Vampíricas vacaciones y otros cuentos de risa
Por Fabián Sevilla y Gerardo Baró
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5me gusto mucho y a mis hijos tambien un libro excelente para pasar el rato
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Vampíricas vacaciones y otros cuentos de risa - Fabián Sevilla
Índice de contenido
Vampíricas vacaciones y otros cuentos de risa
Portada
Vampíricas vacaciones
Requetenamoradisísimo, requeteinsistidorsísimo, requeteromantiquisísimo, requetedesmedidísimo
¡Maldita luna llena!
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Esta tardecita hay una Tierra, ¡tan romántica!
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Biografías
Legales
Sobre el trabajo editorial
Contratapa
Vampíricas vacaciones
y otros cuentos de risa
Fabián Sevilla
Ilustraciones:
Gerardo Baró
Vampíricas vacaciones
No era un buen año para Drácula. Tenía todo tipo de problemas: se había quebrado los colmillos debido a que, por equivocación o falta de atención, le mordió el cuello a un maniquí. Su ataúd era víctima de las termitas y cuando terminaba de aspirar el aserrín que le dejaban aquellos bichos angurrientos, ya era la hora del crepúsculo. El municipio había iniciado una campaña de erradicación de murciélagos. Y como si algo faltara, encima le habían cerrado la cuenta en el banco de sangre.
Estaba estresado, de mal humor, al borde del colapso emocional.
Decidió tomarse vacaciones.
No le haría mal cambiar un poco el pesado y asqueroso aire de su castillo por el de algún sitio con bellos paisajes, escaso ruido, nada de smog y, muy importante, con un montón de cuellos para succionar a ver si le volvía el hambre (el estrés lo tenía inapetente).
Esperó a que se pusiera un poco el sol y se fue a una agencia de viajes.
El empleado lo vio entrar vestido de traje, cruzado por pesadas cadenas de oro, usando esa lujosísima capa negra y pensó: Este es un viajero de primera.
—Buenas noches. Quisiera que me ofreciera algún paquete turístico pensado como para el reposo eterno –le solicitó Drácula.
El empleado le pidió que se sentara.
—¿Qué tiene en mente? –le preguntó mientras sobre el escritorio desplegaba decenas de folletitos, folletos, folletones.
—Sorpréndame –le respondió el vampiro que acababa de romper su chanchito y estaba dispuesto a pagar lo que fuera por sus vacaciones.
Es de los derrochones, pensó el otro. Y ahí nomás comenzó a ofrecerle posibles destinos para alguien que, por el atuendo y la actitud nomás, se veía que tenía mucho, mucho, dinero.
—Le recomiendo conocer algún sitio de nuestro país. Por ejemplo, la Patagonia.
—Me gusta –comentó ilusionado el hematófago viajero.
—Una linda provincia es Santa Cruz.
Ahí, el cliente se puso de pie y emitió un larguísimo: ¡aajjjjjjjjjjjjjjj!
. Y al ver cómo lo miraba el empleado, aclaró:
—Nada que esté santificado ni que tenga una cruz a mil kilómetros a la redonda –exigió espantado.
—Entonces, le sugiero una cabañita en las costas de los lagos del Sur. Son tan cristalinos que parecen espejos. Podría pasarse horas mirándose en ellos.
Drácula creyó que le estaba tomando el pelo. ¿Acaso ese desinformado empleado de agencia no sabía que un vampiro no tiene reflejo?
—Mejor ofrézcame algo más divertido –le rebatió.
—¡Cómo no! Podría visitar el interior de Córdoba. Ahí hay un pueblito, muy famoso porque crían caballos pura sangre…
Al vampiro se le iluminaron sus rojizos ojitos.
—… está muy cerca de la estancia Las Estacas
, que...
Drácula oyó aquel nombre, sintió escalofríos y se puso una mano en el corazón.
—¡Ni muerto! Bueno, ni vivo iría a un lugar con un nombre tan peligroso para alguien como yo.
El empleado cambió de geografía.
—Si no le gusta el ambiente rural, entonces puedo ofrecerle la playa. Mar del Plata es un destino magnífico, radiante, ideal para sacarle las ojeras y ese tono amarillento de la cara –y le mostró un folleto que en el frente tenía un solcito primorosamente dibujado.
Fue sólo cuestión de ver aquel dibujo y Drácula se envolvió ampulosamente el rostro con su capa al grito desesperado de:
—¡Aléjelo! ¡Aléjelo de mí! O voy a derretirme como