Si Dios quiere. Guía práctica para discernir la voluntad de Dios en tu vida cotidiana
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Este libro ofrece a los lectores un método práctico, sencillo y muy eficaz para poder tomar una decisión conforme a la voluntad de Dios. Inspirado en el método ignaciano de discernimiento, y con más de ciento veinte ejemplos tomados de la vida cotidiana, va llevando a los lectores a discernir en su vida la voluntad de Dios.
Alejandra María Sosa Elízaga
Alejandra María Sosa Elízaga, es mexicana, licenciada en Comunicación Social, pintora y escritora, católica, autora de 22 libros que reflejan su gran amor por la Palabra de Dios, su apego al Magisterio de la Iglesia, presentan temas profundos escritos en un lenguaje muy accesible, no exento de humor, y tienen siempre como objetivo ayudar a los lectores a vivir y disfrutar su fe. Entre sus obras más gustadas están ‘Para orar el Padrenuestro’, ‘Por los caminos del perdón’, ‘Ir a Misa ¿para qué? Guía práctica para disfrutar la Misa’, ‘Desempolva tu Biblia’, ‘¿Qué hacen los que hacen oración?’ y ‘Docenario de la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Jesús’. Todos sus libros cuentan con Nihil Obstat e Imprimatur concedidos por la Cancillería de la Arquidiócesis de México.Desde 1990 se dedica a escribir, a dar cursos de Biblia (dos de los cuales ofrece gratuitamente en www.ediciones72.com), charlas y retiros.Desde 2003 escribe cada semana en ‘Desde la Fe’ Semanario de la Arquidiócesis de México.
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Si Dios quiere. Guía práctica para discernir la voluntad de Dios en tu vida cotidiana - Alejandra María Sosa Elízaga
Si Dios quiere.
Mucha gente suele insertar esa frase en sus conversaciones. Lo curioso es que si se averiguan las razones de ello, se descubrirá que obedecen a las causas más diversas.
Hay quien la dice sin sentir, por costumbre, porque así decían sus mayores y así le enseñaron a decir.
Otros la dicen para 'quedar bien' con Dios, porque creen que diciéndola le demuestran que lo toman en cuenta, para que no se enoje y les frustre los planes. Dicen el 'si Dios quiere' para conmoverlo, para que diga, bueno, como se ve que me respetan, les voy a dar 'chance' de que hagan eso que planean
.
Algunos, para tener cubiertos todos los flancos, pronuncian esta frase mientras tocan madera, como para asegurarse de que si el 'si Dios quiere' falla, la madera salga al quite. (Quién sabe de dónde sacaron la idea de que es más poderosa que Dios, y en lugar de fiarse de Él, van por ahí dando toquidos en mesas, sillas, árboles callejeros o lo que encuentren a mano. Triste superstición que desgraciadamente practican muchas personas que dicen que creen en Dios pero demuestran lo contrario...)
Por último, hay quien dice 'si Dios quiere' de corazón, con la paz y el gozo de saber que Dios, que es infinitamente Sabio y Misericordioso, tiene todo en Sus manos, y esta frase es una manera de expresar confianza en que lo que Él quiera será siempre lo mejor.
Ahora bien, decir 'si Dios quiere' en asuntos sobre los que uno no tiene el menor dominio, es relativamente fácil, pero en la vida enfrentamos muchas ocasiones en las que debemos intervenir y tomar una decisión. En esos momentos decir 'si Dios quiere' implica que estamos de veras buscando cuál es la voluntad de Dios, para cumplirla.
El problema que se presenta es: ¿cómo saberlo?
El libro que tienes en las manos busca ayudarte en ese sentido. Darte unas pautas que te sirvan de guía para descubrir, en un momento determinado de tu vida -y antes de hacer una elección- cuál es la voluntad de Dios en ese asunto.
Sin embargo, cabe aclarar que este libro no pretende darte todas las respuestas. En circunstancias especiales es importante consultar con un buen confesor o director espiritual, que nos ayude a aclarar puntos, tomar resoluciones y llevarlas a cabo, animados por su sabiduría y experiencia y sostenidos por la oración.
Por último, hay que reconocer que tomar una decisión importante siempre es difícil, y el hecho de tener una brújula no dispensa de remar y de enfrentar oleajes e incluso tempestades...
Ayuda, sin embargo, el saberse en rumbo correcto y el tener la certeza de que si se entrega el timón al mejor Capitán, al final, con toda seguridad y pase lo que pase, se arribará a buen puerto.
