Libre para huir: Los Gentrys
Por Linda Conrad
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Linda Conrad
Bestseller Linda Conrad first published in 2002. Her more than thirty novels have been translated into over sixteen languages and sold in twenty countries! Winner of the Romantic Times Reviewers Choice and National Readers' Choice, Linda has numerous other awards. Linda has written for Silhouette Desire, Silhouette Intimate Moments, and Silhouette Romantic Suspense Visit: http://www.LindaConrad.com for more info.
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Libre para huir - Linda Conrad
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2003 Linda Lucas Sankpill
© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Libre para huir, n.º 1248 - noviembre 2017
Título original: The Gentrys: Cinco
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-496-6
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Ganadero de Texas y esposa perdidos en el mar
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
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Ganadero de Texas y esposa perdidos en el mar
El servicio de guardacostas de Dry Tortugas confirmó anoche haber abandonado la búsqueda de T.A. Gentry IV y su esposa, Kay, propietarios del rancho Gentry en el estado de Castillo. Ambos desaparecieron en el mar hace cinco días.
Según el portavoz de los guardacostas, la pareja estaba de vacaciones en el yate de un amigo cuando se desató una fuerte tormenta. No se ha encontrado a ningún superviviente ni restos de la embarcación a pesar de la intensa operación de búsqueda. Según el propietario, el yate no estaba equipado con el sistema de señales EPIRB y los servicios de rescate confirman no haber recibido llamadas de socorro.
El matrimonio Gentry deja tres hijos: T. A. Gentry, de diecinueve años, Callon Aaron, de diecisiete y Abigail Josephine, de doce.
El funeral se celebrará en la capilla de Gentry Wells el día veintiuno de este mes.
Capítulo Uno
Cinco Gentry apagó su móvil, preguntándose si habría hecho bien o lo estaría esperando alguna otra catástrofe.
Eran las seis de la mañana y su amigo y socio, Kyle Sullivan, había llamado desde San Angelo para pedirle un favor. Un cliente necesitaba protección en su rancho. Era un antiguo compañero suyo del ejército llamado Frosty y, aparentemente, estaba metido en un buen lío.
Pero eso era lo suyo: seguridad y protección. Un nuevo cliente para la empresa de seguridad era una buena noticia, ya que su vida últimamente era un desastre.
A causa de la frustrante conversación que mantuvo la noche anterior con sus hermanos, Cinco se encontró de nuevo ante las tumbas vacías de sus padres cuando el sol empezaba a asomar por las colinas de Texas.
Maldiciendo en voz baja, aplastó unos hierbajos con el pie y miró las dos tumbas que jamás habían podido darle una respuesta.
Lo que habría dado por preguntarle a sus padres un par de cosas. Como, por ejemplo, qué había sido de ellos esa noche tantos años atrás, durante la tormenta, o qué demonios podía hacer con sus rebeldes hermanos.
Las lápidas de T.A. Gentry y su esposa, Kay Hempstead Gentry, colocadas allí solo como recuerdo, se habían estado riendo de Cinco durante doce años. En lugar de respuestas, el eco de las colinas de Texas le recordaba que nunca sabría la verdad.
A un lado del cementerio la luna se escondía en el horizonte magnificando las sombras de los árboles y el suelo cubierto de rocío. Al otro, el sol asomaba por encima de una colina tiñendo el paisaje de rojo, pero Cinco no se daba cuenta.
Desde la desaparición de sus padres él se encargaba de dirigir el rancho y de controlar a sus hermanos. Pero abandonaría su papel como cabeza de familia si pudiera devolvérselo a su padre. El padre que le enseñó que un hombre tenía la obligación de ser todo lo que pudiera ser. El mismo padre cuya muerte le robó la posibilidad de hacer realidad sus sueños, obligándolo a volver a casa.
De modo que su trabajo era mantener el rancho Gentry y cuidar de Cal y Abby. Aunque ninguno de ellos entendía que lo suyo no era el rancho sino la seguridad. Ese era su mundo, la seguridad cibernética o personal, y la empresa que dirigía con Kyle se había convertido en un éxito.
Si pudiera convencer a sus hermanos de que él sabía lo que era mejor para ellos…
Una hora más tarde, con la cafetera encendida, la cocina caliente y los platos en el fregadero, Cinco empezaba a preguntarse si debería haberle dado más indicaciones a Kyle para llegar al rancho. Su socio no había ido por allí en varios años y podría haberse perdido.
Nervioso, tomó el sombrero y las llaves de la furgoneta y salió de la cocina. Solo había una carretera que llevaba al rancho y seguramente los encontraría por el camino.
Pero cuando salió al porche vio una nube de humo y, poco después, un Jaguar de color verde oscuro se detenía frente a la casa. Ver un Jaguar en Texas era tan raro como ver a un vaquero montando un elefante.
El rancho de los Gentry era uno de los más modernos del estado, pero no sabía qué impresión le haría a un chico de ciudad como ese tal Frosty. Cinco intentaba distinguir su silueta en medio de la nube de polvo que había levantado el coche, pero solo pudo ver a Kyle abriendo la puerta y al pasajero de espaldas, intentando sacar algo del asiento.
Llevaba unos pantalones de color caqui… pero no era un hombre. No podía ser un hombre porque tenía el trasero más redondo y más bonito que había visto en su vida. ¿Qué demonios…?
Cuando se acercó, la dueña del trasero estaba estirándose. Era una chica muy alta, de piel clara, con unas gafas de aviador que tapaban parcialmente su rostro.
¿Ella era Frosty Powell? ¿Una mujer? No podía ser. No podía quedarse en el rancho.
Kyle se acercó entonces y le dio una palmadita en la espalda.
–Me alegro de verte, Gentry.
Cinco seguía mirando a la joven, que llevaba una cazadora de aviador. Alta, de al menos un metro setenta y cinco, la joven se quitó las gafas para observar la casa y las instalaciones que había alrededor antes de volverse para mirarlo de arriba abajo.
Y absurdamente, Cinco tuvo que resistir el impulso de limpiarse las botas en los vaqueros.
Nunca había visto una mujer como aquella. Parecía la reina virgen. Era rubia, con el pelo sujeto en una trenza que caía sobre el hombre izquierdo, rozando sus pechos, y unos ojos azules llenos de energía que, en aquel momento, estaban brillantes de irritación. Su aspecto dejaba claro que sabía cuidar de sí misma.
–Frosty, te presento a Cinco Gentry. Cinco, esta es mi antigua…
–¿Frosty Powell? –lo interrumpió él.
–Capitán Meredith Powell, de las fuerzas aéreas americanas –dijo la joven, estrechando su mano–. Encantada de conocerlo, señor Gentry. Y olvide lo de Frosty. Kyle y yo nos conocemos hace tanto tiempo que a veces olvida mi verdadero nombre.
Cinco estrechó su mano, pero estaba boquiabierto. La voz de la tal Frosty era suave, musical, llena de connotaciones secretas. Cuando pronunció su nombre lo envolvió una oleada de deseo sorprendente. Y eso no le gustaba en absoluto.
Apretaba su mano con fuerza, casi como un hombre. Desde luego, la capitán Meredith Powell sabía lo que quería.
No se parecía a ninguna otra mujer que hubiera conocido. Entonces recordó al amor de su vida, Ellen, la mujer a la que quiso amar y cuidar para siempre. Morena, de pelo largo, los vestidos sencillos y femeninos eran más su estilo. La rubia alta que tenía frente a él no se parecía en absoluto.
Cinco tosió un par de veces para quitarse el polvo de la garganta.
–Bueno, vamos a tomar un café.
–Espera, voy a sacar la maleta de