Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Tus ojos ocultos en la oscuridad
Tus ojos ocultos en la oscuridad
Tus ojos ocultos en la oscuridad
Libro electrónico397 páginas5 horas

Tus ojos ocultos en la oscuridad

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Una historia que no te dejará indiferente.

Tus ojos ocultos en la oscuridad nos cuenta la historia de Helena, una estudiante de periodismo aficionada a la subcultura gótica. Una serie de acontecimientos la llevarán a verse envuelta en una cadena de asesinatos en los que todo apunta que han sido cometidos por un extraño personaje al que responde al sobrenombre de Kingstorm.

Desde ese momento su vida dará un giro inesperado hacia un mundo oscuro y lleno de peligros, donde tendrá que encontrar a ese horrendo asesino, y para lo que contará con la ayuda del joven inspector de policía Paul Evergrent. Juntos vivirán una experiencia que les llevará hasta límites inimaginables. Una historia de intriga y pasión donde nada es lo que parece.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento13 abr 2016
ISBN9788491124665
Tus ojos ocultos en la oscuridad
Autor

Gabriel García

Gabriel García (Albacete, España, octubre de 1978), arquitecto técnico de profesión, ha compaginado su dedicación a la arquitectura y, a su gran pasión, la literatura. Gran aficionado al cómic y al cine de acción, ha centrado su estilo en un género literario, donde el suspense predomina hasta el final del relato. Es un autor novel que se introduce en el panorama literario de novela de ficción, adentrándonos en una historia con un ritmo narrativo que no dejará indiferente a los amantes del misterio. Una novela completa de emociones donde indaga en los más profundos sentimientos de sus personajes.

Relacionado con Tus ojos ocultos en la oscuridad

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Tus ojos ocultos en la oscuridad

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Tus ojos ocultos en la oscuridad - Gabriel García

    Título original: Tus ojos ocultos en la oscuridad

    Primera edición: Abril 2016

    © 2016, Gabriel García

    © 2016, megustaescribir

    Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ÍNDICE

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    XV

    XVI

    XVII

    XVIII

    XIX

    XX

    XXI

    XXII

    XXIII

    XXIV

    XXV

    XXVI

    XXVII

    XXVIII

    XXIX

    XXX

    XXXI

    XXXII

    XXXIII

    XXXIV

    XXXV

    XXXVI

    XXXVII

    XXXVIII

    XXXIX

    XL

    XLI

    XLII

    XLIII

    XLIV

    XLV

    XLVI

    XLVII

    XLVIII

    XLIX

    L

    LI

    LII

    LIII

    LIV

    LV

    LVI

    LVII

    LVIII

    LIX

    LX

    Epílogo

    Sobre el autor

    Gracias a todos los que me han ayudado

    para la elaboración de este relato.

    I

    Es increíble lo mucho que puede llover en Marzo, al menos eso pensaba Julie mientras espera el tren en el andén, la universidad solo quedaba a tres paradas de su pequeño piso, y aún así le parecía un camino interminable todas las mañanas. Pero ese día sabía que no iba a ser igual, los últimos acontecimientos la habían hecho levantarse un poco antes y estar ansiosa por llegar. No siempre se está a punto de conocer a alguien misterioso.

    La primera sensación que tuvo es que le estaban tomando el pelo por los últimos e-mail que había estado recibiendo de Kingstorm, al principio los había ignorado, luego le fue siguiendo la corriente hasta que se convirtió en alguien fundamental en su día a día.

    Lo único que sabía de Kingstorm es que compartían los mismos gustos musicales, le apasionaba la cultura gótica, y aunque Julie no se consideraba una fanática de ese tema, enseguida le caló todo lo que Kingstorm le transmitía, y sobre todo cuando empezó a enviarle canciones compuestas por él mismo. Todo eso la verdad es que le parecía divertido, le entretenía mucho conversar con él durante horas, sentía que podía conversar con él de cosas que a ni siquiera sus amigas de confianza podía hacerlo, ni siquiera a Clara, su compañera de piso. De hecho, se arrepentía de no contarle a ella la existencia de Kingstorm, sentía que era su pequeño juguete, algo que no quería compartir con nadie.