Con esa fe y esa esperanza, zarpemos juntos...
INTRODUCCIÓN
Antes de poder empezar el proceso de tomar una decisión, es indispensable contar con tres condiciones:
1. ORACIÓN
Cuando una persona no creyente debe decidir algo importante en su vida, probablemente lo consultará primero con 'su almohada', y luego con alguien cuya opinión valore y respete. Cuando un creyente necesita decidir algo importante, lo consulta, primero, con Dios.
¿Cómo lo hace?
Con oración.
Mucha gente cree que orar es recitar fórmulas o pasarse horas hincado repitiendo frases pomposas que ni siente ni entiende. Pero orar no es eso. Orar es dialogar con Dios. Con toda sencillez y confianza, como un niño pequeño con un adulto que lo cuida y lo ama. Orar es abrir el alma ante Dios, con todo lo que hay adentro: gratitud, sueños, necesidades, dudas, temores, arrepentimientos, desconciertos, angustias, alegrías, planes, y abrir también un espacio cada día para dejar que Su Palabra ilumine todo eso, y sea guía, consuelo, exhortación, sacudida, luz...
En este libro se propondrán puntos específicos de los que puedas servirte cuando tengas que decidir algo importante para ti. El más importante de todos, y el que debe presidir y acompañar todo el proceso es el de la oración: mantener abierto tu canal de comunicación con Dios.
Conforme vayas leyendo, busca un momento de soledad y paz para irte a un rinconcito donde nadie te interrumpa y habla con Dios. Dile qué piensas, cómo te sientes, qué respuestas vas hallando a las reflexiones que aquí se proponen. Y pregúntale Su opinión: es decir, pon atención a las maneras discretas como suele responder: a través de Su Palabra, por ejemplo en las Lecturas de la Misa, o a través de personas y/o acontecimientos de tu vida ordinaria. Jesús dijo:
Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa
(Jn 16,13)
Pídele pues al Señor que envíe Su Espíritu Santo para que te ilumine, para que te dé los dones de sabiduría, ciencia, entendimiento, fortaleza. Que interceda por ti para que sepas tomar la mejor decisión, aquella que contribuya a responder mejor a la vocación de amor a la que Dios nos llama a todos.
2. DESAPEGO
Para poder tomar una buena decisión, otra condición que es indispensable es tener absoluta libertad: deshacerse de todo prejuicio o apego, estar de veras abierto a aceptar lo que resulte, lo que Dios disponga.
No se puede pretender elegir si ya se tomó una decisión y no queda realmente opción posible.
Si en verdad quiero ver hacia dónde se inclina la balanza, no tiene caso que me engañe a mí mismo colocando de antemano un peso extra en alguno de los platillos...
El que ya decidió hacer algo, no quiere revisar su elección ni ponerla en tela de juicio, no sea que tenga que dar marcha atrás. Pero proceder así es muy riesgoso. Implica dejarse llevar por motivaciones que pueden no conducir a un buen desenlace.
El proceso de tomar decisiones exige la mayor objetividad y honradez, atreverse a salir a descampado, desnudar el alma, escudriñar hasta el último recoveco, dejarse desinstalar, sorprender, inquietar, con propuestas que quizá nunca antes se habían considerado...
Es curioso, pero estos dos requisitos, oración y desapego van de la mano. Cuando hay desapego, la oración se da fácil, y viceversa, el apego dificulta la oración.
3. PAZ
Decía San Ignacio de Loyola que 'en tiempo de desolación no hay que hacer mudanza' (E.E. no. 318) ¿Qué significa esto? Que no hay que tomar decisiones importantes bajo la influencia de la tristeza, el desánimo, el enojo, el deseo de venganza, la frustración, la impaciencia, la desesperación, etc. En esas circunstancias, lo más seguro es que se tomará una decisión precipitada y equivocadamente.
Para hacer una opción que afecta el resto de nuestra vida (por ejemplo: qué carrera estudiar, qué trabajo aceptar, casarse o no, cambiarse de casa, de ciudad, etc.) se necesita tener calma, sopesar bien las posibilidades, tomar en cuenta todos los factores y llegar a una conclusión que no esté influida por presiones emocionales.
Aventurarse en algo irreflexivamente, por un arrebato, suele conducir a error. De las prisas, sólo queda cansancio. No hay que dejar que personas o circunstancias nos empujen a optar por algo si no lo hemos analizado a fondo con serenidad.
