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Rosana: Crónicas de un amor infinito
Rosana: Crónicas de un amor infinito
Rosana: Crónicas de un amor infinito
Libro electrónico175 páginas2 horas

Rosana: Crónicas de un amor infinito

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Rosana es una mujer decidida e imparable cuando se propone algo, pero tiene un don que le atormenta y le da calma a partes iguales. Además, su vida se verá marcada por una luz que la acompaña y una sombra que le acecha.
A pesar de las tragedias que la sacuden, la pasión de un amor eterno y el apoyo acérrimo de sus hijas la mantienen a flote.
Un nuevo amor llama a su puerta… ¿estará Rosana preparada para abrirla?
Una historia cotidiana en la que muchas personas se verán reflejadas, o en la que encontrarán el coraje que necesitan para enfrentarse a los reveses de la vida real.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 abr 2022
ISBN9788411141086
Rosana: Crónicas de un amor infinito

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    Rosana - Rosaura Sarabia

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Rosaura Sarabia

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1114-108-6

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Agradecimientos

    Quiero agradecer a personas muy especiales que han estado acompañándome en este proyecto que he decidido realizar; personas que, en definitiva, son la oda de mi obra y la razón por la cual me decidí a escribir. Agradezco a mis amadas hijas Ziba y Marisol, a mi ángel silencioso, a mis queridos yernos Nick y Justin, a mis adorados nietecitos Matteo, Henry, Ali y Lorelle, a mi querida amiga y hermana Estela y, finalmente, a Christian.

    Especialmente, quiero agradecer a mi editor y corrector Darwin Carballo. Él ha sido la fuerza inicial para que esta obra tomase vida, ya que él es una persona con un enorme talento literario y, con su genuino interés y profesionalismo me ha llevado a otro nivel como escritora; sin él me hubiera sido muy difícil encontrar este camino. Gracias, mi querido amigo, por ayudarme a creer en mí.

    Capítulo 1

    Esta historia comienza a principios de los años 60, una era en que se escuchaban novelas y programas en la radio, la música se oía en discos de acetato, los pequeños eran de 45 RPM y los grandes LP 33 RPM; en algunas casas tenían elegantes consolas en la sala o tocadiscos, y las cafeterías atraían clientes con sus ruidosas rocolas (sinfonolas), a estas se les introducía una moneda y se podían seleccionar canciones. La televisión tenía dos canales, estos, por supuesto, en blanco y negro; allí se transmitían limitados programas, pero solo en la tarde. Esa generación fue la pionera de videos en versión beta y después VHS. No existían celulares ni computadoras, pero fue la primera generación que empezó a adaptarse al cambio que llegó con la tecnología moderna. No había comidas sin grasa, bebidas sin azúcar, dulces dietéticos o agua en botellas. Los alimentos eran orgánicos, sin ser etiquetados como tales. Los niños jugaban en la calle o en los jardines sin peligro, y solían ingeniarse una extensa variedad de juegos que en verdad los ejercitaban; eso los mantenía delgados y saludables.

    En esa época, al norte de México, había una ciudad en vías de crecimiento. Ahí vivía una niña de nombre Rosana, que tenía el cabello rizado y castaño, y ojos grandes, y aunque ella era muy pequeña, era bien sabido en su familia que era alguien especial, pues tenía sueños, o quizá prefieran llamarlo visiones, pues todas estas anunciaban el futuro de manera acertada. Cuando la niña tenía visiones y eran malos acontecimientos, su papá la llamaba «ave de mal agüero», pero cuando eran cosas buenas se ponía contento con ella. Siempre que comenzaba a soñar algo que iba a pasar, bueno o malo, dormía muy poco, se ponía nerviosa, quizá eso contribuyó a que fuera muy miedosa. Dormía de espalda a la pared viendo la puerta, con los pies y las manos tapadas; la niña tenía que tener una lucecita en su cuarto encendida siempre. Además, fácilmente podía tener contacto con el más allá. Ella creía que teniendo la luz encendida evitaba las visiones del futuro.

