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Mis padres son lo máximo
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Mis padres son lo máximo
Libro electrónico57 páginas33 minutos

Mis padres son lo máximo

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¿No sería increíble que nuestros papás nos adelantaran nuestros regalos de cumpleaños y que al llegar ese día nos hagan, además, una fiesta? ¿O que nos perdonaran pronto las travesuras? El protagonista de estas historias tiene unos padres así, y para él son lo máximo, pues lo apoyan en todo, sin importar lo disparatado de sus ideas, y juntos pasan momentos tanto desastrosos como divertidos.
Una serie de ingeniosas historias sobre la unión familiar y los lazos incondicionales.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones SM
Fecha de lanzamiento1 dic 2020
ISBN9786072440340
Mis padres son lo máximo

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    Mis padres son lo máximo - Francisco Hinojosa

    Hinojosa, Francisco

    Mis (señores) padres son lo máximo / Texto de Francisco Hinojosa; Ilustraciones de Héctor Borlasca. – México: Ediciones SM, 2020. Primera edición digital – El Barco de Vapor. Azul

    ISBN : 978-607-24-4034-0

    1. Relaciones de familia – Novela infantil 2. Padres e hijos – Literatura infantil

    Dewey 863 H56

    Para Aurelia

    y su madre y su padre,

    que son lo máximo

    F. H.

    Para Silvana

    H. B.

    T OSTADORA

    MIS PADRES SON LO MÁXIMO: puedo llevar mi boleta de calificaciones con algunos seises y sietes y no me castigan demasiado. Me dejan sin comer postre durante una semana, aunque luego se les olvida. O me prohíben ver televisión y ni quién se acuerde a los dos o tres días.

    En cambio, a Ramírez lo reprenden en serio si saca un solo siete y tiene que cumplir siempre los castigos que le imponen. Pero como este mes sí tuvo de ocho para arriba, lo dejaron venir a dormir a mi casa. Este Ramírez es muy divertido. A menos que ande de mal humor, que a veces le pasa.

    —Vamos a salir a cenar con tus tíos —me dijo mi señora madre—. Espero que cuando regresemos esté todo en orden y ya se hayan dormido.

    —Si tienen algún problema —dijo luego mi señor padre—, le llaman a Clarita.

    Clarita es nuestra vecina y no le gustan mucho los niños. Lo digo por experiencia propia. Una vez que me dejaron solo en la casa, se fue la luz, a mí me dio miedo y fui a tocarle a su puerta. Ella me abrió de muy mala gana y me dijo que me sentara en el sillón a esperar a mis padres y, en cuanto volvió la luz, siguió viendo su programa de televisión. Ni siquiera me ofreció una rebanada del pastel que tenía sobre la mesa.

    —No se preocupen; vamos a estar bien —les contesté.

    En cuanto se fueron, Ramírez me preguntó:

    —¿Y ahora a qué jugamos?

    Fuimos a mi cuarto para que escogiera alguno de mis juguetes. Tardó un buen rato en sacar casi todos del clóset. Casi todos. Ya no teníamos por dónde caminar sin pisar alguno. Al fin se decidió:

    —La pista de carreras.

    —Está descompuesta. Es más, se descompuso al día siguiente de que me la regalaron. Tan sólo dijeron que estaba fabricada en China o en Corea y que así son los chinos o los coreanos. Y ya

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