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Historias De Amor Homosexual
Historias De Amor Homosexual
Historias De Amor Homosexual
Libro electrónico1068 páginas22 horas

Historias De Amor Homosexual

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Historias de amor homosexual es una coleccin de relatos donde se narran amores entre dos varones. Las hay histricas, como La tragedia de Harmodio y Aristogiton o De Daud y Jonathan. Algunas pueden chocar, como Escenas de la vida de Jesus, aunque hubiera base para crearla. La mayora son pura narrativa, pseudo-historica, como Extractos de la vida del sultan Mahmud de Bagdad, o simple invencin. Toca generos tpicos del siglo de oro espaol, como la novela bizantina. Hay historias que acaban bien y que acaban mal, las hay mas dramaticas y menos, pero todas tienen un elemento en comn: la plasmacin de los sentimientos entre dos personas del mismo sexo, que llegan a buen puerto o que no. Las hay que finalizan en viudez y pena, las hay cuyo termino supone una sonrisa agridulce, pero todas reflejan vidas mas o menos azarosas y llenas de dificultades.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento24 may 2011
ISBN9781617644450
Historias De Amor Homosexual

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    Historias De Amor Homosexual - Isaias Ramos Garcia

    Copyright © 2011 por Isaias Ramos Garcia.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2010942237

    ISBN: Tapa Dura 978-1-6176-4443-6

    ISBN: Tapa Blanda 978-1-6176-4444-3

    ISBN: Libro Electrónico 978-1-6176-4445-0

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    206516

    ÍNDICE

    Historias Clasicas

    Apolo y Jacinto

    La tragedia de Harmodio y Aristogiton

    La casa encantada

    La Novela Bizantina

    Romeo y Julian

    Nuevo cuento bizantino

    Inspirado en Frauenliebe und Leben von R. Schumann.

    Desengaños

    La ruptura

    Nosotros nos conocemos (historia ruin)

    Extracto de la vida del sultan Mahmud de Bagdad, llamado el grande.

    Historias Biblicas

    Escenas de la vida de Jesus de Nazaret

    De Daud y Jonathan

    El lago azul

    El angel

    Dos lobos

    Amor Humano Y Divino

    El príncipe Alberto

    Amor a Dios

    Al final pudimos!

    De amor y guerra

    Historias Clasicas

    Apolo y Jacinto

    Jacinto era el hermoso hijo del rey Piero, o Amidas, que no se sabe demasiado bien, y la musa Clio. No era un dios, aunque, según que versiones, su padre era otro dios, con lo que, con dos padres divinos, si seria inmortal, mas esto no era posible, dado lo que acabo suceciendo. De manera que dejaremos que su progenitor sea un simple hombre, por mas que fuese de sangre real y, con mucha probabilidad, descendiente de algún olímpico. Como ya he dicho, Jacinto era muy bello, gentil, cortes, elegante de maneras, sensible, con temperamento artístico, aunque también gustaba de ejercitarse en los deportes y no le hacia ascos, ni mucho menos, a la guerra, para la que también estaba muy dotado. Poseia una voz maravillosa, dulce y potente, y en su momento el dios Apolo, desde lo alto de su carro solar, el cual conducía todos los días a lo largo del firmamento, alumbrando a todas las criaturas de la Helade, fijo sus ojos en el chico, que podía competir perfectamente con su belleza o la de cualquier otro dios. Por eso Apolo tomo al muchacho de pupilo, prendado de el como quedo, para autoproclamarse tutor suyo y ayudarle a pasar mejor el transito de la adolescencia a la madurez, una costumbre muy común en la Grecia clásica.

    El dios sol tuvo que competir arduamente con otros pretendientes: el músico Tamiris, del que se dice que fue el primero en dirigir los mas dulces y tiernos sentimientos hacia otro varon, y que compartía con el príncipe los mas encantadores juegos. El lo instruyo en las habilidades del canto, la poesía y la música, y se juntaba con el, gozando del hueco de sus muslos de nieve y oro. Pero Apolo no iba a dejar que un simple mortal se quedara con el premio del amor del joven e ideo una treta indigna de de un inmortal, la verdad, que no cabria esperarse de un ser tan luminoso como el astro rey: como Tamiris era tan excelente cantando y tañendo la citara y la syrinx, se le ocurrió propalar el infundio de decir que el amigo de Jacinto se vanagloriaba de ser mejor artista que las propias musas. Cuando el rumor llego a los oídos de estas ellas montaron en cólera y acecharon al poeta. Persiguieronlo y lo cazaron, castigándole con la privación de la vista, del habla y de la memoria, pues las patronas de las bellas artes no toleran oir que alguien pronuncie en alta voz que su talento es mayor que el de ellas mismas. Con este acto, indigno de un dios, que por su propia naturaleza era muy superior a Tamiris y que hubiera podido concurrir con enorme ventaja contra el, pero sin duda efectivo, el hijo de Zeus y Leto aparto de su camino a un peligroso rival, que ya le llevaba mucho adelanto, pues que se estaba abriendo paso hacia el corazón del joven desde hacia mucho. Tamiris se perdió en el bosque y Jacinto no lo volvió a ver. Apolo tenia el campo libre.

    El dia que relatamos Jacinto salía de mañanita a encontrarse con su amado Apolo, que le estaba esperando para montarlo en el carro de fuego que lleva al sol y asi darse un garbeito. Jacinto estaba emocionado, Apolo era tan guapo!, el mas bello de los hijos de Zeus, y le quería a el y no a ningún otro. Lo cierto es que uno no podría decidir cual de ambos amantes era el mas favorecido, si el hijo del rey de Esparta o el hijo del rey de los dioses. Ese dia recorrerían juntos el mundo entero cogidos de la mano, Febo tal vez le dejase coger las riendas y, cogiéndolas a su vez detrás suyo, le dejaría llevar los caballos de oro. Apolo le besaría tiernamente en la nuca y le susurraría al oído las palabras mas romanticas y dulces, como en mi corazón no hay sitio para nadie salvo tu, eres tan lindo como yo mismo y he de hacer que esa belleza permanezca eternamente joven, eternamente pura y vivificadora, te quiero tanto que seria capaz de abandonarte mi arpa, mi arco y mi carcaj, hasta este carro que conducimos entre los dos, he de hacer que tu belleza asome al Olimpo, dándote a probar la bebida de los dioses y sentándote a mi lado junto al trono de Zeus. Jacinto se dejaba arrullar por esas melifluas palabras, embriagado de amor, respirándolo por todos los poros de su piel, y el dios de la música y las artes le rodeaba con sus brazos, haciéndole sentirse protegido, estrechándolo hacia si en el reducido habitaculo de ese vehiculo y dejándose perder la conciencia en el canto de sus propias palabras y en la sublime melodía de sus sentimientos.

