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Para Orar El Padre Nuestro
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Libro electrónico206 páginas2 horas

Para Orar El Padre Nuestro

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El Padre Nuestro es una oración muy conocida, pero tal vez muchos que la rezan no se detienen a pensar en lo que significa. Por ello la autora va repasando esta oración, con ese estilo suyo característico, que a la vez que es profundo, resulta fácil de entender. Cada capítulo del libro está dedicado a una palabra o frase del Padre Nuestro, y termina con una oración que invita a vivir, no sólo a repetir, el Padre Nuestro.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 abr 2020
ISBN9780463690826
Para Orar El Padre Nuestro
Autor

Alejandra María Sosa Elízaga

Alejandra María Sosa Elízaga, es mexicana, licenciada en Comunicación Social, pintora y escritora, católica, autora de 22 libros que reflejan su gran amor por la Palabra de Dios, su apego al Magisterio de la Iglesia, presentan temas profundos escritos en un lenguaje muy accesible, no exento de humor, y tienen siempre como objetivo ayudar a los lectores a vivir y disfrutar su fe. Entre sus obras más gustadas están ‘Para orar el Padrenuestro’, ‘Por los caminos del perdón’, ‘Ir a Misa ¿para qué? Guía práctica para disfrutar la Misa’, ‘Desempolva tu Biblia’, ‘¿Qué hacen los que hacen oración?’ y ‘Docenario de la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Jesús’. Todos sus libros cuentan con Nihil Obstat e Imprimatur concedidos por la Cancillería de la Arquidiócesis de México.Desde 1990 se dedica a escribir, a dar cursos de Biblia (dos de los cuales ofrece gratuitamente en www.ediciones72.com), charlas y retiros.Desde 2003 escribe cada semana en ‘Desde la Fe’ Semanario de la Arquidiócesis de México.

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    Para Orar El Padre Nuestro - Alejandra María Sosa Elízaga

    He leído con gran interés y cuidado estos comentarios al Padre Nuestro.

    Encuentro en ellos un sólido contenido evangélico y una explicación cristiana diáfana y consistente. Aquí se revelan, a la vez, familiaridad y profundidad en el trato con la Palabra de Dios, y conocimiento serio de la experiencia y de la doctrina de la Iglesia, como se manifiesta en las numerosas y oportunas referencias del texto a obras de la misma Iglesia y de diversos autores que tratan el tema con especial competencia, y también en la Bibliografía Comentada que aparece al final.

    De acuerdo con el título: ‘Para Orar el Padre Nuestro’, el propósito de estas reflexiones no es hacer desarrollos eruditos o simplemente teóricos sobre el Padre Nuestro, sino que, manteniendo la solidez del fundamento en la Sagrada Escritura, se pretende más bien introducir a los lectores u oyentes a la genuina enseñanza de oración de Jesús, suscitando una actitud de discípulos que lleve a vivir una experiencia nueva de fe en la relación con el Padre de Jesús y Padre nuestro, con todas las felices y comprometedoras consecuencias de esta relación.

    La estructura o la disposición de los elementos para el desarrollo de los temas corresponde plenamente a esta finalidad: se parte de una exposición bíblica y doctrinal breve, con referencia a hechos, actitudes o situaciones de la vida; sigue luego un apartado de cuestionamientos o sugerencias de reflexión y confrontación personal o comunitaria, tanto para una mayor asimilación como para una respuesta de compromiso en la fe; y, finalmente, se concluye con una oración, como el ambiente único en el que estos mensajes evangélicos pueden comprenderse y vivirse en su verdadera dimensión.

    Para situar bien y aprovechar mejor el estilo escrito de estos comentarios, es necesario tener en cuenta que son reflexiones hechas directamente a diversos interlocutores en cursos o talleres de animación cristiana. De ahí la característica tan especial del lenguaje que conjuga con equilibrio la seriedad en el tratamiento de los temas, y la flexibilidad en la expresión, que va desde la explicación técnica de algunos términos, hasta lo coloquial y lo ‘colorido’ de algunas formas de hablar tomadas de la vida ordinaria y actual que, a mi juicio, no demeritan la importancia del contenido, sino que lo acercan a la realidad de la vida, que es el escenario normal del desempeño cristiano.

    Considero de justicia presentar brevemente, antes de concluir, a la autora de estos comentarios. Es una católica laica, que desde 1992 colabora en la Iglesia como Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión, y que, desde hace varios años ha querido poner sus capacidad y buena preparación, así como la mayor parte de su tiempo, al servicio del Señor, compartiendo su fe con los demás hermanos.

    Se trata de Alejandra María Sosa Elízaga, Lic. en Comunicación, ejercitada en el periodismo.

