A traves del olvido
Por Metsy Hingle
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Cuando Matt descubrió que Claire había vuelto a su vida con amnesia, aprovechó la oportunidad para intentar recuperarla... y protegerla de su agresor. Matt podía correr cualquier riesgo, salvo el de perder el amor de su vida.
Metsy Hingle
Award-winning, bestselling author Metsy Hingle says writing romance novels seemed a perfect career choice for her since she grew up in one of the world's most romantic cities - New Orleans. "I'm a true romantic who believes there's nothing more powerful or empowering than the love between a man and a woman. That's why I enjoy writing about people who face life's challenges and triumph with laughter and love." Dubbed by Romantic Times Magazine as "... destined to be a major voice in series romance," Metsy has gone on to make that prediction a reality, with her books frequently appearing on bestseller lists and garnering awards - among them the RWA's prestigious Golden Heart Award and a W.I.S.H. Award from Romantic Times Magazine. She has also been nominated twice by Romantic Times for a Reviewers' Choice Award for Best Silhouette Desire - in 1997 for The Kidnapped Bride and in 1999 for Secret Agent Dad. In addition, she is also a 1999 nominee for a Career Achievement Award for Series Love and Laughter. Known for creating powerful and passionate stories, Metsy's own life reads like the plot of a romance novel - from her early years in an orphanage and foster care to her long, happy marriage to her husband Jim and the rearing of their four children. Her books are always among readers' favourites, and with good reason, claims New York Times bestselling author Sandra Brown who says, "Metsy Hingle delivers hot sex, humour, and heart... everything a reader could wish for!" As much as Metsy loves being an author, it's her role as wife and mother that she holds most dear. Since turning in her business suits and fast-paced life in the hotel and public relations arena to pursue writing full-time, she admits to sneaking away to spend time in her rose garden or to slipping into the kitchen to cook up Creole dishes for her ever-expanding family - both the two-legged and four-legged variety. Metsy resides across the lake from her native New Orleans with her husband Jim, two bossy toy poodles, a tortoiseshell cat and a 16-pound black cat. According to Metsy one of the greatest joys of being an author is hearing from readers. She would love to hear from you. Please email her at metsy@metsyhingle.com or write to PO Box 3224, Covington, LA 70433, USA.
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A traves del olvido - Metsy Hingle
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Metsy Hingle
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
A través del olvido, n.º 1078 - agosto 2018
Título original: Wife with Amnesia
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-9188-657-0
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Índice
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Si te ha gustado este libro…
Prólogo
–¿Está diciendo que nadie ha reclamado a la niña?
Sentada en el despacho del orfanato Saint Ann, encogida como un ratoncito, la pequeña miró de reojo hacia la puerta, donde sor Mary Patrick estaba hablando en voz baja con un hombre.
Era él, el policía que la había encontrado escondida en el confesionario.
«Ha venido para decirle a la monja que no tengo que quedarme en el orfanato. Que mi madre ha venido a buscarme como me había prometido».
–No lo entiendo, hermana. Ha pasado una semana desde el huracán –estaba diciendo el policía–. Hemos puesto la fotografía de la niña por todo Nueva Orleans, en periódicos, en televisión… pero nada. Nadie la ha reclamado, ni siquiera han denunciado la desaparición de una niña de tres años.
–Yo tampoco lo entiendo –suspiró la monja.
–Sus padres deben estar en alguna parte. ¿Por qué nadie la busca?
«Tengo una mamá. Y mi mamá vendrá a buscarme, como siempre».
Sor Mary Patrick la miró entonces y la niña contuvo el aliento, intentando quedarse muy quieta, como su madre le había dicho que hiciera. Por fin, la monja se volvió hacia el policía.
–Sigue sin decir una palabra. No quiere decirnos su nombre ni el de sus padres, suponiendo que los conozca.
–¿Sabe si la niña tiene algún problema físico?
–Los médicos han dicho que no. Entiende lo que se le dice, pero se niega a hablar y creen que es debido a algún trauma. Además, por los hematomas, está claro que la golpeaban.
El policía hizo un gesto de furia que le recordó a Carl. De repente, la niña tenía miedo y quería salir corriendo, esconderse otra vez. Pero no podía hacerlo y apretó su osito de peluche. Tenía que quedarse allí por el momento, se dijo a sí misma. Tenía que ser una niña buena y esperar. Como le había prometido a su mamá.
«Prométeme que vas a ser obediente, cariño. Prométeme que no vas a hacer ruido. Mamá tiene que hacer una cosa para que Carl no pueda encontrarnos. Después, volveré por ti».
Los truenos retumbaban en el aire y la pequeña apretó el osito contra su pecho.
«¡No te vayas, mamá! Tengo miedo».
«Solo es una tormenta, cariño. No pasa nada».
La niña se había secado las lágrimas que corrían por sus mejillas, doloridas por la bofetada de Carl aquella mañana.
