Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La mirada de Dios
La mirada de Dios
La mirada de Dios
Libro electrónico225 páginas5 horas

La mirada de Dios

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Este es el tercer volumen de la colección de tres libros titulada ‘La Palabra ilumina tu vida’, en la que Alejandra María Sosa Elízaga ofrece reflexiones breves sobre los textos del Evangelio que se proclaman en Misa a lo largo de un año o ciclo litúrgico, en este caso, del ciclo C, en el que la mayor parte del año se proclama el Evangelio según san Lucas.

Con ese estilo suyo de decir cosas profundas, pero de una manera sencilla y sabrosa, sólidamente fundamentada y apegada al Magisterio de la Iglesia, esta escritora católica, autora de más de una veintena de libros y cursos bíblicos, tiene un claro objetivo: ayudar a sus lectores a comprender mejor la Palabra de Dios, relacionarla con su propia existencia y descubrir cómo realmente ilumina la vida.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 may 2017
ISBN9781370860302
La mirada de Dios
Autor

Alejandra María Sosa Elízaga

Alejandra María Sosa Elízaga, es mexicana, licenciada en Comunicación Social, pintora y escritora, católica, autora de 22 libros que reflejan su gran amor por la Palabra de Dios, su apego al Magisterio de la Iglesia, presentan temas profundos escritos en un lenguaje muy accesible, no exento de humor, y tienen siempre como objetivo ayudar a los lectores a vivir y disfrutar su fe. Entre sus obras más gustadas están ‘Para orar el Padrenuestro’, ‘Por los caminos del perdón’, ‘Ir a Misa ¿para qué? Guía práctica para disfrutar la Misa’, ‘Desempolva tu Biblia’, ‘¿Qué hacen los que hacen oración?’ y ‘Docenario de la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Jesús’. Todos sus libros cuentan con Nihil Obstat e Imprimatur concedidos por la Cancillería de la Arquidiócesis de México.Desde 1990 se dedica a escribir, a dar cursos de Biblia (dos de los cuales ofrece gratuitamente en www.ediciones72.com), charlas y retiros.Desde 2003 escribe cada semana en ‘Desde la Fe’ Semanario de la Arquidiócesis de México.

Lee más de Alejandra María Sosa Elízaga

Relacionado con La mirada de Dios

Libros electrónicos relacionados

Cristianismo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La mirada de Dios

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La mirada de Dios - Alejandra María Sosa Elízaga

    Este es el primer volumen de la colección de tres libros titulada ‘La Palabra de Dios ilumina tu vida’, en la que Alejandra María Sosa Elízaga ofrece reflexiones breves sobre los textos del Evangelio que se proclaman en Misa a lo largo de un año o ciclo litúrgico, en este caso, del ciclo C, en el que la mayor parte del año se proclama el Evangelio según san Lucas.

    Con ese estilo suyo de decir cosas profundas, pero de una manera sencilla y sabrosa, sólidamente fundamentada y apegada al Magisterio de la Iglesia, esta escritora católica, autora de más de una veintena de libros y cursos bíblicos, tiene un claro objetivo: ayudar a sus lectores a comprender mejor la Palabra de Dios, relacionarla con su propia existencia y descubrir cómo realmente ilumina la vida.

    Prepárate

    I Domingo de adviento

    Una mujer recorre un pasillo en penumbra; tiene miedo porque sospecha que alguien entró a su casa para matarla. Se detiene ante una puerta. El suspenso y la espeluznante musiquita advierten a los espectadores que algo muy malo está a punto de suceder. Entonces ella sosteniendo en lo alto un objeto pesado para defenderse, abre de un tirón y, con alivio se comprueba que no hay nadie. Pero justo cuando ella y los espectadores ya se sentían aliviados, ¡zas! llega un inesperado sobresalto con un acorde disonante que resuena cuando una mano aparece detrás de ella y la toma por el cuello para estrangularla.

    Esta escena, con variantes, es típica de las películas de terror, que suelen utilizar el elemento sorpresa para asustar a la gente cuando ésta menos se lo espera. Ojalá no nos llevemos nosotros un susto semejante con relación al fin del mundo. ¿A qué me refiero? A que están circulando por ahí, en internet, cine, televisión y medios impresos, unas supuestas profecías según las cuales el mundo se va a terminar exactamente el 21 de diciembre del 2012. ¿En qué se basan? En un champurrado de arbitrarias interpretaciones de jeroglíficos mayas y textos bíblicos apocalípticos sacados fuera de contexto.

    Por supuesto sobra aclarar que se trata de descabelladas especulaciones que carecen de validez. Recordemos que Jesús aseguró que nadie sabe ni el día ni la hora del final (ver Mc 13,32).

    Eso no significa que no vaya a llegar el final. Llegará, pero como en la escena descrita al inicio, sucederá cuando menos lo esperemos, cuando más confiados nos sintamos, cuando quizá nos estemos regocijando tras comprobar que las profecías del 2012 no se cumplieron.