    Apolo había tomado al agraciado mozo bejo su protección y se afanaba en instruirle en todo lo necesario para un joven de su posición y de sus dones. Le enseñaba a tirar con arco, dejándolo el suyo propio y sus propias flechas, a luchar, a lanzar la jabalina y el disco, le hacia saber cuantas reglas existen para componer la mejor poesía ya la mejor música, educaba su voz para que pudiera competir con la de el mismo, le mostraba sus conocimientos médicos, le hacia saber todo cuanto el sabia, sin pedir nada a cambio, amando como solamente puede amar un dios, sin medida y sin pedir nada en contraprestación, y Jacinto le correspondía con todas las fuerzas de su ser. Caminaban juntos, bailaban juntos, andaban juntos por todas las veredas, se bañaban juntos, y asi pudieron intimar y descubrir cada uno las partes mas secretas del cuerpo de su compañero. Esa mañana se hicieron el amor, plenamente y sin restricciones, el dios al príncipe y el príncipe al dios, y ninguno de los dos podría acertar a distinguir cual de los dos papeles le había gustado mas. Jacinto se entrego al amor de Apolo por puro amor a el, porque quería que su cuerpo y su alma fuesen de el, y otro tanto hizo el divino sol, dándole su cuerpo como vehiculo para fundir sus esencias en una sola. Cuando acabaron unieron sus cabezas y se dejaron mecer por los colores de la tarde, el sonido de las hojas al viento, los trinos de los pajaros y la música de su propia pasión. Todo parecía haberse detenido en un instante, como si el tiempo no corriera.

    Estaban hechos el uno para el otro. Apolo pensaba hablar con su padre para que le concediera otorgarle la inmortaldidad y la eterna juventud a su amigo y hacerlo participar del banquete en lo alto de las nevadas cumbres del monte Olympo. Por Jacinto había dejado el sus habitaciones en la mansión familiar y se había instalado en el Parnaso, una montaña no tan alta, en una vivienda menos lujosa, pero mas cercana al palacio de su suegro, el rey Amidas, que la que poseía en el techo de Grecia. Por el hubiese sido capaz de descender a los oscuros reinos de su tio el siniestro Hades, el rico, por el hubiese dado la vida y el alma si fuese necesario, y sabia que Jacinto era capaz de todo eso por el. Si, Apolo, el joven dios, el de cabellos dorados, estaba enamorado, como nunca hasta entonces, y no podía pensar en otra cosa que no fuese su amado Jacinto.

    Pero he aquí que otro dios también ambicionaba adentrarse en el alma del muchacho y hallar su hogar en su pecho: el viento Cefiro había posado su mirada en el y ambicionaba su amor. Por desgracia para el Febo era un dios mucho mas fuerte y, además, Cefiro llegaba tarde, ya el otro había impreso su sello en Jacinto, que no veía sino por sus ojos, todo intento de cortejarlo era inútil; lo procuro, es cierto que lo procuro, con todos los medios de que disponía, mas ya no había nada que hacer. Cefiro se consumía de envidia, despecho y celos.

    Y Apolo habría de pagar del peor modo la iniquidad cometida contra Tamiris con un dolor mas intenso que todos los dolores físicos, con la rotura de su propio corazón. Fue realmente un castigo karmico por una vileza que no cabria esperarse de un dios, y menos del dios sol.

    La cosa fue mas o menos como sigue, según nos cuenta Ovidio, entre otros:

    Un dia se fueron los dos al campo, a cazar y entrenarse con el arco y la espada y rindieron mucho, tanto que para mediodía estaban los dos sudorosos y cansados. Tomaron un baño en el rio, por supuesto. Depues comieron y se acostaron para reposar el almuerzo, pero no estaban tan soñolientos como para echarse la siesta. Se entretuvieron hablando de sus cosas; de los proyectos que tenia el rey Amidas, de lo que haría Jacinto cuando terminara sus estudios. Apolo le entretuvo contándole algunos chismes del Olympo; le habían comentado que su padre ya andaba persiguiendo alguna buena moza humana y, aunque todavía no sabían quien era y que era, su madrastra Hera ya había enviado a Iris y a Eos a investigar.

    -El Olimpo debe de ser un lugar muy divertido.

    -No esta mal, pero tanta diversión tiene también sus riesgos: es lo que suele acontecer cuando viven muchos en un mismo lugar, que hay follones, intrigas y pendencias.

    -Ya. No es muy diferente del palacio de mi padre, aunque no lo habiten dioses.

    Apolo besaba dulcemente la cabeza de su novio y dejaba que su boca se perdiese en sus cabellos, bajo la calma de la sobremesa estival, escuchando los sones del agua del rio. No podía concebir nada mas maravilloso que esto.

    Pero Jacinto ya se estaba hartando de estarse recostado entre los brazos de un inmortal, tenia ganas de moverse, estirar las piernas y los brazos y de hacer ejercicio y Apolo, que también se cansaba de tanta quietud, le propuso jugar a algo.

    -Que te parece si lanzamos el disco y nos entretenemos en atraparlo?, le dijo Jacinto.

    Seria una versión mas que antigua del moderno vóley-playa.

    Apolo entonces tomo el disco de metal (por aquellas calendas no se conocía el plástico, como es de imaginar. Únicamente podían fabricarse de piedra, de hierro o de madera, y no resultaba muy deportivo ni digno uno de esto ultimo) y se lo tiro a Jacinto. Este lo recoge y se lo lanza a su vez a Apolo. El dios lo vuelve a soltar en alto y el muchacho a recogerlo, y asi sucesivamente. Pero estaba decretado que ese dia tenia que hacer acto de presencia la desgracia, ensombreciendo los corazones de todos. Enardecido por la competitividad del acto deportivo Febo lanzo esta vez el disco demasiado arriba y con demasiada fuerza, y este iba además empujado por el celoso viento del oeste que, aunque por lo general era suave y gracioso, esta vez—lo que hace el despecho!—soplo por un segundo mas fuerte de lo que le era habitual. Jacinto se abalanzo a por el, alargando los brazos para atraparlo, mas no lo consiguió, y el objeto cayo al suelo. Pero no quedo ahí la cosa (si tan solo asi hubiera sido), sino que reboto con gran ímpetu y le dio al niño en toda la frente: Ras!, de su cabeza brotaba la sangre a borbotones. Jacinto cayo al suelo.

    -Jacinto, angel mio, estas herido! Te encuentras bien?, te duele mucho?

    Pero Jacinto no podía ni hablar, el golpe había sido demasiado rudo. La herida era de muerte y, aunque eso Apolo no se lo creía—y menos siendo todo un inmortal-, no tardaría en comprobar su extrema gravedad.

    -Vamos, Jacinto, amor mio, haz un esfuerzo, yo buscare con que curarte y veras que pronto estaras bien de nuevo!.

    Y se apresto a buscar por los alrededores hierbas con las que evitar que la llaga se infectase y a ponerle hojas con las que taparla y tratar de parar la hemorragia. Sus manos apretaban la frente del amado en un vano intento por curarle, pero esa herida no cerraba. Al doncel ya se le iba la vida, su piel se iba tornando palida como el mármol, sus ojos a perder la viveza, sus labios a perder el color. Apolo se apresuro a coger hilo y aguja que, como personaje ducho que era el en medicina, siempre llevaba consigo, pero que difícil es coser una raja en la frente de alguien, no es como en un brazo o una pierna, que hay mas carne, en la cabeza no tardas nada en chocarte con el hueso y eso dificulta la tarea. Era este, el hueso, el que se había abierto, con tanta violencia había botado el maldito disco, y cuando es este el que esta roto ya no hay nada que hacer. Apolo se desvivía y se desgañitaba, todos sus conocimientos, toda su ciencia, todo su poder no iban a salvar al muchacho, lo perdia sin remedio. Las lagrimas manaban a chorros de los ojos del dios, mezclándose con la sangre de su amigo, y la desesperacion y la culpa entraron en el alma del sol:

    -Jacinto, tesoro mio, no te mueras! No puedes hacerme esto, no puedes, no puedes morir y dejarme solo en este mundo que de repente esta sin ti, sin tu alegría, sin tu presencia, sin tu sonrisa! Sin ti yo ya no quiero vivir, no quiero seguir viviendo. Vuelve, amor mio, vuelve a la vida, conmigo, junto a mi, a amarnos como nos amamos! Me eres mas caro que el aire que respiro, que voy a hacer sin ti?! La divinidad, que siempre me ha parecido un don maravilloso, ahora me pesa como el monte Parnaso, dodne he tomado residencia. Ah, si yo pudiera cambiarme por ti en este momento tu no morirías, moriría yo en tu lugar! Maldito disco y maldita la hora ne que se nos ocurrió jugar a este maldito juego! (lo arroja con tremenda fuerza lejos de si). Vuelve, amor mio, mi padre Zeus ya me había otorgado el presente de concederte la divinidad, íbamos a morar juntos en el Olimpo, durmiendo juntos, comiendo juntos, haciéndolo todo juntos! No puedes dejarme, no, no puedes dejarme solo!.

    Apolo apretaba con gran fuerza las manos sobre la herida, en un desesperado intento por cortar el flujo de sangre que mana, como una fuente, arrebatando la vida y la hermosura al hijo de la musa Clio, porque conoce a ciencia cierta que todo lo que hace es inútil, que el mozo al que ha dado su corazón expira sin remedio. Sus manos están empapadas en sangre y en lagrimas, el rostro de Jacinto se ha vuelto rojo y luego se ha aclarado con el llanto del dios que lo ama. El hijo de Leto ha comprendido finalmente que todo lo que hace es ya futil, que su amor se ha marchado a emprender el Gran viaje, aquel del que nunca se vuelve, y ha transformado sus gritos en planto resignado, silencioso y amargo. Aprieta su cuerpo inerte, antaño precioso y lleno de gracia, ahora nada mas que un amasijo de carne y huesos, contra si y le besa en la boca.

    Una gota del precioso jugo rubi que animaba a Jacinto ha caído sobre la hierba y, como un pequeño, muy pobre consuelo, una flor, roja como la grana, ha brotado:

    Esta flor se llamara como tu, mi angel, y yo llevare siempre una de ellas junto a mi corazón. Mi palacio en el Parnaso y mis estancias en el Olimpo estarán colmados de ellas. Pero no sera esta una flor que porte la alegría al corazón de los hombres. Un suceso terrible la ha hecho nacer y, como signo del nefasto dia en que mi hombre ha perecido, tendrá en cada uno de sus petalos un ay!, el ay! que ha destrozado mi alma en esta jornada horrorosa.

    El dios del sol extendió su mano sobre el campo donde se hallaba y se cubrió todo con esa flor nueva, de las cuales tomo unas cuantas para transplantarlas alla en las mansiones donde el moraba.

    A lo lejos se escucha una risita contenida. Es el pérfido Cefiro, que, atormentado por los celos, la envidia, el despecho y la rabia, ha herido al sol en donde mas podía dolerle, impulsando el disco que habría de matar al joven príncipe. La ley del karma se ha cumplido esta vez y el acto inicuo de Apolo para apartar a Tamiris, un rival que ya le llevaba ventaja en el camino hacia el amor del doncel, le ha rebotado en la cara al olímpico, desgarrándole las entrañas.

    La tragedia de Harmodio y Aristogiton

    En el gimnasio, adonde acuden a entrenar y fortalecer sus cuerpos la mayoría de los varones de Atenas (es de sobra conocido el culto al cuerpo que predominaba en toda la Helade) se encuentran los hombres ya maduros y los jóvenes, los muchachos a quienes les esta asomando el bozo sobre los labios y los señores con barba hecha y derecha, casados o no casados, a la búsqueda de efebos a los que cortejar y hacerlos sus amantes, a los que educar y guiar en el paso de la adolescencia a la mayoría de edad, insuflándoles su virilidad a través del recto. Suelen encargarse de esta función los tios, o los amigos intimos de los padres. Muchas veces son ellos mismos los que piden a sus amistades que se erijan en erastes de los hijos con el objeto de que sean sus tutores, de que los cojan de la mano y los lleven por al senda del deporte y de las armas, de la cultura y de la poesía, de la música y las artes, hasta hacer de ellos hombres en todo el sentido de la palabra. Atenas es la capital de Grecia, no política, porque estamos en una Grecia dividida en minúsculos estados, pero si la ciudad mas importante y con un peso e influencia que sobrepasaba en mucho a todas las demás.

    Al ginmasio acuden hombres de todas las clases sociales, desde el tyrannos y su familia y la nobleza de la polis, pasando por las clases medias, a los mas pobres, para quienes la entrada y el equipamiento son gratuitos, aunque, claro esta, este no tendrá la misma calidad que el que se adquiere pagando. Pisistrato, el benévolo y prudente tirano de Atenas, ha embellecido enormemente la ciudad, dotándola de nuevos monumentos, templos, bibliotecas, teatros y anfiteatros, gymnasii, termae, todo tipo de servicios, que han hecho de la que será mas de 2000 años después la capital de Grecia una urbe admirada por muchas otras.

    Harmodio era un muchacho de la mejor sociedad de la capital del Atica, de la preclara familia de los Alcmeonidas. Era muy hermoso, inteligente, sensible, de elevado espíritu, en su cuerpo y en su alma habían derramado sus gracias con magnificencia las diosas Afrodita, concediéndole la belleza y la capacidad para amar tiernamente, Atenea, dándole la inteligencia y la elocuencia, y las musas, y tambien los dioses varones: Apolo, otorgándole el sentido artístico, Ares el belicoso, con la capacidad para la lucha y la estrategia, el habilidoso Hefaistos, con la habilidad para usar sus manos de manera creativa, hasta el propio Zeus, insuflando sobre el el genio político, que algún dia habría de descubrir que poseia dentro de si. Persefone y Flora lo habían ungido, como a Triptolemo, con las aguas inmortales, y estaba dotado para el canto, la declamación y la oratoria. Era excelente en el calculo matematico, en la composición de poesía en dáctilos y en ditirambos, en la improvisación en los cuatro modos tradicionales y sus derivados, elaboraba discursos que eran la envidia de sus compañeros de escuela. Se esperaba mucho de el, era admirado por todos y codiciado por cuantos señores entraban a la palestra a mantenerse en forma y a contemplar su belleza.

    Pero solo uno había conquistado su afecto: el bello Aristogiton, un hombre ya madurito, de alrededor de la treintena o algo menos, que lo fue tratando y acabo por enamorarse de el y solicito su ternura, sus caricias y sus besos de la mejor forma que podía, pues no era rico, sino que pertenecía a la clase media de la ciudad. No obstante Harmodio, conmovido por la sinceridad y profundidad de los sentimientos de su pretendiente, y porque intuyo en el cualidades que distinguía ya en si mismo, accedió a su ruego y le correspondió con todo el ímpetu de su juventud y con toda la nobleza de su corazón. A un periodo de rondarle su pretendiente, lo justo para salvar las apariencias, el lo llamo aparte y le respondió afirmativamente:

    -Si, Aristogiton, mi amor será para ti y a ti me entregare y no a otro. Ve y habla con mi padre y pidele permiso formal para salir conmigo y ser mi erastes, mi conductor y mi amante y tendras mi cuerpo y mi alma.