    Ella y sus hermanos convivían jugando y yendo a la escuela con los niños del barrio, era una infancia sencilla, sin mayores pretensiones. Entre ese grupo de amigos había un niño rubio, unos pocos años mayor que ella, él tendría unos 9 años y ella cinco; este niño se llamaba Rodrigo. El niño tenía la carita de ella grabada en su mente, él sabía de sus miedos, no la ayudaba a vencerlos, pero trataba de evitarle situaciones que la asustaran. No se tomaba a broma algo que a ella le hiciera sufrir o angustiarse. Con cariño y paciencia le enseñó a nadar y a andar en bicicleta. El niño era muy bueno con ella, la cuidaba y consentía de mil maneras.

    Rosana creció, y a los 15 años se convirtió en una hermosa jovencita. Ella tenía una personalidad ambigua: por dentro era miedosa y tímida, pero por fuera se revestía con su fe en Dios más que con su fe en sí misma. Siempre le imploraba a Dios que no la soltara de su mano, así era como hacía lo que tenía que hacer.

    Rodrigo era un muchacho alto, muy guapo, intrépido y con carácter muy decidido. Eran una pareja muy bonita. Sus familias y amistades estaban muy acostumbrados a verlos siempre juntos. Compartían los mismos amigos, los mismos paseos y diversiones. Junto a él, ella aprendió a bailar, también le enseñó a manejar. Definitivamente era con él que ella se sentía contenta y segura.

    De esta manera los años siguieron su curso y Rosana cumplió 19 años. Su vida había girado solo alrededor de Rodrigo, sentía que lo quería por lo mucho que él la amaba y cuidaba. Era tan fácil quererlo… Le gustaba complacerla y hacer que se sintiera feliz con él y, además, había esperado pacientemente a que ambos crecieran para casarse. Ella tampoco era de carácter difícil, era alegre, siempre veía el lado bueno de las cosas o las personas y no tenía dobleces.

    Él no era romántico, ni siquiera sabía algún poema, pero la manera en que la trataba y miraba encerraba todo un romance. Muy a menudo veían juntos revistas de novias, revistas que Rodrigo le llevaba, quería aprobar el que ella eligiera, pero a Rodrigo ninguno le gustaba, se ponía más exigente que ella. A Rosana no le importaba que ayudara en la elección, simplemente lo encontraba divertido. Soñaba con verla vestida de novia caminando hacia el altar donde allí la estaría esperando… Él la amaba tanto, planeaban casarse en cuanto él terminara su carrera en la universidad, pronto se graduaría y ya tenía varias ofertas de trabajo.

    Rosana estudiaba y trabajaba, había muchas carencias en su familia. Su mamá fue una mujer muy hermosa, de piel blanca, ojos azules y cabello negro. La mamá de Rosana había sido hija única, perteneció a una familia de clase media-alta donde solo le enseñaron a tocar el piano y a obedecer; desde niña le cortaron sus alas y el carácter que pudo haber tenido quedó oculto. El papá no era mala persona, pero fue muy irresponsable, quería hacerse rico buscando tesoros escondidos. Su abuelo era un gran hombre que, gracias a sus bondades, hizo que la infancia de Rosana no fuera más difícil, puesto que él se preocupaba de proporcionarle desde una linda muñeca, ropa, dulces y lo que fuera necesitando. Además, era muy cariñoso, lo quería más que a su papá. Ese maravilloso abuelo murió cuando ella apenas había cumplido 13 años, pero llevó siempre su recuerdo en el corazón.

    Cierto día unos amigos de Rosana fueron a su casa a informarla de algo preocupante, pensaban que ella debía saberlo. Se trataba de algo concerniente a Rodrigo, le dijeron que lo habían visto en los jardines de la universidad fumando marihuana con otros muchachos y que estaban en el deber de hacérselo saber. En los años 70 llegó fuerte la ola de algunas drogas, entre ellas la marihuana. Lo hippie y lo psicodélico fue un impacto para la sociedad en todo el mundo y esa pequeña ciudad no fue la excepción. Después llegaron más variaciones de drogas, estas todavía mucho más agresivas y con las cuales el mundo sigue guerreando.