    En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 21, 25-28.34-36) dice: "aquel día los sorprenderá desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra" (Lc 21,35), y antes describe las señales prodigiosas y terribles que sucederán en el cielo, la tierra y el mar (ver Lc 21, 25-27).

    Cabe aclarar que no se trata de despertar nuestro miedo, no nos vaya a pasar como a una amiga que me platicaba que luego del terremoto del 85 se quedó muy espantada, sobre todo porque un irresponsable publicó que no tardaba ni un año en venir una réplica peor que el primer sismo, así que cuando oía uno de esos crujidos normales en toda casa, le daba pavor, y se quedaba paralizada mirando la lámpara para ver si ésta empezaba a bambolearse, y así pasaba mucho rato, muchas veces al día, hasta que comprendió que no podía seguir así, que lo que la estaba matando no era la réplica de un gran temblor sino su gran temblor ante una réplica...

    Esto mismo aplica para nosotros. Estamos comenzando el tiempo de Adviento, cuatro semanas destinadas a disponernos a celebrar la venida (pasada y futura) del Señor, y en este arranque la mirada se centra sobre Su segunda venida, al final de los tiempos, pero no para provocarnos miedo sino para invitarnos a estar preparados para recibirlo.

    Y ¿cómo se prepara uno para algo así? Considera esto: el personal que atiende emergencias (policías, bomberos, médicos) no se entrena sobre la marcha, pues a la hora de la emergencia no sabría qué hacer, sino que recibe una preparación previa que le permite reaccionar automáticamente haciendo lo correcto cuando se presenta la ocasión. Del mismo modo nosotros no podemos arriesgarnos a esperar al último minuto a ver cómo reaccionamos ante el Señor, porque puede ser que Su llegada nos encuentre muy lejos de Él (imagínate si fuera cierto lo del 21 de diciembre, ¡a cuántos encontraría en una dizque ‘posada’, ya con muchos ponches con ‘piquete’ encima, demasiado ‘enfiestados’ para reconocerlo!).

    Estamos a tiempo para prepararnos debidamente para nuestro final. ¿Qué debemos hacer? Nos lo dice Jesús: "Estén alerta, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente (Lc 21,34), la Biblia traduce: ‘no hagan pesado su corazón’, es decir que no dejemos que el corazón se nos llene de las cosas del mundo y se olvide de Dios. Y más adelante añade: Velen, pues, y hagan oración continuamente...para que puedan...comparecer seguros ante el Hijo del hombre."(Lc 21,36).

    Nos invita así el Señor a mantener el alma despierta, atenta a las señales de Su presencia (pues Él no sólo vino y vendrá sino que viene todos los días, está siempre con nosotros), y a no cortar nuestra comunicación, nuestra relación con Él. ¿Te das cuenta? La mejor manera para estar preparados para el fin del mundo no es consiguiéndonos un casco por si granizan meteoritos, o un traje a prueba de lava o un refugio antimegatsunami, sino disponiéndonos a reencontrarnos con Aquel que ya vino una vez, y no vino a oscurecer el mundo sino a iluminarlo; no a dar muerte sino vida; no a infundirnos pavor sino a llenarnos de paz y a devolvernos la esperanza.

    Camino en construcción

    II Domingo de Adviento

    RRRRRRRRRRRRRRTACATACATACATACATACARRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRTACATACATACATACATARRRRRRRRRRRRRRRPOMPOMPOMPOMPOMRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRTACATACATACARRRRRRPOMPOMPOMPOMRRRRRRRRRRRR

    — ¡¿Que fue eso?!

    — El ruidero que hace la maquinaria pesada que se usa para nivelaciones y demoliciones. Están trabajando motoconformadoras, tractores, excavadoras, taladros rompiendo el suelo...

    — ¿En domingo?

    — Sí, precisamente empezaron a trabajar este domingo.

    — Y ¿dónde están que sólo los oigo pero no los veo?

    — En la iglesia.

    — Pero, ¿qué no estamos a dos semanas de Navidad? ¿No deberían escucharse ahí angelicales villancicos en lugar de ese estruendo?

    — La culpa la tiene Juan.

    — ¿Juan?, ¿qué Juan?

    — Juan el Bautista. Sí, porque en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 3, 1-6) cita un texto del profeta Isaías en el que pide: "Preparen el camino del Señor; hagan rectos sus senderos. Todo valle sea rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados" (Is 40,3-4). Eso significa que no nos queda más remedio que ponernos a trabajar en serio en arreglar todos los baches y quitar todos los obstáculos que puedan impedir que el Señor venga fácilmente a nuestro encuentro. ¿Cómo? Siguiendo las instrucciones que nos da el propio profeta:

    Hagan rectos sus senderos

    La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. Se nos invita a rectificar toda situación de pecado para que nada dificulte, demore o impida la venida del Señor a nuestro corazón. Y la mejor ayuda para lograrlo es la Confesión.