    Harmodio era un jovenzuelo y los jovenzuelos entregan su corazón con suma facilidad, craso error, luego la vida te da palos y te tienes que arrepentir. No obstante, no era este el caso de nuestros amantes.

    Por toda respuesta Aristogiton tomo sus manos y se las beso con adoracion.

    -Gracias, muchas gracias.

    Harmodio era realmente un chico de grandes cualidades, por eso su amigo se fijo en el al minuto de conocerlo, pues intuyo todo su potencial. Le miro a los ojos y supo: que daría que hablar en el pequeño reino, que seria alguien famoso y al que sus contemporáneos ensalzarían. Lo que no imaginaba el es que no solo sus contemporáneos, sino la posteridad también haría eso, pero no por algo sobresaliente como renovar y perfeccionar las instituciones del estado o atraer hacia la ciudad principal del Atica una riqueza hasta entonces desconocida, sino por una simple reyerta de alcoba, una lastima, porque de verdad que el chico prometia mucho.

    Este pequeño y lindo episodio de amor a la griega se desarrollaba en la dulce

    Atenas mientras en el trono se sentaba Hiparco, hijo primogenito de Pisistrato y tirano de la ciudad. Hiparco no era excesivamente inteligente y quien en realidad gobernaba era su hermano Hipias, que se había colocado astutamente detrás del trono, manejando a Hiparco como se maneja a una marioneta. Hipias no amaba a su hermano, le despreciaba rotundamente, pues no poseía dentro de si los atributos imprescindibles para ser el apto gobernante de una polis. No era listo, no era sensato ni diplomático, no sabia callarse cuando debía uno de hacerlo, no sabia contener sus pasiones y se regia mas por sus instintos y apetencias que por su cerebro, pensaba con la polla y no con la cabeza. Hipias, por el contrario, era astuto, y había colocado a su hermano de testaferro para que cargara con las culpas, siendo el chivo expiatorio si su gestión era desaprobada. No le importaba no ser la cabeza visible del poder, le traia mas cuenta mandar en la sombra, pero mandar, por ello mismo, con mayor efectividad. El tonto hijo mayor de Pisistrato se complacía en hacer que los ciudadanos de su reino y los embajadores extranjeros inclinaran la frente ante el, con ocupar el escaño de honor en el hipódromo y en los festivales de Dionisos, con que se le rindiera el homenaje debido a su rango, pero el talento para el gobierno, ese estaba ausente. Que se envanecía como un pavo real por los actos de pleitesía que le ofrecían a menudo, mira, si asi esta contento y no da la lata . . ., discurría su hermano menor.

    -Eso es, tu entretente con tontas exhibiciones de poder y de alta alcurnia, pero el intríngulis de la política déjamelo a mi.

    Por desgracia para este, la falta de seso de Hiparco, su codicia y su lujuria, que terminaría por incitar el odio de sus conciudadanos, acabaría por dar al traste con la eficaz política de Hipias, derribando la monarquía de Atenas y favoreciendo definitivamente la instauración de la democracia.

    Aristogiton empezó a cortejar a Harmodio con regalos, con favores, con bondades, con muestras de afecto, atención y delicadeza, y eso al mozo le complació en extremo. Obtenida su aprobación pasose por casa de su padre a conversar con el y obtener la suya y, de esa manera, empezaron a salir juntos, a quedar para ir a entrenar, para ir al teatro, para pasear y para montar a caballo y en cuadriga. Aristogiton temió que su amante lo hubiera rechazado, por no ser de tan alta cuna ni de tan grandes rentas, pero no fue asi. Con la bondad con la que se comporto con el supo adueñarse del corazón de Harmodio y este fue suyo hasta la muerte. Siempre se los veía al uno en compañía del otro, charlando, departiendo, riendose y gozando de la vida y del amor. Aristogiton dirigía los pasos del doncel, para apartarlo de peligros, allanando todos los obstáculos. Por causa de el se metió en negocios que le fueron muy rentables, para enriquecerse y estar a su altura, poder ofrecerle el mismo tren de vida al que estaba acostumbrado. Aristogiton se enriqueció invirtiendo con gran sagacidad en las minas de plata de Laurion, cerca de Atenas, aunque no se daría con el gran filon de este yacimiento hasta el 483 a.C., cuando todos los integrantes de este drama ya habian fallecido. Llego a convertirse en una de las mayores fortunas de la polis y entonces derramo sus bondades sobre el muchacho. Cuando se acostraon juntos por primera vez el mayor tomo el sexo del mas joven y lo introdujo dentro de su boca, porque era el de la persona que amaba y quería darse a el, y y el joven Harmodio tomo a su compañero y lo hizo suyo. Era un método mas para seducir a un muchacho, que a Aristogiton le inspiro la particular forma de ser de su personalidad: dándote primero para que el otro se después a ti, y su estratagema, contrariamente a lo que hubiese sido normal, se vio coronada con el éxito, Aristogiton se entrego a su enamorado, pues que cuando amas todo tu ser desea darse al ser amado y el amaba con todas las fuerzas de su ser, y fue correspondido. Harmodio, mozo noble y generoso, se entregaría posteriormente a el tantas veces como su hombre quiso, y gozo como una perra de ser poseído, siempre se le estaba aproximando, llendo hacia atrás y pegando ciertas partes de su anatomía posterior a la entrepierna del hombre ya algo entrado en años. Como ya ha quedado dicho, contrariamente a lo que cabria esperar, no fue en esa primera noche el mas veterano el activo en el talamo, lo cual es razonable: el que ama siente crecer dentro de si la irreprimible necesidad de ofrecerse al ser amado en cuerpo y alma, y fue Aristogiton el que amo en un primer momento. Pero su ternura iba a hallar reciprocidad, Harmodio iba a amarle a el tanto como el amaba, y no tardo en ofrecerse a sus ansias sexuales. A pesar de su diferencia de edad, coincidían en gustos, aficiones, manera de ser y de pensar, mentalidad, como Achileos y Patroclos antes, como Alexandros y Hefaistion después, estaban hechos el uno para el otro.

    Aristogiton tenia grandes planes para su república y pensaba utilizar su dinero en pro de su ambicion y de los asuntos públicos, amen de complacer a su muchacho. Las veladas eran de vino y de rosas entre los dos, de besos y caricias y ternura infinita, de masajes, de chistes e ingeniosidades, de dulzura. Harmodio acabo por no poder concebir la existencia sin su erastes, ni Aristogiton sin la compañía de Harmodio. Si, tuvieron los dos mucha suerte, pues habían dado, de casualidad, con el espejo de su alma.