«Aquí estarás a salvo hasta que yo vuelva. Pero recuerda, si alguien te encuentra, tú no digas nada. Ni siquiera tu nombre. Sé una buena chica y haz lo que te digan, pero no digas nada. Y no te preocupes, mamá vendrá por ti».
–¿Y qué va a ser de ella? –preguntó entonces el policía.
–Hemos empezado a hacer gestiones para que se quede aquí, en Saint Ann.
–Hasta que alguien la adopte, ¿no?
Una expresión triste cruzó el rostro de la monja.
–Esperamos que todos nuestros niños sean adoptados, pero la mayoría de las parejas quieren adoptar un recién nacido y me temo que la edad va a ser un problema. Su negativa a hablar y el hecho de que hayan abusado de ella hace que la adopción sea aún más problemática. Pero si tenemos suerte, puede que encontremos una buena casa de acogida.
«Sor Mary Patrick se equivoca. Yo no necesito una casa de acogida porque mi mamá va a venir por mí como me ha prometido».
–Es tan pequeña… –murmuró el policía–. Es horrible.
–Desde luego que sí. Pero lo más terrible es que una niña tan pequeña tenga unos ojos tan tristes. Desgraciadamente, así llegan todos los niños a este orfanato. Por eso hay que rezar mucho –dijo la monja, tocando el brazo del hombre–. ¿Quiere saludarla?
–Sí, claro.
La hermana lo llevó hacia la silla donde la niña apretaba su oso de peluche.
–Claire, ¿recuerdas al sargento Jamison? Es el policía que te trajo aquí. Ha venido a verte.
–¿Claire? –repitió él, sorprendido.
Sor Mary Patrick hizo una mueca.
–Teníamos que ponerle un nombre y como la encontró durante el huracán Claire, nos pareció el más adecuado. Así que, hasta que nos diga cuál es su verdadero nombre, la llamaremos Claire.
Capítulo Uno
Veinticinco años más tarde
–¿Dónde está mi mujer?
Ella se incorporó en la cama, pero el dolor la obligó a cerrar los ojos. Le explotaba la cabeza. Cuando se llevó la mano a la frente, notó que tenía una gasa en la sien derecha.
–Cálmese, por favor.
–¡Quiero ver a mi mujer ahora mismo!
La impaciencia en la voz del hombre la alteraba y cuando miró alrededor, su confusión aumentó aún más. No reconocía aquella puerta de madera blanca, ni la cama, ni el suelo…
¿Dónde estaba?
Cuando se miró el brazo, comprobó que llevaba una pulsera de plástico de las que ponen en los hospitales.
–Claire Gallagher –leyó la etiqueta en voz alta. Esperaba que aquel nombre le resultase familiar, que le recordase algo, pero no era así. Angustiada, intentó apartar las sábanas, pero al moverse sintió un terrible dolor en el tobillo izquierdo. Intentó llevarse allí la mano, pero no podía hacerlo porque algo tiraba de su brazo.
Atónita, comprobó que le habían puesto una vía conectada a una botella de suero. La vía, sujeta por un esparadrapo, le revolvió el estómago.
Aterrada, se puso una mano en la boca para intentar calmarse. Tenía que haber una explicación para todo aquello. Tenía que haberla.
Sábanas esterilizadas, una botella de suero, paredes blancas… estaba en un hospital. Dejándose caer de nuevo sobre la almohada, Claire intentó recordar. Pero era difícil con aquel terrible dolor de cabeza.
¿Qué le había pasado? ¿Había tenido un accidente? ¿Dónde, cuándo?
Cerró los ojos e intentó recordar… algo… cualquier cosa que le dijera por qué había terminado en un hospital.
Pero entre el dolor de cabeza y el sonido de las voces al otro lado de la puerta, era imposible concentrarse. Además, todo era muy confuso. Recordaba un hombre con una bata blanca moviendo la mano frente a su cara mientras le preguntaba cuántos dedos veía…
–O me dice dónde está mi mujer o la buscaré yo mismo.
El pulso de Claire se aceleró. La voz del hombre la turbaba. ¿Lo conocía? Había algo en su voz… algo que le resultaba familiar. Pero fuera lo que fuera, no lo recordaba.
–Puede volver a su trabajo, enfermera Galloway. Yo me encargaré de esto.
Claire reconoció la voz del segundo hombre… era el médico que la había examinado.
–¿Dónde está mi mujer?
–Contrólate, Matt. Estás montando un escándalo.
–¿Ah, sí? Pues como no vea a mi mujer en diez segundos, voy a despertar a todo el hospital.
–Cuando la trajeron, estaba inconsciente y no llevaba documentación. Fue una suerte que yo estuviera de guardia, pero considerando la situación entre vosotros, no sé si he hecho bien en llamarte. No hagas que lo lamente, Matt.
–Muy bien, Jeff. Lo siento. Es que cuando me dijiste que estaba herida y que el hombre tenía una pistola… me volví loco. Supongo que ella no querrá