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Las gallinas de mi abuelo
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Las gallinas de mi abuelo
Libro electrónico52 páginas32 minutos

Las gallinas de mi abuelo

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Edgardo es un niño que tiene tiempo para vagabundear y explorar. Tiene tiempo para saber que siempre es posible entrar la pista exacta o la palabra justa detrás de todo, incluso, cuando han desaparecido las gallinas y nadie sabe cómo, ni cuándo, ni dónde.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones SM
Fecha de lanzamiento15 sept 2015
ISBN9786072410855
Las gallinas de mi abuelo

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    Las gallinas de mi abuelo - Francisco Hinojosa

    Un raro telegrama

    UN día, mientras comíamos las famosas tortitas de papa con papaya verde que cocina mi mamá, tocaron el timbre. Era el cartero. Como casi siempre, yo fui el encargado de abrir la puerta.

    —¿Calle 5 de Mayo número 23? —preguntó en cuanto le abrí.

    —Sí, señor.

    —¿Es la casa del señor Blanco?

    —La mismísima.

    —Tiene un telegrama UR-GEN-TE —dijo la palabra como si se tratara de un mensaje del que dependería el futuro del planeta—. Firme aquí de recibido.

    Sin decir más puse mi firma —o sea, mi nombre un poquito adornado— y el señor me entregó un sobre delgadito. De inmediato, lleno de curiosidad, se lo entregué a mi papá.

    Yo ya sabía que los telegramas existían, pero en la vida había visto uno. Lo que más me intrigaba es que se tratara de un telegrama UR-GEN-TE para mi papá, que casi nunca recibía correspondencia. También lleno de curiosidad, se puso sus lentes para ver de cerca y leyó lo que decía el papel rapidísimo, como si hubiera tenido sólo cinco palabras.

    —No es posible: me informan en este telegrama que se murió Estrella.

    —¿Cómo? —preguntó mi mamá.

    —No lo sé. Lo único que dice es: ESTRELLA FALLECIÓ TIJUANA (PUNTO) SENTIMOS MUCHO, y lo firma Xavier Carrasco.

    —¿De qué habrá muerto la pobre? —preguntó mi mamá—. ¿Ya era grande?

    —Pues la mera verdad… ahora que me preguntas… no, no tengo la menor idea de si era joven o vieja. Es más, no me acuerdo nada de nada de ninguna Estrella… ¿Será acaso una tía o una prima? ¿O la vecina de mi padrino?

    —A mí me late más que era una prima… ¿No es aquella que se ponía unos escandalosos vestidos color canario?

    —No, esa es Laurita, hija de mi tío Casimiro.

    —En cambio ese Xavier Carrasco que te mandó el telegrama me suena mucho. ¿No es tu tío, el que vive en Hermosillo?

    —No, ese se llama Jacinto Malavida. En realidad yo no conozco a ningún Carrasco.

    En lo que mis papás se trataban de acordar de la prima muerta, del tío inexistente o de su parienta que se vestía como canario, yo tomé el telegrama por pura curiosidad y al leerlo descubrí un error: en efecto, estaba bien escrita la dirección, 5 de Mayo número 23, y sí estaba dirigida a un señor Blanco, pero su nombre no era Manuel, como el de mi padre.

    —Miren —les dije, justo cuando estaban tratando de recordar si la tal Estrella era sobrina nieta de mi abuela Socorro—, ya encontré cuál es la confusión.

    Me miraron sorprendidos. Estoy seguro

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