    A todo esto hay que decir que Aristogiton, del linaje de los Alcmeonidas también, pero de otra rama no tan encumbrada, estaba casado. Era de lo mas corriente en aquellas épocas que los varones tuvieran esposa y engendraran hijos, pero que tuvieran su amante también, porque a la mujer la veian como objeto a través del cual perpetuar la especie, pero no como depositario del amor. Los hombres ofrecían su corazón a otros hombres, aunque esto no era exacto en el 100% de los casos, también los había que se enamoraban y elevaban votos para unir su alma a la de una femina. No obstante el amor que se consideraba puro y sin macula era el de semejanza, el homosexual: un hombre ya formado buscaba la compañía de un muchacho. También se daba este tipo de relación entre personas de la misma edad, pero no era tan corriente. Como es de suponer, se esperaba que Harmodio se uniese en sagradas nupcias algún dia y tuviese hijos con los que hacer que su linaje permaneciese vivo y que tomase a algún joven de su elección como eromenos, tal y como hacia ahora Aristogiton con el. Por el momento el adolescente solo soñaba con su hombre, y este con el. Cuando no dormían juntos, en el lecho de la nueva casa que el mayor había adquirido gracias al dinero que su talento para los negocios le proporcionara y que había regalado a su mozalbete, soñaban el uno con el otro, cuando no estaban juntos se pasaban el dia apenados, suspirando lastimosamente, como si les faltase lo mas esencial de si mismos.

    Por desgracia para ellos otro hombre había puesto sus ambiciones en el mozo de alta cuna. Hiparco, el supuesto tirano de Atenas, supuesto porque, como ya hemos dicho, quien en realidad reinaba era Hipias, su hermano; Hiparco comenzó a pretender al lindo Harmodio, haciéndole costosos regalos, favores, otorgándole tareas honorables, teniendo con el las galanterías acostumbradas, tal y como ya había hecho Aristogiton. Pero llegaba tarde, en el corazón del efebo ya había alguien y no había sitio para nadie mas, de manera que declino amablemente los ofrecimientos, pero dando a entender bien a las claras que no estaba interesado. Harmodio no era tonto, y tenia bien presente que los Pisistratidas eran una familia de mayor poder e influencia aun que la suya, por eso supo negarse con tacto y diplomacia, pero Hiparco no era un hombre dotado de caballerosidad, cortesía ni finura, ni tenia tampoco un espíritu demasiado elevado. Tal pareciera que hubiese nacido en la España mas profunda y fuese un macho ibérico brutal e insensible, una autentica bestia parda, ruda, maleducada y pestilente, con no excesivo entendimiento y menor finura de corazón, no era, ni muchísimo menos, un aristócrata del alma. Harmodio lo calo enseguida y se alejo de el y el infame Hiparco, sin decir nada a nadie, monto en cólera y planeo su venganza contra la pareja. Hiparco no era de elevado espíritu ni tenia la sensibilidad de un poeta romantico ni era un caballero, pero no era tan tonto para la intriga, la calumnia, los tejemanejes. Para la estafa y los negocios, el hacer daño al prójimo de la peor manera posible si que estaba muy dotado. Todos en Atenas, que no alcanzaba ni de lejos por entonces a contar con el numero de habitantes con los que contaria bajo la vara de mando del insigne Pericles, sabían quien era el arconte en realidad, y que reinaba muy bien, con prudencia, virtud y probada eficacia. Hipias era considerado digno hijo del persuasivo Pisistrato, que tanto había hecho por la ciudad, y su hijo menor, al que los dioses habían concedido con soberana diferencia mayores dones que a su hermano Hiparco, no estaba haciendo menos. Atenas prosperaba, se estaba volviendo una dura rival para Corinto o Efeso.

    El asqueroso Hiparco medito y medito y al cabo de los días dio con la forma de vengarse de los dos amantes por aquella negativa (para el era impensable que alguien pudiera resistirse a sus deseos, teniendo la ascendencia que tenia y ocupando el sitial que ocupaba. Se creía que todo lo bueno que le llegaba era porque si, porque se lo merecía sin mas, cuando en realidad había hecho bien poco para merecerlo. La historia ha probado en mas de una ocasión que son los propios talentos y meritos los que son dignos de alabanza, no la sangre de la que vengas ni la posición que hayas heredado, sino la que tu te labres con tu esfuerzo en la rama de la actividad humana que sea de tu gusto, para la que los cielos te han dotado). Sin decirle nada a su competente hermano curso una misiva a la familia de Aristogiton. En ella se invitaba a la hermana de este a participar como canéfora en la procesión anual en honor de la diosa Atenea.

    -Que gran honor!, pensaron todos en aquella casa.

    Y en efecto, lo era, únicamente a las jóvenes de mas rutilante belleza, elegante actitud y mas intachable reputación se las solicitaba para tirar del carro de la diosa. A partir de entonces a la chica, y a toda su familia, se los miraría de abajo arriba, podría tener aspiraciones a realizar un mas que ventajoso matrimonio, con alguno de los potentados de la ciudad o incluso de toda Grecia, porque, aunque Palas era la diosa de Atenas, era adorada en toda la Helade. Y si al año siguiente también se la llamaba entonces podría exigir lo que quisiera a las familias que la pretendieran para sus hijos. Encontramos en los libros de historia a mujeres excepcionales, que consiguieron echar por tierra el prejuicio que se tenia en contra de ellas por ser mujeres y que dejaron impreso su sello en letras de oro en el. Podría ser la doncella otra Safo, otra Hecuba, venerable madre de Troya, otra Elisa de los fenicios, alla en la lejana Tunez? En una época como aquella, en que los seres humanos eran mas dados a concebir la grandeur en sus semejantes que en la actualidad, que vivimos en un mundo de gusanos, los padres de la muchacha comenzaron a plantearse esas cuestiones y, naturalmente, a preparar el atavio, adornos y ofrenda de la moza, lo que suponía no poco gasto. Todos en el hogar natal de Aristogiton estaban mas que atareados confeccionando la vestimenta ritual, encargando las joyas, las guirnaldas, ahorrando para hacer el donativo a la diosa. Suerte que el hermano era ahora rico y que además contaba con la fortuna de su novio, que de otro modo . . .

    Ya lo tenían todo preparado, ya faltaba poco para la festividad, en que la niña tendría que echar sobre sus hombros los arreos de la carroza ceremonial de Atenea y estaban todos muy entusiasmados, esperando con ansia el gran dia. Pero, oh, desdicha, oh, infamia, oh, insolencia inaudita!, cuando la chica llego al templo de la diosa fue despedida de allí con malas palabras y malos modos, aduciendo que a una moza alegre y de tan ligeros cascos como ella jamás la hubieran pedido que tirara del carruaje sagrado. Como se atrevía una como ella siquiera a concebir que pudiese hacerlo, que desfachatez! Con esas mismas palabras la echo Hiparco de allí, a empellones, jurando y perjurando que jamás había sido invitada y amenazándola con crueles castigos si se atrevía a mentir sobre el caso, a divulgarlo o a quejarse ante alguien. Ella se marcho para su casa llorando, corroída por la indignación y el coraje. La habían humillado en gran medida, ella conservaba aun la tablilla en la que se la convocaba a esa ceremonia, podía probar la veracidad de los hechos, pero en aquella sociedad enfrentarse con alguien que era el hermano del gobernante constituía un empeño perdido de antemano, no había nada que se pudiera hacer, y se tuvo que limitar a lamentarse ante su padre y ante su madre, ante su hermano y ante su cuñado, maldiciendo y aborreciendo entre las cuatro paredes de su hogar.

    -Me han tildado de perdida, de simple puta vulgar y zafia, que se entrega a los palafreneros y a los arrieros!.