    Todo iba bien con él, hablaban de muchas cosas y profundizaban cada vez más en la vida del otro, aunque Julie se mostraba un poco molesta porque aún no sabía su autentico nombre, cuando ella desde el primer momento le había dicho el suyo, al igual que tampoco le gustaba que no le dijese como había contactado con ella, él se limitaba a decir que había conseguido su correo mediante un amigo común. Esa excusa obviamente no era suficiente para Julie, pero ella lo dejaba un poco estar a cambio de que poder seguir disfrutando de su charla.

    Aquello era muy divertido, al menos eso pensaba Julie, no hay nada como tener una relación con alguien todo lo abierta que quieras, pero siempre con la manta cálida del anonimato, aunque ella no dejase de plantearse si era posible que él la conociera personalmente. Todas esas preocupaciones desparecieron el día que le sugirió que deberían tener un primer encuentro al fin. Fue entonces como Julie sintió que todo su castillo se rompía, tendría que hacer frente a todas las cosas que le había confesado a ese extraño en el momento que lo viese.

    Pasó dos semanas sin contestar, pensó que dejando de hablar con él pronto saldría de su vida como si nada hubiese pasado. Hubo un hecho que la desconcertó, esperaba que Kingstorm le hubiese insistido en quedar para conocerse, pero no fue así. Automáticamente él dejo también de mandarle mensajes, lo cual le produjo, por un lado una sensación de alivio, pero por otro un vacio, que por más que lo intentaba no podía quitárselo.

    Empezó a analizar la situación de cómo sería conocerle, seguramente sería un bicho raro que no encajaría en ningún sitio, alguien a quien no podría presentar a sus amigas, seguramente sería alguien que no encajase en la sociedad como se sentía ella misma, ambos aislados del mundo. En el fondo, tenía la convicción de que quien escribía todas esas cosas no podía ser una persona vulgar e insignificante, pensó que valdría la pena el pasar un mal rato solo por el hecho de conocerlo físicamente, solo se trataba de un amigo, que podrían compartir miles de temas interesantes, alguien con quien charlar tomando café o dando paseos, de repente se vio a ella misma soñando como una quinceañera, y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Esa noche se sentó frente al portátil en la cama, estaba decidida a contestarle al fin.

    —Al menos si es guapo podré acostarme con él—Pensó para sí misma. Sin perder más tiempo le envió:

    ¿Sigues queriendo que nos

    conozcamos?. Sinceramente.

    Estuvo esperando al menos una hora, empezaba a sentirse ridícula, tenía la sensación de ser una niña caprichosa que jugaba con un niño a su antojo, y de repente le horrorizó la idea de que kingstorm también lo pensase.

    —¡Joder!—Gritó mientras miraba al portátil con la pantalla congelada.

    Se levantó de la cama y fue al baño, mientras se miraba al espejo pensaba que coño estaba haciendo, por qué se sentía así, por un tío que no conocía de nada, solo pudo sentir una sensación de tristeza por ella misma. De repente se entreabrió la puerta del baño y apareció apoyada al marco de la puerta su compañera Clara.

    —¿Qué te pasa?—Dijo Clara mirándola con tono inquisidor.

    —No me pasa nada, estoy cansada eso es todo. Llevo dos días estudiando para un examen sin darme un respiro.

    —¿Seguro?, te noto últimamente un poco rara—Clara se acercó a Julie y la cogió de la mano.

    Julie le cogió de la otra mano y le dijo lanzándole una de sus encantadoras sonrisas.

    —Estoy bien de verdad, no te preocupes, de veras que es solo cansancio, ven aquí.

    Ambas se fundieron en un abrazo.

    Al día siguiente Julie se levantó para ir a clase como siempre, se preparó en la cocina un tazón de café con un poco de leche, no era persona hasta que no se tomaba su dosis diaria de cafeína, se sentó en la silla de la cocina, estaba en bata, todavía llevaba su larga melena lisa mojada, se acababa de duchar, agradeció que Clara hubiese salido antes que ella esa mañana, no le apetecía hablar con nadie. Se sentía disgustada de cómo se portaba con Clara después de lo bien que la trataba ella.