    Ella, por una inquietud personal de ahondamiento en su fe y en su compromiso cristiano, siguió con asiduidad algunos cursos sistemáticos de Biblia en el ‘Centro de Estudios Religiosos’ del Seminario de México, y en otros centros. Además de esto, ha emprendido, con buena asesoría, estudios y lecturas constantes de obras específicas de Sagrada Escritura y de otras sobre diversos temas de doctrina y vida cristiana.

    Ha colaborado en algunas parroquias, movimientos y grupos, tanto de laicos como de religiosas, impartiendo cursos o talleres de temas bíblicos, y animando o asesorando algunos encuentros de fe y experiencia cristiana, en sesiones de tipo retiro espiritual.

    Aparte de la presente obra, ha publicado numerosas otras. Además, tiene ya escritos cursos bíblicos y desde 2003 escribe cada semana en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México.

    Termino orando al Padre, de Quien procede todo bien, para que al publicarse estos comentarios ‘Para Orar el Padre Nuestro’ se convierta en una abundante siembra del Evangelio de Jesús, que nos descubra el verdadero rostro de Dios, que es el de Padre, y, así, los discípulos de Jesús en la Iglesia y los diversos grupos sociales, vayan transformándose en la verdadera familia de hijos y de hermanos, según el plan de amor de Dios.

    Benedicto J. Gutiérrez Romo, M.Sp.S

    INTRODUCCIÓN

    El Padre Nuestro es la oración más conocida y menos comprendida.

    Millones de personas –no necesariamente cristianas– la han oído, se la saben de memoria, y muy posiblemente la han repetido en algún momento de preocupación o de angustia.

    Pero, ¿cuántas se detienen a reflexionarla?, ¿cuántas se preguntan el significado que pueden tener sus palabras, sus peticiones?, ¿cuántas conocen su verdadero sentido?

    Vale la pena hacer un alto y retomar con calma esta oración para desmenuzarla sabrosamente y comenzar a vislumbrar su riqueza.

    Cabe hacer notar que los Evangelios nos han dejado dos versiones del Padre Nuestro: la de San Mateo, que es la más larga –y la que comúnmente se conoce y se reza– y la de San Lucas. Esto se debe a que ambos evangelistas se dirigieron a públicos distintos y tuvieron distintos objetivos al registrarla.

    Como el presente libro surgió durante un curso sobre el Evangelio según San Lucas, el primer capítulo presenta y comenta la escena de ese Evangelio en la que Jesús enseña el Padre Nuestro a Sus discípulos, pero para el desarrollo del resto del libro, se emplea la versión de esta oración que corresponde a San Mateo, pues es la más completa.

    Veamos cómo se introduce esta oración en el Evangelio según san Lucas (Lc 11, 1-2).

    11,1 Y SUCEDIÓ QUE, ESTANDO ÉL ORANDO EN CIERTO LUGAR,

    Lucas es un evangelista que nos habla mucho de Jesús en oración. Para Lucas la oración de Jesús es punto de partida, fuente de fortaleza, de guía, de inspiración, de diálogo amoroso con el Padre.

    CUANDO TERMINÓ,

    A diferencia de San Marcos que nos pone a los discípulos irrumpiendo en la oración de Jesús para decirle que todos lo buscan (Mc 1,35-37), Lucas deja caer esta frase pequeñita pero que dice mucho: cuando terminó. Es decir que nadie se atreve a interrumpir este diálogo de Jesús con el Padre. ¿Por qué? Seguramente porque han comprendido –a fuerza de ser testigos de ello– que hay algo extraordinario en la manera como Jesús se relaciona con Dios, que hay algo allí que los supera, que los hace percibir que existe otra manera de orar que no es la que habitualmente ellos practican.

    Por eso no se atreven a interrumpirle.

    Pero además hay otra poderosa razón. Y no es, como algunos cuadros lo pintan, que se quedaran pasmados contemplando a Jesús con aureola y rayos brotándole de la cabeza. No. Si ellos no se atreven a interrumpirlo es porque han visto, han comprobado los resultados de la oración de Jesús. Saben que cuando su Maestro ora, sucede algo que los supera, pero cuyos resultados están a la vista. Saben que en esos momentos su Maestro entra en un ámbito que ellos sólo han podido contemplar desde afuera, pero sobre todo, después. Y es precisamente lo que han visto después lo que suscita en ellos una inquietud, un fuerte anhelo de tener lo mismo.

    Se dan cuenta de que a Jesús la oración lo llena de serenidad, de alegría, de amor, de fuerza interior. Que es en la oración donde Jesús encuentra el sustento para enfrentar las agotadoras jornadas entre multitudes que lo rodean y estrujan, ávidas de oírle y de pedirle algo; escribas y fariseos que no pierden ocasión de tenderle alguna trampa, y ciegos, leprosos, y demás enfermos que le salen al encuentro para rogarle su curación.

    Si los discípulos quieren aprender a orar como Jesús, es, sobre todo, para poder vivir como Él.

