LAS SOMBRAS DE LA VIRGEN
Hay un lugar en Bosnia-Herzegovina donde la Santísima Virgen acumula miles de apariciones. Desde 1981 se viene mostrando cada día a alguno de sus seis privilegiados videntes y solo ha faltado a la cita en cinco ocasiones. Las visiones pueden durar unos pocos segundos o incluso una hora. Este enclave tan insólito es Medjugorje y hasta allí acuden anualmente millones de peregrinos devotos de María. La parroquia celebra misas en diferentes idiomas, cuenta con medio centenar de confesionarios, un gran altar exterior con asientos para miles de personas, oratorios, capillas, la colina de las primeras apariciones y el escarpado monte Krizevac, a 520 metros de altura, en cuya cima luce una cruz blanca desde 1934. De ella dijo la Virgen en su mensaje del 30 de agosto de 1984 que «estaba en el plan de Dios cuando ustedes la construyeron».
Allí se producen cada año miles de conversiones al catolicismo y centenares de vocaciones religiosas que son atribuidas a la intervención divina. Por supuesto, abundan los milagros. En especial, curaciones y alivio de enfermos, olor a flores durante el rezo del rosario, visión de luminarias, el sol danzando por el cielo, arrobos místicos, así como alguna que otra figura de la Virgen llorando sangre y una decena de secretos susurrados por la Santísima Gospa a los videntes, cuyo contenido guardan celosamente.
Pero si alguien busca prodigios menos efímeros siempre puede dirigir sus pasos hacia un espacio de oración levantado al sudoeste de la parroquia. Allí se yergue una estatua de bronce que representa a Cristo Resucitado. Es una réplica idéntica a escala monumental de la figura labrada en plata por el escultor Andrej Ajdic y presentada en 1996 a Juan Pablo II durante su visita a Eslovenia. Dos años después, fue erigida esta copia en Medjugorje, aunque tuvieron que trascurrir cuatro años más hasta habilitarse a su alrededor un amplio recinto destinado al rezo al aire libre.
Sin embargo, meses antes, el lugar ya había adquirido un protagonismo inesperado: alguien advirtió que la figura del Cristo Salvador exudaba líquido por una de sus rodillas. Desde entonces, hasta sus piernas