    Pensó que debería recompensarla saliendo a tomar unas copas o llevándola a la sala Helldoor, donde hacían todas las noches conciertos, desde grupos de thrash metal, metal gótico y hasta metalcore, toda variedad donde recrearte si te identificabas con ese ambiente. Aunque no les gustase la banda que actuase, asistía igualmente por ver a la gente que frecuentaba ese local. Siempre veía caras conocidas, y podía acabar hasta altas horas de la madrugada rodeada de amigos, bebiendo litros de cerveza, escuchando música y además siempre podría acabar la noche con una pequeña aventurilla. Se sentía como en casa. Subió a su habitación para cambiarse de ropa, se desnudó, estaba buscando en su armario una vieja camiseta del In Requiem de Paradise Lost que le gustaba mucho, se sentía bien con ella puesta, mientras se la probaba delante del armario vio con el rabillo del ojo como se encendía la pantalla del portátil. Se le quedó mirando fijamente, volvió la mirada hacía el espejo, se miró mientras llevaba puesta únicamente en el cuerpo su camiseta preferida. No puedo evitar una sonrisa.

    Se acercó hasta la cama, se sentó enfrente del ordenador y vio el nuevo correo.

    Era de Kingstorm:

    Te ha llevado tu tiempo.

    Julie se quedo mirando el mensaje, la verdad es que hubiese esperado un poco más de entusiasmo por su parte, después de unos minutos le contestó:

    Es que he estado muy ocupada.

    Todavía no me has contestado a mí

    pregunta.

    Por un momento se arrepintió de insistir ella sobre el hecho de conocerse, pero luego pensó que era mejor acabar con ello de una vez, no quería seguir con ese juego estúpido.

    Al instante le llegó la contestación:

    Sabes de sobra que sí.

    El resto del día fue un todo un ir y venir de pensamientos, Julie sabía que todo esto seguramente se quedase en nada, quedaría con él, tomarían un café y cada uno seguiría su camino, pero al menos se quitaría esa maldita curiosidad de conocerlo, de cómo sería, y lo peor era reconocer que estaba encantada con esa situación.

    —¡Dios!, ¡que patética soy!—Se decía mientras se quedaba tumbada en la cama.

    Clara llegó antes de lo habitual y cenaron juntas.

    —Bueno, ¿qué tal tu examen?—Preguntó Clara mirando a fijamente a Julie mientras las dos saboreaban unos tallarines que habían preparado sin dirigirse apenas la palabra.

    —¿Qué examen?—Se extrañó Julie.

    —¡Bueno!, pues tu famoso superexamen que llevabas días preparándote y te tenía tan preocupada y en las nubes. Ese examen.

    —¡Ah!, ese examen—Julie sonrió, no se acordaba de la excusa que le había puesto a su compañera de piso y más apreciada amiga sobre lo ausente que se encontraba últimamente. Por supuesto no se trataba de ningún examen—.No lo hecho al final, solo se trataba de un test de evaluación—Volvió a mentir intentando disimular su malestar por tener que hacerlo a la única persona que de verdad le importaba.

    —¿Con que solo un test, eh?, pues vaya, no parecía eso ayer, y ¿se puede saber por qué no los has hecho?

    —Joder Clara, no lo he hecho y ya está. ¡Pareces mi madre! —Julie no sabía cómo salir de aquella conversación, pero no quería alargarla mucho más, estaba contenta y no quería estropearlo con esa absurda excusa.

    Estuvo a punto de contarle a Clara lo de su misterioso amigo pero no sabía que iba a pensar Clara de ella, y mucho menos si le contaba que estaba dispuesta a conocerlo al día siguiente, por lo que mejor decidió quedarse callada.

    —Bueno chica, pues perdona, no era mi intención molestarte—Se disculpó Clara de mala gana mientras se levantaba a recoger los platos y se disponía a fregarlos.

    Julie era consciente de lo cruel que estaba siendo con su amiga. Se levantó de la silla y le cerró el grifo a Clara para que dejase de fregar. Ésta la miro con semblante serio.

    —Perdona—Le dijo Julie mientras la abrazaba por la espalda—.Se que los últimos días he estado en plan borde, pero te prometo que pronto lo entenderás.

    Clara giro ligeramente la cabeza para poder mirar a Julie que seguía abrazada a ella.

    —¿Qué te traes entre manos?—Le reprochó Clara mirándola con cara de malicia.

    —No es nada importante, en serio—Dijo Julie riendo—. Mañana te lo contaré con todo detalle, ya verás cómo nos vamos a reír las dos durante un buen rato.

    —¿Y por qué no me lo cuentas ya?, y nos reímos ahora.

