El pueblo de Shoggoth
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Este es el problema que Ríchard Vateli se ve obligado a enfrentar.
Solo y sin ayuda. Deberá abrirse paso en un mundo lleno de misterios y cosas paranormales con el único propósito de salvar a su hermana de una maligna enfermedad.
Acompaña a Ríchard en esta nueva aventura, donde sentirás miedo, desesperación y mucha, mucha intriga en cada capitulo. Una historia que sin duda, te fascinará.
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El pueblo de Shoggoth - Aarón Hernández Martínez
17
Y LA HISTORIA COMIENZA...
El humo de tabaco en la fiesta formaba una grande y espesa nube gris. Una persona en la barra servía cervezas a todos los invitados. Saltaban y brincaban al ritmo de la música. Ríchard estaba cansado y para él ya era hora de irse.
No se iría sin despedirse de su mejor amigo, pero el mareo y la gran cantidad de personas hacían imposible encontrar a Eric.
Ríchard siempre ha sido una persona muy inteligente y valiente, nunca se rendía y luchaba duramente por lo que buscaba, en cambio Eric; Eric es una persona torpe, odiaba trabajar y solo se mantenía del dinero de sus padres, gastándolo siempre en borracheras como esta.
—Es una gran fiesta amigo, pero ya tengo que irme —Eric no pone mucha atención, casi cae por lo ebrio que estaba.
—Pero ¿Qué dices Ríchard? Si la fiesta apenas empieza —se tambaleaba sosteniendo una botella de cerveza en su mano.
—Quédate un rato amigo, ya verás lo mucho que te vas a divertir.
Por un momento se vio tentado a quedarse, todos se veían muy alegres, pero tenía que volver a su casa. Su hermana lo esperaba.
—Lo siento amigo, no puedo, en serio me siento muy cansado —explicó con la excusa de que estaba adolorido y mareado.
—Está bien, no te preocupes, ve a descansar. Espero que duermas bien «princesita» —Eric rio a carcajadas, pero a Ríchard no le molestó y abandonó la fiesta.
La noche es preciosa, un cielo despejado con miles y miles de estrellas observando a Ríchard desde arriba. Sin duda prefería estar en un lugar tranquilo y relajante, que rodeado de personas saltando y empujándose bebiendo cerveza, sin mencionar la ruidosa música.
Después de unos minutos, su tranquila caminata se ve interrumpida por unos ruidos extraños, no parece que los esté provocando una persona, o algún animal. Sin contar el hecho de que no haya nadie cerca de él.
El miedo comienza a apoderarse de su mente, siempre les ha tenido miedo a las cosas desconocidas, especialmente cuando no las puede ver. Puede ser un peligro del cual no pueda defenderse.
Ante la desconocida amenaza, Ríchard acelera el paso. Se toma unos segundos para respirar y tratar de recuperar la cordura. Aunque no le funciona del todo, los sonidos de unos pasos se suman a su aterradora noche. A pesar de que está completamente solo.
Los sonidos son cada vez más fuertes. Puede escuchar risas y llantos. Se siente observado y el pánico lo hace correr desesperadamente.
Pero de repente, Ríchard se detiene, se queda totalmente estático. Siente una presencia... hay alguien detrás de él.
Una fuerza extraña evita que pueda voltear y mirar quien lo ha estado siguiendo, pero simplemente no puede.
Una mano fría y pesada se apoya en su hombro derecho. Cierra los ojos, el miedo se ha apoderado de su cuerpo y de su mente.
—Quédate. —Una extraña voz le susurra en el oído.
La mano que reposaba en su hombro se va y Ríchard vuelve a recuperar el control de su cuerpo, pero para su sorpresa, no había nadie detrás de él. La calle continúa estando sola y oscura.
Las gotas de sudor recorren toda su frente y mejillas. Su respiración es acelerada y su corazón palpita más rápido y fuerte que nunca. Jamás había pasado por algo tan aterrador como eso.