    Todo valle sea rellenado

    ¿Con qué se suele rellenar un terreno? Con cascajo, es decir, material de construcción triturado, revuelto con piedras y tierra. Si hay valles en nuestra geografía, hondonadas vacías de virtudes y de buenas obras, rellenémoslos con el cascajo que resulte de triturar nuestro egoísmo, nuestra indiferencia, nuestra falta de amor. Una buena manera de conseguir esto es comenzar a realizar diariamente cuando menos dos obras de misericordia: una espiritual y otra corporal.

    Toda montaña y colina, rebajada

    Nada dificulta más el trazo de un camino que una montaña que se atraviesa. Subirla y bajarla es peligroso, rodearla tarda mucho, hacer un túnel es costoso. Queda claro que no podemos dejar semejante estorbo en esta vía. No hay de otra: hay que dinamitar las moles elevadas de ego, amor propio, vanidad, orgullo, afán de poder y de dinero, autosuficiencia, pretensión de ver a otros por encima del hombro. Para ello podemos pedir a algún ser querido que nos ayude a ver de qué defecto necesitamos deshacernos, y, con el auxilio del Señor, comenzar la demolición.

    Lo tortuoso se hará derecho

    El diccionario define ‘tortuoso’ como ‘que tiene vueltas y rodeos’.

    Se nos invita a dejar de poner pretextos y ya no posponer ni darle vueltas a la cita con el Señor en el Confesionario, en la oración diaria, en la Eucaristía, en la ayuda a los demás...

    Los caminos ásperos serán allanados

    Lo empedrado no es fácil de recorrer. Tenemos que quitar las asperezas: esas respuestas cortantes, el tono de mal disimulada impaciencia, la ironía, el sarcasmo, la descortesía. Pedirle al Señor la gracia de saberlo reconocer y celebrar en los otros, especialmente en los que más nos cuesta tratar con delicadeza y caridad...

    Este domingo quedamos invitados a hacer un alto en el trajín de preparativos navideños, y antes de seguir decorando, horneando, comprando o celebrando, asegurarnos primero de ampliar y despejar el camino para el Señor. Y cuidado con caer en la tentación de conformarnos con un ‘acabado de inauguración’, superficial que no dure más allá del 25. Estamos llamados a perseverar porque nos llevará la vida entera. Así que ya podemos hacernos el ánimo y junto con los adornos navideños colocar el siguiente letrero: ‘Camino en construcción. Disculpe los inconvenientes que esta obra ocasiona; las molestias serán pasajeras; los beneficios, en cambio, para siempre...’

    Dar y recibir alegría

    III Domingo de Adviento

    ¿Ha habido alegría en tu vida? ¿Has traído alegría a la vida de otros?

    Contaba una persona, que padecía una enfermedad terminal, que alguien le planteó esas dos preguntas y la puso a reflexionar. Decía que, de entrada, tuvo que repensar qué entendía por ‘alegría’, y se dio cuenta de que no podía referirse a un alegrón pasajero como el que sentía al despacharse un buen plato de comida o al ver un buen partido o al pasar un rato agradable con los cuates, sino que tenía que ser algo mucho más profundo, un gozo que de veras inundara el alma y la dejara colmada de alegría. Entonces le consternó darse cuenta de que no sólo no recordaba haber experimentado algo así, sino que se preguntaba qué hubiera debido hacer para lograrlo, pues no tenía idea.

    Su interrogante tiene respuesta. Y podemos encontrarla en las Lecturas que se proclaman en la Misa de este Tercer Domingo de Adviento, que justamente es llamado: ‘Domingo de la Alegría’. Coinciden todas en que la razón para sentir alegría es la presencia del Señor entre nosotros (ver Sof 3, 15b.17; Flp 4, 5b; Lc 3,16). Claro, ¿qué puede darnos mayor alegría a quienes estamos siempre necesitados de ayuda, de justicia, de paz, de perdón y misericordia que recibir todo eso a manos llenas porque Dios no nos contempla indiferente desde el cielo sino nos ama tanto que quiso venir a hacerse uno de nosotros para rescatarnos, para colmar nuestros más caros anhelos y aún más, regalarnos algo a lo que jamás nos hubiéramos atrevido a aspirar: la vida eterna?

    Queda así respondido el primer planteamiento: el gozo en la vida nos viene de la presencia del Señor a nuestro lado.

    Con relación a la respuesta al segundo planteamiento cabe pensar que si la razón de nuestra alegría es que el Señor vino a darlo todo por nosotros, y, como seguidores Suyos estamos llamados a imitarlo, la manera de llevar alegría a la vida de los demás es también a través de dar. En las primeras palabras del Evangelio dominical vemos que cuando la gente preguntó a Juan el Bautista qué debía hacer (ver Lc 3,10) él respondió: "El que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo" (Lc 3, 11).

    Es significativo que a estas alturas del Adviento, cuando mucha gente está pensando en lo que le gustaría recibir y muchos animan a sus niños a escribir cartitas para pedir y pedir cosas,

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1