Atrapada en la oscuridad
Por Mary Orvay
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Ángel va a tener que superar muchas cosas cuando por fin salga del hospital. No solo se tendrá que enfrentar a la vida sin Mike, ahora que ya se había acostumbrado a tenerlo a su lado, sino, que también, deberá aprender a vivir sin su trabajo, que lo era todo para ella.
La intervención del capitán Ramírez le otorgara la oportunidad de comenzar de nuevo.
Pero, no todo es como parece, ¿qué se oculta detrás de sus buenas intenciones?
¿Cómo encajara Ángel que Mike vuelva a aparecer?
¿Quién dice la verdad?
Solo le queda confiar en su instinto de policía y, dejar los rencores atrás.
¿Lo conseguirá?
Mary Orvay
Amante de las palabras, soñadora. Los libros forman una parte importante de mi vida. Viajes, mundos fantásticos, personases históricos... Cuando abres un libro nunca sabes donde te va a llevar.
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Atrapada en la oscuridad - Mary Orvay
Atrapada en la oscuridad.
Visiones. Parte 2
Título: Atrapada en la oscuridad.
© 2017, Mary Orvay
©De los textos: Mary Orvay
Portada: Mary Orvay
1ª edición
Todos los derechos reservados
Prólogo.
¿Qué ocurre cuando la vida tal como la conocías llega a su fin?
¿Cuándo empiezas a abrir tu corazón a alguien y, ese alguien desaparece de tu vida?
El mundo es un lugar hostil, donde el mal siempre quiere ganar la batalla. Y parecía que a ella la habían derrotado.
Estaba herida y estaba sola.
Debía empezar a pensar que iba a hacer con el resto de su vida.
Y, sobre todo, debía conseguir sacar a Michael Black de su cabeza.
El tiempo ahora era su mejor amigo. O eso había oído.
No decía la gente que el tiempo lo cura todo
1
Habían pasado seis meses. Seguí estaba en la cárcel, más concretamente, en la unidad hospitalaria de la cárcel.
Leclere siempre había estado en lo cierto. Seguí estaba muy enfermo. Tumor cerebral, inoperable.
En el juicio su abogado había utilizado dicho tumor como atenuante para su conducta.
Según el propio médico de Seguí, dicho tumor, había logrado alterar su realidad, convirtiéndolo en el monstruo asesino que era ahora.
Nada compensaría a Irene la pérdida de su hijo Daniel, pero por lo menos sabía que el monstruo estaba encerrado y en pocos meses, si el diagnóstico de los médicos era correcto, habría un monstruo menos en el mundo.
Seis meses habían pasado y ella seguía sin recuperarse del todo.
Había tenido que pasar un mes entero ingresada en el hospital. El puñal de Seguí le había perforado un pulmón, pero lo peor, había sido, que la hoja estaba impregnada de una sustancia extraña, que le había provocado una grave infección.
Y en todos aquellos meses Black no había dado señales de vida.
Él, que tan preocupado estaba por su seguridad. No había ido a verla ni una sola vez al hospital. Simplemente había desaparecido.
No sabía de qué se extrañaba. Solo había cumplido su promesa. Seguí estaba en la cárcel, Oscar estaba a salvo y él, simplemente se había esfumado.
2
―Teniente Campos, me temo que no tengo buenas noticias para usted. Su pulmón se ha recuperado bastante bien, pero no todo lo que cabría esperar. En estas condiciones no le puedo dar el alta para el servicio activo.
― ¿Qué quiere decir, doctor? ―le preguntó Ángel angustiada―. Quizás con un poco más de tiempo…
―El tiempo no arreglará su problema, teniente. La infección le ha dejado unas cicatrices importantes en el pulmón. Prácticamente no afectara a su vida diaria, pero de eso a perseguir criminales. Su capacidad ha quedado mermada.
― ¿Y ya está? ¿No hay nada que se pueda hacer?
―Me temo que no, teniente. Como ya le he dicho puede usted mejorar un poco con algo de ejercicio. Ya sabe, natación y deportes de bajo impacto. Pero no le voy a mentir, teniente. No volverá a recuperar el pleno funcionamiento de ese pulmón.
― ¿Y que se supone que voy a hacer ahora? Solo tengo veintisiete años.
―Siempre le queda hacer trabajos administrativos. Si es que, no le apetece cogerse el retiro por enfermedad.
«Dios mío, solo tenía veintisiete años y su vida tal como la conocía había terminado. ¿Qué iba a hacer ahora?
Con la mísera pensión de la policía y sin nada a la vista.
¿Cómo iba a sobrevivir?»
3
Estaba metido en un buen lío, había notado desde el principio algo extraño en la actitud de aquel hombre.
Siempre defendiendo la inocencia de Seguí
Y aquella llamada que le había hecho a Angel.
