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Los Rojos Camaradas
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Libro electrónico58 páginas38 minutos

Los Rojos Camaradas

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El abuelo Tomatías falleció. Todos están muy tristes, pero Lobo menos que todos, porque antes de morir, su abuelo le enseñó a buscar los rastros de los que se van. Ahora Lobo y su hermana menor seguirán el rastro de Tomatías hasta encontrarlo en la cosa más maravillosa del mundo.

Un libro tierno que nos enseña que las pérdidas no son absolutas, sino parte de lo que somos. Un cuento para recordar que nadie se va por completo.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones SM
Fecha de lanzamiento8 dic 2015
ISBN9786072418554
Los Rojos Camaradas

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    Repensar la muerte vista desde las infancias. Buen libro. Me gustó y conmovió.

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Los Rojos Camaradas - Ana Romero

Los Rojos Camaradas

Ana Romero

Ilustraciones de Natalia Gurovich

Para Diego, que también sabe de estas cosas. A. R

Con todo mi amor para La Mica,

con su roja cabellera. N. G.

Sus dientes eran de mentiras y solo usaba camisas rojas. Coloradas. Del mismo color que mis cachetes cuando hacía como si no me conociera nada más por hacerme rabiar; o de sus orejas cuando nos contaba mentirotas y luego no podía aguantarse la risa.

Para mi hermana siempre fue Agüe. Puaj. ¡Qué falta de imaginación! Pero no podía esperarse otra cosa de una hermana chica. Imagínense que su idea de travesura es pintarme monitos en la cara cuando estoy dormido. Pero a lo mejor la culpa no es suya sino de mis papás, que le pusieron el peor nombre del mundo: Ana. Nada más tiene tres letras y una está repetida. ¡A quién se le ocurre!

Yo la llamo Ana, hermana, girasol con patas o cualquier cosa que se me venga a la cabeza cuando la veo estirarse en toda su flacura. Todavía no he decidido su nombre oficial porque apenas tiene siete años y los nombres deberían elegirse por ahí de los ocho, cuando uno ya sepa si tiene el talento suficiente para ser una Porfiria o un Fulgencio. Pero no, todavía no nacemos y ya nos ensartaron eso que parece una simple palabrita pero no lo es. Es lo que somos.

Alguien como el abuelo debería haber sido nombrado de forma especial. Única. Un nombre que no existiera porque el suyo era tan aburrido como casi todos. Por eso yo lo llamaba Tomatías. Ahora ya no lo llamo porque de todos modos no me va a responder. Se murió y por más que digan que la reunión en mi casa es para despedirlo; por más que me expliquen de qué se trata un funeral y haya una cajota en el centro de la casa, rodeada por cuatro velas de pastel gigante;

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