Si cuentas con estos tres elementos: oración, desapego y paz, estás listo para comenzar. Pero antes, toma en consideración lo siguiente:
Por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 20;)
Jesús nos dejó un método infalible para poder determinar si algo conviene o no: ver qué frutos da, porque 'un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos'. (Mt 7, 18)
¿Qué significa esto? Que cuando vas a tomar una decisión, debes considerar qué frutos producirá, sus causas y consecuencias. Y ello implica no sólo el resultado final, sino también su principio y su desarrollo. Eso de que 'el fin justifica los medios', no es cristiano. Jesús ni propone ni aprueba que para obtener un bien se busque, se permita o se haga un mal.
Al analizar lo que planeas hacer, debes cuidar que tanto su principio (la intención), como el desarrollo del asunto (los medios) y su final (el resultado), sean cristianamente justificables, acordes a lo que Dios pide.
1) La intención
Es decir, qué te mueve a tomar esa decisión, pues de un mal principio no puede luego obtenerse algo bueno.
EJEMPLO:
Javier y Gabriela son novios. Pero un día, él descubre que ella sale con otro hombre y, furioso, termina la relación. Entonces comienza a salir con Elvira, una amiga suya de la que su ex novia estaba celosa. Más aún, para darle una estocada a su ex novia, le pide a Elvira que se casen.
Si Javier se pregunta qué lo motiva, se dará cuenta de que no es el amor hacia Elvira, sino el despecho y el deseo de vengarse de Gabriela. Analizar su intención puede salvarlo de cometer el peor error, pues lo que mal comienza, mal acaba.
2) Los medios
Es decir, de qué te valdrás para llevar a cabo lo que planeas.
EJEMPLO:
Raúl quiere dar lo mejor a su familia, pero como su sueldo le resulta insuficiente, sustrae dinero de la empresa para la que trabaja. Se justifica diciendo que su intención es buena (ayudar a los suyos) y el resultado también es bueno (que tendrán mejor situación económica). La realidad es que los medios que ha empleado no tienen justificación, ni como cristiano -pues falta al mandamiento de 'no robarás' (Ex 20,15;)- ni como empleado de la empresa a la que defrauda.
3) El resultado
Es decir, procurar anticipar, como en una partida de ajedrez (y quizá tomando en cuenta lo que ya ha sucedido en el pasado al hacer algo semejante) la posible consecuencia de hacer tal o cual jugada. Tratar de calcular los resultados probables, sus pros y contras.
EJEMPLO:
Elena tiene una hija que se queda invidente a los 16 años. Cuando esto sucede, la familia se dedica a hacer todo por la jovencita para impedir que se caiga, golpee o tire algo. Con muy buena intención y los mejores medios (el mayor cariño) obtienen un resultado negativo: la chica se siente inútil y entra en una gran depresión. Por fin un experto sugiere que la inscriban en una escuela especializada en donde pueda conocer a otros invidentes, y le enseñen a valerse por sí misma y a adaptarse a su vida de la mejor manera (aprender Braille, uso del bastón, a andar por la calle, etc.). El enfrentar nuevos retos y descubrir cosas nuevas, entre amigos y amigas de su misma condición, hace que la muchacha recupere en poco tiempo la alegría de vivir; comience una carrera; consiga un perro guía, en fin, salga adelante de maravilla.
Si Elena hubiera previsto cuál sería el resultado de sobreproteger a su hija, no hubiera optado por ese camino y se hubiera ahorrado mucho sufrimiento.
Es evidente que nadie tiene 'bola de cristal' para conocer el futuro, pero dentro de lo que cabe, conviene siempre calcular las probables consecuencias de lo que se planea hacer.
Conforme vayas avanzando en la lectura del libro, ten muy en cuenta estos tres puntos (la intención, los medios y el resultado) al momento de confrontar tu decisión con lo que se te vaya planteando en los distintos capítulos. Ello te permitirá tener mayores elementos de juicio y, por tanto, más ayudas al momento de elegir lo que quieras hacer.
Cómo aprovechar mejor este libro
Este libro propone un método práctico para ayudarte a repasar los factores que debes considerar al tomar decisiones.
Lo que aquí se plantea no está destinado sólo a leerse, sino a ponerse en práctica.
El libro está dividido en capítulos, cada uno de los cuales, corresponde a una letra de la palabra DISCERNIR (del latín discernere, que significa distinguir, determinar, resolver, decidir, que en este caso se aplica a determinar qué es lo que Dios espera de ti). Ello facilita que, si tienes que decidir algo y no tienes el libro a la mano, simplemente repases las letras de la palabra DISCERNIR, recuerdes los respectivos puntos de reflexión que coinciden con cada una de ellas, y revises, con base en éstos, lo que estás planeando hacer.