    —No. Mañana— Le dijo Julie borrando levemente la sonrisa de su cara. Cogió a Clara de la mano y la sentó en el sofá. Le dio un beso en la mejilla y se tumbó con la cabeza apoyada sobre sus piernas.

    Clara le pasaba la mano por el pelo a Julie mientras ésta se quedaba dormida. Lo único en que podía pensar era en la suerte que tenía de haber coincidido con ella, le encantaba su compañía, las dos habían congeniado a la perfección.

    Realmente, se podría decir que aquel momento era perfecto, tal vez demasiado perfecto, sobre todo si ella hubiese sabido que esa noche era la última vez que iba a ver a Julie con vida.

    Julie subió al cercanías como todas las mañanas, se sentó junto a una ventanilla, no tenía costumbre de hacerlo dado a lo corto del camino, pero esa mañana le apetecía disfrutar del trayecto. Tenía los cascos enchufados a su iPod, miraba fijamente las gotas de lluvia hacer carreras en el cristal, mientras se aislaba en su música.

    No sabía exactamente como se sentía, tenía una extraña sensación, aún estaba molesta por no haberse sincerado totalmente con su compañera de piso, aunque le había prometido contarle lo de su misterioso amigo, no sabía hasta que punto le contaría, tal vez si se trataba de un chiflado omitiría dar muchos detalles. Julie sonrió, se imaginaba lo mucho que se iba a reír Clara de ella con todo esto.

    Seguía lloviendo, no sabía si había sido buena idea quedar en la Universidad, la verdad es que no había reparado en que seguramente vería un montón de caras conocidas, y tal vez hubiese preferido haber quedado en algún sitio un poco más íntimo, como harían dos desconocidos en una película, pero la verdad es que Kingstorm insistió en reunirse con ella en la plaza central del campus universitario a la mañana siguiente.

    Tampoco sabría muy bien como reconocerlo, ella confiaba que fuese él quien se acercase hasta ella puesto que ya le había sugerido en alguna ocasión que la había visto más de una vez. Aquella situación no es que la atrajese mucho, tener que esperar como una tonta en medio del campus hasta que algún desconocido venga a decirte que es la persona que estás esperando. Por un momento se le pasó la terrible idea de que todo esto fuese parte de una broma, de encontrarse allí sentada y que apareciesen un par de capullos riéndose de ella, o peor aún, alguna amiga con ganas de jugarle una mala pasada.

    Julie no era una persona muy popular, no le gustaba ser el centro de atención, aunque tenía a sus buenas amigas, su vestimenta hacía que la gente automáticamente la clasificase como rara, algo que a ella nunca le importó, es más, disfrutaba con ello, era como una manta cálida para alejar a la mayoría de los indeseables que estudiaban allí.

    A pesar de eso, nunca tuvo ningún motivo para llevarse mal con nadie, intentaba no crear polémica con otros estudiantes, y generalmente no hacía comentarios despectivos hacia nadie. Por eso mismo no entendía por qué alguien se molestaría en gastarle una broma de este tipo y hacerlo durante tanto tiempo. No, decididamente pensó que Kingstorm era real, más o menos guapo, más o menos alto, más o menos divertido, era alguien a quien la había atraído por su forma de comunicarse, sus comentarios ingeniosos y divertidos. Tenía claro que estaba entusiasmada en conocerle.

    Una vez que se detuvo el vagón en su parada pensó.

    —Vamos allá— Salió decidida con sus cascos puestos, la música le creaba una coraza que la protegía del exterior.

    Caminó unos minutos por su ruta diaria, pero se desvió de su camino para dar un pequeño rodeo por la facultad de Bellas Artes, era un trayecto un poco más largo para llegar al mismo sitio pero al menos pensó evitaría encontrarse a algún conocido esa mañana.

    Al fin llegó al temido momento, estaba expectante, había llegado a la plaza central del campus, era el punto donde la inmensa cuadricula de facultades de la Universidad se cruzaban, tenía en el centro una estatua de un cisne emergiendo el agua. Nunca entendió muy bien porqué habían escogido ese símbolo para el centro de esa plaza.

    Alrededor de la estatua había un pequeño jardín, el cual estaba siempre muy bien cuidado, con unos bancos alrededor. Decidió ir hasta el cisne, pensó que era el mejor sitio para estar visible desde cualquier dirección que llegase su cita.