    Aristogiton monto en cólera, Harmodio monto en cólera también, el honor de la familia y por tanto el suyo propio había sido pisoteado, arrastrado por el fango, pues el amaba a Aristogiton mas que a si mismo y todo lo que lo dañaba a el o a algo cercano a este le concernía directamente, y juraron vengarse, pues que puede haber de mas valioso en este mundo para nadie que el honor?, de que vale la vida si te han quitado lo mas trascendental de esta? Cuando, donde, como se tomarian la revancha? La próxima carrera de cuadrigas podría ser una buena ocasión. Dieron parte a sus mejores amistades para que el dia señalado marchasen al hipódromo con dagas escondidas entre los pliegues de sus túnicas. Se la iban a hacer pagar bien pagadita a ese torpe seductor de Hiparco. Ellos sabrían restaurar la honra de la hermana a base de sangre!

    -Tu tranquila, hermanita, que ese nos las va a pagar todas juntas!.

    Y el dia de la competición la pareja de enamorados se llego a las carreras con las peores intenciones. No convenia que fueran muchos para no despertar sospechas, no convenia que les viesen portando armas, por lo que las mantenían ocultas. En algún pasillo o vestíbulo mas o menos solitario podrían hacer que lo atrajesen y asi dar rienda suelta a su furor. Existía un grupo de descontentos con la política de los Pisistratidas, que estaban viendo sus intereses mermados y que les tenían inquina, no iba a resultar demasiado complicado encontrar complices para lo que tramaban, mucha gente quería libertades, libre albedrio, y no tener que rendir cuentas a ningún mandamas, por benévolo y prudente que este estuviese siendo.

    Para mala fortuna, esa misma mañana en que iban a perpetrar el crimen Harmodio vio a uno de los compinches de la conjura hablando por lo bajo con el sabio Hipias. Les habrían traicionado, descubriendo su añagaza? Fue al instante a comunicárselo a su amante Aristogiton.

    -Tendremos que postponer nuestro plan. Al parecer nos han hecho traición, desvelando nuestra artimaña.

    Pero a la salida del stadeion encontraron a Hiparco, el causante de su vergüenza y su humillación.

    -Tu no te vas a escapar ahora, cariño. Hoy tu caes!.

    Harmodio acecho el momento en que su victima se quedo a solas en los pasillos del local del estadio y aviso a su amigo:

    -Ahora es el momento!.

    Y los dos salieron aprisa a hacérsela pagar a aquel infame. Chas, chas!, cuchillada tras cuchillada. Asi acabaron con la vida de aquel déspota imbecil.

    Pero, desafortunadamente para ellos, los guardias no andaban lejos, y corrieron a su caza y captura. A Harmodio lo apresaron allí mismo y lo mataron, Aristogiton logro poner pies en polvorosa, pero para ser apresado el mismo dia y torturado, a ver si confiesa los nombres del resto de asesinos. El mismo Hipias, cuando le dieron la noticia, se puso al frente de la investigación. No amaba a su hermano, eso ya lo he dicho, pero el finado pertenecía a la familia real y para el eso era sagrado e inviolable. Atacar a alguien de la sangre de Pisistrato era atacar la monarquía de Atenas y al mismísimo estado.

    -Tu amante ya ha recibido su castigo y esta pudriéndose en el descampado, para regocijo de hienas y de buitres!.

    Y asi Aristogiton hubo de llorar lagrimas de amargura, de dolor y de odio. El mundo se le acababa de venir encima de la cabeza con todo su peso, la persona a la que el mas amaba en esta vida era ya muerta. Un alarido de dolor y de odio se desprendió de su garganta y el llanto fluyo inconsolable de sus mejillas. Pero su tormento no iba a terminar con la viudez y la perdida del ser amado, después de ese tremendo golpe emocional iba a ser torturado físicamente, la amistad del potro, de los hierros candentes, de las astillas entre las uñas llego a ser intima, pero aun asi no dijo nada, dio nombres falsos, los de las mejores amistades del arconte y este, de tirano suave y benévolo, al estilo de Solon y Pisistrato, se transformo ipso facto en tirano en el peor sentido de la palabra. Sospechaba de sus mejores camaradas porque, visto la confesión de Aristogito, muchos de ellos estaban conchabados para procurar su perdición, y se encargo a conciencia de enfriar su afecto, ordenando apresamientos, torturas, requisiciones, confiscaciones, ejecuciones sumarisismas. Temia conjuraciones a cada paso, intrigas, cuchillos disimulados entre los ropajes, vivía atemorizado pensando que querían atentar contra su vida, no dormía por las noches, no había comida que comiese que no sospechara que portase veneno, por lo que se hacia probar las tres, y no aceptaba regalos, por si acaso, no se fiaba de nadie, no confiaba en nadie, tenia siempre el puñal en la mano, dispuesto a sacarlo a nada que alguien alzase un poco la voz, no se atrevía a caminar solo por ninguna calle, ni aun en su propia casa se apartaba jamás de su arma. Era evidente que se había vuelto completamente paranoico. Toda Atenas sintió su miedo y su cólera, nacida de aquel. Las prisiones se llenaron a rebosar, las siniestras cámaras donde se atormentaba a los presos parecía que se iban a venir abajo con los muchos gritos de la muchísima gente que era sometida a barbaros interrogatorios, los verdugos no daban abasto con tantos condenados como les era ordenado ejecutar. En ese tiempo los enterradores hicieron su agosto. Toda Atenas era presa del terror.

    -Tengo que encontrar enemigos antes de que ellos me encuentren a mi, tengo que destruirlos antes de que me destruyan!.

    Era una situación insostenible. El clan al que pertenecían ambos amantes, los alcmeonidas, cursaron mensajes para el rey de Esparta informándole de la estremecedora situación en la que Hipias estaba sumiendo al estado ateniense y le aseguraron que toda la población de la ciudad de Palas se desviviría en agradecimiento para con el y para con sus tropas. Encima lo tenia fácil, puesto que los erjes aliados del arconte ateniense habían caído, el imperio maritimo de esta polis, un gran acierto de Pisistrato, había sido devorado por los persas y Tebas había establecido acuerdos con Platea, rompiendo su amistad con el Atica. Hipias no tenia fuera de su patria a nadie para socorrerle. Cleomenes I, rey de Esparta, envía a su general Anquimolio y Atenas es sitiada, hasta tal punto deben sufrir sus pobladores por la tirania de un solo hombre! Los viveres escasean, el hambre amenaza, la rabia, el odio hacia el tirano Hipias es mayor que nunca, pero han acabado por hacer causa común con el y su familia ante el peligro extranjero.

    -Se trata de un extraño que quiere invadir nuestro solar y eso no puede tolerarse.

    El general lacedemonio es derrotado.

    Entonces es el propio rey Cleomenes el que se pone al frente de su armada, estimulado por lo fácil que seria intervenir, y marcha para Atenas, encontrando las puertas abiertas y a sus habitantes portando ramas de palma en las manos y ofreciéndoles presentes, tal y como le habían asegurado.

    -Bien, bien, y que es de Hipias, el gobernante de esta ciudad?

    -Alas! De alguna manera, no sabemos como, ha sabido que venias y ha buscado refugio en la ciudadela. Pero el muy tonto no se ha llevado a sus hijos consigo y aquí te los traemos para que hagas con ellos cuanto gustes.

    -Bien, bien, ese es un argumento de peso en unas negociaciones.