Si no hubiera sido por aquella visión, que lo había asaltado de repente, ella ahora probablemente estaría muerta.
Por lo menos ahora se encontraba fuera de su alcance.
Se había mantenido alejado de ella. Cosa que no le había resultado nada fácil.
Saber que estaba en el hospital y, tener que resistir el impulso de ir a visitarla había sido una de las cosas más duras que había hecho en su vida.
Pero se lo había prometido a sí mismo.
Le daría tiempo. Y, cuando volvieran a encontrase, las cosas serían diferentes.
Esta vez no le iba a permitir que huyera de él.
Pero antes debía ocuparse del capitán Ramírez. No sabía que se traía entre manos. Pero estaba seguro de que no se trataba de nada bueno.
«Qué podía querer conseguir dejando hacer a Seguí?»
Porque ahora lo sabía con seguridad. Él siempre había sabido que Seguí estaba detrás de la muerte de aquel pobre niño. Puede que Óscar hubiera sufrido la misma suerte si Angel no hubiera llegado a tiempo.
Se había mantenido en las sombras durante los seis meses que habían pasado.
Observando, obteniendo información allí donde podía.
Pero todo parecía normal, no había logrado descubrir nada que le diera una pista de lo que estaba pasando.
Y si tenía que ser sincero consigo mismo, ya no podía permanecer más tiempo alejado de Angel.
Había llegado el momento de salir de las sombras y afrontar su destino.
4
―Capitán, no sabe cuánto le agradezco que me haya puesto en contacto con su amigo. Ese trabajo va a ser mi salvación, tanto mental como económicamente. Si hubiera tenido que quedarme en casa un día más mirando las paredes, le puedo asegurar que me habría vuelto loca.
―No será para tanto, Ángel. Y ya no soy tu capitán. Creo que el tiempo que hace que nos conocemos, nos permite la libertad de tutearnos.
―Tiene usted razón capit… lo siento, quería decir que tienes razón Ramírez. Pero créeme, cuando te digo, que estaba a punto de que se me cayera la casa encima.
―De todas maneras, Ángel, prometiste que te lo tomarías con calma. El trabajo de detective privado es mucho más tranquilo que el de policía, pero, aun así, conociéndote como te conozco te lo tenía que recordar. Si no fuera por tu insistencia, no te habría dicho nada. Creo que te conviene un poco más de reposo y tranquilidad.
―Demasiado reposo y tranquilidad es malo para el alma. Créame lo he comprobado.
―Te lo estoy diciendo en serio, Ángel. Le he pedido a mi amigo Pedro que me mantenga informado. No voy a permitir que juegues con tu salud.
―Gracias por preocuparte Ramírez, pero ya soy mayorcita. Se cuidarme sola.
― ¿Qué te parecería llamarme por mi nombre? ―le sugirió él ―eso de llamarme por mi apellido, suena un poco raro.
―No sé si llegaré a acostumbrarme. Usted, siempre ha sido el capitán Ramírez ―le dijo sintiéndose algo incómoda por su insistencia―. No creo que de repente pueda pasar a llamarle Roberto.
―Por lo menos inténtalo. No es para tanto. ¿Cuántos años hace que nos conocemos?
―No lo sé, quizás siete. Prácticamente desde que salí de la academia.
―Lo ves, son muchos años. Creo que tenemos la suficiente confianza para tutearnos.
Bueno por lo menos lo intentaría. Al fin y al cabo, le acababa de hacer un favor muy grande. Si no fuera por él ahora mismo seguiría en su casa dándole vueltas a las cosas.
―De acuerdo, Roberto, lo intentaré. Pero si alguna vez te vuelvo a llamar Ramírez o capitán, tú también debes de ser comprensivo conmigo. Son muchos años llamándote así. Ya sabes, la fuerza de la costumbre.
―Te acabarás acostumbrando. Y respecto al trabajo, pronto ni te acordarás de lo que era ser poli. Ya verás, la vida como detective es mucho más sencilla.
―Deja que lo dude ―le respondió volviendo a tutearle, pero evitando decir su nombre. Seguramente era una estupidez, pero se sentía extraña llamándolo por su nombre de pila―. Siempre quise ser policía. Ser detective privado no es lo mismo en absoluto. No me entiendas mal, te agradezco mucho que me hayas conseguido este trabajo. Pero yo siempre he soñado con atrapar a los malos, librar al mundo de los monstruos que andan sueltos. Comprenderás que no sea un sueño para mí perseguir a mujeres adúlteras y a hombres que se lían con su secretaria.
―Te acostumbrarás, ya lo verás, no me cabe duda. Y siempre cabe la posibilidad de que te contraten como trabajador externo para colaborar con nosotros. ¿Quién mejor que tú?
Ángel no había pensado en esa posibilidad. Era como ver el cielo abierto.