    El no encontrar a nadie la hizo ponerse aún un poco más nerviosa, comenzó a sentirse un poco estúpida de verse allí sola en medio del campus, aunque seguía fingiendo que escuchaba música a su aire no podía ocultar que estaba esperando a alquien.

    Al cabo de unos minutos, se dirigió a unos de los bancos que se encontraban cerca de la estatua y se sentó en el respaldo de uno de ellos. No podía evitar mirar hacia todas las direcciones, esperando ver a alguien acercarse a ella, o a algún despistado mirando hacia todos los lados como ella sin que hubiese reparado en su presencia.

    De repente sintió como una mano la cogía del hombro por la espalda.

    —¡Julie!, ¡Que alegría verte!

    Por poco le da un vuelco el corazón, había estado tan nerviosa esperando sin saber a quién, que no podía asimilar quién la había saludado, enseguida pensó que no había sido buena idea estar con los cascos puestos, la música no le había dejado distinguir la voz, aunque le sonaba ligeramente familiar.

    Julie se giró a la vez que se quitaba los auriculares de las orejas y esbozó una sonrisa.

    —¡Hey!, ¡Laura!, ¿qué tal?, ¿qué haces por aquí? —Preguntó Julie de la forma más natural posible.

    Laura era una estudiante de su escuela, era buena chica pero no pertenecía a su círculo de amistades, era una niña pija que venía de unas de las mejores familias de la cuidad, su padre era congresista o algo parecido, un cargo muy importante, lo que le hacía a Laura tener que juntarse con gente de altas esferas sociales, algo que seguramente no fuese de sus mayores ilusiones, ya que en el fondo era una persona muy sencilla y bastante cercana. No encajaba en el ambiente hipócrita y estilista en el que se veía obligada a frecuentar.

    A Julie no lo importaba verla, casi siempre era muy educada con ella, y el simple hecho de que se hubiese acercado a saludarla le honraba, aunque esa mañana habría preferido que no lo hubiese hecho.

    Al girarse vio a Laura acompañada de una amiga que no conocía, pero en seguida observó que era otra niña bien, pero mucho más estirada que ella, y ni siquiera se dignó a mirarla.

    —Pues nada, pasábamos por aquí, vamos al Danny’s a tomar un café —Dijo Laura con la amabilidad con que lo solía hacer siempre.

    Danny`s era la única cantina que había allí en la plaza, y era un punto de encuentro para la mayoría de los estudiantes puesto que el resto de cafeterías se encontraba cada una dentro de cada facultad.

    —¿Y tú qué tal?, ¿qué haces por aquí?—Preguntó Laura sin la menor intención de ser entrometida.

    —Pues nada, aquí esperando a un amigo —Contestó Julie arrepintiéndose de haber empleado la expresión amigo y deseando que aquella conversación no se alargase demasiado.

    —Muy bien, en fin, me alegro de verte, si os apetece tomar algo estamos allí en la cafetería —Dijo Laura poniendo fin a aquel encuentro, que tampoco tenía muchas ganas de que se alargarse, dado que ni siquiera le presentó a su amiga Ann.

    —Ok, la verdad es que no sé si podremos pasarnos, pero gracias. Nos vemos pronto —Sentenció Julie agradecida de que se fuesen ya.

    Laura y Ann se sentaron en una mesa junto al escaparate de la cafetería, a Laura le encantaba ese sitio porque podía observar toda la plaza del campus mientras tomaba su café, y veía el ir y venir de los estudiantes que por allí frecuentaban.

    Ann empezó a contarle a Laura lo aburrida que había sido la velada de la noche anterior con su novio Mike, de lo mucho que había esforzado en preparar una supercena para que él siquiera se dignase a probarla, pero Laura aunque fingía escuchar a su amiga, no pudo evitar perder su mirada a través del cristal del local, empezó a divisar la panorámica que tenía de la plaza, y detuvo la mirada al volver a ver a Julie, seguía sentada en el mismo banco donde la había saludado minutos antes excepto que ahora no estaba sola, estaba hablando con alguien…

    —Vaya con Julie —Pensó para sus adentros al ver al hombre que se encontraba a su lado, era alto, de unos 1,85 de altura, de compresión fuerte, y tenía el pelo largo, una larga melena oscura que le ocultaba su cara. Estaban hablando. Pensó que no hacía buena pareja por la diferencia de estatura, aunque bien era cierto que compartían el mismo estilo de ropa, eso era algo que siempre se había preguntado —.Como es posible que una chica tan guapa como Julie se ocultase bajo esa apariencia tétrica —Era buena estudiante y estaba claro que podría tener a cualquier chico del campus, y sin embargo prefería vestir siempre con esos trapos negros, y pasando desapercibida, aunque en el fondo, eso era lo que le gustaba de ella.