    En efecto, Hipias pronto hubo de angustiarse por el futuro de aquellos a los que engendro y desde su refugio en la Acropolis negocio su huida de la polis a cambio de que les fueran devueltos sus hijos, sanos y salvos. Los espartanos temieron que la democracia representara un peligro para ellos y trataron de reponerlo en el trono, aunque sin éxito, ya había buscado asilo con el shah de Persia Dario I, que también quiso reponerlo en el trono del Atica bajo coaccion y amenazas. Cuando se produjo la revuelta de las polis jonias contra el imperio, calurosamente apoyada por Atenas, Hipias aconseja a Dario que declare la guerra a su antigua patria, y asi empezó la primera de las guerras medicas. Hipias moriría poco después de la batalla de Maraton, en Lemnos.

    La casa encantada

    Dedicado a R., un chico que acude a entrenarse al mismo gimnasio al que yo voy y que me inspira los mas dulces, hermosos y nobles sentimientos. En el pensaba cuando concebí a Silvestre, el Adonis de ojos de hierba y cabellos como la noche mas oscura, pues que este hombre, aparte de belleza sin par, coincide con mi personaje en esas dos características, y mi intuición para leer rostros me indica que es una persona sensible y romantica, dulce y encantadora, un autentico príncipe azul, realmente adorable.

    Era el verano de mi ultima infancia, cuantos años, 13, 14, 15? Lo conoci en la playa, mientras el jugaba al boleivol con su pandilla de amigos, todos atléticos, todos fuertes y deportistas, mientras yo, misero de mi, solo estudiaba y leia, exhibía un cuerpo pobre y débil, que era una vergüenza, era el 1º en los estudios y el ultimo en clase de deportes.

    Nota del autor.-

    Ya se que no es creible que una persona empiece a experimentar sentimientos amorosos a esas edades. Bueno, mi primer enamoramiento fue con 17 años, uno brevísimo, 3 dias nada mas, con que puedo estar equivocándome. Se supone que a unas edades tan tempranas uno no esta lo suficientemente maduro como para experimentar esas sensaciones, pero puede haber excepciones a esta regla, no hay dos personas iguales y alguna puede encontrarse, seguramente, que confirme mi ultima aseveración. Después de todo ahí tenemos a Yang Kuei Fei, que era una muchachita cuando se enamoro del emperador de T’ ang.

    Bien pronto me apercibi de que las chicas no llamaban mi atención, sino que los muchachos que empezaban a ir tras ellas eran los que hacían que mis ojos se me fuesen tras sus movimientos y carreras. Silvestre era el mas hermoso de los dos; alto, de cabellos negros como la noche, largos, hubiera podido perderme entre ellos, hubiera deseado perderme entre ellos, hubiera muerto por besar uno solo. Sus ojos verdes, claros como la mañana, iluminaban el mundo a su paso. Yo le quería, le quería tanto!, hubiera hecho cualquier cosa que me hubiese pedido. Pero el, el deportista, el ídolo de las jóvenes, el líder de la clase, simplemente me ignoraba, pasaba de mi. No me insultaba ni me humillaba ni me rehuía, pero no entraba yo dentro del circulo de sus intereses.

    Se echo novia enseguida, como es de imaginar, y hubiera podido conquistarlas a todas y no solo a la hermosa Jacinta, la mas bella sin duda de las chicas del instituto. Verlos juntos me dolia físicamente. Jacinta era muy querida por todos, también por mi, era atenta con todo el mundo, amable, servicial, dicharachera, alegre, dulce, todos la apreciaban y la admiraban, todos coincidieron en que ella y su novio no podrían hacer mejor pareja, que estaban hechos el uno para el otro. Cualquiera de los dos hubiera podido poner a sus pies a todos los chicos ella, a todas las chicas el con solo mover un dedo, pero bien de seguida se habían llamado uno al otro la atención y se habían pegado el uno a la otra como las dos valvas de un molusco. El, el deportista, el de las buenas notas, no tan buenas como las mias, pero sin duda uno de los sobresalientes de la clase, ella, la 1ª del curso en todo, siempre bien vestida, siempre con las respuestas a punto al dia siguiente de que el profesor las plantease, siempre situados los dos en la primera fila, no lejos de mi que también me colocaba alla, pero no parecíamos congeniar. Eramos muy distintos; yo, proveniente de una enseñanza primaria de abusos y maltratos, marginado y buleado por mi poca masculinidad, por mas que en aquellas tempranísimas fechas ni me imaginase mi futura orientación sexual, y por mi excelente expediente académico, tenia una gran facilidad para los estudios, pillaba las explicaciones al vuelo y apenas me costaba retenerlas en la memoria, me había vuelto demasiado timido, aislacionista, reconcentrado, introvertido y silencioso, no se oia mi voz mas que para preguntar al profesor. En cambio ellos dos se juntaban con todo del mundo, a todos invitaban, a todos sonreían, a todos ayudaban. Todos suponían que en el baile de graduación serian coronados rey y reina.

    Pero entonces sucedió algo inesperado, total y absolutamente inesperado. La profesora de ética y educación civica nos junto a Silvestre, a Jacinta y a mi para un trabajo de clase. Ignoro si tendría alguna intención oculta al meternos a nosotros tres en un solo grupo, pero el caso es que me dio una oportunidad para conocer mejor a Silvestre, entrar en su casa, ver el ambiente en el que se criaba, y lo mismo con Jacinta y ellos conmigo.

    El primer dia que nos reunimos los 3 fue en la biblioteca del instituto, para coordinar nuestra futura acción de trabajo. Allí los tres, sentados junto a una mesa y con nuestros cuadernos, nos preguntábamos que rumbo tomar. Teníamos que recrear una especie de vida fingida y uno de nosotros tomaria notas y sacaría conclusiones. Quien seria? Porque no imaginar que Silvestre y Jacinta estaban ya casados y con la vida ya hecha, esperando un hijo o con el ya, con sus carreras consolidadas, triunfando, y analizamos el proceso que los puede llevar a los dos a ese estado de éxito, bienestar material y prosperidad?

    Jacinta, tan hermosa como sensata e inteligente, se opuso, con gran sentido común:

    -No, eso seria lo mas fácil, lo mas corriente, el camino mas normal para todo el mundo. Porque no mejor nos planteamos una pareja que se salga de la norma, una pareja rara, poco común?

    -Como que?, la interroga su novio.

    -Una pareja homosexual, por ejemplo?

    Silvestre y yo abrimos mucho los ojos en ese momento, aunque imagino que por motivos distintos. La miramos sorprendidos a ella, luego nos miramos el uno al otro.

    -No es tan mala idea, continuo ella, es una ocurrencia mas que original, que pocos se esperarían. Ambos podríais simular estar el uno con el otro, conocer las costumbres de cada uno e imaginar como os amoldaríais mutuamente y como os enfrentaríais al mundo formando como ibais a formar una pareja atípica. No es tan mala idea, convendréis en que no lo es.

    -No, la verdad es que no, será una sorpresa en la clase, sin duda.

    Empece a vislumbrar una ventana abierta, poder entrar en el cuarto privado de mi amigo, tal vez verle semidesnudo. Como seria su cuerpo?, tendría alguna marca de nacimiento que no pudiera ocultar? Me los visualice a los dos en el dormitorio, a media luz, haciéndose carantoñas el uno al otro, besándose y acariciándose. Se habrían acostado ya juntos? Esas serian preguntas que podría hacerle a Silvestre en la intimidad de su habitación, o de la mia.

