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Cumpleaños: El Barco de Vapor
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Cumpleaños: El Barco de Vapor
Libro electrónico77 páginas52 minutos

Cumpleaños: El Barco de Vapor

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Información de este libro electrónico

¡En SM México estamos de fiesta! Cumplimos nuestra segunda década y por supuesto que lo vamos a celebrar. Para ello, decidimos lanzar esta edición especial que reúne a todos los autores que han obtenido el premio El Barco de Vapor. A lo largo de estos veinte años, SM ha visto pasar cientos de escritores e ilustradores que nos encantan con sus historias. Ellos han hecho posible que El Barco de Vapor sea una de las colecciones más emblemáticas de la literatura infantil. Así pues, en este libro encontrarás catorce cuentos cuyo tema es el cumpleaños, pues qué mejor forma de celebrar que ¡con una fiesta de letras!
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones SM
Fecha de lanzamiento26 nov 2015
ISBN9786072418578
Cumpleaños: El Barco de Vapor

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    Cumpleaños - M. B. Brozon

    Casi-cumpleaños

    M. B. Brozon

    7de mayo de nuevo. Romi encuentra un regalo al pie de su catre. Es el día de su casi-cumpleaños y su regalo es un paquete con un libro y un disco de ese señor Beethoven que al principio le aburría pero ahora ama.

    Un 7 de mayo llegó al albergue, aquella vez que creyeron que iba a robarle a la señora que salía del centro comercial. Fue inútil intentar explicar que ella no había sacado la cartera de la bolsa, que la señora la había tirado. Que no pensaba devolvérsela era cierto también, pero no lo dijo. La señora gritó y ella, en lugar de correr se quedó a defender su honor, porque no-había-sacado-esa-cartera. Los gritos de la señora no dejaron oír el usted la tiró que igual le había salido muy quedito. Dos minutos después ya había tres uniformados alrededor de la gritona, armados y listos como si fueran a enfrentarse a una banda de criminales y no a una niña que había recogido una cartera tirada. Uno de los policías calmó a la señora y el otro tomó a Romi del brazo, le gritó niña ratera y le dijo que iría a la cárcel.

    Romi se echó a llorar; no soñaba mucho, pero sabía que ni en sueños alguien creería en su palabra por encima de la de esa señora de boca pintada y mucho perfume. Deseó que ese olor mareara al policía tanto como a ella, que se desmayara, y le diera oportunidad de salir corriendo.

    No pasó eso, pero pasó algo mejor. Un hombre se acercó. Con mala suerte podía haber sido el marido de la señora y venir a defenderla también, pero no era. Tenía el pelo muy blanco y un sombrero un poco chueco. Dijo que Romi no había sacado la cartera de la bolsa de la señora, que la había recogido del suelo.

    —¡Pero iba a robársela! —gritó la mujer.

    El hombre miró a Romi y ella no pudo negar eso.

    Solo bajó la mirada.

    —Usted no puede saberlo —siguió diciendo el hombre—. Tiene su cartera, ¿por qué no mejor lo dejamos así?

    La mujer hizo una mueca de resignación disgustada, pero le hizo caso al señor.

    —Nosotros como representantes de la ley tenemos que proceder con la detención de la menor —dijo el policía. El señor no dijo nada; sacó de la bolsa de su pantalón un billete y se lo dio al policía, con tanta discreción que Romi ni siquiera pudo ver de cuánto era. De lo que sea —pensó—, me lo hubiera dado mejor a mí.

    —¿Tienes hambre?

    Romi dijo que sí con un gesto y él la llevó a uno de esos lugares muy limpios e iluminados donde venden hamburguesas. Romi no hallaba qué pedir ni cómo pedirlo, pero el señor le adivinó el gusto y la cantidad de hambre.

    —¿Cómo te llamas?

    Para Romi la conversación no era cómoda en ese momento, pues tenía que hacer pausas entre bocados, pero el señor parecía tener muchas ganas de platicar. Y le había comprado esa comida. Y la había salvado de la cárcel. Ni modo.

    —Romi —dijo ella

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