    De repente algo hizo que sus ojos la buscasen otra vez, se sorprendió verla besar a aquel individuo.

    —No sabía que tuviese novio —Pensó un tanto extrañada. Sin quererlo, empezó a imaginarse a Julie desnuda abrazada al cuerpo de su acompañante, mientras él se introducía en ella.

    —¡Laura! —Le gritó su amiga Ann sacándola de sus pensamientos.

    —¿Qué pasa? —Respondió Laura tratando de reincorporarse rápidamente a la conversación.

    —¡Tía, que no me estás haciendo ni caso! —Le reprochó Ann de ver como Laura no apartaba la mirada del cristal.

    —¡Que sí joder!, ¡que te estoy escuchando!, ¡Mike, que no quiso probar tu pastel de carne! —Dijo rápidamente para intentar quitar hierro a la situación.

    —Muy graciosa —Le dijo molesta Ann, al ver como Laura no le tomaba en serio.

    Laura no pudo hacer más que dejar salir una de sus sonrisas tan encantadoras que tenía, para zanjar aquello. Mientras se reía indiscriminadamente no pudo evitar volver a mirar por el cristal hasta donde estaba Julie, pero su sonrisa se fue apagando al ver el banco donde estaban vacio. De repente sus ojos empezaron a mirar en todas las direcciones intentando buscar a la pareja. Se debían haber marchado a toda prisa. Por un momento se sintió una estúpida por intentar buscarlos con la mirada, aunque sentía como que algo no iba bien, Julie no era la clase de chica que se saltaba una clase en plena mañana para acudir a una cita con un desconocido en medio de la plaza del campus. Aunque sabía que todo eso eran tonterías, no pudo evitar quedarse mirando fijamente al banco, vacio.

    II

    Una puerta se abrió y James pudo observar como pasaban dos hombres. Al principio no pudo evitar sentir verdadero pánico. No era la primera vez que lo arrestaban, pero jamás por asesinato. Estos interrogatorios no eran nada fáciles de asimilar, lo tendrían allí toda la tarde sometido a una gran presión intentando sonsacarle una confesión que no era cierta.

    —Bueno James —Dijo el Inspector Florentino con mucha calma —.Me han dicho que has estado muy ocupado estos últimos días.

    —No sé a qué se refiere, Inspector.

    Al Inspector Florentino no le gusto el tono en que James se refirió a él. Siempre le gustaba que lo respetasen.

    —Por qué no nos cuentas a Paul y a mí lo que queremos oír, cuéntanos lo de aquellas niñitas del parque —Dijo Florentino acercándose lentamente al rostro de James.

    Paul Evergrent era un Inspector de homicidios recién ascendido, ingresó en el cuerpo gracias a la insistencia de su padre, intentando así encauzar la vida de un chico de barrio marginal, aunque no le hacía mucha gracia pasarse la vida tratando con la misma escoria con la que se había criado de joven.

    Cuando le ofrecieron pasarse a homicidios lo vio con buenos ojos, pensó que se pasaría un par de años en las trincheras y luego podría ascender a teniente y acomodarse en algún despacho, aunque ese entusiasmo se le esfumo en cuanto conoció a su nuevo compañero Edward Florentino…, el Inspector… Edward Florentino, un agente condecorado un par de veces por su gran número de arrestos y condenas, aunque por todos era sabido que su estilo no era totalmente limpio, a sus cuarenta y siete años estaba acostumbrado a tratar con lo más bajo de la sociedad y sus métodos dejaban un tanto que desear.

    Al principio Paul pensó que podría aprender mucho de él, hasta que empezó a ver los primeros sobornos de narcotraficantes a cambio de hacer la vista gorda en según qué casos, las palizas continuas a maleantes de poca monta para conseguir confesiones ridículas que le servían para encarcelar a alguien durante un par de meses, y un sinfín de irregularidades por las que Paul empezó a sentir un poco de aprensión por aquel trabajo y por lo que parecía, esa tarde no iba a ser diferente.