Cabe añadir que ninguno de dichos puntos debe considerarse aisladamente. No es aconsejable tomar una decisión solamente porque uno o dos cuestionamientos parecen respaldarla. Es necesario completar toda la evaluación y luego analizar el conjunto completo, sin prejuicios, en oración, con paz y en búsqueda sincera de la voluntad de Dios.
Cada capítulo incluye: numerosos ejemplos tomados de la vida cotidiana; preguntas que conviene responder por escrito -en hoja aparte- pues ello ayuda a centrar la atención y a tener un registro de tu proceso de discernimiento, y una oración para inspirar tu diálogo con Dios.
Comencemos, pues, pero antes pidámosle al Señor:
" ... hazme escuchar Tu gracia,
ya que confío en Ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a Ti.
Enséñame a cumplir Tu voluntad,
ya que Tú eres mi Dios.
Tu Espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana..." (Sal 143, 8.10;)
D I O S
Cuando el creyente se enfrenta a una disyuntiva y tiene que tomar una decisión, lo primero que debe preguntarse es si las opciones que se le están presentando son aceptables a los ojos de Dios.
Una pregunta a tiempo, ahorra un ciento
Desde el punto de vista de Dios, sólo se debe discernir, de entre dos cosas buenas, la mejor.
Y conste que se hace la aclaración de que esto es 'desde el punto de vista de Dios', pues según los criterios que rigen el mundo, resulta casi imposible hablar de categorías de 'bueno' y malo', pues como la gente todo lo relativiza, considera que lo que es bueno para uno, puede no serlo para otro. No así con Dios. Desde el principio, la Biblia se mete a fondo en este asunto. El relato simbólico de Adán y Eva ejemplifica justamente eso: Dios les pide que no coman del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, es decir, que no pretendan ser ellos quienes determinen qué está bien y qué está mal, pues eso sólo corresponde a su Creador.
Por tanto, para el creyente sí existen categorías de 'bueno' y 'malo', y las determina Dios. Bueno es todo aquello que nos ayuda a alcanzar el fin para el que fuimos creados (el encuentro con Dios); malo es lo que lo impide o dificulta.
No se hace un discernimiento entre una cosa buena y una mala: '¿qué haré, comeré esta fruta o este veneno?', ni entre dos cosas malas: '¿engañaré a mi marido con Fulano o con Zutano?', y mucho menos, entre una cosa mala y otra peor: '¿estrangularé a mi suegra o la mataré a escobazos?'.
Así, el primer gran 'colador' en este proceso consiste en preguntarse, de entrada, oportunamente, antes de que avancen las cosas, antes de tomar la decisión o dar el paso: ¿esto que deseo hacer, esto que se me plantea como posibilidad, ¿está bien o no?, es decir, ¿es aceptable o no a los ojos de Dios?; en términos de fe:
¿Es pecado o no?
La palabra pecado choca a mucha gente. '¡no me hablen de pecado!', ¡ustedes los católicos no saben más que hablar de pecado!', dicen, pero es que no han entendido el significado de la palabra. Pecado no es sinónimo de falta, tache en la libreta, manchita, transgresión, ofensa a Dios que ¡se la va a cobrar después¡ Nada de eso. La palabra pecado significa: 'errar en el blanco, fallar al objetivo'. ¿Qué significa esto? Que como hijos de Dios, estamos llamados a una sola vocación, a un solo objetivo: amar.
¿Y qué es amar? Buscar en concreto, el bien verdadero de quien se ama.
Fallar a esta vocación es pecar. Elegir caminos que no conducen al amor, (y todos sus derivados: de paz, justicia, perdón, etc.). sino al egoísmo, al odio, a la violencia, a la injusticia, al resentimiento, etc. es pecar.
Dios ha puesto en cada corazón, una infinita capacidad de amar. Ha hecho que el amor sea lo que le dé sentido a todo en esta vida.
Pecar es decirle no a Dios. Es rechazar Su proyecto de amor para nosotros.
Así, antes de hacer un discernimiento, lo primero que hay que preguntarse es si lo que uno planea hacer es pecado o no, porque si lo es, entonces no hay nada que discernir, simplemente hay que rechazar esa opción y punto.
Desafortunadamente, en este aspecto es muy común que haya ciegos que no quieran ver. Personas que ya decidieron