    Es posible que la profesora me colocara con ellos porque, viéndome tan aislacionista y alejado del resto de mis compañeros de clase, pegarme a los que eran la admiracion y la envidia del curso me haría bien, me ayudaría a espabilarme y me facilitaría que me relacionase con los otros chicos y chicas del instituto. Si, seguramente lo hizo por eso. La parejita de oro no me apreciaban demasiado, siendo como era tan distinto de ellos, pero tampoco los desagradaba. Empezaron a conocer mi mundo interior, ya por entonces rico e intenso. Les hablaba de mis lecturas, de los muchos libros que ya por aquella época había devorado en la soledad de mi hogar: cuentos, libros de historia, de arte, de literatura, de música, que era mi actividad extraescolar favorita.

    Quedo decidido pues lo de la pareja homosexual que Silvestre y yo íbamos a formar, y quedamos una tarde después de clase para que se viniese a mi casa y conociese mi ambiente, la vida que yo llevaba fuera del instituto. Yo haría otro tanto en la suya. Los dos apuntaríamos nuestras reflexiones, observaciones, dudas acerca de cómo podría llevarse esa vida en comun que íbamos a fingir y las discutiríamos con la novia de el. Yo ya había comprado un cuaderno especial para ello, y el otro había hecho otro tanto.

    La primera sesión de la simulacion se iba a llevar a cabo entonces en mi habitación. Habíamos quedado los dos a las 17:00. Mi madre había preparado unos sándwiches de atun y vegetales con zumo de frutas para la merienda y lo metió todo en el frigorifico antes de marcharse al trabajo. Yo me quede mientras tanto en mi cuarto estudiando la lección del dia. Mi padre, directivo y dueño de una gran empresa, no volveria a nuestro chalet hasta la noche.

    Silvestre entro en mi habitación y paso su mirada por cada uno de los objetos que había en ella, la estantería con sus muchos libros, clásicos de la literatura, libros de ciencias, de música, de ciencias ocultas y esoterismo, etc. Sobre la mesita de noche pudo vislumbrar un titulo sugerente: Maurice.

    No dijo nada al ver el titulo. En realidad yo supongo que toda la clase se barruntaría mi sexualidad y no hay mas problema. Me pregunto si la novela me parecia buena, que que destacaría de ella, si la encontraba algún defecto. Yo lo conteste amablemente a todas sus cuestiones.

    Nos sentamos a la mesa-escritorio de mi habitación, discutiendo los pormenores de nuestra fingida convivencia.

    -Tal vez debiéramos pasar un tiempo juntos para estimular nuestra imaginación y sacar ideas, dice el.

    -Te atreverías a algo asi? Y donde lo haríamos, y como?, que dirían nuestros padres, se opondrían o no?

    -Piensatelo, la ocurrencia no es mala.

    -No, no lo es, de verdad que no. Se lo comentare a mi padre y a mi madre esta noche a ver que me contestan. Los hablare del proyecto de la escuela y que nos ayudaría mucho pasar unos días en mutua compañía. Que te parece?

    -Me parece bien. Yo hare lo propio con los mios, asi tus padres no podrán quedarse de ser los únicos que soportan a alguien de fuera de la casa. Comes mucho?

    -No, no mucho, no soy un musculitos como tu.

    -Ya se que no, los cierto es que tu cuerpo es horrible, da pena.

    -Hombre, gracias!.

    -Pero eso puede mejorarse.

    Una buena cosa que iba a sacar de hacernos amigos, interesarme por el cultivo de mi cuerpo y pillarle el gusto a los deportes, lo que no me había sucedido nunca antes. El me enseño a manejarme con las pesas, las poleas, las mancuernas, yo lo hice entrar en el complejo mundo de mi mente y de mi corazón, aprendió a conocerme, a apreciarme, a tenerme cariño, mientras el y su novia se iban compenetrando como pareja, estrechándose los lazos de su relación. Y yo empece a atormentarme, a sufrir de anhelo por el y de remordimiento por causa de ella, por atreverme a concebir ilusiones que la podían hacer daño cuando yo la consideraba ya mi amiga. Empece el juego de callarme, de aguantar y de llorar en soledad, sin que nadie supiese nada, sin que nadie imaginase que podría pasarme. Algo debió traslucirse, no obstante, porque mi papa algunas veces se me quedaba mirando y después me decía:

    -Te pasa algo, hijo?

    Y yo respondia:

    -Nada, padre, que me va a pasar!.

    Me había vuelto tan reservado que no dejaba que nadie atravesase el caparazón que me había hecho para proteger mi alma, la concha en que había encerrado mi ser.

    Pero estamos adelantando acontecimientos, eso fueron cosas que ocurrieron, si, pero en el transcurso de varios meses, y de momento estamos en que Silvestre se iba a pasar unas cuantas jornadas viviendo con mi familia para estimularnos a los dos a cumplir la misión que la profesora nos había impuesto. Los expuse a mis padres el problema y ellos no vieron mal alguno en acoger a este compañero de estudios, la casa tenia tamaño de sobra para acoger uno, dos o diez huespedes, mi padre era un empresario de éxito y ganaba mucho dinero con su negocio, una boca mas, por el tiempo que fuese, aunque esa boca comiera mucho, como era el caso de Silvestre, que siempre estaba hambriento—es natural, hacia tanto deporte!—no suponía nada para nuestra economía, nadábamos en una abundancia de la que la mayoría de los alumnos de mi centro escolar carecia, la familia de Silvestre desde luego que si, no eran pobres, pero no estaban tan bien situados en la vida como nosotros. Mi padre me pidió el teléfono de la casa de mi amigo para plantearles esa cuestión, sentía que debía intentar que mi estancia en la casa de los Ventura, la familia de mi amigo, fuese lo menos gravosa posible, yo estaba acostumbrado a un tren de vida que el hogar de los Ventura difícilmente podría soportar.

    -Confio en que sabras hacerlo con el adecuado tacto, comento mi madre al saber la noticia.

    -La duda ofende, querida.

    -Ya se que lo haras bien, pero este no deja de ser un asunto que requiere de gran delicadeza y no estaba de mas recalcártelo.

    -Ya lo se, tendre que hacer gala de gran delicadeza y diplomacia.

    Los telefoneo al dia siguiente por la noche. Espero a que mi amigo hubiese explicado el tema a su vez ante sus padres y solo entonces se decidió a tratar la cuestión. Hablo de lo mucho que costaba mantenerme, de que no estaba dispuesto a dejar que su hijo Julian tuviese que soportar el llevar un tren de vida mas modesto en comparación con la vida a la que estaba acostumbrado, que no sabia si seria un gran acierto permitir que yo me trasladase a la vivienda de Silvestre, dado que sin lugar a dudas tendríamos los dos regímenes de vida muy distintos, que no osasen consentirme ninguna tontería ni mucho menos tuviesen que aumentar sus gastos por mi culpa, finalmente que si deseaban que los brindase alguna ayuda económica, simplemente por si acaso era tan patoso que me cargaba algún valioso objeto o me ponía tiquismiquis y pedia rarezas y caprichos que me eran normales en el hogar donde yo vivía.

    La contestación fue inmediata. No, no hacia ninguna falta, pero que lo tendrían en cuenta si se veian en algún problema. El sentido del tacto de mi padre, que tantos aciertos le había reportado y que tan lejos le había llevado en su carrera

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