    James Rigalto era un personajillo de los bajos fondos, un desgraciado al que le gustaba mirar a niñas de diez años, la mente perversa de James le había jugado malas pasadas en ocasiones anteriores, le encantaba merodear por el parque de Stadspark buscando a pequeñas jugando inocentemente para ofrecerles alguna golosina o simplemente para hablar con ellas. En alguna ocasión se atrevió a tocar a alguna, cosa que le pasó factura, ya que una vez fue detenido por abuso de una menor e intento de secuestro. No tardó en crearse la reputación de pederasta por el barrio y ya estaba fichado por la policía.

    Aunque el motivo que los había llevado a arrestar a James esa tarde era mucho más grave que darles caramelos a una niña. Hacía apenas cinco horas que habían encontrado los cadáveres de las dos hijas de un importante empresario local, en el fondo del rio Schelde que limita la ciudad de Amberes. Su padre había denunciado su desaparición seis días antes y se había puesto toda la ciudad patas arriba, asignando a casi todo el cuerpo de policía y otras instituciones públicas para encontrarlas. Todo el mundo albergaba la posibilidad de que se hubiesen extraviado, o que fuese parte de alguna gamberrada, Maggie, la mayor, ya había participado en alguna parecida, por lo que al principio la policía fue muy cauta antes de hacer saltar todas las alarmas pero al pasar el segundo día empezaron a temerse lo peor. El padre de las niñas, Michael Jefferson, un importante marchante de arte y gerente de la reconocida galería de arte CHV, había salido un día antes en antena, haciendo un llamamiento a los posibles secuestradores para que dejasen en libertad a sus dos pequeñas y que a cambio estaba dispuesto a pagar una importante suma de dinero, la cual haría en persona una vez se encontrasen las niñas a salvo. Este mensaje caló hondo en la sociedad y enseguida se difundió por todo el país, aunque todo este revuelo solo vino a confirmar lo que la policía más se temía, que la persona o personas que las tuviesen retenidas, debido a la importante acogida mediática que había cogido este caso, se asustasen y acabasen deshaciéndose de las dos pequeñas, tal y como pasó.

    En cuanto aparecieron los dos pequeños cuerpos, el Comisario Charles W. Picketon reunió a todos los inspectores encargados de homicidios.

    —Señores, me ha llamado el Alcalde. Estamos en año de elecciones y esta mierda salpica a todo el mundo. Estamos en boca de todo el país y no quiere que esta ciudad sea recordada este año por el caso de las dos pequeñas Jefferson, que se suman a los innumerables casos de niños desaparecidos en los últimos años—Se aseguró de que todos estaban escuchándolo atentamente, hizo una pausa y siguió —.Quiere que cojamos a ese cabrón o a esos cabrones y lo quiere en menos de cuarenta y ocho horas, o será mi culo al que despache en menos de cuarenta y ocho horas y creerme no pienso irme solo. Quiero que empecéis a mover vuestros malditos barrigones por todos los barrios, quiero que pateéis todos los tugurios de mala muerte y quiero que empecéis a traerme a alguien que sepa algo de este caso. No se tienen secuestradas a dos niñas de una de las familias más importantes así como así, sin que nadie se haya fijado en nada. Quiero que cojáis a todos los pervertidos de la ciudad que tengan antecedentes por pederastia y quiero que os digan qué coño han estado haciendo durante los últimos seis días. Quiero que salgáis por esa puerta y que no volváis hasta que tengáis algo solido. ¿Me he explicado con claridad? —Dijo subiendo un poco más el tono.

    —¿Significa eso que tenemos que dar prioridad a este caso?

    El Comisario Picketon levantó la cabeza para ver quien había hablado, hasta que vio a Florentino sentado en su butaca al final de la sala.

    —¿Qué parte de este discurso no has comprendido Florentino?, coge al novato y poneros a poner patas arriba las calles, y no volváis hasta que tengáis algo, ¿me has comprendido ahora?—Dijo Picketon alzando la voz la más que pudo y mirando al resto de los asistentes para que se diesen por aludidos.

    Y así fue, el Inspector Florentino no tardó mucho en ir a por su primera víctima, sabía que James Rigalto hacía tiempo que no se metía en líos y fueron directos a por

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1