    Ella esperó a Rodrigo esa tarde y lo confrontó. Él no lo negó, le dijo que lo había hecho unas dos o tres veces solo para experimentar, que no era algo que se iba a quedar con él, pero ella no le creyó, se preguntaba por qué había omitido decirle algo así. Rosana no estaba segura de si escondía algo más. La vida de ella no había sido nada fácil y tuvo miedo de lidiar con algo que sabía que no podría ni quería tener; para ella era más fuerte la confianza que el amor. Fue una dolorosa decepción, había crecido pensando que siempre estarían juntos; todo el tiempo había confiado y se había sentido segura a su lado. Él era todo su mundo, pero en un momento sus sueños se esfumaron, también estaba muy enojada porque eso hizo que él pusiera una distancia entre los dos, ya no quiso oírlo ni verlo más.

    Capítulo 2

    Una fría noche de invierno, Rosana voló a otra ciudad sin voltear hacia atrás. Ella decidió irse sin darle a nadie ninguna explicación de su ruptura con Rodrigo. Le daba vergüenza decir el motivo de su marcha, mientras que él tampoco dijo nada, a pesar de que el amor que sentía por ella se quedó con él, nunca desapareció. Con el tiempo le demostraría que no había ninguna razón por la cual preocuparse, o eso pensaba Rodrigo, pues estaba dispuesto a seguir adelante sin cometer errores que pudieran evitar un reencuentro.

    Rosana era la menor de cuatro hermanos, eran su hermana Elena, quien también era muy bonita, y sus dos hermanos gemelos: Jaime y Javier, estos dos eran los mayores. Elena se había casado muy joven, justo antes de que la familia emigrara a la frontera. Raúl, su esposo, era un muchacho que había venido del sur de México a estudiar veterinaria y zootecnia, ya había terminado su carrera para ese entonces, por ello, una vez casados, él se la llevó a su tierra. Rosana y su familia pronto se adaptaron a la ciudad fronteriza, no habían dejado nada atrás, puesto que nada tenían.

    Habían pasado unos dos años y la joven Rosana comenzó de nuevo a tener sueños muy recurrentes en los que veía a su cuñado Raúl conduciendo su camioneta por la carretera rumbo a su rancho en un día nublado y lluvioso. En el sueño, Raúl manejaba y, de sorpresa, aparecía un automóvil grande, de los que fueron muy apreciados por la gente rica en la década de los 70; este carro impactaba contra la camioneta de Raúl y, justo tras soñarlo, seguía otra visión de cuatro cirios, uno en cada esquina de un ataúd. Pasaron varios meses cuando Rosana recibió una llamada de su hermana, que estaba devastada… La pesadilla se había cumplido, Raúl había sido impactado en su camioneta por un carro grande en un día nublado y lluvioso; el pobre había muerto instantáneamente.

    La joven no le había dicho nada a nadie de esa visión con la esperanza de que eso no sucediera. La pobre Rosana se comenzó a atormentar con la idea de que era su culpa por no haberlo prevenido… Ella decidió no alertar nada debido a que su cuñado se burlaba de sus premoniciones, pero, de todos modos, ella se sentía muy afligida. No obstante, su hermana no le hizo ningún reproche. Después de la tragedia, Elena dio a luz a Tony, su segundo bebé. Pasadas unas semanas, Elena decidió irse con sus dos niños, René y Tony, a vivir a la frontera. Elena quería estar cerca de Rosana siempre, puesto que de niñas habían sido muy unidas.

    Los sueños visionarios de Rosana eran claros y precisos, no se ajustaban a las interpretaciones que daban los libros referentes a estos temas. Después comenzaron a presentarse también de otra manera. Rosana empezó a ver el mar furioso y con olas muy altas, ella veía su cuerpo o el de otra persona ser arrastrada en el vaivén de esas olas. Al principio no sabía cómo interpretarlo, después aprendió que, si el mar y las olas eran de color negro, esto quería decir que se avecinaban grandes problemas, y que tomarían tiempo de solucionar; en cambio, si el agua y las olas eran azul cristalino, esto quería decir que vendrían sucesos buenos. Si podía reconocer el cuerpo

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