Ríchard se toma un largo tiempo para respirar y calmarse, aún sigue sintiendo mucho miedo, pero no puede seguir corriendo.
¿Quién era esa persona?, ¿Quedarme dónde? Son preguntas que Ríchard se plantea sin respuesta.
Atemorizado por el extraño suceso, él continúa con su camino para llegar a su casa de una vez.
—¡Sarah! ¿Estás aquí? —gritó al abrir la puerta de su casa. Nadie respondió.
La casa de Ríchard era grande, demasiado para una familia de 4 personas; sus padres y su pequeña hermana Sarah de ocho años, una amante de las muñecas. Ríchard protegía muy bien de ella, siempre le ayudaba con su tarea y jugaba todas las tardes, aunque sus juegos eran aburridos para su edad.
La mayoría de las veces, sus padres estaban fuera de casa por el trabajo, y la tía Emily estaría a cargo de Sarah cuando eso pasaba. Por lo que Ríchard, casi siempre estaba solo.
Esa noche sería una de esas ocasiones. Ya era tarde y para Ríchard ya era hora de dormir.
Se sentía aun atemorizado por lo que acababa de pasar, tenía miedo incluso de apagar la luz.
Fue a la cocina por un vaso de leche caliente para tranquilizarse un poco, cuando un ruido bastante fuerte proveniente de su habitación lo interrumpió.
Ya habían robado su casa un par de veces, y siempre entraban por su habitación, pues este tenía una ventana muy grande que bastaba con un pequeño golpe para romperla.
Se apresuró para ver qué era lo que estaba pasando, pero, no había nada. Todo estaba en su lugar.
No entendía que fue lo que pasó, estaba seguro de que había escuchado algo, pero simplemente no había nada.
Comenzó a escuchar golpes, pero sonaban tan bajo, que no sabía de donde provenían. Se quedó quieto y en silencio, y muy concentrado, le prestó más atención a ese extraño golpeteo.
Los golpes provenían del espejo de su habitación, pero para Ríchard le parecía más que ilógico. Detrás del espejo solo había una pared de concreto sólido.
El miedo se hizo presente en su mente otra vez, era como si alguien estuviera detrás del espejo golpeándolo.
Observó atentamente al espejo, sus manos comenzaron a temblar, su corazón se aceleró y le costaba más trabajo contener el aire en sus pulmones.
Un extraño mensaje, de letras rojas y aterradoras se estaba formando delante de sus ojos.
«Tu hermana, está mue…»
El mensaje se detuvo.
Ríchard pasó saliva. Se quedó estático esperando a que el mensaje terminara y formara alguna otra frase, pero no fue así.
Salió corriendo de su casa, se dirigía a la casa de la tía Emily, a por Sarah.
1
La casa abandonada
El sudor escurría por su frente y llegaba hasta sus mejillas. Estaba cansado, pero estaba aún más preocupado por saber si su hermana seguía con vida.
Los golpes de la puerta resonaban por cada rincón de la casa. La tía Emily llevaba pijamas y su cabello estaba despeinado, como todos los días.
—¿Qué haces aquí Ríchard? —Ya era bastante tarde como para que llegara a visitarla.
—¿Dónde está Sarah? —Se veía asustado y apenas si podía respirar.
—En la cama, ¿Dónde más podría estar?
Ríchard no lo pensó y sin pedir permiso entró a la casa, fue a la habitación de Sarah y ahí estaba ella, durmiendo como un ángel.
Se apoyó en la pared observándola, dio un largo suspiro, luego se calmó.
—¿Sucede algo? —La tía Emily se sentía ofendida por como Ríchard había entrado a su casa, pero él no respondió— ¿Ríchard? —Volvió a preguntar.
—Nada tía, todo está bien.
La verdad era que nada estaba bien, acababa de ver como un mensaje, que parecía estar escrito con sangre, le decía que su hermana estaba muerta. Pero