    REFLEXIONA: ¿Compartes la inquietud de los discípulos? ¿Has buscado en la oración o quizá en otros medios la respuesta a esta inquietud, y pero nada te ha satisfecho? ¿Qué piensas hacer al respecto?

    O, si ya haces habitualmente oración, ¿encuentras en ella tu fuerza y tu sostén?

    Y tu consecuente testimonio de vida, ¿despierta en otros las ganas de orar como tú?

    LE DIJO UNO DE SUS DISCÍPULOS: "SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR,

    Señor, enséñanos a orar. Esta tendría que ser nuestra petición de todos los días.

    Creemos que lo sabemos todo. Sentimos que no necesitamos aprender a orar, ya sea porque de entrada orar nos parece una aburrición, una pérdida de tiempo, o porque creemos que ya sabemos lo suficiente y no necesitamos aprender más. Y abordamos la oración desde todos los ángulos posibles, menos por el que deberíamos.

    Compramos manuales, tomamos cursos, vamos a retiros, repetimos fórmulas gastadas y oramos como nos lo sugieren otros. Estudiamos las diversas ‘clases’ de oraciones, y terminamos rezando la estampita que nos regaló la tía ‘mocha’ de la familia.

    Y Jesús, el Único Maestro de oración que vale la pena consultar, se queda esperando que acudamos a Él. Se queda esperando escuchar de nuestros labios: Señor, enséñanos a orar.

    Pero cuando se lo pedimos, responde al instante. Y sobrepasa nuestras expectativas. ¿Queríamos una oración para repetir? Él nos dará una para vivir...

    COMO ENSEÑÓ JUAN A SUS DISCÍPULOS."

    En tiempos de Jesús las distintas maneras de orar distinguían a los diversos grupos religiosos.

    Juan tenía sus discípulos y evidentemente sus maneras de orar. Los discípulos de Jesús quieren diferenciarse de los demás a través de su oración.

    Pedirle a Jesús que nos enseñe a orar es lo mejor que podemos hacer, pero también lo más comprometedor. Porque la oración de Jesús está en perfecta coherencia con Su vida, y viceversa.

    Nosotros en cambio descubrimos un tremendo abismo entre lo que somos y lo que oramos.

    Al pedirle a Jesús que nos enseñe a orar, tendríamos que pedirle también que nos enseñe a vivir la oración como Él, no sólo a repetirla. Que nos dejemos guiar, sacudir, cuestionar, iluminar, lanzar a la vida por la oración. Que ésta no se nos quede en desahogo verbal. Que se convierta en hechos. En testimonio. En punto de partida para nosotros y para los demás.

    11,2 ÉL LES DIJO: "CUANDO ORÉIS, DECID:

    Jesús, en vez de darnos una oración para aprenderla, nos ha ofrecido una oración que nos hace aprender. No nos ha enseñado una oración. Nos ha enseñado, y nos continúa instruyendo, por medio de una oración (1)

    Cuando oréis, decid.

    Cuando Jesús dijo esta frase jamás imaginó que algunos la tomarían tan al pie de la letra que convertiría su oración en una manera de decir, en algo que se repite sólo de labios para afuera sin dejar que penetre el corazón.

    Hay que insistir en que en Jesús se da una perfecta coherencia entre el decir y el hacer. Por eso advierten asombrados sus contemporáneos: que Él habla como quien tiene autoridad, no como los escribas (Mc 1,22), porque no hay ni la más pequeña contradicción entre lo que predica y lo que vive. Su Palabra no es –como la nuestra– palabrería vana que hoy afirma y mañana se retracta, sino Palabra creadora, generadora, veraz, que realiza de inmediato lo que pronuncia, que es actuante, Verbo.

    Por eso, cuando Jesús invita a decir el Padre Nuestro, en realidad invita a vivirlo.

    No a convertirlo en fórmula mágica (que se dice apresuradamente en casos de apuración).

    No a usarlo como la única manera de dirigirse a Dios para tenerlo contento –al fin que Él nos la enseñó–.

    No a convertirlo en rezo de estampita, mecánico, repetitivo.

    No para tenerlo a la mano junto con el número de los bomberos y la cruz roja, para casos de emergencia.

    No para cumplir mandas o penitencias.

    No para rezarlo distraída y atropelladamente, en las cuentas grandes del Santo Rosario.

    No para ‘rezárselo’ a San Antonio para que encuentre algo que se nos perdió. (Ni para ‘rezárselo’ a ningún otro santo, ¡qué disparate!)

    No para hacer que los niñitos se lo aprendan de memoria y se lo reciten al señor cura para que los deje hacer su Primera Comunión.

    No, no y no.

    Nada de esto tenía en mente Jesús cuando nos invitó a decir (Él pensaba que con toda el alma, no sólo con los labios) el Padre Nuestro.

    Él quería enseñarnos una sola cosa. La esencial:

    "...el Padre Nuestro dice quién es Dios, quién soy yo, y

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