienen letras muy románticas.

    Por cierto me llamo Raymundo.

    Crees que podríamos hablar por la noche.

    - ¿Sólo hablar?, ¿Qué crees? Que soy de esas que al primero que conocen…ya, un choque y fuga. Te has equivocado ¡papito!

    - Yo no creo nada, sólo quiero ser tu amigo y punto.

    - Eso es lo que dicen, muchos sinvergüenza. Después cuando la tienen ¡embarazadas!… a correr se ha dicho, ¡Ni soltera, ni casada!

    - Que mal concepto tienes de nosotros los hombres que estamos desprotegidos, débiles y solitarios en el mundo. Ja, ja, ja, ja… perdón por las tonterías que digo. En verdad quisiera invitarte a mi bar, para platicar y celebrar por haber hecho la paz contigo y por iniciar una bonita amistad. ¡Ok! Te espero esta noche.

    Raymundo, como parte de su estrategia. Se retiró sin esperar respuestas.

    Ella lo vio alejarse, con una sonrisa. Luego siguió trabajando.

    Raymundo se retiró confiado en que la cita estaba concertada y que ella llegaría. En fin, no había mujer que se le resistiera.

    Esa noche Raymundo se cansó de esperar, nunca llegó.

    Sentado en unas de las mesas, fumaba un cigarro y bebía una cerveza, sonriente pensaba en la conversación que había tenido con Lluvia.

    Pasaron varias horas.

    Convencido de que ella no llegaría, se dedicó a ayudar en los quehaceres del negocio.

    En la semana siguiente.

    Entra Raymundo al almacén, la ve tratando de contactarse con un cliente. Se le acerca y la saluda alegre.

    - Hola, ¿qué tal, como estás?

    - Bien, por las gracias de Dios.

    - ¡Oro, que bien!

    Raymundo se pone a tararear, una cumbia, alegremente:

    "eres bien bonita/ pero mentirosa/ engañas a los hombre/ se ve que no tienes/

    / No tienes corazón"

    - Ja, ja, ja… siempre eres así, de alegre. Pues en ningún momento te dije que iba a ir.

    - Tampoco me dijiste que no. Pero no importa, te estaré esperando todos los días.

    En el momento que decidas visitar, a tu hermoso y querido amigo… ya sabes dónde encontrarlo.

    - ¡Ay negrito, negrito…negrito! tú sí, que eres ¡bien creído!

    Espérame sentadito, porque paradito… te van a salir raíces. Ja, ja, ja…

    Él le envió en señas, un besito volado y silbando una canción se retiró de su lado, para luego seguir con sus compras. amada, amante… amada, amante…

    Pasó mucho tiempo en que Raymundo, no iba por el almacén, por atender sus otros negocios, mandaba a su empleado de confianza.

    Pedro su empleado de confianza, era su mejor amigo, quien sin pensarlo estaría dispuesto a poner el pecho. En caso, de una bala perdida, por salvar a su gran amigo, eran fieles entre ambos.

    Raymundo lo quería como a un hermano, casi siempre estaban junto en todo.

    Al medio día Raymundo almorzaba en su restaurant-bar, cuando de repente a medio levantar la vista, del plato, vio en frente de él. Un vestido azul, abotonado aprisionando un dibujado cuerpo de mujer.

    Raymundo levanta la vista, ve un rostro lindo pintado suavemente, con mucho arte.

    A principio no la había reconocido, sonriendo se levantó para ofrecerle, asiento en su mesa, ordenando a sus empleados atención para ella.

    Era ¡Lluvia! La que había llegado.

    - ¡Hola, como estás!

    - Pasaba por aquí, te vi y me acerqué a saludarte. No creas que he venido porque me dijiste que me esperabas. Sólo pensé ser cortes de mi parte y quise saludarte.

    - ¡Cálmate! Cariño, estás aquí, es lo que cuenta, ¿no?

    ¿Desea tomar algo? Pide lo que desees. Eres mi invitada.

    - Sólo quisiera tomar una soda.

    - Desea algo de comer, cariño. Así almuerzo acompañado.

    - Ok, está bien, pediré de lo que estás comiendo. Pero diles que me sirvan poquito, no tengo mucho apetito.

    - No te preocupes, te van atender como lo desees.

    Al rato le traen la comida, era un plato con arroz blanco, ensalada, papas fritas y un bistec-empanizado, que

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1